Por qué fracasan los países (19 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
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Sin embargo, las instituciones de Europa occidental no siempre habían sido tan distintas a las de Europa oriental. Como vimos anteriormente, empezaron a diferenciarse en el siglo
XIV
con el avance de la peste negra en 1346. Hasta entonces había pequeñas diferencias entre las instituciones políticas y económicas de Europa occidental y oriental. Inglaterra y Hungría incluso estaban gobernadas por miembros de la misma familia, los angevinos. Las diferencias institucionales más importantes que aparecieron tras la peste negra crearon el trasfondo en el que se producirían las divergencias más significativas entre Oriente y Occidente durante los siglos
XVII, XVIII
y
XIX
.

Pero ¿dónde surgieron estas pequeñas diferencias institucionales que iniciaron este proceso de divergencia? ¿Por qué Europa oriental tenía instituciones políticas y económicas distintas a las de Europa occidental en el siglo
XIV
? ¿Por qué el equilibrio de poder entre la Corona y el Parlamento era distinto en Inglaterra, Francia y España? Como veremos en el siguiente capítulo, incluso sociedades mucho menos complejas que nuestra sociedad moderna crean instituciones políticas y económicas que tienen poderosos efectos en las vidas de sus miembros. Esto sucedió incluso en el caso de los cazadores-recolectores, como sabemos por las sociedades que han sobrevivido, como el pueblo san de la actual Botsuana, cuyos miembros no son agricultores y ni siquiera viven en asentamientos permanentes.

No existen dos sociedades que creen las mismas instituciones, siempre habrá distintas costumbres, diferentes sistemas de derechos de propiedad y variadas formas de despiezar un animal que se ha matado o de repartir un botín robado. Algunas sociedades reconocerán la autoridad de los ancianos, otras, no; unas lograrán algún tipo de centralización política temprana, otras, no. Las sociedades están constantemente sujetas al conflicto económico y político que se resuelve de distinta forma debido a diferencias históricas específicas, al papel de los individuos o simplemente, a factores aleatorios.

A menudo, estas diferencias son pequeñas en un principio, pero se acumulan y crean así un proceso de deriva institucional. Igual que dos poblaciones de organismos aisladas se empezarían a distanciar lentamente en un proceso de deriva genética, porque las mutaciones genéticas aleatorias se acumulan, dos sociedades, por lo demás similares, también se empezarán a distanciar poco a poco en sus instituciones. E igual que en la deriva genética, la deriva institucional no tiene un camino predeterminado y ni siquiera tiene que ser acumulativa; con los siglos, puede conducir a diferencias perceptibles y, en ocasiones, importantes. Las diferencias creadas por la deriva institucional llegan a ser especialmente importantes porque influyen en cómo reacciona la sociedad a los cambios de circunstancias económicas o políticas durante coyunturas críticas.

Los modelos ricamente divergentes de desarrollo económico en el mundo dependen de la interacción entre las coyunturas críticas y la deriva institucional. Las instituciones políticas y económicas existentes (en ocasiones formadas por un largo proceso de deriva institucional y en otros casos, como resultado de respuestas divergentes a coyunturas críticas previas) crean el yunque sobre el que se forjará el cambio futuro. La peste negra y la expansión del comercio mundial después de 1600 fueron grandes coyunturas críticas para los poderes europeos e interactuaron con distintas instituciones iniciales para crear una gran divergencia. Como en el año 1346, los campesinos de Europa occidental tenían más poder y autonomía que en Europa oriental, la peste negra condujo a la disolución del feudalismo en la parte occidental y a la Segunda Servidumbre en la oriental. Como Europa oriental y occidental habían empezado a divergir en el siglo
XIV
, las nuevas oportunidades económicas de los siglos
XVII, XVIII
y
XIX
también tendrían implicaciones fundamentalmente diferentes para estas distintas partes de Europa. Como en el año 1600 el control de la Corona era más débil en Inglaterra que en Francia y España, el comercio atlántico abrió el camino a la creación de nuevas instituciones con un mayor pluralismo en Inglaterra, mientras que en Francia y España reforzó a sus monarcas.

 

 

El devenir circunstancial de la historia

 

Los resultados de los acontecimientos durante coyunturas críticas están perfilados por el peso de la historia, porque las instituciones económicas y políticas existentes perfilan el equilibrio de poder y definen lo que es factible políticamente. No obstante, el resultado no está predeterminado históricamente, sino que es contingente. El camino exacto del desarrollo institucional durante estos períodos depende de cuál de las fuerzas en oposición logra tener éxito, de qué grupos son capaces de formar coaliciones efectivas y de qué líderes pueden estructurar los acontecimientos en provecho propio.

El papel de la contingencia puede ilustrarse a través de los orígenes de las instituciones políticas inclusivas de Inglaterra. No solamente no había nada predeterminado en la victoria de los grupos que competían para limitar el poder de la Corona y que deseaban instituciones más plurales en la Revolución gloriosa de 1688, sino que todo el camino que conducía a esta revolución política estaba a merced de acontecimientos circunstanciales. La victoria de los grupos ganadores estaba inexorablemente relacionada con la coyuntura crítica creada por el auge del comercio atlántico que enriqueció y alentó a los comerciantes que se oponían a la Corona inglesa. Sin embargo, un siglo atrás, no resultaba nada obvio que Inglaterra tuviera capacidad para dominar el mar, colonizar muchos territorios del Caribe y Norteamérica ni abarcar gran parte del comercio lucrativo con América y Oriente. Ni Isabel I ni otros monarcas Tudor antes que ella habían construido una marina poderosa y unificada. La marina inglesa se nutría de barcos de comerciantes independientes y corsarios y era mucho menos potente que la flota española. Sin embargo, los beneficios del Atlántico atrajeron a dichos corsarios, que se enfrentaron al monopolio español del océano. En 1588, los españoles decidieron acabar con esos enfrentamientos contra su monopolio, y con la intromisión inglesa en los Países Bajos españoles que, en aquel momento, luchaban contra España por la independencia.

El monarca español, Felipe II, envió una flota potente, la armada española, bajo el mando del duque de Medina Sidonia. Muchos preveían que los españoles derrotarían definitivamente a los ingleses, reforzarían su monopolio del Atlántico y probablemente derrocarían a Isabel I, quizá logrando, por último, el control de las islas Británicas. Sin embargo, ocurrió algo muy distinto. El mal tiempo y los errores estratégicos que cometió Sidonia, al que habían puesto al mando en el último minuto tras la muerte de un comandante más experimentado, provocaron que la armada española perdiera su ventaja. Contra todo pronóstico, los ingleses destruyeron gran parte de la flota de sus adversarios, que eran más potentes. A partir de aquel momento, el Atlántico se abrió a los ingleses con condiciones más equitativas. Sin aquella improbable victoria inglesa, los acontecimientos que habrían creado la coyuntura crítica transformadora y que generaron las instituciones políticas distintivamente plurales del período posterior a 1688, Inglaterra nunca se habría puesto en movimiento. En el mapa 9 se muestra el rastro de los naufragios españoles producidos en el momento en el que la Armada era perseguida alrededor de las islas Británicas.

Evidentemente, en 1588, nadie podía prever las consecuencias de la afortunada victoria inglesa. Probablemente, pocos comprendieron en aquel momento que aquello crearía una coyuntura crítica que conduciría a una gran revolución política un siglo después.

 

 

No se debe presuponer que cualquier coyuntura crítica conducirá a una revolución política de éxito o a un cambio para mejor. La historia está llena de ejemplos de revoluciones y movimientos radicales que sustituyen una tiranía por otra, en un modelo que el sociólogo alemán Robert Michels describió como la ley de hierro de la oligarquía, una forma particularmente perniciosa del círculo vicioso. El fin del colonialismo en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial creó coyunturas críticas para muchas antiguas colonias. Sin embargo, en la mayoría de los casos del África subsahariana y en muchos de Asia, los gobiernos posteriores a la independencia simplemente arrancaron una página del libro de Robert Michels y repitieron e intensificaron los abusos de sus antecesores, a menudo reduciendo gravemente el reparto del poder político, desmantelando limitaciones y socavando los ya exiguos incentivos que proporcionaban las instituciones económicas para la inversión y el progreso económico. Solamente en algunos casos, en sociedades como Botsuana (véase el capítulo 14) utilizaron coyunturas críticas para iniciar un proceso de cambio político y económico que preparó el terreno para el desarrollo económico.

Las coyunturas críticas también pueden dar como resultado un gran cambio hacia instituciones extractivas, en lugar de provocar el alejamiento de ellas. Las instituciones inclusivas, aunque tengan su propio bucle de retroalimentación, el círculo virtuoso, también pueden cambiar radicalmente de sentido y hacerse gradualmente más extractivas debido a los retos que surgen durante las coyunturas críticas (y la posibilidad de que esto ocurra es, de nuevo, contingente). La república veneciana, como veremos en el capítulo 6, hizo grandes progresos hacia las instituciones políticas y económicas inclusivas en el período medieval. Sin embargo, mientras esas instituciones cobraban cada vez más fuerza en Inglaterra tras la Revolución gloriosa de 1688, en Venecia se acabaron transformando en instituciones extractivas bajo el control de una reducida élite que monopolizó tanto las oportunidades económicas como el poder político.

 

 

Elementos para comprender el estado de la cuestión

 

La aparición de una economía de mercado basada en instituciones inclusivas y en el desarrollo económico sostenido en el siglo
XVIII
en Inglaterra se extendió por todo el mundo, entre otras razones porque permitió a Inglaterra colonizar gran parte del mundo. La influencia del desarrollo económico inglés llegó claramente a todas partes, pero no ocurrió lo mismo con las instituciones económicas y políticas que creó. La difusión de la revolución industrial tuvo distintos efectos en el mundo, de la misma forma que la peste negra tuvo diferentes efectos en Europa occidental y oriental, y como distintos fueron también los efectos de la expansión del comercio por el Atlántico en Inglaterra y en España. Fueron las instituciones que había en las distintas partes del mundo las que determinaron el impacto, y éstas eran realmente diferentes entre sí, puesto que las pequeñas diferencias iniciales se habían ampliado con el tiempo debido a coyunturas críticas anteriores. Estas desigualdades institucionales y sus implicaciones han tendido a persistir hasta el presente debido a los círculos viciosos y virtuosos, aunque de forma imperfecta, y son la clave para comprender cómo apareció la desigualdad mundial y cuál es la situación en la que nos encontramos.

Algunas partes del mundo desarrollaron instituciones muy parecidas a las de Inglaterra, pero por vías muy distintas. Fueron los casos de algunos «asentamientos de colonos» europeos como Australia, Canadá y Estados Unidos, aunque sus instituciones aún se estaban formando cuando la revolución industrial se inició. Como vimos en el capítulo 1, el proceso que empezó con la fundación de la colonia de Jamestown en 1607 y que culminó con la guerra de la Independencia y la promulgación de la Constitución estadounidense comparte muchas de las características de la larga lucha en Inglaterra entre el Parlamento y la monarquía, ya que también condujo a un Estado centralizado con instituciones políticas plurales. La revolución industrial se extendió entonces rápidamente a dichos países.

Europa occidental experimentó muchos de los mismos procesos históricos, y tenía instituciones similares a las de Inglaterra en el momento de la revolución industrial. No obstante, había diferencias pequeñas pero importantes entre Inglaterra y el resto de los países, y por esa razón la revolución industrial se dio en Inglaterra y no en Francia. Esta revolución creó una situación completamente nueva y varios retos considerablemente distintos para los regímenes europeos, lo que a su vez generó nuevos conflictos que culminaron en la Revolución francesa. La Revolución francesa fue otra coyuntura crítica que condujo a las instituciones de Europa occidental a converger con las de Inglaterra, mientras que Europa oriental divergía cada vez más.

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