Notas a Apocalipsis Now (12 page)

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Authors: Eleanor Coppola

Tags: #Historia, Referencia, Otros

BOOK: Notas a Apocalipsis Now
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Francis empezó a ensayar la toma con los actores y la cámara. Cuando iban más o menos por el tercer ensayo, un trozo enorme de trinchera se vino abajo, cubriendo la vía con un par de toneladas de tierra y sacos de arena. Pasó mucho tiempo antes de que lo retiraran y lo dejaran todo listo para rodar. En esta toma tenía que haber humo. El encargado de efectos especiales puso en marcha su vaporizador y formó una capa de niebla gris. Olía a repelente de mosquitos aceitoso. El viento no paraba de sibilar, y para cada toma ponían una carga nueva. Marty, Sarn y los camarógrafos tosían y se frotaban los ojos. Yo me alejé un poco. Desde donde estaba, la escena lucía hermosa, con el humo iluminado por detrás, los haces de luz sobre el puente y los cohetes.

Más tarde necesitaron disparar una bengala desde cierta altura. Un filipino se encaramó a un cocotero. Subió más de veinte metros y ató una polea para que el de efectos especiales pudiera izar la bengala y volverla a bajar entre tomas. La noche avanzaba muy lentamente, con varias tomas en la trinchera que requerían cada una efectos especiales distintos. Yo me marché cerca de las tres de la madrugada; Francis llegó esta mañana a las seis.

18 de agosto, Pagsanjan

Estaba sentada encima de una montaña de sacos de arena en la colina, contemplando cómo caía la noche sobre el set del puente de Do Long. Los haces de luz del puente se iluminaron. Parecían los que se usan en las fiestas callejeras italianas de Nueva York. Los hombres de Luciano estaban encaramados en las torres de iluminación, preparándose para encender los arcos. Yo observaba a un electricista que cortaba un papel transparente amarillo y redondo para colocarlo en una luz que tenía cerca. Todos los departamentos se estaban empezando a movilizar. La primera toma era en la lancha de patrulla, en la orilla del río. La cámara ya estaba en la embarcación y Francis estaba allí abajo, hablando con Vittorio. Era una noche muy bonita, con reflejos en el agua y fuegos de efectos especiales que empezaban a encenderse a lo largo de las dos orillas. Bajé hasta la embarcación y la abordé justo cuando zarpaba. Al principio me acordé de alguna excursión nocturna en barco, quizá por el Sena o el Rin. Estaba demasiado oscuro para ver la orilla. Avanzamos río arriba y había algo de festivo en la sensación de estar en el agua, de noche, con sólo las luces de navegación encendidas. Luego la embarcación viró y se colocó río abajo, para dirigirse hacia el set. Empezaron a sonar las radios. Todas las instrucciones de iluminación se transmitían por la radio de Vittorio, y los de efectos especiales se comunicaban por la de Jerry. La lancha de patrulla oscilaba, tratando de mantener el rumbo mientras se montaba la cámara. La toma era un plano de cerca de Albert Hall.

Hubo una larga discusión sobre si la imagen de Albert tenía que ser a cámara derecha o a cámara izquierda. El supervisor del guión estaba convencido de que era a cámara derecha, pero Vittorio pensaba lo contrario y quería tomarla de las dos maneras para estar seguro. Jerry dijo que no había tiempo de hacer las dos. Estábamos respirando el humo de los motores diésel; la noche empezaba a ponerse tensa.

20 de agosto, Pagsanjan

Son las 3:15 de la madrugada. Acabo de llegar del seto. Se suponía que debía ser la última noche de filmación en el puente de Do Long, pero todo fue muy lento. Un día de retraso supone entre 35.000 y 50.000 dólares más de presupuesto. Este set lleva dos días de retraso. Ha habido muchas discusiones sobre las causas. Hay varios motivos: a veces el montaje de la cámara resulta lento, a veces lleva mucho tiempo volver a cargar los efectos especiales, a veces hay un actor que necesita ensayar un poco más, a veces Francis quiere añadir algún diálogo nuevo. Esta noche Francis preparó una toma a primera hora y volvió a casa durante cuarenta minutos para tomarse una sopa, mientras instalaban el
travelling
y la iluminación. Llovió todo el rato mientras él cenaba. Cuando volvió a la locación, el río había crecido casi dos metros. En la escena se suponía que el actor debía caminar por la orilla, entre el barro, hasta la lancha de patrulla; pero ahora no había orilla y la escena tuvo que filmarse con el hombre caminando con el agua hasta la cintura. Todo iba más despacio; hacia medianoche los ánimos empezaban a decaer, puesto que cada vez era más evidente que el trabajo de hoy requeriría una noche más.

23 de agosto, Pagsanjan

Esta mañana nos levantamos temprano. Me sentía realmente cansada. Me quedé de pie frente al lavatorio, con la mano bajo el agua fría, esperando a que saliera caliente para lavarme la cara. Esperé mucho rato, hasta que recordé que no hay agua caliente. Francis tenía que estar en el set a las siete, y queda a cierta distancia de la casa. Iba a ensayar con todos los actores, en la plantación francesa. Gio y Roman también participan en la escena, así que tenían que irse juntos. No habíamos desayunado, pero nos metimos en el coche y yo alcancé a tomar unos cuantos huevos duros y unas mandarinas. Roman iba apoyado sobre mí, calzándose mientras el coche avanzaba, y me di cuenta de que ni se había lavado los dientes ni se había peinado.

Soy la madre de estos niños, la esposa del director de una producción multimillonaria, y esta mañana no he pensado para nada en mi familia. Sólo he pensado en que tenía que volver a cargar mi cámara de fotos con película rápida para fotografiar el interior del set antes de que la gente y el equipo de iluminación entren en él. En el coche reviví por enésima vez mi batalla entre el papel de esposa/madre y el de artista. Ambas partes tienen su lado perfectamente razonable, pero ninguna de ellas quiere hacer concesiones.

A lo largo de los años Francis se ha sentido continuamente frustrado conmigo. En casa tengo un armario lleno de material. Me compró un equipo de animación cuando hacía pequeñas películas animadas, una sierra de vaivén cuando hacía esculturas de plástico. Tengo una máquina de coser de cuando hacía collages de tela; un aerógrafo de cuando dibujaba; una cámara Nikon. Paso por cada una de estas fases discutiendo siempre conmigo misma, preguntándome por qué estoy haciendo talo cual cosa cuando debería estar concentrada en Francis y los niños, que son mucho más importantes que mis proyectos. Sin embargo, siempre me siento atraída por mi interés del momento, deseando explorado pero sin conseguir nunca que se fusione de una manera fluida con mi vida familiar.

Cuando llegamos al set me di cuenta de que Francis estaba irritado; ya había gente martilleando clavos y metiéndose por todos los rincones. A él le gusta llegar primero y tener un momento de calma total para pensar en la escenografía antes de tener que ocuparse de todo lo demás. Le ha pedido a todo el mundo que saliera, pero ya no era lo mismo que llegar a un set vacío y en silencio. Eso lo hace sentir como el típico director temperamental que echa a todo el mundo.

He tomado algunas fotos del piso de abajo y luego, cuando llegaron los actores y se pusieron a ensayar, me fui arriba para ver si el dormitorio ya había sido decorado. Bob estaba trabajando en ello, colocando los últimos detalles.

Le dije que las habitaciones eran una obra de arte y me dio las gracias casi antes de que terminara de decírselo, como si en realidad quisiera decir, «por supuesto que lo son». Me habló de la peculiar cómoda de los años cuarenta que había encontrado junto al camino, y de cómo la había pintado con escenas de cuentos de hadas franceses sobre un fondo de color crema. Me dijo que, en verdad, quería forrar la cómoda con cuero y ponerle unos cantos de lata, pero que sabía que Francis se enfadaría si gastaba dinero en eso.

Estaba colocando algunas fotos viejas en la mesita de luz que se suponía eran de familiares de la actriz. Me confió que en realidad eran fotos de su madre y su abuela, y algunas de las fotos de niños eran de él y su hermano. La foto pegada en el espejo de la cómoda era de su tía y, abajo, sobre el piano, estaba la foto de bodas de sus padres. Su vida y su arte estaban totalmente mezclados. ¿Por qué, en cambio, yo siempre estoy luchando para que se fundan? Francis también consigue mezclarlos. Ahora mismo está abajo ensayando una escena en la que Roman interpreta a un niño a quien su padre le pide que recite un poema. Esto está sacado directamente de una escena en nuestro comedor. Francis le ha pedido a Roman que recite un poema francés en la mesa docenas de veces.

24 de agosto, Pagsanjan

Hoy filmé un poco de metraje de la construcción del set principal, el reducto de Kurtz. Se supone que es un decadente templo cambodiano junto al río. El departamento de Dean está construyendo un enorme templo y una serie de edificaciones alrededor hechas de ladrillos de adobe. Se oían las bombas que sacaban agua del río para llevarla hasta la zona donde se hace el adobe. Grupos de hombres cargaban los bloques secos; cada bloque pesa más de cien kilos. Cuatro hombres se colocaban cañas de bambú a los hombros y llevaban encima un bloque hasta el lugar de la construcción. Unas grúas de bambú, con una larga hilera de hombres que tiraban de las gruesas cuerdas, levantaban cada ladrillo hasta su lugar. Unas barcazas transportaban a hombres y material de una orilla a la otra del río. Me sorprendió lo primitivos que eran los métodos de trabajo. John La Sandra me dijo que aquí la mano de obra cuesta menos que las máquinas, y que es más sencillo explicarles lo que se quiere hacer y dejarles que lo hagan a su manera. En total hay cerca de setecientos trabajadores, contando los que tallan la madera, los que hacen los moldes, los carpinteros, y demás.

Ahora estaban cortando palmeras en la zona donde se van a construir las chozas de bambú para los indígenas que han sido reclutados para vivir en el set. En el guión, la banda de soldados renegados de Kurtz ha entrenado a una tribu de indios montagnard como grupo de combate. Viven en chozas junto al templo. En vez de disfrazar cada día a un grupo de extras filipinos, Francis le pidió a Eva, una asistente de producción, que fuera a una provincia del norte en la que están las terrazas de arrozales y que reclutara a una tribu auténtica de gente primitiva para que viniera a vivir al set y apareciera en las escenas. He oído que está intentando hacer un contrato con un grupo de 250 indios ifugao. El contrato incluye pensión completa, salario, servicios médicos y una cantidad de pollos, cerdos y carabaos para ser sacrificados

25 de agosto, Pagsanjan

Es domingo y Alfredo vino a la una del mediodía para llevamos a su casa, pues nos había invitado a almorzar. Nosotros acabábamos de levantarnos y estábamos tomando café en batas. Nos habíamos acostado a las cuatro de la mañana; Francis se había olvidado de la invitación. Nos vestimos rápidamente, les dijimos a los niños que se peinaran y fuimos a la casa de los italianos. Allí estaban la esposa napolitana de Alfredo, su hermano Mario y su esposa; su hija de veintidós años y un pequeño nieto que parecía totalmente blanco, de ojos azules y pelo rubio, casi blanco, en brazos de su mucama filipina.

Nos sentamos a comer un plato de pasta con salsa de aceite de oliva, anchoas, aceitunas negras, tomate, alcaparras, atún y ajo. Estaba delicioso, pero yo estoy acostumbrada a empezar el día con un huevo revuelto. No cesaban de insistir en que repitiera. Parece que, para su gusto, estoy demasiado delgada. «Demasiado pequeña para un marido tan grande», es lo que pude entender de su conversación en italiano. Fue un auténtico esfuerzo comer la cantidad de pasta suficiente para que se quedaran contentos. Cuando finalmente recogieron los platos me sentía mal por lo mucho que había comido. Entonces sirvieron pollo asado con papas y romero. Había olvidado la remota posibilidad de que pudiera haber un segundo plato. Después del pollo apareció una enorme bandeja con gambas, y luego pequeños alcauciles en aceite de oliva que habían traído de Italia. Luego todavía sirvieron ensalada, y luego pan y queso. Se pasaron todo el tiempo diciendo: «¿Qué te pasa, es que no te gusta la comida italiana? No comes nada. Un pájaro come más que tú».

Mientras servían el café me puse a sacar fotos de todo el mundo en la mesa. Todos giraban hacia la cámara y posaban. Había algo en el mantel de plástico verde floreado, en las servilletas de papel metidas en un vaso y en las mujeres con sus vestidos veraniegos que dejaban ver los breteles del corpiño, que era inconfundiblemente italiano, sin rastro alguno de Filipinas.

Salí al jardín y vi varias camisetas de algodón de mujer colgadas en el tendedero. Me pregunté cómo pueden usarlas, con el calor que hace. El equipo italiano de producción me resulta sorprendente por su manera de vestirse. Estamos filmando en una trinchera llena de barro en medio de la noche y aparece Vittorio con su camisa de lino almidonada, abierta lo justo para exhibir el pecho bronceado y una gruesa cadenita dorada de Gucci. Los norteamericanos llevan vaqueros gastados y remeras manchadas. Un día que hacía un calor insoportable, en medio de un claro de la selva agarré un trozo de hielo de la heladera de los refrescos y empecé a pasármelo por la cara, dejando que el agua me resbalara por la camisa. De pronto pasó Luciano con un impecable pañuelo de seda atado al cuello, con un aspecto realmente vistoso.

Cuando volvimos a casa, el grupo de actores franceses nos estaba esperando para compartir la cena del domingo con nosotros.

26 de agosto, Pagsanjan

Estuve hablando con Christian Marquand. Me dijo: «¿Has visto el gran set? Es una construcción increíble. Es la mejor escultura que he visto en mi vida. Es en el exterior, se puede andar por todo su entorno, hay cielo y tierra. Está todo allí durante dos meses y luego desaparece. Es como si fuera una exposición pero, de alguna manera, mejor».

Quizá fuera su acento francés, que separaba la información de una manera distinta a la que estoy acostumbrada yeso me permitía captar mejor lo que decía. Toda mi vida he querido estar en el centro de la escena artística más actual, de lo relevante. Estar ahí cuando ocurre, y conocer y tener una auténtica amistad con los artistas, como cuando uno lee sobre alguien que solía jugar al ajedrez con Ducharnp, o que tomaba cervezas con Jackson Pollock, o cosas así. En algunas épocas he estado en el mundo artístico. He conocido a varios artistas, como Oldenburg, Christo, Andy Warhol, Poons, pero cuando ya eran famosos y prestigiosos. Después de que se consagraron. Y yo me sentía como la chica tímida e incómoda de siempre, como con toda la gente a la que no conozco bien. Siempre he buscado el centro de la escena artística. Cuando era estudiante viajé a París. Viví en Venice, California. Cuando buscaba el centro artístico a principios de los años setenta, pensaba que estaba en Nueva York. Vi morir el arte minimalista y nacer el arte conceptual. Estaba de acuerdo con el principio del arte conceptual con respecto a que el arte relevante de mediados de los setenta no era la realización de un objeto artístico intemporal, sino la creación de un acontecimiento en el tiempo y el espacio. Pero la mayoría de
happenings
de arte conceptual a los que fui eran tonterías aburridas. La danza contemporánea parecía algo más vivo. Seguía pensando que el arte «real» debía de estar creándose en algún otro lugar, quizás en Milán o en Documenta o en algún lugar exótico. Nunca tuve la sensación de que fuera en el lugar donde yo estaba. Sé que a Francis le ha ocurrido lo mismo: siente el deseo de formar parte del lugar donde ocurren las cosas. Siempre ha querido pertenecer a una maravillosa comunidad de artistas, en un momento del que la gente hablaría más tarde como de una época dorada. Intentó que sucediera en San Francisco. Soñaba con este grupo de poetas, cine astas y escritores que se reunirían a tomar café en North Beach para hablar de sus creaciones, y que sería bueno. Publicarían sus textos en la revista City, pondrían en escena sus obras en el Little Fax Theatre, realizarían sus películas experimentales en American Zoetrope. Sería ese fantástico centro de arte emocionante. Invirtió mucho dinero y energía intentando que floreciera. Cuando vio que no ocurría, se sintió furioso y frustrado y, quizá, muy triste. Arrojó sus Oscar por la ventana y se marchó a Filipinas.

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