Notas a Apocalipsis Now (10 page)

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Authors: Eleanor Coppola

Tags: #Historia, Referencia, Otros

BOOK: Notas a Apocalipsis Now
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Esta tarde no había nada que deseara filmar, Gio y Roman querían hacer una expedición en piragua remontando los rápidos, así que he decidido acompañarlos. En el último minuto se han agregado los niños de Martin Sheen. A mí me ha tocado subir a un bote con su hijo de doce años. Mientras navegamos, comentamos las diferencias entre los paseos en bote de Disneylandia y Magic Mountain, sobre murciélagos y arañas y sobre los Juegos Olímpicos. Me contó que hace poco estuvo en Roma, mientras su padre filmaba una película, y que Ava Gardner fue allí su mejor amiga. No quería dar su dirección a nadie, pero a él se la dio. Dijo que es una mujer muy agradable, pero que siempre estaba hablando mal de ella misma. Durante todo ese tiempo íbamos pasando por escenarios muy exóticos. El río se estrechó formando un desfiladero profundo, con las paredes tan altas que sólo se veía una delgada franja de cielo. Las paredes de piedra maciza estaban verdes por el musgo y los helechos. A la sombra había mucha humedad y hacía fresco. Pude ver todos los detalles con una claridad excepcional, quizá porque mi compañero no era un adulto que iba comentando lo bonito que era todo.

Los hombres de las piraguas empujaban y subían las embarcaciones hacia arriba de los rápidos, saltando de una roca a otra. Cuando pasaban por tramos difíciles gruñían órdenes en tagalo. Nos llevó más de una hora alcanzar la cascada principal. Una balsa se metió en una cueva detrás de la cascada. Parecía bastante peligroso. La pequeña balsa de bambú no tenía protección lateral y el agua la hacía girar alrededor de la cascada. Pensé que yo era la responsable si uno de los chicos se caía al agua y decidí ir con ellos. Quedamos totalmente empapados. En el trayecto de vuelta, mi compañero de aventuras me dijo que había sido mejor y más divertido que cualquiera de las atracciones de Disneylandia, y que encima había durado más.

Cuando volvíamos a descender por el río, nuestra piragua se quedó rezagada detrás de las otras. Pensé en Disneylandia y en el hecho de hacer películas. Disneylandia no hace distinciones entre lo real y lo ilusorio. En el paseo por la selva, plantas tropicales de verdad rodean a hipopótamos de plástico. Todo está allí, nuestro mundo de ensueño y nuestro mundo real, juntos. La mayor parte del tiempo vivimos en una dualidad.

31 de julio, Pagsanjan

Inscribimos a Sofía en una escuela del pueblo de al lado, donde enseñan en inglés por las mañanas y en chino por las tardes. Es la primera alumna norteamericana que asiste a este colegio. El viejo director chino salió a recibirnos y nos hizo varias reverencias, sonriendo satisfecho porque le hacíamos el honor de llevar a nuestra hija a su colegio. Una mujer filipina le hacía de intérprete. Nos dijo que era su deseo que no pagáramos matrícula. Pusieron a Sofía en primer grado (en el jardín de infantes enseñaban sólo en tagalo). Los niños de su clase tienen entre seis y siete años; ella tiene cinco y es más alta que la mayoría de ellos. Su pelo rubio sobresalía entre aquel mar de niños morenos. El aula es una habitación desnuda, excepto por un pizarrón y varias hileras de sencillos pupitres de madera. Dos o tres niños ocupan cada pupitre. La maestra, muy amable, ha colocado a Sofía en el centro de la segunda fila. Las ventanas estaban abiertas y dejaban entrar haces de luz que iluminaban a los niños sonrientes, sentados en sus bancos de madera. A Sofía le han dado una libreta y un lápiz, y la maestra la ha ayudado a empezar a copiar las frases escritas en el pizarrón: «Ven, bebé, ven»; «Ven con mamá»; «Ven con papá». Los niños sonreían y se reían a carcajadas mientras escribían y canturreaban estas frases una y otra vez.

Las aulas están dispuestas alrededor de un patio vacío, a excepción de un mástil y un puesto de refrescos donde los niños compran pequeños sandwiches, bebidas y caramelos en el descanso de cincuenta minutos que tienen a media mañana. El colegio empieza a las 7:30, cuando se iza la bandera y se canta el himno nacional, seguido de diez minutos de ejercicios, entre militares y tai-chi. Un maestro dirige a los alumnos mientras en un pequeño tocadiscos suena una animada marcha. Esta mañana había cinco o seis muchachas con insignias que se paseaban entre los pequeños y los ayudaban a hacer los ejercicios. Tres rodearon a Sofía. Cuando terminaron, los niños formaron pequeñas filas muy ordenadas y se dirigieron a sus clases.

En parte me sentí conmocionada al dejar a mi hija allí, mientras le ponían un uniforme blanco y azul y la llevaban hasta su pequeño pupitre. Era totalmente distinto de su colegio de San Francisco, el Creative Living and Learning Center. Pero los niños parecían felices y las maestras se comportaban de manera dulce y alegre. Cuando nos marchamos vimos a una niña abrazar a Sofía, intentando decirle algo en tagalo con alguna palabra en inglés. Francis dijo que para ella sería una experiencia fantástica y que le recordaba Cuba.

Sofía vino a almorzar a casa, con una bolsa y un libro de lectura verde. El libro era sobre una familia con tres niños y Chonggo, su mono. La madre tenía puesto un vestido largo, de estilo asiático. Leí las dos últimas páginas:

Dios escuchó a Tony y a Nita rezar,

Dios escuchó a mamá y al bebé rezar,

Dios escuchó a papá rezar,

pronto papá estuvo curado,

pronto pudo levantarse,

pronto pudo ponerse de pie y andar;

Mamá, Tony y Nita

Volvieron a ser felices.

Papá volvía a ser feliz,

también.

Vayamos a la iglesia,

dijo papá.

Démosle las gracias a Dios

por haberme curado

Así que papá, mamá, Torty, Nita

y el bebé fueron a la iglesia.

Fueron a la iglesia a rezar.

Fueron a la iglesia

para darle las gracias a Dios

por hacer que papá

volviera a estar bien.

Jamás hubiera pensado que un libro de lectura de la escuela china diría estas cosas.

2 de agosto, Pagsanjan

Anoche vinieron a cenar Vittorio y su familia. Tonia cocinó pasta. Hacía tanto calor en la cocina, incluso con el ventilador puesto, que tenía gotitas de sudor en el labio y la frente, y pequeñas gotas le resbalaban por el cuello. Los niños estaban irritables y se peleaban, así que Vittorio se los llevó a jugar al porche. Se trataba de hacer pasar un tapón de botella por encima de la baranda lo más lejos posible sin que se cayera al suelo; una especie de competición, respetando cada uno su turno. Por supuesto, los tapones caían al suelo continuamente y Vittorio tenía que ir a recogerlos por entre los arbustos con una linterna. Me quedé asombrada de su inmensa paciencia.

Francis, Dean y Fred estaban sentados en el sofá, leyendo unos diarios casi recientes que habían llegado de Manila. No tenía ganas de ayudar en la cocina. Tonia, Robin y Ester lo habían hecho todo. Tampoco tenía ganas de ayudar a Vittorio a buscar tapones de botella. Sentía que tampoco me podía limitar a sentarme en el sofá a leer los diarios con los hombres. Una parte de mí, condicionada para ser una buena anfitriona, me hostigaba y me hacía sentir incómoda. Al final se sirvió la pasta y todos nos sentamos a la mesa. Los niños hicieron aspavientos para ver quién se sentaba con quién. Fabrizio y Giovanni querían sentarse aliado de Roman; Sofía quería sentarse con Giovanni; Gio no quería sentarse en la esquina; Francesca se quería sentar en mi sitio, al lado de Francis. Yo a mis hijos les decía «¡Basta ya!»; no sé lo que Vittorio les decía en italiano a los suyos. Al final sacó a Sofía, que lloraba, de su silla y la sentó al lado de Giovanni, Roman se sentó aliado de Fabrizio y más o menos estuvimos tranquilos. No había suficiente salsa para los espaguetis. Varios niños se quejaron.

Después de la pasta comimos una ensalada verde hecha con lechuga de aquí. Es mucho más sabrosa que la lechuga arrepollada de importación que servían en el hotel. Tonia empezó a hablar de lo importante que era que laváramos bien todas las verduras con agua hervida: había pasado una camioneta por el pueblo alertando por altoparlante de un brote de cólera en esta zona.

Después de la cena nos sentamos en el sofá y terminamos el vino. Le pregunté a Vittorio cómo se sentía ante el primer día de filmación en la nueva locación. Me dijo que casi como si empezara una nueva película; Baler le parecía una guerra terminada y que ahora empezaba la segunda parte. Me preguntó por mi película. Me dijo lo mucho que le gustaría verla porque había historias fantásticas sobre la filmación de
Apocalipsis Now
. Tuve un ataque agudo de pánico. Intenté contarle que había decidido cambiar de enfoque, no hacerla como un documental objetivo sino adoptar un punto de vista personal y subjetivo que todavía no había perfilado. Por su expresión percibí que no entendía lo que le decía, había algo en mi inglés que no acababa de transmitirle bien mi idea.

Anoche tuve muchos sueños. Francis también estaba inquieto. Me desperté varias veces para volver a taparnos con la sábana o para cerrar la puerta que el viento abría. Se oía el ruido de la lluvia por encima del zumbido del aire acondicionado. Esta mañana, a la hora de desayunar, me sentía cansada. Le comenté a Francis mis miedos de seguir adelante con un documental porque no soy una profesional, o sea que como máximo el resultado sería sólo aceptable, pero que si lo cambiaba para darle un punto de vista personal, quizá no le interesaría a nadie y se sentirían estafados. «y además, ¿cómo puedo integrar lo que ya tengo filmado, de manera objetiva, con un material más personal? He gastado ya tanto dinero que ahora no puedo dejarlo. No puedo dejado, pero al mismo tiempo no tengo una idea clara de cómo seguir.» Me sentía deprimida y asustada. Francis se echó a reír. De pronto me di cuenta de que era exactamente lo que él me decía a mí hace sólo unas semanas. No podía seguir con el guión original de John Milius porque no expresaba realmente sus ideas, pero no podía parar porque ya se había gastado un montón de dinero. La gente empezaba a decide lo ansiosa que estaba de ver la película porque es una historia extraordinaria. No sabía cómo transformar la película en una visión personal, o si eso iba a acabar interesándole a alguien. Estaba realmente deprimido y atemorizado, y justo en aquel momento llegó el tifón y le dio la excusa perfecta para hacer una pausa y resolver el dilema. Ha reescrito el texto muchas veces y ha librado una extenuante batalla consigo mismo, de veinticuatro horas al día durante las últimas semanas, y en algún rincón de su interior acaba de encontrar una solución. Ahora, la mayor parte de sus dudas se centran en cómo resolver el final. Tiene bastante claro el periplo hasta el final y parece estar preparado para rodar la escena de hoy.

Yo no veo ningún tifón delante de mí; no sé lo que vaya hacer. Quizá me limite a empezar desde aquí. Pondré la cámara arriba, en mi ventana. Está empezando a llover. Diminutos chorros de agua empiezan a caer por el techo de cinc de la choza del casero, en el jardín de atrás. Veo a un anciano que lleva un sombrero de paja. Está agachado en el sendero, cortando hojas de banano con su cuchillo y haciendo diminutas casitas sobre las pequeñas plantas que han salido en el huerto, para que la lluvia no las estropee.

3 de agosto, Pagsanjan

Ayer no fui al set, Era el primer día de esta nueva etapa de filmación. Sabía que Francis estaría tenso. La escena se desarrollaba en el interior del hotel Saigón, con Marty. Era un set pequeño y abarrotado, recalentado por los focos y la humedad. Me quedé en casa y estuve mirando por la ventana e intentando deshacerme de los temores sobre cómo resolver el tema del documental. Le pedí a Doug que me enseñara a cargar los rollos de película en la cámara. Es algo que siempre he dejado que hicieran los demás. Cargué los rollos yo misma, sentada en el inodoro del baño de Sofía, a oscuras, y me di cuenta de lo fácil que es y de lo misterioso que me había llegado a parecer.

Estoy disgustada con la cámara porque no ve lo mismo que mis ojos. Primero tengo que aislar lo que quiero filmar y luego traducir todos los detalles al lenguaje de la cámara. Me produce frustración ese des fase entre lo que yo veo y lo que ve la cámara. Vittorio es capaz de hablar el idioma de la cámara y de ver como ve la cámara, pero yo soy tozuda: quiero que la cámara vea las cosas como yo. Vittorio fabrica con la cámara una nueva realidad que no es la que hay aquí. He visto la que hay aquí, y difiere sustancialmente. Lo único que yo quiero hacer es grabar lo que hay aquí. Me he acostumbrado a aceptar cualquier cosa que la cámara quiera ofrecerme. Si sacaba las fotos suficientes, siempre me salían unas cuantas buenas, o volvía a sacadas. La realización de un documental no funciona así. No puedo volver el día siguiente: el momento ya ha pasado; se trataba de un punto móvil en el tiempo y el espacio que ya no volverá.

4 de agosto, Pagsanjan

Francis me contó que hace unos días soñó que estaba en el set de la habitación del hotel Saigón con Marty y un consejero de los boinas verdes. En el sueño, el boina verde le estaba diciendo a Francis que lo que estaba haciendo con Marty estaba mal. que nunca era así. El militar decía que aquellos tipos eran vanidosos, que el protagonista se hubiera mirado en el espejo y hubiera admirado su bonito pelo y su bonita boca. En su sueño, Francis hacía que Marty fuera al espejo y se mirara, admirara su boca, y demás… y cuando giraba, de pronto Marty se había transformado en Willard.

Ayer Francis filmó la escena de la habitación del hotel. Dejó que Marty se pusiera un poco borracho, tal como se supone que en realidad debe estar el personaje. Tanto él como Marty sabían a lo que se arriesgaban. El primer aspecto del personaje que Marty interpretó había sido el místico, el santo, la versión Jesucristo de Willard. Francis lo provocó con unas cuantas palabras y se transformó en el intérprete teatral, en el Willard actor shakespeariano. Francis lo presionó de nuevo y se convirtió en un matón callejero, un enérgico combatiente que ha estado en el infierno pero que es listo, sabe judo, está acostumbrado a las riñas. En este punto, Francis le pidió que se acercara al espejo y admirara su bonito pelo, su boca. Marty hizo una escena increíble. Golpeó el espejo con el puño (quizá no era su intención, quizá se había pasado al ejercitar una toma de judo) y empezó a sangrarle la mano. Francis dijo que su impulso había sido cortar la escena y llamar a la enfermera, pero que Marty estaba compenetrado en la escena. Había alcanzado el punto en que una parte de él y Willard se habían encontrado. Francis tuvo un momento en el que no quería sentirse como un vampiro, chupando la sangre de Marty con la cámara, pero tampoco quería cortar cuando Marty era Willard. La dejó filmando. Le habló a Marty durante toda la escena. Había dos cámaras filmando.

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