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Authors: David Brin

Navegante solar (25 page)

BOOK: Navegante solar
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Él vaciló un momento, luego se inclinó hacia adelante para dar un sorbo. Era limonada, y tenía un sabor maravilloso.

La terminó mientras miraba alrededor. Los asientos repartidos por la cubierta estaban ocupados por figuras tendidas.

Miró hacia arriba. ¡El cielo estaba casi negro!

—Vamos de regreso —dijo Martine.

—¿Cuánto...? —Jacob pudo sentir la laringe irritada—. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Unas doce horas.

—¿Me suministraron algún sedante?

Ella asintió. La Perpetua Sonrisa Profesional apareció de nuevo.

Pero ahora no parecía tan falsa. Jacob se llevó una mano a la frente.

Todavía le dolía.

—Entonces supongo que no lo soñé. ¿Qué fue lo que intenté beber ayer?

—Un compuesto de amoníaco que trajimos para Bubbacub.

Probablemente no le habría matado. Pero le habría causado mucho daño. ¿Puede decirme por qué lo hizo?

Jacob acomodó la cabeza en el cojín.

—Bueno... me pareció una buena idea en ese momento—. Sacudió la cabeza—. En serio. Supongo que me sucedió algo. Pero que me zurzan si sé qué fue.

—Tendría que haber sabido que algo iba mal cuando empezó a decir cosas extrañas sobre asesinatos y conspiraciones. En parte es culpa mía por no reconocer los síntomas. No hay nada de qué avergonzarse. Creo que sólo es un caso de shock de orientación. ¡Una inmersión en una Nave Solar puede ser una horrible experiencia desorientadora en muchos sentidos!

Jacob se frotó los ojos para espantar el sueño.

—Bueno, tiene tazón en eso último. Pero se me acaba de ocurrir que algunas personas estarán pensando probablemente que caí bajo una influencia.

Martine dio un respingo, como sorprendida por verle alerta tan pronto.

—Sí —dijo—. De hecho, la comandante deSilva pensó que fue obra del Espectro. Dijo que probablemente estaban usando sus poderes psi para demostrar su argumento. Incluso habló de contraatacar. La teoría tiene su interés, pero prefiero la mía.

—¿Que me volví 'loco?

—¡Oh, no, nada de eso! ¡Sólo desorientado y confuso! Culla dijo que se comportó... anormalmente en los minutos anteriores a su... accidente. Eso, más mis propias observaciones...

—Sí —asintió Jacob—. Le debo una disculpa a Culla. ¡Oh, Dios mío!

No resultó herido, ¿verdad? ¿Y Helene? —Empezó a ponerse en pie.

Martine le obligó a tenderse.

—No, no, todo el mundo está bien. No se preocupe. Estoy segura de que la única preocupación que tienen es por su salud.

Jacob se tumbó. Contempló el liquitubo vacío.

—¿Puedo beber otro?

—Claro. Ahora mismo vuelvo.

Martine le dejó solo. Pudo oír sus suaves pisadas que se dirigían hacia el centro de refrescos, el lugar donde ocurrió el «accidente».

Dio un respingo al pensar en el suceso. Sintió una mezcla de vergüenza y disgusto. Pero por encima de todo estaba la ardiente pregunta, ¿POR QUÉ?

Tras él, dos personas hablaban en voz baja. La doctora Martine debió dejar a alguien a cargo.

Jacob sabía que tarde o temprano tendría que hacer una inmersión que haría parecer una tontería al Navegante Solar. Ese trance sería un riesgo, pero habría que correrlo para descubrir la verdad. La única cuestión era cuándo. ¿Ahora, cuándo podría abrir en dos su mente? ¿O en la Tierra, en presencia de los terapeutas del Centro, donde las respuestas no servirían de nada para su trabajo ni para el proyecto?

Martine regresó. Se agachó junto a él y le ofreció un liqui-tubo lleno. Helene deSilva la acompañaba. La comandante se sentó junto a la parapsicóloga.

Jacob pasó varios minutos asegurándole que se encontraba bien.

Ella no hizo caso a sus disculpas.

—No tenía ni idea de que fuera tan bueno en C.S.A., Jacob —dijo.

—¿C.S.A.?

—Combate sin armas. Soy bastante buena, aunque tengo que reconocer que estoy un poco oxidada. Pero usted es mejor. Lo averiguamos de la forma más segura en una lucha entre partes ansiosas por anular al otro sin causar daños ni dolor. Es algo terriblemente difícil, pero usted es un experto.

Jacob nunca hubiera imaginado que fuera posible ruborizarse ante un cumplido como aquél, pero notó que se ponía colorado.

—Gracias. Me cuesta trabajo recordarlo, pero me parece que también usted estuvo bastante bien.

Se miraron mutuamente y sonrieron.

Martine los observó, y se aclaró la garganta.

—Creo que el señor Demwa no debería pasar tanto tiempo hablando. Un shock como ése requiere mucho descanso.

—Sólo quiero saber unas cuantas cosas, doctora, y luego cooperaré. Primero, ¿dónde está Fagin? No lo veo por ninguna parte.

—Kant Fagin está en la zona invertida —dijo deSilva—. Se está nutriendo.

—Estaba muy preocupado por usted. Estoy segura de que le alegrará saber que se encuentra bien —dijo Martine.

Jacob se relajó. Por algún motivo, le preocupaba la seguridad de Fagin.

—Ahora cuénteme qué sucedió después de que me desmayara.

Martine y deSilva intercambiaron una mirada. Luego deSilva se encogió de hombros.

—Tuvimos otra visita. Duró bastante. Durante varias horas el solariano aleteó al borde de la visibilidad. Habíamos dejado muy atrás la manada de toroides y con ella a todos sus compañeros.

»Pero menos mal que esperó. Estuvimos bastante nerviosos durante un rato, bueno...

—Debido a mi numerito —suspiró Jacob—. ¿Pero intentó alguien entablar contacto con él mientras aleteaba ahí fuera?

DeSilva miró a Martine. Sacudió levemente la cabeza.

—No sucedió gran cosa luego —continuó apresuradamente la comandante—. Todavía estábamos conmocionados. Pero luego, a eso de las cuatrocientas, desapareció. Volvió poco después con su... «modo amenazante».

Jacob dejó que terminara la conversación entre las dos mujeres.

Pero se le ocurrió algo.

—¿Están seguras de que no eran los mismos Espectros? Tal vez los modos «normal» y «amenazante» son dos especies diferentes.

Martine pareció momentáneamente aturdida.

—Eso podría explicar... —entonces guardó silencio.

—Esto... ya no los llamamos Espectros —dijo deSilva—. Bubbacub dice que no les gusta.

Jacob sintió un momento de irritación, pero lo controló rápidamente para que las mujeres no lo advirtieran. Esta conversación no los llevaba a ninguna parte.

—¿Qué pasó cuando vino en su estado amenazante?

DeSilva frunció el ceño.

—Bubbacub habló con él durante un rato. Luego se enfadó y lo expulsó.

—¿Qué hizo?

—Intentó razonar con él. Citó el libro de los derechos Tu-tor-Pupilo. Incluso prometió hacer negocios. El solariano no dejó de proferir amenazas. Dijo que enviaría mensajes psi a la Tierra y causaría desastres indescriptibles.

»Por fin, Bubbacub le conminó a rendirse. Hizo que todo el mundo se tumbara. Luego sacó ese trozo de hierro y cristal que guarda tan en secreto. ¡Ordenó que todos cerraran los ojos, luego dijo abracadabra y expulsó a la maldita cosa!

—¿Qué hizo?

Ella volvió a encogerse de hombros.

—Sólo los Progenitores lo saben, Jacob. Hubo una luz cegadora, una sensación de presión en los oídos... y cuando volvimos a mirar, el solariano había desaparecido.

»¡Y no sólo eso! Volvimos al lugar donde pensábamos que habíamos dejado el rebaño de toroides. También había desaparecido. ¡No había un ser viviente a la vista!

—¿Nada en absoluto? —Jacob pensó en los hermosos toroides y en sus brillantes amos multicolores.

—Nada —dijo Martine—. Todo había sido borrado. Bubbacub nos aseguró que no habían sido dañados.

Jacob se sintió aturdido.

—Bueno, al menos ahora existe una protección. Podemos negociar con los solarianos desde una postura de fuerza.

DeSilva sacudió la cabeza tristemente.

—Bubbacub dice que no puede haber negociaciones. Son malignos, Jacob. Ahora nos matarán si pueden.

—Pero...

—Y ya no podemos contar con Bubbacub. Le dijo a los solarianos que la Tierra se vengaría si resultaba dañada. Pero aparte de eso, no nos ayudará. La reliquia vuelve a Pila.

Miró al suelo. Su voz sonó ronca.

—El Proyecto Navegante Solar ha terminado.

SEXTA PARTE

La medida de la salud mental es la flexibilidad (no la comparación con alguna «norma»), la libertad para aprender de la experiencia, de ser influido por argumentos razonables, y la atención a las emociones, y especialmente la libertad de contenerse cuando se está saciado. La esencia de la enfermedad es la congelación de la conducta en pautas inalterables e insaciables.

Lawrence Kubie

17
SOMBRA

El taller estaba vacío; cada herramienta colgaba en incómodo desuso del apropiado gancho de la pared. Las herramientas estaban limpias. El tablero, rayado y agujereado, brillaba bajo una nueva capa de cera.

El puñado de instrumentos a medio desmontar que Jacob había apartado yacía en el suelo acusadoramente, como el mecánico jefe, que le observaba receloso mientras se apropiaba del banco de trabajo. A Jacob no le importaba. A pesar del fiasco a bordo de la Nave Solar, o quizás a causa de ello, nadie puso objeciones cuando decidió continuar sus propios estudios. El taller era un lugar grande y adecuado y nadie más lo quería en aquel momento. Además, allí era menos probable que lo encontrara Millie Martine.

En un ábside de la enorme Caverna de las Naves Solares, Jacob podía ver una rendija de la gigantesca nave plateada, sólo ocultada parcialmente a la vista por la pared rocosa. En las alturas, la pared se perdía en una niebla de condensación.

Estaba sentado en un taburete ante el banco. Jacob dibujó recuadros de alternativa en dos hojas de papel y las colocó sobre la mesa. Cada una de las hojas rosadas tenía una pregunta con respuesta sí o no, representando las posibles realidades morfológicas alternativas.

La de la izquierda decía: B TIENE RAZÓN RESPECTO A LOS ESPECTROS-S, SÍ (I)/NO(II).

La otra hoja era aún más difícil de mirar: ME HE VUELTO LOCO, SÍ(III)/NO(IV).

Jacob no podía permitir que el juicio de nadie más le apartara de estas preguntas. Por eso había evitado a Martine y los demás desde que regresaron a Mercurio. Aparte de hacer una visita de cortesía al convaleciente doctor Kepler, se había convertido en un ermitaño.

La pregunta de la izquierda se refería al trabajo de Jacob, aunque no podía excluir una relación con la pregunta de la derecha.

Ésta sería difícil. Todas las emociones tendrían que ser descartadas para llegar a la respuesta adecuada.

Colocó una hoja con el número romano I ante la pregunta de la izquierda, listando la evidencia de que la historia de Bubbacub era correcta.

POSIBILIDAD I: LA HISTORIA DE B ES CIERTA.

La lista era grande. Primero estaba la consistencia de la explicación del pil para la conducta de los Espectros Solares. Siempre habían sabido que las criaturas usaban algún tipo de psi. Las amenazantes apariciones con forma humana implicaban conocimiento del hombre e inclinaciones poco amistosas. «Sólo» un chimpancé había muerto, y sólo Bubbacub podía demostrar que había tenido éxito en sus comunicaciones con los solarianos. Todo encajaba con la historia de LaRoque, que supuestamente había sido implantada en su mente por las criaturas.

El logro más impresionante, el que tuvo lugar mientras Jacob estaba inconsciente a bordo de la Nave Solar, fue la hazaña de Bubbacub con la reliquia lethani. Era prueba de que Bubbacub entabló contacto con los Espectros Solares.

Repeler a un Espectro con un destello de luz podría ser plausible (aunque Jacob no comprendía cómo un ser que habitaba en la brillante cromosfera podía detectar nada en el tenue interior de una Nave Solar), pero la dispersión de todo el rebaño de magnetóvoros y pastores implicaba que el pil debía de haber empleado alguna fuerza poderosa (¿psi?).

Todos estos elementos tendrían que ser examinados de nuevo en el curso del análisis morfológico de Jacob. Pero tenía que admitir que la posibilidad número I parecía verdadera.

POSIBILIDAD II: LA HISTORIA DE B ES FALSA: (IIA) ESTÁ EQUIVOCADO/(IIB) ESTÁ MINTIENDO.

IIA no daba a Jacob ninguna idea, Bubbacub parecía demasiado seguro, demasiado confiado. Por supuesto, podría haber sido engañado por los propios Espectros... Jacob garabateó una nota a ese efecto y la colocó en la posición IIA. De hecho, era una posibilidad muy importante, pero no se le ocurría ninguna forma de probarla o rebatirla sin hacer más inmersiones. Y la situación política hacía imposibles más inmersiones.

Bubbacub, apoyado por Martine, insistía en que cualquier nueva expedición carecería de sentido, y probablemente sería también fatal sin el pil y su reliquia lethani. Curiosamente, el doctor Kepler no discutió. La Nave Solar fue puesta en dique seco siguiendo sus órdenes, el mantenimiento normal suspendido, e incluso la reducción de datos interrumpida mientras conferenciaba con la Tierra.

Los motivos de Kepler aturdían a Jacob. Durante varios minutos se quedó mirando una hoja que decía: TEMA COLATERAL: ¿KEPLER?

Finalmente la arrojó sobre el montón de material desmontado, con una imprecación. Estaba claro que Kepler tenía razones políticas para querer que el cierre de Navegante Solar cayera sobre la cabeza de Bubbacub. Jacob se sintió decepcionado. Se volvió hacia la hoja IIB.

Era atractivo pensar que Bubbacub estaba mintiendo. Jacob no podía fingir ya ningún afecto hacia el pequeño Representante de la Biblioteca. Reconoció sus propias motivaciones personales. Jacob quería que IIB fuera cierto.

Desde luego, Bubbacub tenía motivos para mentir. El fracaso de la Biblioteca a la hora de encontrar una referencia a formas de vida solarianas era un engorro para él. El pil también lamentaba la investigación independiente de una raza «expósita». Ambos problemas serían eliminados si Navegante Solar era interrumpido de forma que impulsara la estatura de la antigua ciencia.

Pero suponer que Bubbacub había mentido provocaba un montón de problemas. Primero, ¿hasta dónde era mentira la historia?

Obviamente, el truco con la reliquia lethaní fue auténtico. ¿Pero dónde más podía trazarse la línea?

Y si Bubbacub mentía, tenía que estar tremendamente seguro de que no iba a ser capturado. Los Institutos Galácticos, especialmente la Biblioteca, se basaban en su reputación de honestidad absoluta.

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