Nadie es más que nadie (8 page)

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Authors: Miguel Ángel Revilla

Tags: #Biografía, #Política

BOOK: Nadie es más que nadie
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Las dos Sevillas quedaban aisladas. Al tiempo y con coordinación perfecta, las tropas terrestres de Fernando
III
atacaron en masa por todos los flancos. Tres meses después, en octubre, entraba el rey en el alcázar sevillano y los árabes huían hacia Granada. Lo que no se había logrado en diez años, se consiguió en tres meses con la genial estrategia de Bonifaz y los barcos cántabros. Fue para Cantabria la mejor gesta de la historia, de ahí que múltiples blasones y banderas de las villas marineras recuerden en sus escudos esa efeméride. En la majestuosa iglesia de Laredo, del techo del patio central cuelgan restos de las cadenas que sujetaban los puentes y que fueron traídas como botín de guerra.

Con estos argumentos proseguí mi ataque para conseguir ese barco.

Fue nombrado jefe del Estado Mayor de la Armada el almirante Sebastián Zaragoza, quien pronto se convirtió en mi aliado. Me dijo que en los astilleros de Rota se estaba construyendo el mayor barco de la marina española. Un buque de apoyo logístico de 179 metros de eslora. Me faltaba el apoyo político. En la visita de 2006 a Zapatero, en lo que en el argot del baloncesto llaman los minutos de la basura, le espeté al presidente: «¿Quién decide el nombre de los barcos de guerra?». «Yo», me contestó.

Le conté la historia. Delante de mí descolgó el teléfono y escuché lo siguiente:

—Pepe —le hablaba a José Bono—, estamos acabando un barco en Rota. ¿Tiene nombre?

Yo no oía a la otra parte, pero a continuación José Luis le dijo:

—¿Ya lo habéis comunicado?

Sigo sin oír la respuesta y Zapatero dice:

—¡El barco se llamará Cantabria!

Y volviéndose hacía mí, me dijo:

—¡Ya tienes tu barco Revilla!

PALABRA DE JOSÉ BLANCO

Para emitir un juicio certero sobre José Luis Rodríguez Zapatero es importante que se conozca el episodio que voy a relatar a continuación, y que retrata a un personaje llamado José Blanco, ministro de Fomento.

Mi obsesión desde que llegué a la Presidencia del Gobierno de Cantabria fue conseguir la adjudicación del Tren de Alta Velocidad a Madrid, como el resto de las Comunidades Autónomas periféricas. Esta petición era el primer tema de mis visitas a La Moncloa. La petición era absolutamente razonable. Hay un
AVE
en construcción a Galicia, otro a Asturias, otro a Euskadi… Cantabria no puede quedarse aislada, sin el medio de comunicación del futuro.

Zapatero siempre me dijo que sí, y me consta que empujó para que se ejecutase la obra. El día 2 de marzo de 2010, el ministro de Fomento, José Blanco, me citó a las doce en punto en el ministerio para comunicarme la mejor noticia que yo podía recibir: en dos meses se iniciaba el primer tramo del
AVE
Palencia-Santander.

No solo me comunicó la adjudicación de la obra, sino que me propuso, dada la situación de crisis que ya vivíamos, que organizáramos un acto con movilización popular para mostrar a la opinión pública que la obra pública no se paralizaba. Me dijo que conocía mi capacidad de convocatoria y me pidió que movilice a mil personas de Cantabria para asistir a la colocación de la primera piedra. Cuando le respondí que no había problema, llamó a su secretaria para buscar una fecha en la que tuviera disponible al menos medio día. Mirando la agenda, acordamos que la mejor fecha era el 15 de mayo, día de San Isidro, que caía en sábado y permitiría que mucha gente se trasladara hasta Monzón de Campos, donde se iba a colocar esa primera piedra.

Entre el 2 de marzo y hasta mayo mantuvimos multitud de contactos, todos tendentes a hacer del inicio de la obra un acontecimiento singular. En previsión de que pudiese hacer mal tiempo, el ministro encargó la colocación de una carpa con capacidad para acoger a mil quinientas personas.

Yo, desde Cantabria, puse en marcha una operación publicitaria para animar a la gente a acudir. Un ganadero donó un buey de mil kilos para asarlo y celebrar una comida popular con los asistentes. Se dispusieron autobuses, al precio de diez euros ida y vuelta, con el almuerzo incluido. Todo iba sobre ruedas.

A falta de diez días para el 15 de mayo, la empresa adjudicataria trasladó a Monzón de Campos una maquinaria espectacular y explanó alrededor de un kilómetro de terreno para colocar el día 15 los primeros raíles. Cinco días antes ya estaba instalada la carpa. El buey había sido sacrificado algo antes para que la carne estuviera en su punto. Llegó el 13 de mayo, fecha que no olvidaré mientras viva. Eran las tres de la tarde cuando recibí una llamada del ministro que me comunicaba la suspensión del
AVE
a Cantabria y, por supuesto, del acto programado para el 15 de mayo.

Yo no daba crédito. Quince autobuses llenos de gente, el buey en Monzón de Campos, la carpa instalada, la empresa trabajando…

—¿Me estás gastando una broma? —le pregunté.

—De broma, nada —me dice.

—¡Yo me pego un tiro!

—Haz lo que quieras.

Lo que le dije en el minuto siguiente prefiero no reproducirlo, pero se imaginarán los lectores cómo acabó el tema.

El día 14 desmontaron la carpa y ordenaron a la empresa adjudicataria que se retirase con la maquinaria. Aun así, yo me presenté el 15 de mayo en Monzón de Campos, con los quince autobuses de Cantabria, el buey asado… Y lo que iba a ser un acto festivo se convirtió en una reivindicación, con una durísima intervención mía. Fueron tres cuartos de hora. El titular que destacaron todos los telediarios fue: «Ojo Zapatero, el simpático de las anchoas se puede convertir en un hombre peligrosísimo. Si esto no se enmienda rompo la coalición de Gobierno en Cantabria».

Esa misma noche, el presidente del Gobierno me llamó para decirme que comprendía mi indignación, pero que le diese un tiempo para reflexionar e intentar reconducir la situación. Coincidió que al día siguiente, 16 de mayo de 2010, Zapatero tenía que visitar Cantabria, porque se celebraba en Comillas la Cumbre Unión Europea-México. Allí estaban Von Rampuy, Durao Barroso, el presidente Calderón… A las diez de la mañana fui a recibirle al aeropuerto de Parayas. Mi cara era un poema. Al bajar por las escaleras del avión, observó mi gesto y me dijo: «Por favor, no me pongas esa cara, con la que me está cayendo».

Nos dirigimos a Santillana del Mar, donde teníamos previsto un acto público y un almuerzo oficial, previo al inicio de la Cumbre. Buena parte de la gente silbó al presidente a su llegada. Yo procuraba no ponerme a su lado, hasta que en un momento me pidió que no me despegase de él. Le reiteré que le daba el plazo de un mes para reconducir la situación, porque de otra manera rompería el pacto de Gobierno. Le advertí que se atuviera a las consecuencias.

Durante la comida, delante de Durao Barroso, el presidente Calderón, Von Rampuy y otros jerarcas europeos, me hizo un guiño. «Revilla, no me pongas esa cara. Dame unos días de plazo».

No era fácil vislumbrar soluciones. La noche antes, sorprendentemente, José Blanco acudió como invitado estrella al programa La Noria, de Jordi González, donde ratificó con rotundidad que no se haría el
AVE
a Cantabria a través de Palencia y que se estaba estudiando una alternativa a través de Bilbao. Es decir, que para ir a Madrid los cántabros tendríamos que dar un rodeo por Bilbao. Esto encrespó aún más los ánimos de los cántabros, y los míos muy especialmente.

Respondí con rotundidad y denuncié semejante propósito. A Madrid, los cántabros queremos ir a través de Palencia, como han ido nuestros antepasados. Por Bilbao vamos a Francia o a Zaragoza.

Al cabo de unos días, el presidente me convocó a una reunión secreta para hablar del tema. Por supuesto dije que sí y no conté adónde iba ni en mi casa. El 7 de junio cogí el avión por la mañana y a las cinco de la tarde me presenté en La Moncloa. Era lunes. Ese día no llevé anchoas. Le expliqué la tropelía del señor Blanco. Le expliqué que Cantabria no iba a soportar esta humillación. Y le dejé claro quién era yo: cuando digo una cosa, la cumplo. «Esto no tiene más que una solución, que rectifiques a tu ministro fulminantemente; de otra manera, yo rompo la coalición de Gobierno».

Me pidió de plazo hasta el 20 de julio. No sé por qué eligió esa fecha. Y me pidió que no echase más leña al fuego, advirtiéndome de lo difícil que le iba a resultar hacer rectificar a su hombre de confianza, tal como él mismo se refirió a Blanco. «Lo voy a intentar, me tienes que dar de plazo hasta el 20 de julio y te pido por favor que hasta esa fecha no hagamos declaraciones explosivas». Me comprometí a ello.

El día 20 de julio había un debate en el Congreso de los Diputados de la Carrera de San Jerónimo, desde la mañana hasta la noche. Los periodistas me preguntaron por la mañana si me había llamado el presidente. «El plazo vence hoy», me recordaban. Quitando hierro al asunto, yo respondí que no pasaría nada si la llamada se producía al día siguiente. Estaba convencido de que ese 20 de julio era imposible la llamada porque se estaba retransmitiendo en directo el debate y él intervenía constantemente en réplicas y contrarréplicas.

Ese día estaba solo en casa. Llegué sobre las diez de la noche. Tenía encendida la televisión para ver el debate y vi a Zapatero coger el teléfono móvil. Y a los tres segundos sonó mi teléfono. Era él. Fue una conversación curiosa. Yo le estaba viendo hablarme a través de la televisión. Me anunció que el ministro de Fomento me llamaría en las siguientes cuarenta y ocho horas. «Le he ordenado que rectifique y anuncie que el
AVE
se hace de manera inmediata por Palencia, no por Bilbao. Y como probablemente y con razón ya no te fiarás de las declaraciones, le he dicho que se firme un documento entre el Gobierno de España y el Gobierno de Cantabria con un compromiso claro respecto a los plazos de inicio y finalización de la obra».

Me pidió que comprendiera lo mucho que le había costado llegar hasta ese punto. Le di las gracias y a las pocas horas el ministro, con quien yo no había hablado desde mayo, me anuncia que se ofrece a firmar el documento donde yo diga. Le propongo que sea en Santander. El 11 de agosto de 2010.

Fue por la tarde, había una expectación inusitada y más micrófonos y medios de comunicación de los que yo jamás había visto en mi vida. Nos sentamos en la Sala de Prensa del Gobierno de Cantabria el ministro de Fomento, la vicepresidenta del Gobierno de Cantabria y secretaria general del
PSOE
, Dolores Gorostiaga, y yo mismo para firmar un documento que básicamente dice que antes de marzo de 2011 se licitará el tramo del
AVE
de Palencia a Villaprovedo; en 2012, el tramo hasta Reinosa y en 2013, Reinosa-Santander, para que toda la obra estuviera concluida en el entorno de 2015. Nos dimos la mano y al día siguiente los medios de comunicación recogieron con gran alarde tipográfico la gran victoria que había conseguido Cantabria y la humillación que había tenido que sufrir el ministro de Fomento al tener que rectificar en su doble intención de no construir el
AVE
por Palencia y hacerlo por Bilbao. Sus propósitos quedaban enterrados en un documento público, con la aprobación del Consejo de Ministros de España y el Consejo de Gobierno de Cantabria. Fue un día de júbilo para Cantabria. Y muy especialmente para mí y para el
PRC
, que habíamos hecho de esta obra un objetivo prioritario.

Unos días más tarde, recibí una carta de un amigo que había estudiado conmigo Económicas y que dirige una empresa en La Coruña. «Tú no conoces a este personaje», aludiendo a José Blanco. «No te perdonará jamás. Aunque haya firmado, no las tengas todas contigo. Una humillación de estas os va a costar cara». No le di mayor importancia.

FIRMAS Y DOCUMENTOS: POR EL ARCO DE TRIUNFO

Pasaron los días y nos vimos inmersos en las elecciones autonómicas de mayo de 2011. En marzo llegó el primer incumplimiento del ministro. No licita la obra. Hace un simulacro comunicando a la Unión Europea la puesta en marcha de esta infraestructura. Aducía que al tratarse de una obra de grueso calado y gran importe económico, era preceptivo anunciarla a la Unión Europea. Pronto comprobamos que no era más que una treta para demorar la adjudicación, puesto que estábamos en vísperas de las elecciones.

Siguió pasando el tiempo y continuamos sin noticias del ministro. Pasaron las elecciones autonómicas y el verano. Y decidimos celebrar, el 25 de septiembre, un nuevo acto reivindicativo en Monzón de Campos. De nuevo tuve una intervención durísima contra el ministro de Fomento, que estaba incumpliendo flagrantemente un compromiso firmado. En una tierra como Cantabria, donde antiguamente no hacían falta ni notarios y un simple testigo bastaba para garantizar un trato, nos resultaba increíble que el Gobierno de una nación se pudiera saltar a la torera los compromisos firmados.

Fui especialmente duro con el ministro. Pero lo peor estaba por llegar, porque no esperó ni veinticuatro horas para emitir un comunicado diciendo que el
AVE
a Cantabria no se hacía. Así de lacónico. Se pasaba por el arco de triunfo el documento firmado. La perplejidad fue absoluta. Intenté comunicarme con el presidente, que ya estaba en capilla, sin ningún éxito. Llegué a la conclusión de que no había tenido arrestos para cumplir lo que verbalmente me había prometido y que su representante había firmado.

Ese mismo día me llamó por teléfono mi amigo gallego para decirme: «Te lo advertí. Estamos ante una persona rencorosa, que no perdona las humillaciones. Le forzaron a retractarse pero cuando vio a quien le obligó sin fuerza política, ni moral, se ha vengado. Le importa un comino Cantabria. Le importa un comino su partido. Su orgullo está por encima de otras circunstancias». No me quedó más remedio que darle la razón.

Estamos ante uno de los personajes que más daño le ha hecho a Cantabria. El señor Blanco no solo fue el culpable de que la coalición
PRC-PSOE
perdiera el Gobierno, por el incumplimiento de su compromiso, sino que posteriormente llevó a su propio partido al peor resultado en unas elecciones generales de la historia, con un solo diputado de los cinco que se eligen en Cantabria.

UN BISOÑO HONRADO Y DEMASIADOS MEDIOCRES ALREDEDOR

Pero volvamos a José Luis Rodríguez Zapatero. Pocos le habrán defendido como yo en tantos programas televisivos y de radio. En algunos casos, porque nunca he querido como presidente de Cantabria hablar mal de quien tiene el poder del Gobierno central y de sus decisiones dependen obras vitales para la región. Después de siete años de convivencia política y horas y horas de charla, creo que estoy en condiciones de emitir una opinión certera de este hombre que irrumpió por sorpresa en la vida política española, acumulando un poder en el Gobierno y en el partido como ningún otro había tenido hasta entonces.

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