Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea (4 page)

BOOK: Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea
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Cuando hube sacado el estuche, la señora Farmer dijo
«Bienvenido a nuestra escuela»
y todo el mundo aplaudió. Dijo
«Cómo te llamas»
y yo dije
«Jamie»
y ella dijo
«De dónde vienes»
y alguien murmuró
«Del país de los pringaos»
pero yo dije
«De Londres»
. La señora Farmer dijo que a ella le encantaría ir de excursión a Londres pero que estaba demasiado lejos para ir en coche y de pronto se me encogió el estómago porque me pareció que mamá estaba a miles de millas de distancia. Dijo
«Todavía no nos ha llegado de tu antigua escuela tu expediente, así que por qué no nos cuentas algo interesante de ti»
. No se me ocurría absolutamente nada que decir. Así que la señora Farmer dijo
«Cuántos hermanos sois»
y tampoco fui capaz de responderle a eso porque no sabía si Rose contaba o no. Todo el mundo se echó a reír y la señora Farmer dijo
«Chissst, niños»
y luego me preguntó
«Bueno, tienes algún animal»
. Yo dije
«Tengo un gato que se llama Roger»
. La señora Farmer sonrió y dijo
«Sí señor, Roger es un nombre precioso para un gato»
.

Primero tuvimos que escribir dos páginas con el título de Mis Maravillosas Vacaciones de Verano poniendo especial cuidado en colocar bien en su sitio los puntos y las mayúsculas. Eso resultaba bastante fácil pero pensar en algo maravilloso que escribir ya era más difícil. Ver
Spiderman
y recibir el regalo de mamá y el de Jas eran las únicas cosas buenas que me habían ocurrido en todo el verano. Las escribí y me ocuparon casi una página entera porque hice una letra enorme. Luego me senté a contemplar mi cuaderno pensando que ojalá tuviera algo que escribir sobre helados o parques temáticos o la playa y el mar.

«Os quedan cinco minutos»
dijo la señora Farmer sorbiendo su café y mirándose el reloj.
«Todos deberíais ser capaces de escribir al menos dos páginas y alguno puede que hasta llegue a tres»
. Un niño levantó la vista hacia ella. La señora Farmer le guiñó un ojo y el niño se hinchó como un pavo. Luego se inclinó tanto sobre el pupitre que casi lo tocaba con la nariz y se puso a escribir a toda velocidad, y las palabras salían volando a miles de su bolígrafo para describir sus maravillosas vacaciones.

«Os quedan tres minutos»
dijo la señora Farmer. A mí el bolígrafo se me había quedado pegado en el principio de la segunda página y se me hizo un borrón de tinta porque me pasé siete minutos sin moverlo de ahí.

«Invéntatelo»
. Esa palabra sonó en un susurro tan suave que creí que había sido mi imaginación. Miré a Sunya y los ojos le brillaban como charcos al sol. Los tenía de un marrón oscuro casi negro, y llevaba en la cabeza un velo blanco que se la cubría toda entera menos un pelo. Ese pelo flotaba muy cerca de su mejilla y era negro y liso y brillante como un hilo de regaliz. Ella era zurda y llevaba en la muñeca seis pulseras que hacían ruido al escribir.
«Invéntatelo»
dijo otra vez y luego me sonrió. Sus dientes resultaban muy blancos al lado de su piel morena.

Yo no sabía qué hacer. Los musulmanes habían matado a mi hermana pero yo no quería meterme en líos en mi primer día de clase. Puse cara de que el consejo de Sunya me parecía una chorrada pero justo entonces la señora Farmer gritó
«Dos minutos para terminar»
. Así que me puse a escribir todo lo deprisa que pude, inventándome montañas rusas rapidísimas y viajes a la playa y búsquedas de cangrejos por donde el agua se queda entre las rocas. Describí cómo se partía mamá de risa cuando las gaviotas intentaron comérsele el pescado con patatas fritas y cómo papá me había construido el castillo de arena más grande del mundo entero. Puse que era tan grande que cabía toda mi familia dentro pero eso sonaba a inventado así que lo taché. Dije que Jas se había quemado con el sol pero que Rose había cogido un buen moreno. Me detuve durante una milésima de segundo antes de escribir aquel final porque, aunque todo lo demás era mentira, aquello era la mentira más gorda de todas. Pero entonces la señora Farmer gritó
«Quedan sesenta segundos»
y mi bolígrafo corrió por la hoja y antes de que pudiera darme cuenta había escrito un párrafo entero sobre Rose.

La señora Farmer gritó
«Se acabó el tiempo»
. Dijo
«A quién le apetece leernos a todos lo que ha escrito de sus vacaciones»
y la mano de Sunya se disparó hacia arriba y sus pulseras hicieron un tintineo como el de las puertas de las tiendas. La señora Farmer la señaló a ella y luego al niño hinchado como un pavo y luego a otras dos niñas y luego a mí, aunque yo no había levantado la mano. Yo quería decirle
«No gracias»
pero las palabras se me quedaron pegadas a las amígdalas. Al ver que no me movía, me dijo
«Venga James»
con un tono de irritación que hizo que me pusiera de pie y me encaminara hacia la pizarra. Me pareció que los zapatos me pesaban más de lo normal y alguien señaló la mancha que llevaba en la camiseta de Spiderman. Los Chocopops dejan la leche chocolatosa y eso para beber está muy bien pero cuando se te cae encima es un desastre.

El primero que leyó su redacción fue el niño y siguió leyendo y leyendo y la señora Farmer dijo
«Cuántas páginas has escrito, Daniel»
y Daniel dijo
«Tres y media»
con los ojos casi saliéndosele de las órbitas y la cara reventándole de orgullo. Luego una niña que se llamaba Alexandra y una niña que se llamaba Maisie describieron sus vacaciones, que estaban llenas de fiestas y de cachorritos nuevos y de viajes a París. Luego le tocó el turno a Sunya.

Se aclaró la garganta. Los ojos se le estrecharon hasta quedarse en dos rayas brillantes.
«Tenían que haber sido unas vacaciones maravillosas»
dijo. Hizo una pausa teatral y paseó la mirada por la clase. Fuera se oyó un camión que pasaba retumbando.
«En la página web el hotel parecía precioso. Estaba en un bonito bosque, sin ninguna otra casa en varias millas a la redonda. Un sitio perfecto para descansar, dijo mi madre. No podía haberse equivocado más»
. Daniel puso cara de ya estamos con lo mismo de siempre.
«La primera noche no pude dormir porque había tormenta. Oía un toc toc toc en mi ventana y pensé que no sería más que el viento que movía alguna rama. Pero tampoco paró cuando dejó de haber viento, así que salté de la cama y abrí las cortinas»
. De pronto Sunya gritó con todas sus fuerzas y la señora Farmer estuvo a punto de caerse de la silla. Luego Sunya hablando todo lo rápido que podía dijo
«En lugar de una rama vi que era la mano de un muerto dando golpes en la ventana y entonces apareció una cara sin dientes y con muy poco pelo y dijo Niña déjame entrar, déjame entrar. Así que…»

La señora Farmer se puso de pie con la mano sobre el pecho.
«Muy entretenido como siempre, Sunya. Muchas gracias»
. Sunya parecía molesta porque no la hubiera dejado seguir leyendo hasta el final. Entonces me tocó a mí. Lo largué lo más rápido que pude, farfullando cada vez que hablaba de Rose. Me sentía culpable por contarle a todo el mundo que la pobre había estado divirtiéndose en la playa cuando en realidad donde había estado era en una urna encima de la repisa de una chimenea.
«Qué edad tienen tus hermanas»
preguntó la señora Farmer.
«Quince años»
respondí.
«Ah, es que son gemelas»
dijo ella, como si eso fuera lo mejor del mundo. Yo asentí y ella dijo
«Qué encanto»
. La cara se me puso exactamente del color del rotulador fluorescente rosa. Sunya se me quedó mirando un rato demasiado largo. Yo sabía que se estaba preguntando qué parte de aquella historia sería inventada, y eso me puso tan nervioso que le sostuve la mirada. En lugar de sonrojarse, ella sonrió con su gran sonrisa blanca y me guiñó el ojo como si compartiéramos un secreto.

«Excelente»
dijo la señora Farmer.
«Ahora estáis todos un paso más cerca del Cielo»
. Daniel asintió, aunque a mí aquello me pareció una tontería. Nuestras redacciones no estaban mal pero tampoco creo que fueran a impresionar al mismísimo Cristo. Pero entonces la señora Farmer se inclinó sobre su mesa y vi por primera vez el mural que tenían expuesto. Había quince nubecillas blancas subiendo en diagonal por la pared. En la esquina de arriba a la derecha estaba la palabra CIELO con letras recortadas en cartulina dorada. En la esquina de abajo a la izquierda había treinta ángeles, cada uno con un enorme par de alas plateadas. En el ala derecha de cada ángel estaba escrito el nombre de uno de la clase. Los ángeles parecerían bastante más benditos si no les hubieran clavado las chinchetas en la cabeza. Con su mano regordeta, la señora Farmer trasladó mi ángel hasta la primera nube. Luego hizo lo mismo con los ángeles de Alexandra y de Maisie, pero al ángel de Daniel lo hizo pasar volando por encima de la primera nube y lo posó en la nube número dos.

A la hora de comer intenté hacerme algún amigo. Aquí no quiero que me pase como en Londres. En mi antigua escuela todos me llamaban
Nenaza
porque me gusta dibujar,
Cerebrín
porque soy inteligente y
Bicho raro
porque me cuesta hablar con gente a quien no conozco. Esta mañana Jas me ha dicho
«Es importante que te hagas amigos esta vez»
, y su forma de decírmelo me ha hecho sentirme incómodo, como si ella supiera que en Londres me pasaba los recreos en la biblioteca en lugar de en el patio.

Me di una vuelta buscando alguien con quien pudiera hablar. Sunya era la única que estaba sola. Los demás de mi clase estaban todos sentados en la hierba en un grupo grande. Las niñas estaban haciendo cadenetas de margaritas y los niños le daban patadas a un balón. Yo tenía más ganas de jugar que de ninguna otra cosa en el mundo pero no me atrevía a preguntarles si podía jugar con ellos. En vez de eso, me tumbé allí cerca fingiendo que estaba tomando el sol con la esperanza de que alguno de los chicos viniera a llamarme. Cerré los ojos y escuché el gorgoteo del arroyo y las risas de los niños y los chillidos de las niñas cuando el balón les caía demasiado cerca.

Pensé que una nube debía de haber cubierto el sol porque de pronto me quedé en sombra. Miré hacia arriba y lo único que vi fueron dos ojos brillantes y una piel morena y un pelo que se mecía suavemente con la brisa. Dije
«Vete»
y Sunya dijo
«Qué amable»
y se dejó caer a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja. Le dije
«Qué quieres»
y ella dijo
«Hablar un momentito con Spiderman»
y entonces abrió la palma de la mano, sorprendentemente rosada, y en ella tenía un anillo hecho de Blue-Tack.

«Yo también lo soy»
me susurró, echando una mirada alrededor para asegurarse de que nadie nos estaba oyendo. Habría preferido ignorarla pero me sentí intrigado así que dije
«Que eres qué exactamente»
y a continuación bostecé a propósito para hacer como que me daba igual la respuesta.
«Como si no se notara»
dijo ella, señalando el velo que le cubría la cabeza y los hombros. Me incorporé de un salto. Debía de haberme quedado con la boca abierta porque se me coló una mosca dentro y se me posó en la lengua. Me puse a toser y a escupir y Sunya se rió.
«Somos lo mismo»
dijo, y yo grité
«De eso nada»
. Daniel nos miró desde el grupo que estaba en la hierba.
«Toma»
sonrió ella, tendiéndome el anillo. Yo me arrastré hacia atrás de rodillas y sacudí la cabeza. Estaba claro que aquello debía ser algún tipo de tradición musulmana, aunque nadie nos había contado nada de ningún intercambio de anillos de Blue-Tack cuando estudiamos lo que era el Ramadán en el colegio.
«Venga»
dijo moviendo ante mí el dedo corazón de la mano derecha. Tenía alrededor una fina línea de Blue-Tack, con una pequeña piedra marrón pegada encima como un diamante. Dijo
«La magia no funciona si no te lo pones tú también»
y yo dije
«A mi hermana se la cargó una bomba»
y me puse de pie de un salto y salí corriendo.

Por suerte una señora gorda que se encargaba de supervisar el comedor tocó el silbato así que seguí corriendo hasta la clase. Cuando me senté en mi silla, el cerebro me palpitaba contra los huesos del cráneo y necesitaba beber agua. Mis manos dejaban marcas de sudor sobre la mesa. Se oyeron risas en el pasillo cuando entró el grupo de los que estaban en la hierba. Cada uno de ellos llevaba una cadeneta de margaritas alrededor de la muñeca. Los chicos incluidos. Y aunque estaban ridículos, me dieron ganas de tener yo también una pulsera de flores. Sunya entró la última, sin nada en la muñeca igual que yo. Sonrió al verme y aleteó con los dedos delante de mi cara, luciendo el anillo de Blue-Tack en el dedo corazón.

Dimos un poco de Matemáticas y acabamos con Geografía. No miré a Sunya ni una vez. Me sentía confundido y disgustado, como si hubiera traicionado a papá. Por más que soy blanco de piel y tengo acento inglés y pienso que está mal cargarse a las hermanas de la gente, algo tenía que haber hecho para que Sunya estuviera tan convencida de que me interesaban las joyas musulmanas.

La profesora dijo
«Recoged vuestras cosas»
y me fui a guardar mi libro de Geografía en mi taquilla nueva. En la parte de delante pone James Matthews y al lado de mi nombre hay una foto de un león que me hizo pensar en el león de estrellas del cielo. Abrí mi taquilla y vi algo blanco y pequeño debajo de mi libro de Lengua. Pétalos. Levanté la vista y vi a Daniel que me sonreía. Asintió con la cabeza y señaló con el dedo, animándome a mirar mejor. Moví el libro de Lengua hacia un lado y el corazón me dio un vuelco. Una cadena de margaritas. Daniel levantó los pulgares. Yo le devolví el gesto con las manos temblorosas y de pronto no me aguantaba de ganas de llegar a casa para contarle a Jas cómo me había ido el día. A mi lado apareció Sunya, examinando la pulsera con un gesto extraño en la cara. Celos. La cogí con mucho cuidado, muriéndome por ponérmela en la muñeca, pero se me deshizo entre los dedos. Daniel se echó a reír. El corazón volvió a estrellárseme contra el pecho haciéndome un agujero negro por el que mi felicidad se derramó por todo el suelo de la clase. No era una pulsera. No había sido en ningún momento una pulsera: sólo un puñado de flores aplastadas. Y Sunya no estaba celosa. Estaba enfadada. Clavó en Daniel la mirada de sus ojos brillantes brillantes y todos los destellos se habían vuelto afilados como cristales rotos.

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