Después del cuarto libro de ABC me rebelé y me negué a hacer más. Los Walker tampoco intentaron persuadirme ya que no se vendían muy bien. La serie
How Did We Find Out About…?
que escribí para Walker dirigida a una audiencia algo mayor, fue más satisfactoria y se vendió mucho mejor.
En 1987, un caballero llamado Gareth Stevens iniciaba un negocio editorial en Milwaukee y Martin Greenberg, siempre atento a las ventajas que suponía entrar en un negocio incipiente, consiguió de alguna manera establecer contacto con él. El resultado fue que hice una serie de libros de astronomía para niños. Marty actuó como mi agente y después se negó a cobrar su parte. En ese aspecto es una persona muy difícil de llevar.
Gareth me pidió que hiciera una serie de treinta y dos libros sobre astronomía. Cada uno consistiría en doce pequeños ensayos sobre el tema, otros tres sobre “hechos asombrosos” y tres más de “enigmas”. En cada caso, alguien con conocimientos sobre pautas educativas me pondría al corriente del tema a tratar.
El primer libro de la serie,
Did Comets Kill the Dinosaurs?
, lo terminé el 19 de junio de 1987 y se publicó antes de que finalizara el año. Creo que lo eligieron para iniciar la serie porque estaba relacionado con dinosaurios y cataclismos, y ambas cosas son populares entre los jóvenes. Desde luego fue un acierto, ya que basándose en lo bien que fue recibido el libro, Gareth siguió adelante a toda velocidad con el resto.
Cuando escribo esta autobiografía, se han publicado veintinueve libros de la serie y dos están en imprenta. El número treinta y dos, y último, llegó cuando mi salud no me permitía escribir. Por tanto, lo escribieron los de la editorial, pero puede que lleve mi nombre para mantener la uniformidad de la serie. (Si es así, no lo añadiré a mi lista.)
Estos libros tienen éxito. Incluyen unos dibujos artísticos maravillosos y espectaculares y son muy famosos en escuelas y bibliotecas. Gareth, gracias a sus viajes al extranjero y a una publicidad agresiva, ha vendido muchas ediciones al extranjero y todas las que he visto respetan el tamaño, los dibujos y el estilo, sólo mis palabras aparecen traducidas.
Únicamente me desagradó uno de los temas asignado a la serie, el de los OVNI. Yo me opuse porque los OVNI no son astronomía sino mitología. Pero Gareth argumentó que estaba vendiendo la serie basándose en la lista de temas programados y que ése había despertado un interés especial
—De acuerdo —repuse—, pero dejaré muy claro de que no hay ninguna prueba de que los OVNI sean naves espaciales extraterrestres y subrayaré que hay mucho engaño e ilusión alrededor de este tema.
—Adelante —dijo Gareth.
Y eso fue exactamente lo que hice.
El final de
Fundación y Tierra
me creó un dilema. Acostumbro a dejar un cabo suelto al final de cada novela por si se da el caso de que quiera continuarla. Al final de la novela anterior de la misma serie,
Los límites de la Fundación
, incluso añadí la anotación: “Fin (por ahora).” A Janet le pareció muy mal y me dijo que obligaba a los lectores a esperar cuando podía tardar años en publicar la continuación.
No obstante, escribí la nueva novela enseguida, pero en el último párrafo de
Fundación y Tierra
daba a entender que existían complicaciones que sólo se podían resolver en otro libro, y yo no tenía ni idea de cómo se podrían solucionar. Todavía sigo sin saberlo, aunque ya han pasado cinco años desde entonces.
Esto puede haber sido una de las razones por las que escribí
Viaje alucinante II
, como excusa para aplazar la exploración adicional que necesitaba para continuar en el universo de la Fundación. Pero cuando éste estuviese terminado, ¿qué iba a hacer a continuación?
Dio la casualidad que un día subía en el ascensor de mi casa y un hombre joven me dijo que había leído la serie de la Fundación y siempre quiso saber qué le había sucedido a Hari Seldon cuando era joven y cómo había inventado la psicohistoria (la ciencia ficticia que sirve de base a la serie).
Me valí de esto, y cuando llegó el momento de firmar contratos para nuevas novelas, propuse retroceder en el tiempo y escribir
Preludio a la Fundación
, que trataría de los acontecimientos que ocurrieron cincuenta años antes del primer libro de la serie y de Hari Seldon y la creación de la psicohistoria.
Jennifer Brehl estuvo de acuerdo de inmediato. Al notar que me había cansado de los libros de la Fundación, sugirió que la siguiente novela no formara parte de la serie de la Fundación ni de la de los robots, sino que fuera un producto independiente por completo, con un origen nuevo y totalmente diferente.
Me pareció perfecto y el 12 de febrero de 1987 empecé a escribir
Preludio a la Fundación
. La terminé nueve meses después y se publicó en 1988. apareció en rústica un año más tarde como el primer volumen de una nueva colección de novelas de bolsillo creada por Doubleday/Bantam, que se llamó
Foundation
en mi honor. Después empecé
Nemesis
el 3 de febrero de 1988. Estaba ambientada en una época más próxima a nuestros tiempos que las novelas de robots o las de la Fundación. Trataba de la colonización de un satélite que giraba alrededor de un planeta parecido a Júpiter, que a su vez giraba alrededor de una estrella enana roja. Mi protagonista era una joven y contaba con dos mujeres adultas entre los personajes. La novela era mucho más emocionante de lo que acostumbran a ser mis obras.
Me divirtió escribirla, pero me costó cuatro meses más de lo acostumbrado, por razones que explicaré a continuación. El libro se publicó en el otoño de 1989 y tuvo bastante éxito.
Mientras escribía mis últimas novelas de los ochenta no abandoné del todo la no ficción. Publiqué muchos ensayos y varias colecciones de ellos. Entre otras
Hasta donde alcanza el ojo
(1987) y
The Relativity of Wrong
(1988), dos colecciones de mis ensayos de
F&SF
. También hice varios libros de la colección
How Did We Find Out About…?
para Walker y, por supuesto, los de astronomía para Gareth Stevens.
Sin embargo, sólo escribí uno de no ficción para adultos,
Orígenes
(1987), mi relato de la evolución del Universo, de la Tierra y del hombre, narrado desde el presente hacia el pasado; y mi comentario de Gilbert y Sullivan.
Suspiraba por hacer algo y lo que más echaba de menos eran los libros de historia que había escrito para Houghton Mifflin. El número dieciséis y último (antes de que esta editorial decidiera terminar con ellos) fue
Los Estados Unidos de la Guerra Civil a la Primera Guerra Mundial
, el cuarto volumen de mi historia de Estados Unidos, que se publicó en 1977.
Desde entonces no había escrito nada más del tema y ya llevaba toda una década añorando esta materia.
El lector puede preguntarse por qué no continué la serie con otra editorial. Se me ocurrió, pero en cierto modo el asunto se había ampliado de forma notable. Pensé que debía hacer una historia del mundo desde sus comienzos, que incluyera todas las naciones que pudiera. La contaría a mi manera, como un cuento, enfatizando como solía hacerse antaño las guerras y la política.
Sabía que era más importante comentar aspectos sociológicos económicos y culturales, y los introduje cuanto pude. Pero todo lo que en la actualidad se considera la esencia fundamental de la historia es aburrido, y quería que se leyera el libro como un pasatiempo. No me preocupaba lo que dirían los críticos; pretendía escribir algo que me gustara a mí e incluir la emoción y el dramatismo, que resultan entretenidos. Esto, a su vez, exigía poner el acento en la guerra y en la política. Después de todo, puesto que escribía ciencia ficción y relatos de misterio bastante pasados de moda, ¿por qué no escribir también historia con un cierto aire “retro”?
Conseguí que Walker aceptara publicarla y firmamos un contrato con un adelanto de mil dólares. (No me habría importado si no me los hubieran dado, sólo quería que la publicasen.) Empecé en enero de 1979 y seguí escribiendo de manera intermitente durante un año. Compuse casi medio millón de palabras y llegué hasta 1850. Pero entonces pasé a escribir novelas y estaba claro que el último siglo y cuarto por lo menos necesitaría otro millón de palabras, así que lo abandoné.
Odiaba dejarlo sin sacarle partido, ya que me jactaba de que nunca desperdiciaba nada y de que publicaba de un modo u otro todo lo que escribía, pero este proyecto me derrotó. No creí que fuera una batalla definitiva, por supuesto, ya que durante años pensé que volvería al frente y ganaría, pero nunca regresé.
(No era el primer proyecto a gran escala ante el que me rendía. Durante la Segunda Guerra Mundial escribí cantidades ingentes de notas sobre todo lo que estaba sucediendo porque pretendía escribir una historia de la guerra una vez que terminara. Nunca la escribí y ni siquiera la empecé.)
Mientras escribía mis novelas, varias editoriales me presentaron otras propuestas. Doubleday me pidió que hiciera un repaso general de la ciencia en forma de preguntas y respuestas. Empecé y avancé bastante, pero también tuve que dejarlo bajo la presión de las novelas. Devolví a Doubleday un adelanto bastante importante.
Después, Harper & Row me pidió que escribiera una historia de la ciencia, año por año. Acepté con entusiasmo ya que estaba seguro de que escribir mi novela interferiría en cualquier gran proyecto de no ficción. Pero después me propusieron que añadiera en cada año algún acontecimiento que sucediera en el mundo fuera de la ciencia. Esto me animó aún más. Sería una especie de libro de historia, uno general, y no sólo uno sobre ciencia.
Con mis novelas a toda marcha, no podía empezarlo, pero seguí pensando y soñando con ello. Entonces, el 8 de noviembre de 1987, cuando estaba a punto de terminar
Preludio a la Fundación
, dejé a un lado la prudencia y empecé el libro que titulé
Science Timeline
. Al final, Harper & Row le puso el nombre torpe pero descriptivo de
Asimov’s Chronology of Science and Discovery
(Cronología de los descubrimientos).
Rara vez me he divertido tanto en mi vida. Utilicé mi propia
Enciclopedia biográfica de ciencia y tecnología
como fuente onomástica y de datos, saqué de mi biblioteca todas las demás historias de la ciencia, usé varias de mis enciclopedias, recogí datos de todas partes y empecé a contar la historia de la ciencia, desde sus comienzos, hace cuatro millones de años, cuando aparecieron los primeros homínidos. Además, añadí mucha historia propiamente dicha, utilizando para obtener datos mis propias obras, incluido mi manuscrito interrumpido de historia del mundo y todos los libros de historia de mi biblioteca.
Traté de escribirlo a la vez que
Nemesis
, alternando las dos. Utilizaba la novela como un soborno y la
Cronología
como una recompensa. Si lograba hacer diez páginas de la primera, me sentía libre para hacer veinte de la segunda, y así sucesivamente.
La
Cronología
se llevaba la palma. Sabía que con
Nemesis
ganaría diez veces más dinero que con la Cronología, pero mi corazón estaba con la no ficción. El resultado fue que terminé la
Cronología
a finales de 1987, dentro del plazo, pero la novela, que debía acabar al mismo tiempo, seguía incompleta. Hasta que Jennifer no frunció el ceño y fijó una fecha de entrega, no me puse a trabajar, y la terminé en marzo de 1988.
Ambos libros se publicaron en octubre de 1989. la
Cronología de los descubrimientos
era un libro extenso, de unas setecientas páginas, con el triple de palabras que
Nemesis
y estaba muy orgulloso de él, aunque me molestaron dos cuestiones.
Una fue la preparación del índice. A pesar de que no era más difícil de preparar que el de los demás libros largos, a mí me lo pareció, porque yo era más viejo y porque (aunque en ese momento no me di cuenta del todo) mi salud se estaba deteriorando, y me cansaba con más rapidez.
El otro asunto molesto era que me había extendido bastante en los acontecimientos históricos que no eran científicos y, en conjunto, esta parte no científica constituía una importante proporción del libro. Harper & Row, deseosos de que el libro no tuviera unos costes demasiado elevados para competir en el mercado, y de no tener que dividirlo en dos volúmenes, eliminó gran parte de lo que era pura historia, aunque no cortó ni un párrafo de mi historia de la ciencia.
Al final estuve de acuerdo porque se me ocurrió una nueva idea.
El registro de acontecimientos históricos en el mundo, año a año, me recordó la historia del mundo sin terminar que había preparado para Walker y que abandoné hacía casi una década. ¿Por qué no intentarlo con un patrón diferente, uno más parecido al de la Cronología? Después, tal vez podría conseguir que Harper & Row lo publicara como una pieza complementaria.
Me puse a trabajar y le dediqué más tiempo del que había empleado en mi intento anterior. Empecé la historia quince mil millones de años atrás, con la creación del Universo y la Gran Explosión, y mi intención era llegar hasta el momento presente.
Llegué bastante más delante de 1850, el punto de interrupción del primer intento, en parte porque fui más sistemático en la organización del libro y también porque fui más conciso. Sin embargo, al llegar a la Segunda Guerra Mundial me di cuenta (una vez más) de que no llegaría hasta el presente. Sería demasiado largo. Me pareció que 1945 era un buen punto donde detenerme y que después, en el futuro, podría escribir otro libro que tratara de la historia del mundo a partir de 1945.
En realidad, a mitad de camino de la Segunda Guerra Mundial tuve que interrumpirlo por razones que explicaré enseguida, pero esta vez sabía que la interrupción era sólo temporal. Salvo que muriera, terminaría el libro.
Por supuesto, mi única preocupación ética era: ¿qué pasaba con el contrato que tenía con Walker para hacer una historia mundial?
Podría haber argumentado fácilmente que eso no importaba. Desde que empecé esa primera historia mundial, había publicado cerca de cuarenta libros con Walker, así que no se quejarían de que les tuviera abandonados.
Sin embargo, estaba el adelanto de mil dólares que me dieron por el libro. Por fortuna, en 1989 Beth Walker, consciente de que se acercaba el año 2000, me propuso que hiciera un libro sobre cómo era la Tierra en cada milenio en relación con la historia del hombre. Después, una vez que llegara al presente, seguiría con un capítulo sobre cómo podrían ser las cosas en el año 3000.