Read Medstar II: Curandera Jedi Online
Authors: Steve Perry Michael Reaves
Por tanto, la decisión era tomar la antorcha que le ofrecía la Fuerza y emplearla para alejar a los gatos salvajes de su puerta, corriendo el riesgo de quemar la casa al hacerlo.
De una forma o de otra, pronto tendría que tomar una decisión. Porque de una cosa estaba segura: se estaba quedando sin tiempo.
J
os estaba en medio de una extracción de metralla a un soldado. En aquel caso, tendría que recolocar las vísceras. Las unidades de refrigeración del edificio no funcionaban, el aire estaba saturado y la necesidad de hundirse hasta los codos en los pestilentes intestinos del soldado no ayudaba en absoluto. Mientras luchaba por sacar otro pedazo de duracero del abdomen tendido ante él, Jos pensó que aquello era cirugía mimn'yet por llamarlo alguna cosa. O incluso algo peor.
Aun así, Jos sonreía mientras realizaba su grotesca tarea. Su corazón parecía tener su propia unidad antigravitatoria. Amenazaba con explotarle en el pecho y salir volando hacia las bandas de hollín y óxido que teñían el cielo. Se sintió como si pudiera con cualquier caso, cura o herida, por grave que fuera. La razón para estar tan contento era sencilla:
Tolk y él habían vuelto.
El tío Erel había sido fiel a su palabra. Había arreglado lo que había roto, que, en aquel caso, era el corazón de Jos.
Podía sentir la presencia de ella a su lado, atenta y dispuesta a echarle una mano cuando necesitara un instrumento quirúrgico. No habían tenido ocasión de hablar mucho antes de que llegaran las aeroambulancias que les habían obligado a acudir a la SO. Sólo una disculpa susurrada, un beso rápido y a desinfectarse y vestirse.
Eso había sido todo. Pero había sido más que suficiente.
Terminó la operación. El soldado fue estabilizado y se lo llevaron en una camilla para hacer sitio al siguiente, cuyo pecho estaba lleno de sangre seca.
—¿Sabéis qué? —dijo Jos a toda la sala en general—. Creo que esta galaxia sería un sitio mucho más agradable en el que vivir si tan sólo dejáramos de matarnos los unos a los otros. ¿Quién está conmigo?
Se oyeron unas risillas y un par de hurras ahogados como respuesta.
—Eres un visionario —le dijo I-Cinco.
—Cuéntaselo a Palpatine, a ver qué te dice —le sugirió Uli.
Sí, era un humor macabro, pero al menos era humor. Al menos hubo otras sonrisas en la SO, aunque sólo fuera por un momento.
Jos y Tolk se sonrieron a través de las máscaras. Jos se sintió invencible e invulnerable. Volvía a estar con la mujer que amaba. Era lo único que necesitaba..., sabía que en aquel momento podría con cualquier cosa a la que tuviera que enfrentarse.
De repente, algo golpeó la cúpula de fuerza y explotó.
~
En el exterior, la lluvia se había detenido, y Barriss avanzaba entre los charcos desde la SO a su lugar de entrenamiento. Se había permitido sentir el miedo, preocuparse, y sabía que sólo una mente tranquila podía permitirle recuperar el equilibrio mental.
Bailó, sable láser en mano. Apartó todo de sus pensamientos, se cerró a todo y se centró completamente en sus movimientos. Confía en la Fuerza.
Al cabo de unos minutos estaba sudando, pero sólo hacer algo que no había podido hacer últimamente... No lo pensaba, sólo lo hacía.
Su espíritu se calmó. La Fuerza estaba ahí. No el poder ilimitado que había sentido, sino aquel reconfortante faro en la oscuridad, la presencia que había estado con ella desde que era niña. Una vieja amiga que le tendía la mano, ofreciéndole lo que necesitaba desesperadamente:
Paz.
Y con esa paz llegó la claridad. No estaba forjada en duracero, ni fue anunciada por estridentes trompetas, como ocurrió cuando se vio arrastrada por la tumultuosa corriente de la Fuerza, sino que era una confianza tranquila: iba a poder con aquello. Y podría hacer todo lo que necesitara hacer.
Barriss apagó el sable láser y se lo colgó del cinturón.
Aquella gente estaba ahora bajo su responsabilidad. Ella tenía las herramientas para protegerles, incluso sin contar con la bota. Era Jedi. Quizá sólo fuera una padawan, pero seguía teniendo habilidades que casi nadie tenía.
Había un espía en el campamento, de eso estaba segura. ¿Quién era? Si conseguía sorprenderlo, probablemente averiguaría cuál era el peligro que se avecinaba.
Ya llevaba en Drongar un tiempo, y su uso de la Fuerza se había desarrollado lo suficiente como para poder eliminar a algunos sujetos como sospechosos. Era curandera, y eso le proporcionaba una conexión con los demás que no tenían ni Jedi mayores que ella, que no eran curanderos. Había tenido una estrecha relación con muchos miembros del personal médico, y sus esencias, pensamientos y sentimientos eran visibles para alguien con su formación.
Había demasiadas personas en aquel Uquemer como para poder hablar personalmente con todas y emplear la Fuerza para intentar leer en su interior. Pero ella podía eliminar a algunos usando el sentido común: el espía, fuera quien fuese, no era un soldado, difícilmente sería un androide, y debía de ser alguien en posición de acceder a información valiosa. Alguien con autoridad.
Y allí, en el Uquemer- 7, eso significaba que probablemente ella lo conocería.
Barriss se encaminó a su tienda. No sabía quién era el espía, pero igual podía averiguarlo por eliminación.
En primer lugar, tendría que ser alguien que hubiera estado ya en su puesto antes de llegar al planeta, porque las acciones sospechosas ya habían dado comienzo. Era obvio que la explosión del transporte de bota debió prepararse durante un tiempo.
Eso eliminaba automáticamente a Uli, ya que llegó poco tiempo antes. ¿Jos? No. Le conocía desde hacía el tiempo suficiente como para saber que no era un asesino.
Zan estaba muerto, y su corazón era demasiado puro en cualquier caso. ¿El coronel Vaetes? Estaba en posición de acceder a información vital más que cualquier otro, pero... no. No tenía protección contra la telepatía y ella no había percibido mucha maldad en él.
¿Y eso qué le dejaba? ¿A Den Dhur? El periodista parecía un cínico, pero obviamente no tanto. Y tampoco lo consideraba tan malvado como para matar a alguien. .
Por tanto, de toda la gente que conocía Barriss, ¿quién podía estar en posición de acceder a información útil? ¿Quién sería capaz de asesinar a gente con la que había trabajado?
Ninguno de los que había tocado a través de la Fuerza era capaz de algo así. Eran médicos, enfermeras, técnicos... Todos dedicados a salvar vidas. Ella sabía que aquello era un imperativo dentro de todos ellos, y la Fuerza no mentía.
Un momento. Era cierto que la Fuerza no mentía, pero tampoco solía revelarlo todo. Había dos personas a las que conocía, pero no podía ir más allá de la superficie con ellos: Tolk la Trene, la lorrdiana que podía interpretar un gesto como si fuera un libro para niños, pero que protegía celosamente sus pensamientos y emociones. Y Klo Merit, el mentalista equani que también tenía, por defecto profesional, un escudo mental que protegía sus pensamientos y sentimientos, ocultándolos tras una sonrisa:
Tolk era teniente, enfermera, pero tampoco le resultaba imposible acceder a información secreta, sobre todo teniendo en cuenta sus habilidades leyendo expresiones. Merit, como mentalista, también estaba capacitado para ello.
Pero ¿cómo iba a ser uno de ellos dos? Tolk y Jos estaban enamorados.
Barriss podía verlo en cada uno de sus movimientos, y en las miradas que se dedicaban. ¿Podía alguien que estuviera enamorado de alguien ser capaz de matar al por mayor?
Sí, por supuesto, si se tenía en cuenta la historia. Se podía amar a una hermana y al mismo tiempo matar a un hermano. Ocurría constantemente.
Aun así, Barriss no quería creer eso de Tolk. Si fuera espía, eso significaría que habría todavía más muerte en su conciencia, porque la revelación de su traición mataría a Jos. Si no inmediatamente, sí en última instancia. Jamás se recuperaría de una herida así.
¿Y Merit? ¿El mentalista que sanaba las lesiones psíquicas, que calmaba la angustia y el dolor psicológico día sí, día también? ¿Cómo podía ser él?
Ambos candidatos le parecían imposibles. Y, aun así, Barriss pensó con toda la calma y tranquilidad que podía, y cada vez le parecía más probable, que fuera uno de los dos.
De repente recordó otro hecho: tanto Tolk como Merit habían estado en la MedStar cuando ocurrió la explosión. Tolk había vuelto cambiada. Se había apartado de Jos. Eso parecía haberse arreglado ya, pero ¿qué significaba? ¿Realmenté había sufrido Tolk con aquel desastre? ¿O le retorcía la culpabilidad?
Merit no se pronunció con respecto al sabotaje, de eso estaba segura, al menos no en las partidas de sabacc. Por lo que ella sabía, el gran equani había mantenido la misma preocupación algo neutra y profesional por sus pacientes antes de su viaje a la MedStar que después. Pero ¿indicaba eso la sangre fría de un asesino profesional, o tan sólo la capacidad de desconectar para evitar quemarse, algo que era una amenaza constante para un mentalista?
En aquel momento no contaba con pruebas que culparan a ninguno de los dos.
Habría grabaciones. Si alguien de aquel Uquemer había estado en la nave en órbita en el momento del sabotaje, tendría que incluirlo en la lista de sospechosos. Pero si no...
¿Tolk? ¿O Merit?
Cuanto más pensaba en ello, más le parecía que el agente secreto tenía que ser uno de los dos. Era la única opción que tenía sentido. Cualquier asesino con la mente abierta a ella habría sido como una lámpara negra entre todos aquellos médicos. No habría podido pasar desapercibido.
Ella sabía que existía un método rápido para saber la verdad. Dejó de ir hacia su tienda, se giró y se dirigió hacia la SO. Un método simple y directo. Solían ser los mejores...
Se vio un resplandor en el cielo, seguido casi instantáneamente por un gran estruendo. Barriss alzó la vista y vio la onda de calor de un proyectil explosivo colisionando con la cúpula de fuerza.
¡Estaban siendo atacados!
Corrió hacia la sala de operaciones.
~
Den salió de la cantina con la copa todavía en la mano y dejó el edificio justo cuando otro obús de mortero impactaba en la cúpula, llenando el aire de luces y ruidos abrumadores.
Puso una mueca de disgusto. Parecía que, después de todo, no iba a tener que contar a nadie lo de la mutación de la bota. Le parecía bastante obvio que el rumor se había hecho público.
Una pequeña unidad de soldados marchó a paso ligero por el perímetro interior de la cúpula, hacia la salida, junto a un par de pequeños vehículos que transportaban munición extra y blindaje. En el exterior de la cúpula habían comenzado a reunirse más unidades.
Den se puso en pie y dio pensativo un trago a su matabanthas.
—Parece que van a retrasar mi vuelo —murmuró.
~
En la SO, mientras se disipaban lentamente los ecos de la última explosión, Jos dijo:
—Me estoy cansando de esta historia —alzó la mirada al techo y gritó—: ¡Eh! Somos una unidad médica, no tenemos nada que valga la pena volar por los aires.
Hubo otra explosión, pero no pareció afectar mucho a la so. Se estremecieron unos pocos recipientes, y el bacta de los tanques se agitó.
—No creo que te hayan oído —dijo I-Cinco.
Vio a Tolk sonriendo a través de la máscara. Fue como la luz del sol. No deseaba que le pasara algo, pero si él moría en ese momento, moriría realmente feliz.
Alzó la mirada y vio la cara de Den Dhur al otro lado del cristal de la puerta de la SO. El pequeño reportero debía de estar de pie sobre una silla o algo.
Den alzó un vaso lleno de algo verde, le ofreció a Jos un brindis silencioso y bebió.
Jos le saludó con la cabeza y volvió a su trabajo. Ya casi había terminado con aquel paciente. Lo mejor era parchearle e intentar averiguar qué estaba pasando.
~
Barriss llegó a la SO. Vio a Den de pie en una mesa frente al ventanal y se acercó a él. No pasaría nada por comprobar lo que creía saber. —Den, necesito que hagas algo por mí.
—Habla.
—Ábreme tu mente.
Él frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Por favor.
—Vale, pero si ves algo vergonzoso, es culpa tuya.
Ella le alcanzó con la Fuerza...
Aquélla era la persona que había arriesgado su vida por salvar el instrumento musical de Zan Yant, un acto desprendido de heroísmo que él no dejaba de negar. Barriss sintió que tenía una mente aguda, ágil y brillante. Había zonas oscuras también, arrepentimientos y pérdida, pero nada tan oscuro como el asesinato.
—Gracias —dijo ella.
Otra explosión retumbó sobre ellos. Den alzó la vista y luego miró a la padawan.
—Mortero de doscientos milímetros. Pueden lanzarlos hasta que se apague el sol... ni arañarán el escudo. Pero cuando empiecen con los lanzapartículas y los láseres de gigavatios, entonces sí que tendremos un problema. Y empezarán con ellos. Esto sólo es para llamar nuestra atención, para ablandarnos —se detuvo, terminó su bebida y tiró la copa a la pared. Estaba hecha de algo duro porque rebotó y no se rompió.
—¿Por qué dices eso? —preguntó ella—. ¿Sabes por qué está ocurriendo esto?
—Me hago una idea. No es que importe ya. La bota se está estropeando, está perdiendo sus efectos. Las nuevas plantas se están transformando en algo que ya no servirá como medicamento. Creo que los separatistas lo han averiguado y están aquí para recoger lo poco que quede.
—¿Cómo lo sabes?
—Mi trabajo consiste en saber cosas, Barriss. Iba a contárselo a todos antes de que I-Cinco y yo nos marcháramos, pero... —se encogió de hombros y miró hacia arriba—. Algún día me dirás de qué iba ese rollo de "Ábreme tu mente", ¿vale?.
—Algún día —prometió ella. Si es que sobrevivimos. Entonces bajó por el pasillo hacia la sala de desinfección de la SO, se puso un traje quirúrgico, pero no se molestó en lavarse. No iba a acercarse tanto a los pacientes.
Se dirigió hacia Jos y Tolk.
—Barriss. ¿Qué pasa? —dijo Jos. Ella pudo percibir el cambio que había en su voz. Fueran cuales fuesen sus demonios, habían sido diezmados. —Tengo que hablar un momento con Tolk.
Tolk alzó una ceja interrogante.
Barriss respiró hondo. Aquí existía un riesgo. Si Tolk era la espía, pedirle que bajara su defensa mental revelaría el hecho de que Barriss sospechaba de ella. Y quizá tuviera un arma, y si era la espía no tendría reparos en usarla. Barriss podía protegerse, podía coger en un abrir y cerrar de ojos el sable láser a través de una abertura en el costado, pero quizá pondría en peligro a los demás. Un disparo láser extraviado podía acabar dando a cualquiera.