Más allá de las estrellas (18 page)

BOOK: Más allá de las estrellas
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Durante un largo instante, Han se limitó a correr en pos de las raudas sandalias de Rekkon aguardando que de un momento a otro una ráfaga destructora le quemara los omóplatos. Luego levantó la cabeza, boqueando en busca de aliento. La monstruosa cosechadora avanzaba entre las hileras de cereales a sus espaldas, cercenando con su enorme bocaza una franja de varios metros de ancho, mientras vertía simultáneamente el grano en un cargador gemelo. Han y Rekkon dieron un rodeo en torno a la máquina y Han oteó el terreno frente a él. Divisó varias figuras que avanzaban dificultosamente entre los tallos, pero no consiguió identificar ninguna de ellas. Un disparo levantó una nube de polvo y llamas a su izquierda, indicándoles que los espos iban ganando terreno. Han y Rekkon doblaron hacia la derecha, para interponer el enorme agrirobot entre ellos y sus perseguidores. Luego empezaron a vadear a la carrera un océano de tallos de un dorado color rojizo, entre los cuales lograban descubrir de vez en cuando a lo lejos la figura de alguno de sus compañeros. De pronto, Han clavó los talones y se detuvo. Rekkon, que se le había adelantado, advirtió el movimiento y también se paró. Ambos jadeaban fuertemente, cuando Han preguntó:

—¿Dónde está Chewie?

—Delante de nosotros, hacia ese lado; es difícil localizarlo con exactitud en medio de este sembrado.

—No, no está allí. Es el único que resultaría fácilmente identificable, incluso ahí. Han irguió el cuerpo y sintió una punzada de dolor en un costado.

—¡Esto significa que ha quedado ahí atrás!

Echó a correr por donde había venido, sin prestar atención a las llamadas de Rekkon.

Cuando salió otra vez a terreno descubierto, en el acto comprendió lo sucedido. Chewbacca había advertido que los espos tenían muchas probabilidades de dar alcance a sus compañeros antes de que éstos consiguieran llegar al espaciopuerto y cruzar la reja. Era preciso distraerlos para salvar las vidas de todos y, en consecuencia, el wookiee se había detenido para prepararles una distracción.

Mientras Han gritaba rogándole que regresara, Chewbacca, con la ballesta colgada al hombro y Max Azul bajo el largo brazo, trepó por el costado de la cosechadora gigante que siguió su camino preprogramado. La cosechadora ya había transportado al wookiee casi hasta donde se hallaban los espos, cuando éste trepó los últimos metros y se encontró en la parte superior del agrirobot, donde estaba situado su Centro de control.

Chewbacca empezó a tirar de la cubierta protectora que tapaba los controles intentando levantarla.

Pero se trataba de un diseño industrial de alta duración y resistió sus esfuerzos. Han y Rekkon vieron que Chewbacca se sentaba para poder hacer palanca con mayor facilidad. Luego aplicó todas sus fuerzas en un enorme esfuerzo, la cubierta se zafó y el wookiee la arrojó lejos de sí. En seguida empezó a trabajar frenéticamente, deshaciendo conexiones y desplazando componentes a fin de hacerle un hueco a Max Azul.

Era imposible que pudiera escuchar los roncos gritos de Han en medio del ruido de la cosechadora, y a tanta distancia, y desde el lugar donde se hallaba, el wookiee tampoco podía divisar a los tres espos que habían conseguido aferrarse a una de las escaleras de mantenimiento y habían empezado a trepar tras él.

Han estaba demasiado lejos para alertarlo. Los espos iban ascendiendo rápidamente. La enorme cosechadora dio una sacudida y después sufrió una serie de extraños temblores mientras Max Azul se hacía con el control y experimentaba las reacciones del mecanismo.

En el momento mismo en que los espos, que ya habían conseguido llegar hasta el extremo superior de la escalera, se disponían a apuntar sus armas sobre la columna vertebral de Chewbacca, la cosechadora dio la sacudida más violenta de todas.

Un espo estuvo a punto de caerse y seguramente gritó, pues la cabeza del wookiee se volvió en el momento mismo en que los tres se agachaban para no salir despedidos. El disparo de la ballesta de Chewbacca explotó contra el pecho de uno de los hombres, el cual se desplomó de espaldas y cayó rodando por un costado de la máquina. Pero al volverse y disparar, el propio Chewbacca también perdió el equilibrio. La cosechadora efectuó un brusco viraje y el wookiee tuvo que hacer un esfuerzo desesperado para agarrarse a un cable. Consiguió cogerse, pero la ballesta se le escapó de las manos.

—¡Chewie! —aulló Han, e hizo un gesto de correr hacia él, pero la manaza de Rekkon se agarró a su hombro y le retuvo con firmeza.

—No puedes acudir a su lado ahora —gritó el profesor—, lo cual parecía perfectamente cierto.

Más espos empezaban a formar un círculo en torno a la cosechadora que avanzaba lentamente.

Chewbacca, desarmado, recuperó el equilibrio, y se abalanzó sobre los dos espos que quedaban sin darles tiempo a recuperarse. Agarró a uno de ellos en un letal abrazo, mientras derribaba al segundo de un puntapié, antes de que ni uno ni otro pudieran levantar sus armas. Pero el segundo hombre logró agarrarse de alguna manera a la pierna del wookiee y se aferró a ella como si en ello le fuera la vida.

Entretanto, Max Azul había conseguido controlar la cosechadora, eso al menos estaba claro. Hizo girar la máquina en redondo, en un intento de engullir a toda la patrulla de espos. Pero, guiándose por el primitivo sistema de orientación de la máquina, Max no había advertido el trance en que se hallaba el wookiee. El brusco viraje hizo caer a Chewbacca y los dos espos. Todos se precipitaron al suelo en un torbellino de piernas y brazos y el wookiee de algún modo consiguió aterrizar encima de los otros dos. Pero, aun así, fue una larga caída y, antes de que el aturdido humanoide pudiera incorporarse, quedó sepultado bajo un enjambre de espos que blandían sus rifles.

Han se debatió intentando zafarse de la mano de Rekkon, mientras sentía temblar todo su cuerpo hasta que le castañetearon los dientes.

—¡Son muchísimos —imploraba Rekkon—, no tienes ninguna posibilidad de salvarlo! Es preferible que sigas vivo y en libertad y así podrás ayudar al wookiee más adelante.

Han dio media vuelta, con la pistola en la mano.

—Suéltame. Hablo en serio.

Rekkon comprendió por su mirada que así era en verdad; Han estaba dispuesto a matar a cualquiera que se interpusiera entre él y Chewbacca. Las anchas manos negras lo soltaron. Con la pistola en la mano, Han hecho a correr hacia la masa de espos.

No habría sabido decir cómo le derribó entonces Rekkon.

Toda su espina dorsal pareció encenderse y una cegadora parálisis se apoderó de su cuerpo.

Tal vez había sido una descarga nerviosa o un golpe en un punto especialmente seleccionado por su sensibilidad hidrostática.

En cualquier caso, Han se desplomó como una marioneta a la que acabaran de cortarle las cuerdas.

La cosechadora, que había empezado a moverse con mayor rapidez, dio media vuelta y volvió a avanzar hacia los espos. Los policías dispararon sobre ella, pero era difícil detener con los disparos de arma corta la máquina gigante, siendo como era un aparato muy sofisticado. Los disparos arrancaron algunos trozos del chasis y de las hojas cortadoras, pero la cosechadora continuó su camino. Varios espos no consiguieron escapar con suficiente rapidez entre las densas espigas y desaparecieron en su boca cavernosa.

Max había descubierto finalmente la difícil situación de Chewbacca y se acercó para darle la oportunidad de saltar otra vez sobre la máquina.

Pero una patrulla de espos ya se llevaba arrastrando a Chewbacca, cuyas piernas y brazos colgaban fláccidamente.

Max no podía perseguirlos sin riesgo de dañar a Chewbacca con la torpe cosechadora. Además, los espos habían empezado a concentrar su fuego. Max Azul deseó con todas sus fuerzas poder tener a su lado a Bollux, para que le indicara cómo debía actuar; la pequeña computadora no creía contar con el tiempo suficiente de funcionamiento para tomar decisiones de tal magnitud. Sin embargo, no viendo otra solución, Max reconoció que debía ir a reunirse con los demás. Hizo virar la voluminosa cosechadora, desconectó el regulador de velocidad y la puso a correr a toda marcha. Han Solo advirtió vagamente que Rekkon se lo había cargado al hombro; le costaba enfocar la mirada. Pero cuando Max pasó por su lado, Rekkon dio un par de largas zancadas, tomó impulso para saltar y aterrizó sobre el costado de la cosechadora. Trepó por una corta escalera y depositó a Han en una estrecha plataforma. Han por fin logró levantar la cabeza. A lo lejos entre las bruscas sacudidas de la máquina, alcanzó a distinguir al grupo de espos que se llevaban prisionero a su amigo. Han apretó con fuerza el metal bajo sus manos, dispuesto a saltar de la máquina y volverse atrás. En el acto, tuvo a Rekkon encima, retorciéndole los brazos con una fuerza y una intensidad atemorizantes.

—¡Es mi amigo! —gimoteó Han, intentando escapar.

Rekkon volvió a sacudirle, con más énfasis que violencia.

—Entonces ayuda a tu amigo —le instó la melodiosa voz de bajo—. Enfréntate con la dura realidad: ¡tienes que salvar tu propia vida para salvarle a él, en vez de precipitar tu muerte y la suya!

La gigantesca fuerza que le retenía prisionero se aflojó y Han se quedó alterado, pues comprendía que Rekkon tenía razón. Se agarró a la barandilla de la plataforma y dejó de contemplar las manchitas indistinguibles de Chewbacca y los espos.

—Ahh —gimió, bajando desconsoladamente los ojos—. Chewie...

VII

Cada vez que daba alcance a uno de los fugitivos, Max aminoraba la marcha de la cosechadora justo lo suficiente para permitirle saltar a bordo. El primero que encontró fue a Bollux, que había quedado rezagado del resto del grupo pese a todos sus esfuerzos; el droide efectuó un último salto con un profundo boing de su suspensión, encontró un asidero para su servo
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garfio y se izó sobre la máquina. Después le tocó el turno a Torm, quien después de acompasar su carrera a la marcha de la cosechadora, montó a bordo con atlética pericia.

Los últimos en subir fueron Atuarre y Pakka, el cachorro agarrado a la cola de la madre.

Max Azul aceleró intentando alcanzar el perímetro del espaciopuerto. Rekkon todavía tenía sujeto a Han sobre la pasarela pero ahora era para asegurarse de que no cayera.

—Capitán, debes aceptar que ya no puedes hacer nada más aquí. Tus probabilidades de llegar hasta donde se encuentra Chewbacca, aquí en Orron III, son infinitamente pequeñas. Y, lo que es más importante, dudo que le retengan mucho tiempo aquí. Seguramente se lo llevarán para interrogarlo, como a los demás. Nuestra misión ahora también es la tuya; es prácticamente seguro que el wookiee será encarcelado con los restantes enemigos especiales de la Autoridad.

Han se secó la sangre de la frente, se incorporó del suelo de la pasarela y empezó a trepar por una escalera de mantenimiento.

—¿A dónde vas? —preguntó Rekkon.

—Alguien tiene que indicarle a Max hacia dónde debe conducirnos —respondió Han.

El espaciopuerto estaba protegido por una reja de seguridad de malla fina, que alcanzaba diez metros de altura y equipada con una carga eléctrica letal, cuya tensión se mantenía por medio de postes transmisores emplazados en toda su extensión. Un hombre desprotegido, o aun suponiendo que llevara armadura, no tenía la más mínima posibilidad de atravesarla y salir con vida del empeño, pero la cosechadora les ofrecía una forma especial de protección.

—Que cada uno se busque una plataforma —ordenó Rekkon—. ¡Y colocaos sobre las franjas aislantes!

Sus distintos acompañantes, incluido Han, corrieron a buscar un lugar protegido, apoyando firmemente los pies sobre las gruesas bandas de material aislante que recubría las plataformas y pasarelas destinadas a los mecánicos.

La cosechadora llegó a la barrera del espaciopuerto cuando Max acababa de poner en marcha otra vez las láminas segadoras. Un torbellino de energía defensiva estalló en torno al agrirobot, surcando su proa con serpenteantes líneas de luz. Después las láminas cortantes de la cosechadora abrieron una brecha en la reja, arrancando de cuajo y engullendo unos veinte metros de malla. El campo energético defensivo desapareció de aquella porción de la valía, al quedar interrumpida su continuidad. Conseguido lo cual, la máquina gigante continuó su aplastante marcha hacia la llana extensión de acceso controlado del área de aterrizaje.

Han se izó a fuerza de brazos hasta lo alto de la máquina y se quedó mirando a Max, agazapado en la hornacina de control.

—¿Puedes programar este artefacto para que funcione siguiendo tus órdenes?

El fotorreceptor del sondeador de computadoras giró hasta quedar enfocado hacia él.

—Está diseñado para hacer exactamente esto, pero sólo es capaz de recordar órdenes sencillas, capitán. Es una máquina bastante lerda.

Han contrastó sus sospechas, sus presunciones y los conocimientos que poseía sobre la manera de proceder de las fuerzas de seguridad.

—Concentrarán sus hombres en la zona del puerto reservada a las naves de pasajeros; no se les ocurrirá que podamos huir en una barcaza. Pero seguro que buscarán este cacharro, Max. Prográmalo de manera que nos deje algunos segundos de plazo para despejar el campo y luego se dirija hacia la zona central del puerto.

Luego anunció, dirigiéndose a los demás:

—¡Fin de viaje! ¡Todo el mundo al suelo!

Max Azul emitió una serie de roncos zumbidos, pitidos y gruñidos producto de su esfuerzo. Luego anunció:

—Listo, capitán, pero será mejor que bajemos sin demora.

Han bajó la mano para coger a Max que se estaba desconectando de los controles de la cosechadora, soltó los conectores que había acoplado Chewbacca y sacó a la computadora de la hornacina. Max llevaba una correa oculta en una ranura en la parte superior de su cuerpo. Han tiró de ella y se colgó el pequeño robot al hombro, como si fuera un bolso.

Cuando saltó a tierra, Rekkon y los demás ya le esperaban. Todos retrocedieron cuando la cosechadora se puso en movimiento otra vez, dieron rápidamente la vuelta y echaron a correr entre las hileras de barcazas. Desde lo alto de la cosechadora, Han ya había avistado, no muy lejos de allí, el fuselaje de la barcaza que ocultaba al
Halcón Milenario
. Dejó a Max Azul al cuidado de Bollux y emprendió una loca carrera hacia su nave, seguido con mayor o menor celeridad por el resto del grupo. La escotilla exterior, la falsa, no estaba cerrada, como era de suponer. Han la empujó con la mano, abrió sin dificultad la rampa y la escotilla interior.

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