Más allá de las estrellas (19 page)

BOOK: Más allá de las estrellas
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Luego corrió veloz hacia la carlinga y empezó a manipular los controles, resucitando a su nave, mientras gritaba:

—¡Rekkon, avísame en cuanto todos hayan embarcado! ¡Y agarraos bien!

Se puso el casco de piloto y renunció a todas las precauciones, mientras pensaba «al diablo el precalentamiento».

Insufló de inmediato el máximo de energía a los motores de la barcaza, confiando simplemente en que no estallarían o se detendrían en seco a medio despegar.

Había puesto sus mayores esperanzas en las especiales características de la burocracia. En algún lugar de la zona de cultivos, el comandante del destacamento de espos debía de estar intentando explicar lo ocurrido a su superior. Este hombre, a su vez. tendría que ponerse en contacto con la seguridad del puerto y pasarles el parte. Si la cadena de mando era lo suficientemente complicada, el
Halcón
aún tendría posibilidades de escapar.

Han se enfundó los guantes de piloto y pasó revista a los distintos preparativos con una aguda sensación de que le faltaba algo; estaba habituado a repartirse aquellas tareas con Chewbacca, y cada detalle de la operación de despegue le traía nuevamente a la memoria la ausencia de su amigo.

Examinó los indicadores de la barcaza... y profirió una sarta de sus más selectos improperios. Bollux, que acababa de entrar en la carlinga para transmitirle el mensaje de Rekkon comunicándole que todo estaba en orden, añadió:

—¿Ocurre algo, capitán?

—¡Esta barcaza hija de su madre, eso es lo que ocurre! Un fletador de la Autoridad excesivamente cumplidor ya se ha encargado de llenarla!

Así lo demostraban los instrumentos; en los enormes depósitos de la barcaza había almacenados varios centenares de toneladas métricas de cereales.

Ya podían despedirse de la ascensión rápida que había planeado Han.

—Pero, señor —preguntó Bollux en su pausada forma de hablar—, ¿no podría deshacerse de la envoltura de la barcaza?

—Suponiendo que consiga hacer funcionar los disparadores explosivos y que el
Halcón
no sufra ningún daño, todavía tendría que atravesar las defensas de proximidad del espaciopuerto y sortear tal vez alguna nave patrulla.

Volvió la cabeza y gritó por el pasillo:

—¡Rekkon! ¡Destaca a alguien en las torres blindadas! ¡Puede que tengamos que abrirnos paso por las bravas!

Han podía operar la artillería de las torres blindadas superiores e inferiores de la nave desde la carlinga mediante un servo-sistema, pero el control remoto no podía equipararse en efectividad con el uso de artilleros pensantes.

—¡Y sujetaos bien; despegaremos dentro de veinte segundos!

La torre de control del espaciopuerto, que había advertido que la barcaza se disponía a despegar, empezó a transmitir instrucciones a lo que todavía suponían era una nave robotizada ordenándole interrumpir la maniobra. Han apretó los anuladores e hizo responder al computador de la barcaza con una confirmación del permiso de despegue como si ésa hubiera sido la orden de la torre.

La torre de control repitió su orden de interrumpir la maniobra, convencida de que un fallo en el computador había venido a sumarse a todos los problemas que ya la abrumaban.

Encendió los motores de despegue. La barcaza se elevó sobre el foso de amarre, retorciendo la pasarela de abordaje e ignorando todas las instrucciones para que anulara la maniobra. Cuando su campo visual aumentó un poco con la altura. Han consiguió localizar la cosechadora abandonada. Se encontraba a mitad de camino del otro extremo del gigantesco puerto, rodeada de camiones hovercraft, revoloteadores y artillería autopropulsada de la Espo.

La máquina había quedado parcialmente inutilizada, pero aún seguía obedeciendo impertérrita su programa preestablecido. Intentaba continuar segando.

Mientras Han seguía mirando, una andanada de cañonazos procedentes de todas direcciones dejó definitivamente inmovilizada la máquina, arrancando grandes trozos y transformando la mayor parte de su carrocería inferior en un montón de chatarra.

Alguien debía de haber perdido todo interés en coger vivos a los fugitivos. La planta suministradora de energía de la cosechadora se inflamó formando una bola de fuego y la máquina se partió por la mitad con una fuerza que hizo tambalearse los vehículos de combate de la Espo.

Mientras la barcaza seguía ascendiendo morosamente debido a su pesada carga, sin prestar ninguna atención a la cháchara de la torre de control, Han descubrió el punto donde había sido capturado Chewbacca. Otro grupo de vehículos de la Espo se había reunido en torno al camión destrozado.

Han no pudo determinar si su compañero seguía allí o si ya se lo habían llevado, pero los campos hormigueaban de policías de seguridad, husmeando en busca de posibles rezagados, como una plaga entre las espigas rojo-doradas.

Rekkon tenía razón; volver atrás habría significado un desastre seguro.

La barcaza dio una repentina sacudida convulsiva y los pasajeros del
Halcón
tuvieron la sensación de que alguien acababa de cogerlos por el cuello de la camisa dándoles un buen tirón.

Intuyendo algún desastre, Han iluminó las pantallas traseras. Bollux, que había estado a punto de caer al suelo, se inclinó sobre el sillón del piloto para preguntarle qué había sucedido. Han le ignoró.

La nave que él y Chewbacca habían avistado justo antes de aterrizar era una patrullera, en órbita transpolar. Ni siquiera Rekkon había comprendido la magnitud de la preocupación de la Autoridad por salvaguardar la seguridad de Orron III.

Por la popa de la barcaza se aproximaba velozmente un acorazado, uno de los grandes navíos de la famosa Clase Invencible, según se les denominaba en la jerga del estamento militar.

Medía más de dos kilómetros de largo y estaba erizada de torres blindadas, tubos lanzacohetes, proyectores de rayo tractor y escudos desviadores, blindado como una montaña de protoacero.

El acorazado les saludó con una orden de alto, al mismo tiempo que se identificaba: el
Shannador's Revenge
,
«La venganza de Shannador»
. La nave blindada ya había fijado su rayos tractores sobre la barcaza y, en comparación con su enorme potencia, el rayo de la gabarra de Durron no tenía más fuerza que un dedo.

—Se acabó la tregua —comentó Han mientras alineaba su artillería y se preparaba para distribuir los escudos desviadores, aunque sabia que no le servirían de gran cosa.

El acorazado poseía un arsenal suficiente para detener y volatilizar varias naves de las dimensiones del
Halcón
.

Han había conectado el interfono. Esa sacudida ha sido efecto de un rayo tractor.

—Procurad mantener la serenidad; las cosas pueden ponerse feas.

«Ya podríamos empezar a rezar», concluyó para sus adentros.

Pero no estaba dispuesto a dejarse coger vivo. Prefería abreviar las carreras de unos cuantos espos y tener un final digno.

Se escuchó un ruido de golpes y crujidos de metal desgarrado del casco de la barcaza, estrépito de soportes y puntales derribados.

El rayo tractor había desgajado algunas partes de la superestructura, debilitadas o sueltas a resultas de las modificaciones introducidas en el casco, las cuales habían salido proyectadas sobre el
«Shannador's Revenge».

Eso le inspiró una idea a Han. Junto a él tenía una serie de pulsadores que le permitían anular todas y cada una de las funciones computarizadas de la barcaza, obligándola a obedecer sus propias órdenes. Sus dedos se clavaron en el teclado, mientras gritaba:

—Respirad hondo! Vamos a... —y quedó aplastado contra el respaldo de su asiento.

Acababa de accionar el mecanismo de descarga, abriendo las puertas posteriores de los depósitos de la barcaza. Cientos de miles de toneladas de cereal cayeron dentro de los campos tractores del acorazado, precipitándose sobre el
«Shannador's Revenge»
por efecto de su propia fuerza bruta, mientras la barcaza se elevaba aligerada de su carga, protegida por la cegadora estela de granos.

El acorazado quedó sepultado con los sensores embotados por la marejada de grano que se le venía encima. Han, con un ojo fijo en sus propios sensores, observó que la nave de guerra se había lanzado a cruzar la granizada de grano y estaba acortando rápidamente la distancia que la separaba de la barcaza, pese a que no podía ver nada. Sus rayos tractores seguían aferrados a la popa de la barcaza y Han se preguntó si el capitán tardaría mucho en dar la orden de hacer fuego.

Sólo le quedaba una última posibilidad. Han accionó los mandos, detuvo los retropropulsores de la barcaza y, prácticamente en un mismo gesto, pulsó los disparadores de emergencia, con la otra mano preparada para coger la palanca de mando del motor principal del
Halcón Milenario
.

El casco de la barcaza tembló perdiendo buena parte de su velocidad, mientras en todo el carguero y la nave más amplia que lo rodeaba retumbaba el estallido de los pernos al explotar. Los elementos superestructurales, añadidos para afianzar al
Halcón
y disimular su perfil, salieron despedidos.

Fracciones de segundo más tarde, los motores del
Halcón
volvían rugiendo a la vida, desgajando con su fuego azul el pequeño carguero de los soportes que lo retenían y cortando las conexiones exteriores de sus mandos.

Han hizo ascender al
Halcón
siguiendo el mismo curso que llevaba antes, de manera que el casco de la barcaza sirviera de barrera entre ellos y el acorazado de la Autoridad. El
«Shanador's Revenge»
, con sus sensores dañados, no había advertido la drástica pérdida de velocidad de la barcaza. El capitán estaba ordenando un cambio de vectores cuando el navío de combate fue a estrellarse contra el casco desacelerado de la barcaza. Las pantallas delanteras del
«Shannador´s Revenge»
estallaron en llamas por efecto del impacto y sus campos antichoques entraron en acción en el momento mismo de la colisión, mientras la nave partía en dos el cascarón flotante de la barcaza con un terrible impacto que también causó daños estructurales a Su propio casco. El equipo de sensores delanteros del navío de combate quedó inutilizado; la nave se inundó de señales de alarma y partes comunicando los daños sufridos. Las compuertas herméticas comenzaron a cerrarse automáticamente con gran estruendo en respuesta a una serie de fisuras descompresoras en el casco.

Entretanto el
Halcón Milenario
trepaba esforzadamente hacia las capas superiores de la atmósfera. La idea de que acababa de aplastarle la nariz a todo un acorazado, consiguiendo escapar contra todas las previsiones, no logró alegrarle los ánimos a Han, y tampoco le reconfortaba pensar que dentro de pocos instantes habrían alcanzado el hiperespacio y, con él, la seguridad. Todos sus pensamientos estaban ocupados por una simple, intolerable realidad: su amigo y copiloto se encontraba en esos momentos indefenso entre las garras de la Autoridad del Sector Corporativo.

Cuando por fin vio separarse las estrellas frente a él y la nave estuvo a salvo en el hiperespacio, Han permaneció varios minutos en su asiento pensando que ya no podía recordar la última vez que había surcado el espacio sin llevar al wookiee sentado a su lado.

Rekkon había tenido razón al intentar persuadirle para que escapara, pero eso no impedía que Han tuviera la sensación de haberle fallado a Chewbacca.

Pero de nada servía ya lamentarse. Han se quitó el casco y se incorporó de su asiento. Rekkon representaba ahora su única esperanza. Echó a andar hacia el compartimiento delantero, la combinación de salón comedor y zona de esparcimiento de la nave, y antes de llegar al final del pasillo ya advirtió que algo no marchaba. El ambiente estaba impregnado del penetrante olor del ozono, el olor de los disparos de explosión.

—¡Rekkon!

Han corrió hacia el lugar donde el profesor se había desplomado sobre el tablero de juego. Le habían disparado por la espalda, con un revólver regulado para descargar un rayo finísimo a baja potencia. El sonido del disparo probablemente no había llegado a traspasar los limites del compartimiento. Sobre el tablero de juego, bajo el cuerpo de Rekkon, había una pantalla de lectura portátil. Junto a ella se veía una clara mancha burbujeante de líquido de fusión, los restos de la placa con los datos. Rekkon estaba muerto, evidentemente; le habían disparado a corta distancia.

Han se apoyó contra un mamparo acolchado, frotándose los ojos mientras se preguntaba cómo debía actuar a partir de allí. Rekkon representaba su única esperanza de rescatar a Chewbacca y escapar de ese absurdo embrollo. Con Rekkon asesinado, la información que tanto les había costado obtener perdida y al menos un traidor asesino a bordo, Han se sintió solo como raras veces se había sentido en su vida. Tenía el revólver en la mano, pero no había nadie más en el compartimiento ni tampoco en el pasillo.

Se escuchó un sonido metálico de pasos sobre los peldaños de la escalera principal. Han corrió hacia allí y se topó con Torm que subía de la torreta inferior del
Halcón
. Cuando estuvo a su altura, Torm se encontró con el cañón de la pistola de Han ante los ojos.

—Dame tu pistola, Torm, y no hagas preguntas. Mantén la mano derecha apoyada en el pasamanos y sácala con la izquierda, despacio. Procura no cometer ninguna equivocación; sería la primera y la última.

Cuando el otro le hubo entregado la pistola, Han le dejó subir y a continuación le hizo vaciar su bolsa de herramientas. Le registró las ropas de la cabeza a los pies y una vez comprobado que no llevaba otras armas, le hizo pasar al salón. A continuación se acercó a la escalera para llamar a Atuarre que se hallaba en la torreta superior de la nave.

Mientras tanto no dejó de vigilar ni un momento a Torm, que se había quedado mirando anonadado el cuerpo sin vida de Rekkon.

—¿Dónde está su cachorro? —preguntó Han al hombre, sin inmutarse.

El pelirrojo se encogió de hombros.

—Rekkon mandó a Pakka en busca de un botiquín de urgencia. No fuiste el único que sufrió heridas durante la huida. El cachorro se entretuvo por el camino e imagino que cuando diste orden de que todos se sujetaran bien, así lo hizo.

Torm volvió a contemplar el cuerpo de Rekkon, como si no pudiera hacerse a la idea de que el hombre estuviera muerto.

—¿Quién ha sido, Solo? ¿Tú?

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