Más allá de las estrellas (13 page)

BOOK: Más allá de las estrellas
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Los dos compañeros intercambiaron una mirada dubitativa. Era cierto que el tratamiento de descontaminación podía considerarse un procedimiento normal y que la presencia de un hombre y un wookiee en la zona de aterrizaje mientras el equipo realizaba su trabajo seguramente despertaría curiosidad.

—Y hay otra cuestión —siguió diciendo Rekkon—. El Pase para vuestra nave y los falsos códigos de identificación; también me encargaré de conseguirlos en el Centro. Y puesto que los dos estáis interesados en ello, he pensado que os gustaría acompañarme.

A Han empezó a hacérsele agua la boca al pensar en el Pase, pero las antesalas del poder siempre le causaban escalofríos y ese Centro de Datos de la Autoridad era exactamente eso. Su innata cautela se puso en acción.

—¿Por qué deseas que te acompañemos en esta parte del viaje? ¿Qué es lo que te estás callando?

—Tienes razón, existen otros motivos —respondió Rekkon—, pero en cualquier caso, considero preferible, tanto para vosotros como para mí, que me acompañéis. Os estaré profundamente agradecido si así lo hacéis.

Han miró fijamente al alto hombre negro, pensando en el Pase y la inevitable presencia del equipo de descontaminación.

—Tráeme una bolsa de herramientas, Chewie —dijo.

Se desabrochó la pistolera, comprendiendo que no podía pasearse armado por una zona de alta seguridad. Chewbacca regresó con la bolsa y su ballesta. Ambos dejaron caer sus armas en la bolsa de herramientas y el wookiee se la colgó al hombro.

Cruzaron la compuerta exterior, seguidos de Bollux, le echaron la llave en cuanto se cerró y siguieron a Rekkon a través de las vías de las grúas de mantenimiento. El casco de la barcaza se extendía hasta una gran distancia en sentido longitudinal y también a lo ancho. Un utilitario de hélice provisto de una plataforma de operaciones y con una cabina incorporada aguardaba al otro lado de las vías. Los seres vivientes se metieron en la cabina; Rekkon se sentó detrás de los controles y Han se apretó a su lado, mientras Chewbacca llenaba el asiento trasero. Bollux se instaló en la plataforma de operaciones, sujetándose con su servo-pinza. El vehículo de hélice se alejó de la barcaza.

—¿Cómo te las has arreglado para localizarnos tan rápido? —quiso saber Han.

—Me hablan comunicado las señales características de vuestra nave y su hora estimada de llegada.

Acudí en cuanto los sistemas de control de datos registraron vuestra presencia. Llevo algún tiempo esperando aquí, con una falsa autorización de acceso al campo de aterrizaje. Supongo que este droide debe de ser mi computadora
-
analizadora, ¿no?

—Más o menos —respondió Han mientras Rekkon forzaba la marcha del vehículo hasta el límite legal, abriéndose paso entre las hileras de barcazas ancladas—. Lleva otra unidad incorporada en el tórax; ésa es tu criatura.

Vastos cultivos de cereales maduros rodeaban el puerto por todos lados, ondulantes bajo las suaves brisas de Orron III. Mirando a su alrededor, Han preguntó:

—¿Qué esperas encontrar en las computadoras de la Autoridad, Rekkon?

El hombre le miró escrutadoramente un instante, luego volvió a concentrarse en los mandos mientras entraba en una carretera de servicio. Han sabia que, fuera de las inmediaciones de las barcazas, el vehículo en que viajaban debería mantenerse dentro de las rutas autorizadas y seria interceptado si volaba demasiado alto, demasiado de prisa o a campo través. A lo lejos, gargantuescas máquinas agrícolas robotizadas avanzaban a través de las cosechas, capaces de plantar, cultivar o cosechar enormes extensiones de terreno en una sola jornada.

Rekkon ajustó la polarización del parabrisas y las ventanillas del vehículo. No los hizo reflectantes, ni opacos a las miradas exteriores, lo cual habría llamado la atención, sino que los oscureció contra la luz del sol. El interior de la cabina se ensombreció y Han tuvo la sensación de hallarse dentro de una de las esferas climatizadas que Sabodor tenía para sus animalitos domésticos. Mientras seguían avanzando veloces por la carretera de servicio, surcando mares de encorvadas espigas, Rekkon le preguntó:

—¿Sabes cuál ha sido mi misión en este planeta?

—Jessa dijo que tú mismo debías decidir si deseabas revelárnoslo o no. Estuve a punto de renunciar al trato por esta razón, pero imaginé que habría bastante dinero de por medio teniendo en cuenta la magnitud del riesgo.

Rekkon negó con la cabeza.

Te equivocas, capitán Solo. Estamos buscando personas desaparecidas. El grupo que organicé está integrado por individuos que han perdido algún amigo o pariente en circunstancias no aclaradas. Los mismos hechos comenzaron a producirse con sospechosa regularidad en todo el Sector Corporativo. Averigüé que una serie de personas habían partido, al igual que yo, en busca de sus seres queridos desaparecidos. Detecte una pauta y empecé a reunir un pequeño grupo de compañeros. Conseguimos infiltrarnos, con ayuda de Jessa, en el Centro de procesamiento de datos a fin de llevar a buen término nuestra búsqueda.

Han tamborileaba sobre la ventanilla, mientras iba pensando. Eso explicaba el interés de Jessa por Rekkon y su grupo, su empeño en proporcionarle toda la ayuda que pudiera precisar. Sin duda la hija de Doc confiaba que Rekkon y su banda, en su búsqueda de sus propios desaparecidos, acabarían localizando también a su padre.

—Llevamos casi todo un mes
-
patrón aquí —siguió explicando Rekkon— y he necesitado casi todo este tiempo para descubrir alguna vía de acceso a sus sistemas, a pesar de que tengo categoría de supervisor técnico de computadores de primera clase. Su sistema de seguridad es diligente, pero no demasiado imaginativo.

Han cambió de posición en el asiento para fijar los ojos en el otro.

—Entonces, ¿cuál es el secreto?

—Prefiero no revelarlo de momento; antes quisiera estar seguro y poseer pruebas absolutas. Existe una última correlación de datos que necesito comprobar; las terminales del Centro a las que tengo acceso llevan reguladores y limitadores de seguridad incorporados.

—No poseo los recursos ni las piezas necesarios ni tampoco tengo tiempo para construirme mi propio aparato. Pero estaba seguro de que los excelentes técnicos de Jessa podrían proporcionarme lo que necesitaba, disminuyendo así el riesgo de ser descubiertos.

—Lo cual me recuerda una cosa, Rekkon. Todavía no nos has revelado la segunda buena razón por la cual debíamos acompañarte al Centro.

Rekkon le lanzó una mirada dolorida.

—Eres pertinaz, capitán. Seleccioné a mis compañeros con gran cuidado; cada uno de ellos tenía una estrecha relación al menos con un desaparecido, pero...

Han se irguió en el asiento.

—...Pero de algún modo consiguió colarse un traidor.

Rekkon miró fijamente al piloto.

—No lo he dicho al azar. Las instalaciones de Jessa fueron atacadas durante mi estancia allí; una corbeta de la Autoridad dejó caer una escuadrilla de cazabombarderos sobre nosotros. Las probabilidades de que nos encontraran por casualidad, entre todos los sistemas estelares del Sector Corporativo, son tan pequeñas que no merece la pena considerarlas siquiera. Sólo restaba la posibilidad de que hubiera un espía.

Pero éste no podía ser ninguno de los que nos hallábamos allí en aquel momento, o de lo contrario los espos no habrían acudido en una operación de inspección, sino que habrían atacado de pleno. Deben de haber estado comprobando una serie de sistemas solares.

Han se apoyó en el respaldo, muy satisfecho de sí mismo. Estaba orgulloso del encadenamiento lógico de su razonamiento.

El rostro de Rekkon parecía una máscara esculpida en azabache.

—Jessa nos dio una lista de posibles lugares donde contactaría si nuestras líneas de comunicación quedaran interrumpidas. Es evidente que ese sistema solar era una de ellas.

Eso sorprendió a Han. En circunstancias corrientes, Jessa no habría confiado jamás a nadie una información de ese tipo. Debía de haber depositado todas sus esperanzas de localizar a su padre en la misión de Rekkon.

—Entendido. De modo que alguien está trabajando para dos jefes. ¿Tienes alguna idea de quién podría ser?

—En absoluto, excepto que no puede tratarse de ninguno de los dos miembros de mi grupo que ya han perecido. Creo que habían descubierto la identidad del traidor. Había indicio de ello en la última conversación que tuve con uno de ellos a través del intercomunicador, antes de que muriera. De modo que, como es lógico, no le hablé a nadie de vuestra llegada y decidí acudir a recibiros personalmente. Deseaba vuestra ayuda, para asegurarme de que ninguno de ellos pueda dar la señal de alarma antes de nuestra partida. Los he convocado individualmente a todos a mi despacho, sin comunicarles que los demás también estarán allí.

La idea de meterse en el Centro todavía le desagradaba más a Han después de lo que acababa de escuchar, pero comprendió que era vital que Rekkon recibiera ayuda, vital para la supervivencia de Han Solo.

Si el traidor conseguía hacer sonar una alarma, era muy probable que el
Halcón
ya no volviera a despegar jamás. Mentalmente tomó nota de que debía pasarle factura a Jessa y a todos los que pudiera por los servicios adicionales prestados. Se giró nuevamente en su asiento.

—¿Quiénes son las otras personas que reclutaste para la Noche de los Aficionados? Dedicando sólo parte de su atención a la conducción del vehículo, Rekkon le respondió:

—Mi segundo en el mando es Torm, que actúa bajo la cobertura de obrero contratado. Su familia controlaba grandes haciendas en Kali, eran terratenientes independientes bajo la protección de la Autoridad. Se produjo alguna disputa sobre los derechos de usufructo de las tierras y los precios del ganado. Varios miembros de la familia desaparecieron después de negarse a ceder a las presiones.

—¿Quién más?

—Atuarre. Es una hembra de los Trianii, una raza felina. Los Trianii hablan colonizado un planeta en las fronteras de la Autoridad varias generaciones espaciales antes de que se explotara el Sector Corporativo. Cuando la Autoridad por fin se anexionó al mundo colonizado por los Trianii, no hace mucho tiempo, éstos ofrecieron resistencia. El compañero de Atuarre desapareció y le arrebataron a su cachorro para ponerlo bajo la custodia de la Autoridad. Deben de haber aplicado algún procedimiento de duro interrogatorio al cachorro, Pakka, pues cuando Atuarre finalmente consiguió rescatarlo, había perdido la capacidad de hablar. La Autoridad no se para en consideraciones de edad ni otros convencionalismos, como puedes ver. Atuarre y Pakka finalmente entraron en contacto conmigo; su cobertura aquí, en Orron III, es de aprendiz agrónoma.

La carretera de servicio, que serpenteaba a través de los campos había confluido con una arteria principal que conducía al Centro. Las instalaciones eran como una pequeña ciudad, dedicada al almacenamiento, computación y transmisión y recogida de datos procedentes de buena parte del Sector Corporativo.

Se extendía sobre un plano radial centrado en un edificio de operaciones que se elevaba como un reluciente pastel sobre las colinas de tierra de labranza.

Rekkon, que había fruncido los labios absorto en sus pensamientos, aún no había terminado.

—El último miembro de nuestro grupo es Engret, que apenas es más que un niño, pero posee un buen corazón y un temperamento afable. Su hermana era una especialista en cuestiones jurídicas que no se mordía la lengua y también desapareció sin dejar huellas.

El hombre permaneció callado un instante.

—Hay otros que también han salido en busca de sus desaparecidos y muchos más, estoy seguro, que callan por temor. Pero tal vez todavía podamos ayudarles, a todos. Han insinuó una sonrisa burlona.

—Por ahí no conseguirás nada, Rekkon. Estoy aquí simplemente para cumplir con mi parte de un trato.

Ahórrate los viejos cantos de combate escolares hasta que yo haya desaparecido, ¿está claro?

Una expresión de divertida sorpresa fraguó sobre las facciones de Rekkon.

—¿Haces esta clase de cosas sólo para poder llegar a convertirte en un hombre rico? Examinó a Han de arriba abajo y volvió a concentrarse en la conducción del vehículo, no sin añadir:

—No es raro que una apariencia dura e insensible sirva de protección a algún ideal, capitán; protege a los idealistas de las burlas de los necios y los cobardes. Pero también les inmoviliza, de tal forma que, en su intento de proteger sus ideales, pueden acabar perdiéndolos.

Las palabras que acababa de pronunciar el simpático y farsante hombretón contenían tanta verdad y equivocación a la vez, encerraban una mezcla tal de insulto y cumplido, que Han prefirió no molestarse en desentrañarlas.

—Soy un tipo con una nave marcada y muchos lugares adonde ir, Rekkon, conque no te metas en filosofías.

Habían entrado en el Centro, maniobrando a lo largo de amplias calles flanqueadas de altos edificios que albergaban las distintas oficinas y bancos de datos, dormitorios para el personal y zonas de esparcimiento, tiendas y comisarías. La circulación era intensa: taxis-robot, transportadores de carga de superficie, vehículos de hélice, coches-patrulla de la Espo e innumerables aparatos mecánicos.

Rekkon describió la última curva, entró en un garaje subterráneo y descendió más de diez niveles. Introdujo el vehículo en un espacio vacante, apagó el motor y bajó. Han y Chewbacca le siguieron mientras Bollux también saltaba a tierra. El wookiee y su compañero fijaron sus insignias sobre el pecho y la chaqueta, respectivamente. Rekkon se quitó el mono y el cinturón de herramientas y escondió ambas cosas en un portaequipajes situado en un costado del vehículo. Quedó ataviado con una larga túnica flotante decorada con formas geométricas de vivos colores. Su insignia de supervisor resultaba claramente visible sobre su ancho pecho. Unas sandalias aparentemente muy cómodas calzaban sus pies. Han le preguntó cómo había conseguido el vehículo y el resto del equipo.

—No fue difícil, una vez hube infiltrado parcialmente los sistemas de las computadoras. Una falsa solicitud de empleo, una papeleta de adjudicación de vehículo modificada... son cosas elementales.

Chewbacca se cargó nuevamente al hombro la bolsa de herramientas y Bollux, que hasta entonces ni había tenido oportunidad de hacerlo, se cuadró frente a Rekkon.

—Tengo instrucciones de Jessa de ponerme completamente a sus órdenes junto con mi módulo computador autónomo.

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