Read Marea oscura I: Ofensiva Online
Authors: Michael A. Stackpole
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
Gavin se temía que la más probable fuera esta última situación, y supo que la consecuencia lógica era el desmoronamiento de la Nueva República.
La cámara tenía un sólido muro de transpariacero que ofrecía una hipnótica panorámica nocturna de Coruscant. Las luces que parpadeaban, los deslizadores cruzando la noche y los curiosos dibujos que creaban las luces de los edificios parecían dispuestos a distraer a cualquiera que fuera a ser interrogado por el Consejo. Los asientos de los invitados estaban colocados para aumentar ese efecto. Gavin se dio cuenta de que estaba cayendo en la trampa, pero hizo el esfuerzo necesario para volver a concentrarse en los líderes de la Nueva República.
El senador caamasiano se puso de pie en el centro del arco que describía la mesa del Consejo y extendió los brazos.
—Ya habéis oído el núcleo de la exposición que realizaré ante el Senado. No cabe duda, los yuuzhan vong han venido a conquistar esta galaxia. Los asaltos a Dubrillion y Dantooine no sólo fueron implacables, sino claramente diseñados como ejercicios de prácticas.
Niuk Niuv, el senador de Sullust, habló con voz grave.
—En caso de que eso sea cierto, aprendieron la lección en Dantooine, ¿no es así? ¿Acaso no provocasteis la retirada de su crucero y conseguisteis escapar?
Elegos asintió lentamente.
—Sí, así fue. Sin embargo, ustedes parecen olvidar las pruebas recogidas en Belkadan que demuestran que los yuuzhan vong vinieron e instalaron fábricas de material bélico. Parecen ignorar la operación realizada en Bimmiel, que hemos conocido porque los estudiantes fueron evacuados y llegaron a Agamar a la vez que nosotros.
Pwoe, el quarren, enrolló y desenrolló los tentáculos de su boca.
—Tres sistemas. Cuatro si contamos Sernpidal, y cinco si incluimos Helska 4, el lugar donde se rechazó la primera incursión. Pero los dos últimos eran objetivos inútiles para ellos.
—Y para nosotros —el caamasiano dejó caer la mano lentamente—. Ustedes tampoco están dando importancia al gran sacrificio que hicimos para salvar numerosas vidas. El Escuadrón Pícaro ha perdido dos tercios de los miembros que tenía hace dos meses. Más de cincuenta pilotos y tropas de asalto perdieron la vida. Los yuuzhan vong mataron a innumerables personas en Dubrillion, y los refugiados de Dantooine sufrieron bajas del cincuenta por ciento.
Borsk Fey'lya negó con la cabeza y se acarició el pelo color crema de la nuca.
—Nosotros no pasamos nada por alto. Somos conscientes de los sacrificios realizados por el coronel Darklighter. Hemos solicitado que las acciones de Dubrillion y Dantooine se añadan al historial de la unidad. Gavin miró al almirante Kre'fey y captó la imperceptible señal. Alzó la cabeza lentamente, girando el anillo sin pensarlo, y miró fijamente a Fey'lya a los ojos.
Hace casi veinte años, distrajiste a mi amada Asir Sei'lar, y eso le provocó la muerte. Es una vieja deuda que tienes conmigo, y ahora me la vas a pagar de una vez por todas
.
—Si valoran nuestro esfuerzo, jefe Fey'lya, entonces no entiendo por qué se afanan en decepcionarme y en decepcionar a todas las fuerzas y cuerpos de la Nueva República.
Fey'lya parpadeó y el vello de la nuca se le encrespó.
—Pasaré por alto esa insubordinación, coronel. Entiendo que esté abrumado por las circunstancias.
Gavin se levantó despacio, en toda su estatura. Contrajo las manos en un puño y dejó que sus músculos tensaran las costuras de su chaqueta. Quería que vieran su poder físico, y que no era sólo alguien que se sienta y aprieta un gatillo.
Quiero que sepan que soy algo que jamás llegarán a ser
.
A pesar de la ira que bullía en su interior, mantuvo el tono tranquilo.
—Jefe Fey'lya, todos sabemos lo que pasa. La única razón de la presencia del
Brillo de Fuego
en Agamar es que el capitán Rimsen procede de allí, y sufrió un cambio en su ruta que le hizo sospechar que le habían desviado para que no fuera a Dubrillion pasando por Belkadan. Al hablar con su familia en Agamar, supo de la visita de Leia, y volvió a casa para evaluar la situación. Por eso acompañó al almirante Kre'fey para salvarnos. Si él no hubiera estado allí, ninguno de nosotros estaríamos aquí.
—Ha malinterpretado. .
Gavin le interrumpió cortando el aire con la mano.
—No he terminado.
—Pero su carrera podría hacerlo, coronel —Fey'lya plegó las orejas contra el cráneo—. ¿Está dimitiendo con efectividad inmediata?
El almirante Kre'fey soltó un rápido comentario en bothan que hizo que Fey'lya girara la cabeza como si le hubieran golpeado. El jefe de Estado arañó la mesa y gruñó otro comentario en respuesta.
El almirante Kre'fey se levantó lentamente.
—Mira, primo, me atrevo a hablarte así porque tengo la impresión de que te estás pasando. ¿Pensabas que no averiguaríamos lo de Bimmiel? ¿Creías que no sabíamos lo de los avistamientos de yuuzhan vong en Garqi? ¿Cuántos ataques yuuzhan vong esperabas que desconociéramos?
El sullustano estaba atónito.
— ¿Pero cómo habéis.. ?
El almirante movió la cabeza de un lado a otro lentamente.
—Hay millones de formas de saber esas cosas. Los productos procedentes de esos planetas están empezando a escasear, las empresas de telecomunicaciones están informando de recortes y reducción de beneficios, y el número de reclutamientos procedentes de esos mundos ha disminuido enormemente. Es probable que hayáis impedido la propagación de ciertas noticias, indudablemente para evitar que cundiera el pánico, pero olvidasteis que la información que no nos llega es casi tan valiosa como la que sí lo hace.
Los miembros del Consejo se quedaron estupefactos. Murmuraron entre ellos y se volvieron hacia Borsk Fey'lya. Pero él soltó una risita, como si lo que acababa de oír fuera inconsecuente.
—Aunque esos planetas tuvieran algo que ver con la invasión yuuzhan vong, y no tiene pruebas de ello, la declaración de guerra es competencia exclusiva del Consejo.
Gavin negó con la cabeza.
—No, si son nuestras vidas las que están en juego.
—Se lo repito, coronel Darklighter, ¿está usted recitando su carta de dimisión? —Fey'lya le sonrió con malicia—. Sus Pícaros ya abandonaron una vez a la Nueva República y sobrevivimos sin ellos.
Gavin entrecerró los ojos.
—Quizá sí dimita, jefe Fey'lya.
Traest Kre'fey se puso entre Gavin y Elegos.
—Cuidado con aceptar esa dimisión, primo, porque si se va él, me voy yo. Y conmigo, las fuerzas y cuerpos de la Nueva República.
—Estás hablando de un golpe de Estado.
—Estoy hablando de lo único sensato. Tú, vosotros, sois todos políticos y vuestra meta es adquirir poder. ¿Para qué? Para mejorar las vidas de otras personas. Es una meta loable, pero vuestros esfuerzos desfallecen cuando surge una auténtica crisis. Un terremoto sacude un continente y mata a miles de seres.
Vosotros os responsabilizáis aunque no sea culpa vuestra. ¿Por qué? Porque vuestras regulaciones sobre el mantenimiento de edificios eran insuficientes, o porque la operación de rescate fue demasiado lenta y los suministros de alimento demasiado escasos, o porque las indemnizaciones a los no asegurados eran menores de lo que ellos habían pensado. Hay cientos de miles de razones para asumir la culpa, y con cada pedacito de culpa, vais perdiendo poder.
Kre'fey se palmeó el pecho.
—Mi misión es garantizar la seguridad, y los yuuzhan vong son una seria amenaza en este sentido. Supongamos, con toda la buena intención, que no creísteis a la princesa Leia cuando os explicó el problema de los yuuzhan vong.
Supongamos que realmente supusisteis que habían acabado con ellos.
Podríamos explicar vuestra ausencia de respuesta ante esa amenaza como algo infantil, pero una ausencia de respuesta ahora sería un acto criminal.
Así que, ¿qué puedo hacer? ¿Coger el ejército y llevármelo, digamos, a las Regiones Desconocidas para crear mi propio pequeño imperio? Sí. Así lo prepararía como refugio para los que tengan que huir de la Nueva República cuando la tomen los yuuzhan vong.
Pwoe estaba indignado.
—Si ésa es su opinión, almirante, ¿no estaría mejor provocando una revuelta y derrocándonos?
—No, porque no soy político. No puedo combatir en una guerra y administrar planetas al mismo tiempo —negó con la cabeza—. Pero no le niego que no dudaría en respaldar a cualquiera que acabase con un Gobierno defectuoso.
Kre'fey se dio la vuelta hacia la izquierda y extendió la mano hacia Leia.
Ella se incorporó en el asiento y dejó que en su rostro se dibujara una sonrisa malévola.
Fey'lya se levantó y se cruzó de brazos.
— ¿Con que se trata de eso, Leia? ¿Detestas tanto estar al margen del poder que has convencido al almirante Kre'fey para que te apoye en una revuelta? ¿Pretendes instaurar una hegemonía Jedi para gobernar la Nueva República? ¿Heredarán luego tus hijos el cargo?
Leia rió suavemente y se levantó del asiento con tal elegancia que a Gavin le recordó a un teopari estirándose lánguidamente.
— ¿Es eso lo que buscas, jefe Fey'lya? ¿Quieres ser humillado? ¿Quieres ser recordado como el que condujo a la Nueva República a un nuevo desastre del cual me vi obligada a rescatarla de nuevo?
Bajó la voz hasta el punto de que Gavin tuvo que esforzarse para oírla.
El gesto de Fey'lya fue variando a medida que las palabras de Leia llegaban a sus oídos. Pasó de una mirada triunfal a una expresión de amarga decepción, y luego de resignación.
—Entonces ¿cómo quiere afrontar esto?
Leia sonrió tímidamente.
—Primero tendréis que ceder el control de las operaciones militares al ejército. No habrá microgestión bélica por parte de los políticos. Que cojan lo que necesiten.
—Por supuesto.
—Segundo, coordinaréis el suministro de alimentos y material a los refugiados que vayan llegando. Agamar ya no da abasto, y la gente irá huyendo hacia el Núcleo a medida que avancen los yuuzhan vong.
Fey'lya miró a Pwoe.
—Tú puedes ocuparte de todo eso.
—Y, por último, permitiréis que el senador A'Kla informe al Senado al completo, y que su exposición tenga cobertura total por parte de los medios.
Fey'lya soltó una sonora carcajada.
— ¿Para que pueda echarme toda la culpa? Ni hablar.
Kre'fey miró a Gavin.
—En mi imperio, ¿querrás un planeta para cada uno de tus hijos?, ¿o preferirían gobernar sistemas enteros?
Los ojos violetas de Fey'lya brillaron con ira.
—Elaboraremos juntos el texto del informe, ¿de acuerdo?
Elegos asintió.
—Me parece aceptable.
—Bien —Leia dio un paso adelante y tendió la mano a Fey'lya—. Había olvidado lo que era trabajar contigo.
—Te garantizo que yo no.
Fey'lya dio la mano a Leia, pero la expresión cautelosa en el rostro de la princesa confirmaba que estaba pensando lo que Gavin sabía de sobra. La actual aceptación de Fey'lya no tenía garantía de futuro.
A corto plazo tendremos lo que necesitamos, pero no será siempre así. Si puede aprovecharse, lo hará
.
Leia se inclinó ante el Consejo.
—Gracias por vuestra cooperación. Es por el bien de todos, y eso, en el fondo, es lo que deseamos, ¿no?
—Por supuesto, Leia —Borsk Fey'lya sonrió cual depredador—. Pondremos a la Nueva República por encima de cualquier tema personal. Por el bien de todos.
Gavin sólo quería volver a casa con su mujer, pero sabía que no sería muy buena compañía. Había muerto mucha gente, y cuando estaba triste solía recordar a su hermana que su marido había muerto en combate en Yevetha. En un momento dado, ella se había trasladado con sus hijos a vivir con Gavin, hasta que consiguiera levantar cabeza, pero al final se había quedado con ellos.
De vez en cuando le daba por pensar que ella y los niños eran una carga para Gavin, y eso era algo que él no podría soportar en aquel momento.
Volvió al cuartel del Escuadrón Pícaro y caminó por los oscuros pasillos. No le importaba que el edificio estuviera desierto. Era muy pronto. El almirante Kre'fey y él acordaron que las alarmas no sonarían hasta el mediodía para que los pilotos que iban a ir al frente pudieran descansar a gusto antes de arriesgar sus vidas en el duro trance de la guerra.
El único punto positivo de todo el desastre de la retirada de Dubrillion fue la incorporación de Jaina Solo al escuadrón. Gavin había preguntado a Leia si su hija podría permanecer con la unidad, y ella le había dado un cauto permiso.
Cuando vio la alegría en el rostro de Jaina, Gavin sospechó que Leia le había dicho que sí porque no hubiera soportado decirle a Jaina que no. La muchacha se mudó de inmediato a los barracones del escuadrón. Compartía habitación con Anni Capstan, su compañera, y se integró en el grupo como si llevara allí toda la vida.
Y pilotando como pilota, no cabe duda de que estará mucho tiempo con nosotros.
A Gavin le sorprendió encontrar un soldado con un rifle láser frente a la puerta de su despacho. Era poco mayor que un niño.
Algo mayor de lo que era yo cuando entré en el escuadrón
.
— ¿Algún problema, soldado?
El joven tragó saliva.
—Señor, intenté detenerlos, señor, pero dijeron que no pasaba nada por entrar en su despacho. Dijeron que a usted no le importaría. Gavin pestañeó atónito.
— ¿Eso dijeron? ¿Y te dijeron quiénes eran?
El soldado negó con la cabeza.
—Unos viejos, señor.
— ¿Y les dejaste entrar? ¿Por qué no los detuviste?
El soldado hizo una mueca de disgusto.
—Lo intenté, pero me quitaron la munición —giró el arma para demostrarle que no tenía cargador.
El coronel asintió.
— ¿Y tu intercomunicador?
—Se lo llevaron también. Me dijeron que le esperara aquí, señor, o si no sería culpable de abandono de puesto.
—Sí, eso es, espera aquí —Gavin apartó al chico a un lado y abrió la puerta de su despacho. Sabía que entrar era una estupidez, pero desechó la posibilidad de que sus visitantes fueran asesinos. Los yuuzhan vong no parecían funcionar de esa manera.
Además, morir ahora sería más fácil que hacer la guerra
.
Los dos visitantes alzaron la vista desde sus cómodos asientos. En la mesa ante ellos había tres vasos, dos de los cuales estaban llenos del whisky coreliano que Gavin tenía oculto en el último cajón. Los dos hombres sonrieron y se echaron a reír.