Read Marea oscura I: Ofensiva Online
Authors: Michael A. Stackpole
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
— ¿Y cree que les gustará que yo vaya a decirles que se lo advertí? —Leia negó con la cabeza—. No, gracias, almirante. Me quedaré aquí con el resto.
Envíenos ayuda y nos las arreglaremos.
— ¿Y si los vong nos siguen hasta aquí?
—En ese caso será todavía peor abandonar a los refugiados —recordó que un grupo de refugiados fue llevado allí una vez y el Imperio acabó con ellos.
Un mal presagio
—. Que tenga buen viaje. Estoy segura de que el senador A'Kla le será de gran ayuda.
—Lo sería si viniera. Está en mi lanzadera principal, llevando al último grupo. Les dejo dos compañías de infantería y armas suficientes para surtir a una parte de los refugiados.
—Espero que no las necesitemos.
—No más que yo, creo.
—Apresúrese, almirante. Que la Fuerza le acompañe.
—Volveré pronto con ayuda.
Leia apagó el intercomunicador y sonrió al ver acercarse a Gavin Darklighter con Jaina detrás.
—Buenas tardes, coronel.
—Alteza. Me he tomado la libertad de nombrar a mi nuevo oficial de vuelo como enlace entre los tres escuadrones y las autoridades civiles, que supongo representará usted —Gavin señaló al norte, al sudoeste y al sudeste del campamento—. He situado a los escuadrones para crear algo parecido a un perímetro. No tenemos armas para rechazar una incursión terrestre, pero lo harán bien. Los Pícaros están al norte. Los dos escuadrones de
feúchos
se han repartido el sur.
Leia asintió y echó un vistazo. El asentamiento principal se hallaba en una hondonada en mitad de un gran valle.
—No parece fácil de defender, ¿no?
—No, pero los sensores indican que podemos extraer agua sin problemas de varios pozos. Habrá que construir refugios porque se aproxima una borrasca desde el norte, así que podemos cavar trincheras y preparar reductos para la defensa. Si los vong están aquí, será positivo contar con defensas.
—Y si no están, la gente se quejará por tener que cavar.
—Madre, esta gente está aterrorizada. Si tienen que cavar, al menos tendrán algo que hacer —Jaina suspiró—. Los cargueros se han situado en mitad del campamento y ofrecerán un refugio temporal. Sus armas pueden proteger a la gente si tenemos que subir a barrer un par de coralitas.
El inocente uso que hizo Jaina de la frase "barrer un par de coralitas" provocó un escalofrío en Leia, que empezó a ver a su hija con otros ojos. Era casi como si hubiera estado viendo una holografía de su hija, tan bonita, tan niña, tan pequeña; y, de repente, alguien la hubiera cambiado por aquella nueva imagen.
Jaina tenía una mancha de tizne en la cara y marcas de sudor en el uniforme de vuelo. Tenía el pelo trenzado y le faltaba el brillo del pelo limpio. Leia podía apreciar su cansancio, pero había una energía en su mirada que ella conocía demasiado bien. Su padre adoptivo habló a Leia de ese mismo brillo en sus ojos cuando ella se unió a la Rebelión.
Ha crecido más de lo que admitiría cualquier padre
. Leia alargó el brazo para acariciar a su hija en la mejilla, pero captó recelo en sus ojos. Le puso la mano en el hombro y le dio un apretón cariñoso.
—Bien pensado, Jaina.
Gavin asintió para mostrar su acuerdo.
—Quizá tengamos que mover los cargueros un poco para cubrir mejor el campo de tiro, pero será muy efectivo a la hora de rechazar al enemigo.
—El almirante Kre'fey está enviando tropas y mucho armamento —Leia negó lentamente con la cabeza—. Es probable que no tengamos tiempo de entrenar a los refugiados.
Su hija alzó un dedo.
—Entre ellos hay veteranos de la Rebelión, y hasta miembros del Imperio. Les nombraremos organizadores del campamento y así mejoraremos la defensa.
—Sí, eso también funcionará. La hierba no es muy sabrosa en esta parte, pero no creo que la gente se queje —Leia suspiró—. Por lo que sólo nos queda otro problema.
Gavin frunció el ceño.
— ¿Y cuál es?
—Se supone que Mara y Anakin están aquí, en Dantooine, pero hemos buscado por todas las frecuencias de comunicación y no hay actividad. El piloto se encogió de hombros.
—Si ella ha venido a descansar es probable que tengan los intercomunicadores apagados.
—Eso pensé yo —Leia se estremeció—, pero tampoco puedo percibirlos con la Fuerza. Si estuvieran muertos lo hubiera presentido, pero que no estén por ninguna parte, no sé, no es bueno, no es nada bueno.
Jaina cogió a su madre de la mano.
—No te preocupes, mamá. Mara es muy inteligente, y Anakin no es idiota.
Estoy segura de que están bien.
Leia la miró fijamente.
— ¿Tú puedes sentirlos con la Fuerza?
Ella puso gesto de disgusto.
—Un poco sí, a chispazos. No lo suficiente como para saber dónde están, si no ya habría ido a buscarlos. Es como cuando Anakin jugaba de pequeño a esconderse. Cuando lo percibo, lo percibo con fuerza.
Leia suspiró.
—Espero que siga así.
Y que esté bien escondido, sobre todo si son los yuuzhan vong los que lo persiguen.
Cuando el estruendo del trueno se fue apagando, Anakin escuchó el zumbido del arma yuuzhan vong que se acercaba a él. Echó el hombro derecho hacia atrás y giró la cara hacia la izquierda. Sintió cómo el disco del tamaño de un puño le pasaba rozando y casi le arañaba la mejilla. El arma emitió un ruido sordo cuando se clavó en el tronco de un árbol.
El resplandor del rayo tiñó de plata el objeto, del cual salieron unas patas que comenzaron a empujar por la derecha del caparazón para soltarse de la madera.
Por la experiencia que tenía con los yuuzhan vong, Anakin sabía que el insecto se liberaría y volaría de vuelta a la mano del guerrero que lo había lanzado.
Esta vez no
. Anakin saltó hacia delante y aplastó a la criatura con la empuñadura de su sable láser. Las frágiles alas quedaron destrozadas y el cuerpo se partió por la mitad. El arma viviente comenzó a chorrear fluido oscuro y expulsó vapor cuando le dieron las gotas de lluvia.
Reprimiendo un escalofrío, Anakin se dio la vuelta y avanzó por la tortuosa senda de la montaña. El camino que recorría no era más que un riachuelo que había desplazado el barro, y que había dejado las rocas y las raíces húmedas como obstáculos para sus pies. Alargó los brazos y se agarró a una raíz para ayudarse a avanzar. Encontró a Mara tumbada en el suelo fangoso y respirando agitadamente.
Sin decir nada, cogió una raíz de vincha del bolsillo, la partió por la mitad y le puso un trozo en la boca.
—Venga, Mara, nos están pisando los talones.
—Siempre nos están pisando los talones, excepto cuando van por delante —intentó levantarse, pero tropezó e hizo caer a Anakin también.
Otros dos insectocortadores se clavaron en el suelo junto a ellos. Anakin aplastó uno y ayudó a Mara a levantarse.
—Venga, vamos.
Ella avanzó tambaleante unos tres metros y, un segundo antes de echar a correr, se agarró a una roca. Él salió detrás. Cuando llegó al final de la cuesta, la vio doblando un recodo del camino hacia la izquierda. Corrió hacia ese lado y siguió avanzando tras ella, pero algo retumbó a su espalda.
Anakin se dio la vuelta y activó su hoja púrpura. Bloqueó un golpe de anfibastón y se agachó para esquivarlo. Atacó al estómago del yuuzhan vong, pero, a pesar del humo y el vapor de agua que brotó del punto donde le había tocado el sable, la armadura aguantó. El guerrero saltó hacia atrás y blandió el anfibastón hacia delante. El arma alcanzó a Anakin y le dio un pinchazo en el antebrazo izquierdo, haciéndole jirones la manga y la carne bajo ella.
Anakin se llevó el brazo al pecho, y el guerrero yuuzhan vong soltó una carcajada. Su anfibastón se puso rígido, y el guerrero se alzó al final del camino en toda su estatura, glorioso y terrible. Miró a Anakin y le dijo algo que rezumaba desprecio.
El joven Jedi entrecerró los ojos, y la gran roca sobre la que estaba el yuuzhan vong comenzó a rodar bajo sus pies. El guerrero se apoyó en su anfibastón, pero el suelo fangoso cedió y lo derribó hacia delante. El alienígena aterrizó de bruces, salpicando barro a su alrededor. Cuando elevó la cabeza, Anakin le sorprendió con una patada que lo dejó inconsciente.
El joven Jedi desactivó el sable láser y corrió en pos de su tía. Intentó percibirla con la Fuerza, pero ella la utilizaba de una forma tan efectiva para envolverse y mantener así a raya su enfermedad que apenas podía detectarla. Y
sabía que ella le percibiría con la misma intensidad atenuada. Él había estado ahorrando energías y minimizando su presencia en la Fuerza por si acaso los yuuzhan vong la utilizaban para localizarlos. Llevaban tres días huyendo por las montañas y les perseguían casi desde el momento en que empezaron a huir.
Encontraron huellas yuuzhan vong antes de alcanzar la nave, por lo que supieron que habían localizado el
Sable de Jade
y, si era cierto que los yuuzhan vong odiaban la tecnología, probablemente lo habrían hecho pedazos.
La huida fue horrible. Al principio llovió con tanta intensidad que Anakin llegó a preguntarse si los yuuzhan vong controlaban la lluvia o si se estaba volviendo paranoico. A los guerreros que les perseguían parecía encantarles lo que estaban haciendo. Los insectocortadores emergían constantemente de entre las sombras, causándoles heridas y cortes. Los brazos y las piernas le ardían debido a las magulladuras y al cansancio. La ropa, completamente empapada de barro y agua, tenía más agujeros que tela.
No soy más que mi cuerpo y mi sable láser
.
Al doblar un recodo, el camino se ensanchó. Unas rocas altas, como dientes a lo largo del camino, le condujeron a una senda oscura. Los grandes árboles eclipsaban el firmamento, o más bien le impedían ver los furiosos rayos de la tormenta. Mara se apoyó en una de las piedras, le dirigió una breve sonrisa y se quitó un húmedo mechón de pelo rojo de la cara. Tan magullado y herido, tan enfermo y cansado como estaba él, y ella se las arreglaba para seguir teniendo un matiz desafiante en la mirada.
Mara alzó la cabeza y miró a lo lejos. Él se dio la vuelta a sólo diez metros del borde del claro. Tras él había tres guerreros yuuzhan vong. Uno se dirigió hacia la izquierda, otro a la derecha y el tercero avanzó hacia delante. Iban despacio, con precaución, y a Anakin le resultó extraño.
Cualquiera de ellos podría partirme por la mitad
.
Hubo algo en su precavida actitud que le hizo entender todo de repente.
Han venido a por mí. Maté a dos en mi primer encuentro. Todos los guerreros a los que me he enfrentado en solitario han caído. No he matado más desde entonces, pero quizá les haga deshonrado
.
Anakin no perdió el tiempo mirando hacia atrás.
—Mara, vienen a por mí. Creo que es una cuestión de honor para ellos.
—Puede que sea así, Anakin, pero lucharán con los dos —oyó el sable láser de su tía zumbando tras él, derramando luz azul sobre los yuuzhan vong y sus armaduras mojadas—. Activa tu sable. Yo me pido al izquierdo.
—No, Mara, corre —sintió una fría tranquilidad cuando agarró la empuñadura del sable láser. Estaba totalmente seguro de que no sobreviviría a un combate contra tres yuuzhan vong. La Fuerza estuvo con él durante el primer encuentro, y durante todo el tiempo.
Quédate conmigo una vez más, para que Mara pueda escapar. Una vez más.
Activó la hoja. El haz de energía relucía con intensidad púrpura. Lo sujetó frente a él con la empuñadura en el estómago y apuntando hacia abajo. Plantó la rodilla derecha en el suelo, contempló a los tres guerreros y les saludó con la cabeza uno por uno. Repitiendo el saludo al del centro, Anakin sacudió el sable con impaciencia, pero suavemente, para indicarle que se acercara.
El guerrero comenzó a girar el anfibastón sobre la cabeza. Los relámpagos de la tormenta dibujaban reflejos blancos sobre su armadura y el arma viviente. El yuuzhan vong avanzó. Anakin se movió hacia él, lanzándole arena mojada con los pies. El guerrero retrocedió un paso, y sus compañeros le gritaron.
De repente, Anakin supo exactamente lo que tenía que hacer. Sabía exactamente los pasos que tenía que dar para salvar a Mara. Sin pensarlo de forma consciente, dejó que su cuerpo se sumergiera en la coreografía que le mostraba la Fuerza.
Girando sobre el pie izquierdo, atacó al yuuzhan vong situado a la derecha. El guerrero retrocedió, se dio contra una de las rocas y cayó al suelo. Anakin se movió hacia la izquierda, dando un paso hacia el guerrero del centro. Como en el anterior movimiento le había dado la espalda, el alienígena había tenido tiempo de acercarse a él. Anakin bloqueó su ataque con el sable láser y se lo clavó por encima de la cadera derecha, empalándolo.
La armadura del yuuzhan vong aguantó y evitó que le abriera por la mitad, pero el guerrero se encogió por la fuerza del golpe. Anakin, por su parte, empleó la inercia del impacto para echarse hacia delante. Dio una pirueta, giró a la derecha y asestó una estocada larga a media altura que acertó al yuuzhan vong en los muslos. La armadura chispeó y chasqueó, pero impidió que la hoja llegara a cortar la carne y el músculo. Aun así, el alienígena cayó al suelo.
Anakin estiró la pierna y propinó al guerrero caído una patada en la cabeza, pero el yuuzhan vong consiguió volver a ponerse en pie. Anakin atacó hacia la izquierda para alejar el anfibastón, pero el arma se enrolló y le golpeó. El yuuzhan vong introdujo la pierna entre los tobillos del joven Jedi y lo derribó.
Anakin lanzó su ataque hacia las piernas, pero el guerrero saltó por encima del sable y aterrizó pesadamente en la muñeca derecha del chico. El dolor era terrible, y Anakin estaba seguro de que había oído algo rompiéndose. La mano se le quedó inerte y el sable láser cayó al suelo.
El yuuzhan vong se alzó por encima de él. Su anfibastón trepó por la pierna del guerrero hasta su brazo derecho y, una vez allí, se puso rígido. El yuuzhan vong lo alzó por encima de la cabeza. Murmurando palabras que parecían solemnes y agradecidas, el guerrero dejó caer el anfibastón en un golpe capaz de abrir a Anakin en canal.
Pero no llegó a hacerlo.
El zumbido del sable láser verde de Luke Skywalker intervino en el combate.
El luminoso filo se interpuso ante el anfibastón antes de que pudiera golpear al chico, cortándolo limpiamente y evaporando agua en el proceso. Luego se elevó y se introdujo bajo el brazo del yuuzhan vong. El guerrero aulló y se alejó.