Marea oscura I: Ofensiva (27 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
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No podía ver nada, pero el sol había comenzado a elevarse sobre Belkadan, convirtiendo la negra noche en una mañana de neblina que se parecía a la sensación brumosa que él tenía en el cerebro. Calculó que llevaba unas cuatro horas capturado por los yuuzhan vong.
Tiempo más que suficiente para seguir mi rastro hasta las instalaciones de ExGal, la nave, Erredós y el tío Luke. ¿En qué estaría pensando?

La visión le había parecido tan real. Todas las piezas encajaban perfectamente. No quería pensar que se había engañado a sí mismo, ni que había utilizado el sueño como pretexto para hacer algo que su tío no quería que hiciera. La certeza de que actuar así era algo previsible en alguien de su edad se le clavaba en el alma.
Eso me hace exactamente igual que todo el mundo, y no lo soy.

Soy especial. Soy más responsable
.

Otro ataque de tos le hizo sacudirse y agudizó el dolor que sentía en los hombros. Jacen se permitió sonreír un poco.
Por supuesto, todos los adolescentes convencidos de que no son como los demás, probablemente piensan lo mismo cuando les demuestran que no son tan distintos como pensaban
. Suspiró. Ni siquiera su entrenamiento en la Fuerza podía evitar que cometiera errores.
Puedes ponerle los mejores motores a una nave regular, pero si el chasis no tiene una estructura íntegra, acabará destrozada
.

Y eso es lo que el tío Luke estaba intentando decirme cuando me recordó que no tenía experiencia
. Movió los hombros para tirar de las correas de las muñecas.
Lección número uno de esta experiencia: ser consciente de lo que no sabes. Lección número dos: aprender bien la número uno
.

Jacen intentó concentrarse para invocar la Fuerza, pero el dolor de hombros y caderas se lo impidió. El nuevo ataque de tos no le ayudó demasiado. Utilizó técnicas Jedi para calmar el dolor, pero cuando aliviaba la tensión nerviosa, las ataduras de las muñecas le apretaban y le torcían aún más los brazos, agudizando el dolor de los hombros.

Jacen jadeó y se quedó quieto un segundo. Sintió un escalofrío que aumentó el dolor de sus articulaciones. En respuesta, las ataduras de los brazos se aflojaron un poco, pero a Jacen no le consoló mucho.

Estaba claro que el dispositivo al que estaba amarrado podía percibir el dolor que sentía. Él sabía que eso era muy sencillo. Unos sensores podían monitorizar la actividad en las zonas de su cerebro que controlaban el dolor. Había dispositivos capaces de medir hasta el dolor que sentía en los hombros, de la misma forma que podían leer las señales neuronales para que la mano artificial de Luke funcionara con normalidad. Incluso sabía de máquinas que infligían dolor, como las que Darth Vader utilizó con sus padres en Bespin.

Lo que le sorprendía era que no parecía haber un propósito claro para torturarlo así. No lo estaban interrogando. El dolor no era suficiente para dejarle inconsciente, pero le dejaba aturdido. Eso le impedía acceder a la Fuerza, pero pensaba que los yuuzhan vong no sabrían lo suficiente sobre los Jedi como para saber la utilidad de esto.

Un áspero chasquido resonó en la sala, y Jacen alzó la cabeza. Por el umbral de entrada del edificio apareció una pequeña criatura gris. Caminaba sobre seis patas y se balanceaba de un lado a otro. Tenía otras cuatro extremidades, elevadas como banderas en un desfile. Dos de ellas eran gruesas, y las otras dos finas. También tenía tres ojos compuestos que colgaban arracimados desde un tallo central móvil y articulado. Como entraba por la puerta este, el sol le llegaba desde atrás, lo que impedía a Jacen distinguir los detalles, pero lo poco que podía ver no le gustaba nada.

El joven Jedi sintió pánico, pero lo controló. En un estante junto a la entrada vio su sable láser e intentó cogerlo utilizando la Fuerza. Sabía que no podía activarlo, pero si conseguía moverlo para golpear a la criatura se sentiría mucho mejor. Intentó invocar la Fuerza, pero no podía concentrarse lo suficiente. Al darse cuenta de lo indefenso que estaba se sintió muy mal, exhausto y al borde de la desesperación.

La criatura avanzó correteando, y a Jacen se le encogió el estómago. El caparazón de aquel ser estaba lleno de cosas blancas, parecidas a la gravilla y repartidas como granos. Los ágiles brazos se curvaban sobre sí mismos y estaban recubiertos por unas pincitas y unos mechones plumosos.

A Jacen le dio la impresión de que la criatura estaba haciendo inventario de su carga.

El ser se detuvo justo debajo de la cara de Jacen, y los dos apéndices gruesos se elevaron con las pinzas abiertas. El muchacho echó la cabeza hacia atrás para impedir que las pinzas le atraparan las orejas o las mejillas. Con la criatura tan cerca, pudo ver bien las cosas blancas y supo, sin lugar a dudas, que eran las semillas de las calcificaciones que tenían los esclavos.
Como me planten eso, lo llevo claro
.

Uno de los ágiles apéndices se elevó y le rozó la desnuda garganta con una de las plumas. Un penetrante dolor le atravesó el cuello. Habría gritado de no ser porque el dolor paralizó sus cuerdas vocales y le insensibilizó los músculos del cuello. La cabeza se le quedó colgando y los músculos de la cara le daban tirones. Se mordió accidentalmente el interior de la mejilla y comenzó a sangrar por la boca.

Las garras gruesas de la criatura le cogieron por los lóbulos de las orejas y tiraron con fuerza. Lo único bueno del dolor de la pluma letal es que apenas sentía la presión de las orejas. Tras apartar la pluma, uno de los apéndices delgados le pellizcó bajo el ojo derecho, justo encima del pómulo. Oyó un chasquido y supo que las pincitas le habían traspasado la carne. Comenzó a sangrar y empapó de rojo el caparazón gris pálido de la criatura.

Mientras una de las extremidades delgadas le abría la herida, la otra le metía las cosas blancas por debajo de la piel. Hubo más pellizcos y luego dejó de sangrar, pero Jacen podía sentir el organismo extraño en su interior. Cerró el ojo y notó que la cosa se le clavaba en el pómulo.

Se estremeció. Sabía que había muchas criaturas, sobre todo insectos, que buscaban anfitriones adecuados para sus crías. Introducían los huevos en su interior y creaban un cultivo de crías que nacían dentro de la víctima. Los bebés maduraban y se alimentaban sin parar, devorando a su anfitrión desde dentro hasta que estaban preparados para salir y buscar una nueva presa. El anfitrión que les había alimentado quedaba reducido a una cáscara debilitada y sin vida, y todo por criar a sus propios asesinos.

¡No, no puedo dejar que me pase eso!
Ignorando el dolor, redobló sus esfuerzos para invocar a la Fuerza, pero no llegó a conectar con ella. Gruñendo, siguió intentándolo con todas sus fuerzas, negándose a rendirse. Se lo propuso con toda su voluntad y buscó esa chispa que le llevaría hasta la Fuerza, llenándole y alimentándole.

En la estantería de la puerta, su sable láser comenzó a temblar.

La criatura estiró las orejas y se arrastró hacia la puerta. Jacen miró fijamente su sable láser, que vibraba y se agitaba. Quería levantarlo del estante, elevarlo hacia el techo y luego dejarlo caer con fuerza suficiente para aplastar a la criatura. No sabía cómo escaparía después, pero era suficiente por el momento.

Cuando el sable láser salió disparado del estante, Jacen sintió una oleada de alivio.

Pero el objeto se alejó hacia el este y se convirtió en un punto negro recortado contra el sol. Jacen lo vio desaparecer y su triunfo se convirtió en asombro.

Intentó traerlo de vuelta una y otra vez, que volviera y aplastara a la criatura, pero el arma había desaparecido. Ya no podía percibirlo.

Le sobrevino una profunda tristeza. Sintió como si la Fuerza misma se hubiera marchado con el sable, llevándose el símbolo de los Caballeros Jedi porque ya no lo consideraba digno de la Orden.

Y entonces, en la distancia, oyó el zumbido de un sable láser activándose.

Casi como un eco, el sonido se repitió. El joven alzó la cabeza y miró hacia la entrada, por encima de la criatura. La mitad del sol había aparecido por el este y derramaba luz dorada desde el horizonte. En el centro se recortaba una silueta que se acercaba flanqueada por dos hojas láser verdes. Se aproximaba cada vez más, hasta que quedó claro que se trataba de un Maestro Jedi con la túnica negra ondeando tras él. Las dos hojas verdes parecían más antorchas de alerta que armas.

Su tío estaba tan lejos que sólo parecía un juguete. En ese momento, un guerrero yuuzhan vong le atacó desde la izquierda. El alienígena intentó asestar a Luke un golpe en la cabeza con el anfibastón. El Maestro Jedi levantó el sable láser de su mano derecha para bloquear el golpe. Podría haber atacado con el de la izquierda al estómago desprotegido del yuuzhan vong, pero, en lugar de eso, giró sobre el pie izquierdo y metió la pierna derecha por entre las del alienígena. El guerrero cayó al duro suelo. Entonces, Luke le golpeó en la cara con la empuñadura del sable láser, y lo dejó inconsciente entre el polvo.

Otro yuuzhan vong apareció desde la derecha y golpeó a Luke en el estómago con el anfibastón. El Maestro Jedi dio un salto hacia atrás para evitarlo y lo atrapó con ambos sables. El alienígena alzó el anfibastón y giró por debajo de él. Cuando se daba la vuelta para ponerse frente a Luke, una piedra del tamaño de un puño se elevó del suelo, dándole en la sien y destrozándole el casco, que saltó en pedazos, mientras otra piedra le golpeaba el hombro. Otras piedras se levantaron, como si las hubiera atrapado un tornado, y golpearon sin piedad al yuuzhan vong. Finalmente, una le dio en la frente, rebotó contra el cráneo y le hizo caer en el barro.

Un tercer guerrero, que se mostraba más cauteloso que sus entusiastas compañeros, atacó a Luke. Hizo girar su anfibastón como si fuera una hélice, intentando darle en la cabeza o en los pies. El Maestro Jedi retrocedió para esquivar el arma y saltó por encima del bastón. Utilizó la Fuerza para elevarse en el aire, dio una voltereta y aterrizó detrás de su enemigo.

El yuuzhan vong giró y propinó una patada a Luke en las piernas. El Maestro Jedi recibió el golpe en los tobillos y cayó de espaldas. El yuuzhan vong siguió girando y luego elevó el anfibastón para asestar a Luke un golpe en la cabeza.

Durante el tiempo que su enemigo tardaba en completar la vuelta, el Maestro Jedi dio una voltereta hacia atrás y aterrizó sobre una rodilla. Alzó los sables láser y los cruzó, deteniendo el anfibastón sobre su cabeza, justo en el punto de unión de las dos hojas. El yuuzhan vong se enfureció ante el bloqueo y flexionó su anfibastón, que abrió unas fauces llenas de colmillos. El arma viviente retrocedió un poco con la intención de atacar a Luke en la cara. El siseo del anfibastón y el gruñido triunfal del yuuzhan vong llenaron el aire.

Entonces, Luke separó los sables cruzados, y ambas hojas cortaron la garganta del anfibastón. Aunque su carne era demasiado densa como para impedir que el sable láser la cortara sin problemas, el doble asalto mutiló un segmento de veinticinco centímetros del anfibastón. El resto se enrolló dolorido, y el guerrero yuuzhan vong, que lo necesitaba para mantener a raya a Luke, se tambaleó. Sin levantarse, Luke elevó el sable láser derecho para asestar una estocada al yuuzhan vong en el estómago. Después giró y utilizó el arma de su mano izquierda para golpear la parte trasera de los muslos de su adversario.

El guerrero cayó al suelo. Los restos del anfibastón se agitaban agonizantes en el polvo.

Luke se levantó y avanzó. Varias piedras, como roedores asustados por sus zancadas, se levantaron a su paso, abalanzándose hacia la criatura que estaba con Jacen, y la aplastaron. El Maestro Jedi pisó los restos babosos que habían dejado las piedras en la entrada y pasó por delante del chico sin decir nada. Los sables láser sisearon y se desactivaron. Jacen flotó lentamente hasta el suelo.

Respiró hondo por un momento y se tumbó de espaldas. Luke se arrodilló junto a él y le tocó la cara con la mano artificial. Jacen sintió dolor cuando su tío apretó la semilla de coral y le pellizcó la carne. El Maestro Jedi sacó la sangrienta semilla de la cara de su sobrino utilizando el pulgar artificial y dejó que la sangre fluyera de la mejilla de Jacen.

El chico se levantó y se quitó las ataduras de las piernas.

—Tío Luke, lo siento muchísimo.

—No hay tiempo para eso —Luke le dio su sable láser, cogió a su sobrino del brazo y le ayudó a levantarse—. La nave está ahí, en un valle al sudeste.

Erredós nos está esperando, enviando los datos que hemos recogido. Tenemos que irnos ya.

— ¿Y los esclavos?

Luke negó con la cabeza.

— ¿Qué esclavos?

Jacen intentó ignorar el dolor y utilizó la Fuerza para tratar de percibir a los débiles.

—No lo comprendo. Había esclavos cuando fui al huerto de villips.

—Ya no existen. O están muertos o, no sé, se han pasado totalmente al bando enemigo. Quizás hayan aceptado lo que son —Luke se apoyó pesadamente en su sobrino—. Tenemos que llegar a la nave.

Jacen pasó el brazo a su tío por la cintura.

— ¿Qué pasa? ¿Te han herido?

—No, Jacen, es sólo que... —el pecho de Luke daba estertores—. Es que utilizar la Fuerza tanto y tan directamente es agotador. Un Jedi puede ser capaz de controlar y utilizar la Fuerza en grandes cantidades, pero tiene que pagar un precio, un precio terrible. Rápido, tenemos que irnos ya.

Jacen se apresuró a seguir a su tío.

— ¿Adónde vamos?

—Adonde nos necesitan, y no podemos llegar tarde —Luke se pasó la mano derecha por la cara y se manchó con la sangre de Jacen—. Vamos a Dantooine.

Capítulo 22

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