Read Marea oscura I: Ofensiva Online
Authors: Michael A. Stackpole
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
Una cortina de arena marrón se cernió sobre él. Corran escondió la cara instintivamente y sintió que un kilo de barro le bajaba por el cuello de la túnica y se le quedaba trabado en la tripa, a la altura del cinturón. Dado que el respirador sólo filtraba la arena del aire, podía oler el seco aroma del ambiente.
Lo más sorprendente era lo frío que era el viento.
Al alejarse del sol, el planeta se enfría. Por eso no es un mundo caliente como Tatooine, sino sucio. Es demasiado para el vestuario de Ganner
.
Corran miró hacia abajo para ver el desaguisado que había provocado la arena en las vestiduras de Ganner, pero todo lo que vio fue arena alrededor de sus pies, como si estuviera parado en un agujero que se llenara rápidamente.
Buscó con la Fuerza y descubrió el escudo que Ganner estaba proyectando con la Fuerza para mantener la arena rodeando el tubo.
Mira qué mono
.
Siguió subiendo por la escalera y contempló la arena que se amontonaba tras él. Luego se deslizó por la cúpula de Fuerza que tapaba el tubo. Ganner la expandió al subir, pero no tanto como para cubrir a Corran. Cuando salió, la burbuja estalló, cubriendo a Ganner como si fuera una túnica. Corran admiraba el control que Ganner tenía sobre la Fuerza, pero le parecía que utilizarla como un paraguas era casi tan reprochable como lo que Valin le había hecho a él con los garnants.
Corran avanzó hasta el borde del carguero y miró hacia abajo, a la arena que comenzaba a amontonarse contra el casco de la nave. Más allá percibió algo colorido, apenas visible, como una pequeña pirámide roja que supuso era la marca del campamento universitario. Se agachó y soltó al aire un puñado de arena.
Ganner se acercó a él.
—El suelo no está tan lejos.
—Tú mismo —Corran se sacó la túnica del cinturón y dejó que saliera la arena—. Tú dirás cómo se hace.
El Jedi más joven saltó de la nave y se hundió hasta la cintura en la arena.
Apretó los puños un momento, luego se elevó serenamente y volvió al casco del carguero. Tenía las botas y los pantalones cubiertos de polvo.
—Está algo más lejos de lo que parece, ¿no?
Ganner rió burlón.
— ¿Sacamos las motojets?
—No. El polvo es demasiado fino para que los filtros del motor lo extraigan del aire, se estropearán.
—Entonces ¿cómo llegamos hasta allí?
—Andando.
—Pero...
Corran saltó del carguero y aterrizó a cuatro patas. Los tobillos y las muñecas se le hundieron en un hueco entre dos pequeñas dunas. Se levantó un poco y comenzó a avanzar hacia el campamento universitario.
—Pero ¿cómo has podido. .? No controlas la Fuerza lo suficiente como para...
Corran se volvió hacia Ganner y le invitó a seguirle con un gesto.
—Muévete por los huecos. Las partículas menos pesadas se desplazan por encima, pero las más pesadas se hunden y son más compactas. Iremos lentos, pero seguros.
Oyó a Ganner cayendo tras él, pero una ráfaga de viento ocultó al Jedi más joven. Corran utilizó la Fuerza para percibir a Ganner y lo encontró con facilidad. A su alrededor, y por todas partes, percibía vida; desde pequeños insectos a criaturas más complejas. Los más numerosos eran unos mamíferos del tamaño de un puño, pero había algo un poco más grande que se arrastraba más allá de su consciencia.
Siguió avanzando hacia el campamento y llegó con relativa facilidad al cabo de unos minutos. Un par de aglomeraciones rocosas definían el extremo occidental del asentamiento. Unos pedestales largos y oscuros se elevaban de entre la arena como los dedos de un hombre hundiéndose. Bajo ellos había pedazos de tela rasgada que en un pasado fueron trozos de tiendas de campaña. Ondeaban, rojos, azules y verdes, desde soportes que estaban casi enterrados en la arena.
Utilizando la Fuerza, Corran buscó vida en el subsuelo. Volvió a localizar a los insectos y a los pequeños mamíferos, muchos de ellos reunidos en la profundidad de una hendidura de la roca. Se percibía otro movimiento por la arena, algo que entraba en una tienda y volvía a salir. Tenía una ruta tan regular que Corran supuso que recorría un túnel y estaba saqueando un almacén de comidas o algo por el estilo.
Miró a Ganner.
—Aparte de ti, no percibo nada grande.
—Yo tampoco. Las criaturas pequeñas son shwpis. El equipo de investigación del Imperio descubrió que eran muy comunes en Bimmiel. El informe indica que son herbívoros y que se alimentan de abundante vegetación.
—Entonces, por lo que parece, han acabado con ella —Corran miró a su alrededor y se subió a una de las rocas—. Hay una formación rocosa mucho más grande al noroeste, puede que a medio kilómetro. Las aberturas podrían llevar a cuevas. ¿Volamos o andamos?
Ganner frunció el ceño.
—Incluso yo me cansaría si tuviera que llevar a los dos levitando hasta allí.
—No con la Fuerza, sino con la nave.
—Ah —se encogió de hombros—. Mejor andamos. Estoy un poco harto de la nave.
—Yo también —Corran bajó y se dirigió hacia el noroeste.
Como el viento procedía del oeste, pudo atravesar un hueco entre las dunas, escalar la siguiente y volver a cruzar otro hueco. Era más fácil que intentar cruzar un océano, dado que las dunas no se le echaban encima; pero, aun así, la arena conseguía meterse por todas partes y era bastante más dolorosa que el agua. El esfuerzo le hacía sudar, y el aire seco y frío le deshidrataba a marchas forzadas.
Mientras se abría paso hacia las rocas, empleó la Fuerza para investigar el entorno. No percibió muchos shwpis, y los que encontró parecían paralizados por el miedo. Temblaban en sus profundas madrigueras. A pesar de todo, otras formas de vida seguían arrastrándose y reuniéndose en los límites de su consciencia.
Corran siguió avanzando y, a unos cien metros del objetivo, se puso de rodillas. Se pasó una mano por la frente y se secó la palma húmeda en la pernera del pantalón.
—Por lo menos no hace tanto calor como en Tatooine. Ganner bajó la duna y se agazapó junto a él.
—Cierto, eso sólo agravaría nuestras desgracias.
—Debería haberme acordado de traer agua —Corran frunció el ceño y elevó la cabeza cuando intuyó algo que le hizo estremecer.
Hay algo moviéndose ahí
. Miró a Ganner—. ¿Lo percibes?
—Sí, se acerca por esta línea de dunas, y lo hace rápido —Ganner señaló directamente al norte—. La arena se está moviendo un poco por allí.
Corran se dio la vuelta y se llevó la mano al sable láser. La arena se movía muy lentamente y caía desde la cima de las dunas. Percibía una forma de vida que se acercaba vertiginosamente bajo la fina y polvorienta capa arenosa. Era muy perceptible con la Fuerza, y casi de una intensidad cegadora al aproximarse. Corran dio un paso atrás por reflejo y agudizó su percepción de la Fuerza.
La cosa salió disparada de la duna. Fue apenas un borrón gris y blanco, que pasó por delante de Corran para hundirse en la siguiente duna. Su poderosa cola plana golpeaba de un lado a otro para acabar desapareciendo bajo la arena.
La bestia avanzaba hacia el sur, y ambos hombres contemplaban la arena moviéndose a su paso.
No fue hasta que Ganner se volvió para mirarlo cuando Corran sintió el pinchazo en la cadera izquierda. Sus polvorientos pantalones negros mostraban un corte limpio, y la pálida carne le sangraba copiosamente. La herida no era profunda y no dolía mucho, pero si no se hubiera echado hacia atrás se habría quedado sin una buena parte del muslo.
Los ojos de Ganner se abrieron como platos mientras señalaba a la pierna de Corran.
— ¿Es grave?
—No, pero podría serlo —Corran se dio la vuelta y señaló hacia el sur—. Está volviendo.
—Dos de ellos, y otro desde el norte —Ganner desenfundó el sable láser y activó la hoja de color amarillo sulfuroso—. Podemos detenerlos.
—Puede que a esos tres sí, pero hay más —Corran sintió que los shwpis se escondían aún más en la tierra. Esa posibilidad estaba descartada para Ganner y para él, lo que significaba que sólo les quedaba una opción—. ¡Corre hacia las rocas! ¡Ahora!
Las cosas, que era la mejor palabra que se le ocurría a Corran para nombrar a la sombra gris que le había cortado, se acercaron a toda velocidad hacia los dos Jedi, que corrían hacia las rocas. Corran se arrojó sobre una duna y se dejó caer rodando por el otro lado. Vio cómo la arena se encrespaba en un surco hacia él, y se agazapó.
La cosa salió de la duna y se lanzó directamente hacia él. Corran encendió el sable láser, lo elevó y lo dejó caer. La siseante hoja plateada golpeó a la criatura tras la mandíbula y justo delante de los hombros, en lo que debía de ser su cuello. El pelo gris se derritió con un humo acre y la arena se llenó de sangre negra. La cabeza de la criatura mordió a Corran en la pierna y luego siguió dando mordiscos por el suelo hasta quedar sin vida. El cuerpo, semienterrado en una duna, soltó un par de latigazos con la cola.
El morro de la criatura era largo y estaba incrustado en un cráneo con forma de cuña totalmente cubierto de quitina, o queratina, como si estuviera cubierto de uñas, pero mucho más sólidas y pulidas por el roce con la arena. Tenía los brazos cortos, pero potentes; con largas garras, claramente diseñadas para excavar. El pelo gris del ser era casi inexistente, a excepción de una cresta en la nuca, y la larga cola plana estaba cubierta de escamas queratinosas. La ondulación lateral ayudaba a impulsar el flexible cuerpo a través de la arena.
Tan impactante como la apariencia física de la criatura era la peste que desprendía. A Corran le recordaba a una mezcla de vapor de carne podrida de ronto con la bebida fermentada más amarga, y con la fetidez del peor cigarro que jamás hubiera olido. Reprimió las náuseas y no le importó mucho que el mal sabor de boca anulara en cierto modo la peste que emanaba de la criatura.
Corran saltó por encima del cadáver y corrió lo más rápido que pudo por el hueco entre las dunas. Podía percibir dos de las cosas persiguiéndole.
Me atraparán a menos que. .
Se detuvo en seco y se lanzó sobre una duna. Al hacerlo, giró la empuñadura de su sable láser, activando la función bifásica. La hoja se alargó el doble y cambió de plateada a morada. El arma desprendió chispas cuando Corran lo hundió en la arena para ensartar a una de las cosas. La arena se estremeció violentamente cuando la criatura dejó escapar su último aliento vital.
¡Al estilo Jedi, sí señor!
El Jedi corelliano se agachó cuando la segunda cosa salió de la duna que tenía a la derecha y se le echó encima. El ataque le arrancó un jirón de la túnica, pero no alcanzó a arañarle la carne. La criatura, que aterrizó en la duna en la que agonizaba su compañera, atacó al ser moribundo. Sus mandíbulas se cerraron con fuerza, haciendo chasquear los huesos y emitiendo ruidos húmedos que daban a Corran ganas de echar a correr sin mirar atrás.
El Jedi subió una duna y luego otra. Ganner iba tras él saltando las dunas con zancadas prodigiosas, y ambos se alejaron en una ruta ligeramente desviada hacia el sur. Algunas criaturas parecían seguirles todavía, pero un numeroso grupo se desvió hacia los ensangrentados cadáveres que ya estaban siendo devorados. Las bestias cruzaban de duna en duna como peces saltando entre las olas, y soltaban grititos que recordaban a una masacre de unidades R2.
De pronto aparecieron dos hombres en la muralla rocosa hacia la que se dirigían. Llevaban sendas carabinas láser y comenzaron a disparar al aire. Las criaturas se dispersaron por la ruta más directa hacia las cuevas y se alejaron de los tiros, lo que permitió a Ganner y Corran aproximarse con más rapidez.
Completamente jadeantes, alcanzaron las rocas. Corran apagó el sable láser y se agachó para recuperar el aliento. Luego miró de reojo a uno de sus salvadores.
—Gracias por la ayuda.
El joven asintió y levantó el arma al ver a una mujer saliendo de la caverna.
Era de constitución fuerte y llevaba el pelo gris recogido en un moño prieto.
Tenía una mirada fría de ojos cobalto que indicaba que no toleraba ni la menor tontería por parte de las personas que la rodeaban. Por un segundo le recordó a su padrastro, Booster Terrik; pero cuando la mujer frunció el ceño, Corran pensó que era probable que con ella se llevara incluso peor.
Se puso las manos en las caderas y negó con la cabeza.
—Jedi. Era de esperar. Ganner la miró con dureza.
— ¿Qué significa eso?
Ella señaló las dunas con la barbilla.
—Sólo un idiota o un Jedi se atrevería a cruzar un campo letal de slashrats. Lleváis sables láser, así que sois Jedi —entrecerró los ojos—. Lo cual no quiere decir que no seáis idiotas, por supuesto.