Lugares donde se calma el dolor (37 page)

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Authors: Cesar Antonio Molina

Tags: #Relato, Viajes

BOOK: Lugares donde se calma el dolor
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La primera parte de la obra poética de Anna Ajmátova, la que va desde sus inicios hasta el
Anno Domini MLMXXI
(publicado en el año 1922) está abarcada por el sentimiento amoroso, por el conflicto en el amor. La poeta enseña al hombre que el ser femenino es tan humano y espiritual como él mismo. Ajmátova defiende la igualdad de sexos en un tiempo donde las mujeres carecían de derechos. Pero la poesía de esta primera etapa, como la de las posteriores, no es agresiva, ni mucho menos reivindicativa; sino íntima, discreta, padecida. En
La bandada blanca
escribe: «Débil mi voz, la voluntad no se debilita, / para mí es mejor, incluso, estar sin amor, / El viento de los montes en el cielo se agita / y mis pensamientos no son de un pecador…» (1912). La segunda etapa está abarcada por el
Réquiem
. Trabajó en este largo poema, calificado por ella misma como un vasto sudario tejido con aquellas pobres palabras oídas a las madres en las colas de las cárceles, desde los años treinta hasta el inicio de la década siguiente. Ella, en vida, no lo vio publicado en la

Unión Soviética. Sin embargo, vio la luz en Alemania tres años antes de fallecer, en 1963. En su país tardó aún más de dos décadas en salir de las imprentas. Fue en el año 1983, aunque el poema circulaba clandestinamente. Con
Réquiem
conjuró y exorcizó el horror, el miedo, el terror y el dolor con la única materia que tenía a mano: las palabras. «El dolor traza en las mejillas rudas páginas cuneiformes», escribió Ajmátova.

La tercera y última etapa de su poesía abarca desde la década de los años cuarenta hasta los sesenta, cuando muere. Está marcada por
Poema sin héroe
. Es un poema autobiográfico, melancólico y sentimental sobre la Edad de Plata, aquella que vivió en la juventud al lado de artistas, intelectuales y escritores que padecerían una vida injusta e ingrata, llena de dolor. Trabajó en el poema toda esa etapa final de su vida. San Petersburgo es el telón de fondo. Allí están todos: Mandelstam, Tsvietáieva, Meyerhold, Blok, Biely, Maiakovski, etc. Quien habla en este poema, que se va haciendo a sí mismo, ajeno ya al dictado de la creadora, es la voz de un fantasma que nos interpela desde otro espacio y otro tiempo. «Noche de Año Nuevo. Casa de Fontanka. A casa del autor, en lugar de los esperados, llegan sombras disfrazadas del año trece. Sala blanca de espejos. Digresión lírica: “El huésped del futuro”. Mascarada. El poeta. Una aparición… El poema cuenta una historia de personas, también se historia a sí mismo, constituyendo un trabajo excepcional de metapoesía. En
Poema sin héroe
aparecen igualmente los amigos y conciudadanos muertos durante los largos meses de asedio nazi. El poema se convierte así en un coro de voces procedentes de más allá de la muerte. Voces de la memoria, voces que retoman parte de la vida al ser escuchadas e interpretadas por el lector. La voz de la autora va dejando paso a la voz callada, al sonoro silencio. En «A manera de prólogo» la poeta o médium del poema, comenta cómo la visitó éste por vez primera en la casa de Fontanka, en la noche del 27 de diciembre del año 1940, «ya en otoño había enviado como mensajero un pequeño fragmento. / Yo no lo había llamado. Y no lo esperaba aquel día oscuro y frío de mi último invierno en Leningrado…». La propia Ajmátova salió en defensa de la complejidad del texto en este mismo prólogo, negándose a seguir los consejos de quienes le pedían que lo clarificara: «No lo modificaré ni lo explicaré».

El poema a veces se convierte en un texto expresionista. Invoca explícitamente las pinturas negras de Goya. ¿Qué viejo pecado tienen que expirar aquellas almas en pena? ¿El pecado de la juventud?
El poema sin héroe
, como
Réquiem
, está repleto de símbolos cristianos: «El grito del gallo sólo lo soñamos». ¿La traición fue uno de esos pecados? El poema se convierte en peregrino de sí mismo, busca a su autor como lo hacen Don Quijote y Sancho Panza (también citados) para que los libere de su propia carga. Y hablando de espectros surge otro mito literario español, Don Juan y el Comendador, que busca venganza y quizás pueda o no conceder el perdón. ¿Será el propio poema el culpable? Como en Mandelstam, también en Ajmátova está muy presente la lectura y la experiencia existencial de Ovidio y, especialmente, de su libro
Tristia
. Al final «el silencio vigila el silencio» y el poema y el autor deambulan , en vez de por la vieja Roma, por el viejo camposanto de Leningrado, «donde puedo sollozar en libertad / Sobre el silencio de las fosas comunes. / Todo lo que dije en la Primera Parte / Sobre el amor, la traición y la pasión / Mi verso libre lo arrojó de las alas, / Y permanece mi ciudad cosida…».

Poema sin héroe
no llegó a editarse íntegro en vida de la autora. Sólo vieron la luz algunos fragmentos en antologías y publicaciones periódicas. La rehabilitación a la que fue sometida durante la época de Jruschov le dio la oportunidad de sacar la antología
De seis libros
, donde se incluían fragmentos de
Poema sin héroe
. Integramente apareció en Munich en el año 1968, incluida en el segundo tomo de las
Obras
de Ajmátova. En la Unión Soviética pudo leerse en el año 1976.

En
La caña
hay un poema escrito en 1924. Ejemplifica muy a las claras cuál fue la conciencia poética de nuestra escritora. El poema se titula «La Musa»: «Cuando de noche espero su llegada / parece que cuelga de un hilo la vida. / El honor, la juventud, la libertad son nada / frente a este gentil huésped con la flauta prendida. // Y hela venida. El velo deslizante, / su atenta mirada viendo estoy. / Le digo: “¿Tú eres la que a Dante / dictó el Canto del Infierno?” Y responde:
“Yo soy”.»
Dante fue otro maestro compartido con Mandelstam, como Ovidio. Ambos, Anna y Osip, compartieron a esa musa o parca. En esa tierra quemada crece la rosa negra del
Poema sin héroe
, como símbolo de luto por todos los poetas muertos y por la propia Poesía igualmente asesinada a manos del propagandista realismo soviético. La antigua cultura cosmopolita fue arrasada por la ignominia bárbara del costumbrismo local. La europea Petersburgo, otrora símbolo de la modernidad, quedó cortada de raíz y fue silenciada durante décadas. Stalin la odiaba y la temía. El
Poema sin héroe
es también un canto fúnebre por la ciudad violentamente rebautizada. En los inicios Ajmátova tituló el poema
Un cuento de Petersburgo
.

Como las ciudades gemelas, Venecia y Amsterdam, San Petersburgo está construida sobre una red de canales y ríos. Además de darle su impronta estética característica, las aguas del Neva continúan siendo vías de comunicación. A pesar de que los fríos invernales han pasado, pues me encuentro caminando por estas calles en los inicios de la primavera, observo cómo emergen de los lechos helados misteriosas nieblas que ocultan las encrucijadas de los caminos. Los puentes embellecen la ciudad, y las esculturas, las farolas y los forjados a los puentes. El Puente del Teniente Schimdt tiene una barandilla decorada con caballitos de mar. El Puente de los Leones está suspendido en el aire por cuatro cables anclados a las bocas de cuatro leones de hierro fundido, y que data de los años veinte del siglo XIX. El del Teniente fue reconstruido a finales de los años treinta del siguiente siglo. El Puente del Banco data de la misma época que el de los Leones y es también obra de Pavel Sokolov. Está adornado con grifos mitológicos de hierro fundido. Su nombre se lo puso el cercano Banco de Transferencias. El Puente de la Trinidad es conocido por las farolas modernistas. El Pasaje de Puentes está formado por los del Teatro y el del Pequeño Establo, que cruzan el Moika y el Griboiedov. El Puente Lomonósov tiene sus características torres de granito. El Fontanka se puede atravesar a través de otros dos puentes majestuosos. El Puente Egipcio está adornado con esfinges doradas y el Puente Anichkov es donde la Perspectiva Nevski cruza sobre el Fontanka. Lleva el nombre del oficial bajo cuya dirección fue construido el primer puente de madera de la ciudad. El bellísimo palacio de los Beloselski-Belozerski se alza en esa misma esquina de la Nevski y el Fontanka. Fue reconstruido en los años 1840 por el arquitecto Andréi Stakenschneider con una fachada barroca. Ahora está allí ubicado el centro cultural municipal. En cada extremo se levantan cuatro grupos escultóricos en bronce de Piotr Klodt. Son grandes figuras que representan a domadores de caballos corveteantes, es decir, enseñándoles a andar con los brazos suspendidos en los aires. Por todos estos puentes pasó cientos de veces Anna Ajmátova. Y a pesar de las múltiples preocupaciones, creo que debió admirar la belleza de cada uno de ellos.

Dejo atrás el Puente Anichkov y continúo por el canal Fontanka mientras el día se va despejando del todo. Entonces me planto junto a la verja del Palacio Sheremetev, en la Naberezhnaya reki Fontanki, número 34, junto al malecón del canal, que es muy estrecho por aquí y sobre el que se asoma la ornamentación barroca de la fachada, de escayola amarilla y blanca. Atravieso la puerta de hierro y entro en un jardín de discretas proporciones. Da a la entrada principal del palacio. La puerta es de madera con grandes cristaleras. Sobre ella se vuela un gran balcón corrido. Están desmontando un alto andamio y, por doquier, herramientas y utensilios dedicados a las obras de rehabilitación, a punto de finalizar. El extenso lienzo de fachada dejado al descubierto vuelve a lucir como en los mejores tiempos. La pintura amarilla se ve fresca y las líneas blancas marcan los bordes de los grandes y esbeltos ventanales. Fuerzo una de las hojas de la puerta principal y, desde dentro, un hombre con casco en la cabeza me indica que vuelva a salir y me dirija hacia el lado derecho, donde hay unas taquillas. Allí una señora me informa de que el Museo de la Vida Musical está cerrado por reformas. Sin embargo puedo visitar la casa museo de Anna Ajmátova. Para hacerlo tengo que volver sobre mis pasos e ir a la estrecha calle que transcurre entre el canal y la verja del palacio, subir unos cuantos metros y girar a la derecha, siguiendo toda la extensísima manzana, hasta colocarme justo detrás, en la Avenida de la Fundición. Aquí hay un grandísimo portalón a través del cual penetro en un amplio jardín interior. La parte trasera del palacio, pintada con los mismos colores amarillo y blanco, se une a otros pabellones que conforman este espacio curvilíneo. Los altos árboles aún no han echado las hojas y así puede vérseles en toda su esbeltez. Hay dispersos algunos bancos de madera y, justo en el centro, una pequeña verja circular de hierro protege un par de árboles cuyo tronco y altura superan a las otras especies que los rodean. La Casa de las Fuentes y los jardines Sheremetev fueron para Ajmátova elementos esenciales en las vidas de las personas que, a lo largo de numerosos siglos, habitaron allí. En el año 1918, Anna y su entonces marido, Shileiko, descubrieron los troncos de unos árboles derribados por una tormenta. Shileiko se puso a adivinar la edad de los mismos contando el número de anillos en la pulpa de madera de su sección transversal. Descubrió que eran más antiguos que la ciudad de San Petersburgo. Habían estado creciendo en aquel lugar antes de que la ciudad fuera fundada. En el siglo XVII había levantada en este mismo espacio una granja sueca. Shileiko, profesor de los hijos del conde, conoció a través del aristócrata muchas historias y leyendas familiares relacionadas con el palacio y los jardines. El esposo las transmitió a la esposa. Ajmátova las asumió como propias y las añadió a su haber existencial como si fueran un recuerdo más de sus propias raíces. Las leyendas de la familia Sheremetev acompañaron a la poeta a lo largo de toda la vida. Quizá de este legado narrativo entretejido con la imaginación surgió el murmullo del futuro
Poema sin héroe
, el poema que comenzó en este mismo lugar en el año 1940. En el borrador del comentario a la segunda parte del poema escribió: «Cinco de enero de 1941. Casa de las Fuentes. Noche. La ventana de la habitación conduce al jardín, que es más viejo que Petersburgo, tal como se pudo ver en la sección transversal de los robles. Bajo dominio sueco, aquí hubo una granja. Pedro el Grande regaló este espacio a los Sheremetev para honrar una victoria. Cuando Parasha Zhemchugoya estaba dando a luz, aquí estaban construyendo una especie de galería nupcial para la futura celebración de su boda. Parasha murió por complicaciones en el parto y, finalmente, tuvo lugar una celebración totalmente distinta». Junto a la habitación de la autora se halla el renombrado vestíbulo, obra de Quarenghi, donde una vez Pablo I se escondió detrás de los espejos, durante un baile, para escuchar lo que los invitados de Sheremetev opinaban de él. En este vestíbulo Parasha cantó para el zar. Él la recompensó con perlas de incalculable valor. Anna vivió en esta casa varias décadas y sabía todo sobre ella. La historia de Parasha Zhemchugova, actriz campesina y concubina del conde Sheremetev, Ajmátova también la contó entre los horrores de San Petersburgo. Después de trasladarse a la capital desde Ostankino, la hacienda de los Sheremetev junto a Moscú, la muchacha enfermó de tuberculosis. Los médicos le prohibieron cantar. Se casó en secreto con el conde, en Moscú, en el año 1801. Pero en San Petersburgo, en la Casa de las Fuentes, el arquitecto Quarenghi ya había comenzado a construir la galería nupcial, la Sala Blanca. El conde pretendía hacer el anuncio oficial del matrimonio al nacer el heredero. Pero, sin embargo, tres semanas después del nacimiento de su hijo, en febrero de 1803, Praskovya Ivanovna murió. Murió aquí, en el lugar del palacio reservado a las mujeres. Las ventanas del dormitorio daban al jardín. Ajmátova escribió esos versos en el año 1941, cuando vivía en la misma ala de la Casa de las Fuentes, de la que la galería de Quarenghi fue en su momento una ampliación.
¿Tuvo
alguna vez la sensación de que su vida y la de aquella otra desafortunada muchacha eran semejantes? El talento, la enfermedad, la prohibición de cantar, su situación fuera de la ley como concubina, todas estas circunstancias le resultaban familiares a Ajmátova y la asemejaban a su propia vida. En los jardines Sheremetev, en la parte más próxima a la Perspectiva Liteing Prospect, se levantó un monumento en memoria de la condesa-campesina. Era un pedestal rectangular de mármol sobre un elevado plinto. El monumento resistió en su emplazamiento hasta mediados de los años treinta del pasado siglo y luego desapareció. Ajmátova tuvo que convivir con él. La muchacha está enterrada en el Monasterio Alexander Nevski. Este monumento, con toda seguridad, le recordaba a Gumiliov, ejecutado y enterrado en el anonimato, y cuya sombra, por este motivo, no podía encontrar la paz.

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