Read La prueba del Jedi Online
Authors: David Sherman & Dan Cragg
—Dadme quince soldados clon y un trasbordador, proporcionarme toda la cobertura que podáis y volaré hasta la colina. No directamente. Despegaré desde el punto de aterrizaje y me dirigiré en esta dirección —señaló el mapa tridimensional—. Volaré cien kilómetros hacia el Norte, hasta este punto, y entonces efectuaré un giro cerrado en esta dirección, volveré a girar y llegaré desde atrás. Aterrizaré mientras prosigue el bombardeo, llegaré hasta el Centro y liberaré a los rehenes. Una vez estén a salvo, que la flota se encargue del resto.
—A ver si lo entiendo —dijo un coronel, el jefe de operaciones de Alción—. Está proponiendo atacar con sólo quince hombres...
—En realidad, diecisiete. Quiero que los dos guardias vengan conmigo.
—Diecisiete, sí, señor. ¿Y con sólo diecisiete hombres espera irrumpir en el Centro, encontrar a los rehenes y evacuarlos?
—Exacto, coronel.
—Puede hacerse —dijo Slayke, golpeando la mesa con un puño—. Es genial. Probablemente también suicida, pero genial —sonrió a Anakin.
—Pero, si ni siquiera sabe dónde retienen a los rehenes... —señaló el jefe de operaciones.
—Sí, lo sé —respondió Anakin.
—¿Y cómo lo sabe, señor?
Anakin sonrió.
—Confíe en mí, coronel. Soy un Jedi —es todo cuanto dijo. La cara del coronel enrojeció.
—Necesitará a alguien que conozca bien los alrededores del Centro —señaló Alción.
—Puedo serle útil, señor —intervino Odie—. He estado en el Centro muchas veces y solía patrullar por la zona.
Los oficiales se quedaron mirándola. La chica bajó los ojos, nerviosa.
—¿Y qué hacías en el Centro? —preguntó Erk.
—Bueno... —miró tímidamente a los oficiales—. Conocía a alguien en Defensa..., almorzábamos juntos allí y... —se encogió de hombros—. Quería saber cómo era el Centro.
—Llévatela —dijo Alción.
—Sería mejor que lleve dos transportes, señor —apuntó Erk—. Necesitará cobertura.
—Si tuviéramos un androide de limpieza aquí, también podríamos pedirle consejo —comentó uno de los oficiales.
—Perdone, señor, pero es el procedimiento estándar. Y si lo sigue, me presento voluntario para pilotar el segundo trasbordador —añadió Erk—. Ya que se lleva a mi compañera de escuadrilla, tiene que llevarme a mí. Insisto.
—Los tenientes no insisten —dijo Anakin—. Sólo cumplen órdenes.
—Pues insisto, señor. Lo conozco. Conozco su reputación. Soy piloto de combate, uno de los mejores, y estoy harto de andar pegado a la tierra.
Anakin miró con intensidad a Erk un instante. Entonces, asintió con la cabeza.
—Creo que ya he recibido mis órdenes —dijo Erk, sonriendo abiertamente.
—Pero, teniente, está herido —protestó Alción.
—Ya me encuentro mejor, señor. Además, soy tan bueno que si fuera necesario podría manejar cualquier nave con los pies.
—Me lo creo —aseguró Anakin—. Me lo llevaré con la soldado de reconocimiento... y dos transbordadores.
—Como quieras —Alción se encogió de hombros—. Si no hay nada más, sacad a todos esos parásitos de mi puesto de mando, a ver si conseguimos espacio para poder respirar un poco. ¿Cuándo piensas partir?
—En cuanto los transportes estén preparados y estudiemos los planos del Centro, señor.
—Está bien —Alción se dirigió a sus oficiales—. Volveremos a lanzar todo lo que tenemos contra sus líneas. Quiero que la infantería maniobre como si fuéramos a lanzamos contra ellos. En cuanto atraigamos la atención del enemigo, Anakin despegará. Una vez haya rescatado a los rehenes y sepamos que están a salvo, usted, almirante, dirigirá toda la potencia de fuego de la flota contra esa meseta. Barra el lugar; ya reconstruiremos más adelante el Centro. Comandante Skywalker, su plan es muy arriesgado, pero creo que puede funcionar. El general separatista no esperará algo así y no lo verá venir. Que la Fuerza le acompañe, Anakin —le estrechó la mano, antes de ofrecérsela a los otros cuatro.
—Bien, en marcha —exclamó Anakin.
Los dos guardias hicieron chocar las palmas de sus manos.
Dondo Foth, capitán de la fragata
Mandian
, era un militar profesional concienzudo que pasaba la mayor parte de su tiempo en el puente, siempre alerta, siempre atento a todos y cada uno de los detalles que implican el correcto funcionamiento de una nave estelar. Esa era una de las razones por las que su nave había sido elegida para patrullar el borde exterior del cinturón establecido por Alción en torno a Praesitlyn. En aquel momento se encontraba a 150.000 kilómetros de la flota orbital, un poco más alejado de lo indicado en las órdenes, pero había decidido patrullar a esa distancia por iniciativa propia.
—Por si acaso —dijo a Vitwroth, el oficial ejecutivo de la
Mandian
—. Francamente, creo que deberíamos estar a un millón de kilómetros, lo bastante lejos de la flota como para tener tiempo de avisarla si algo o alguien intenta atravesar el cerco.
—Bueno, capitán, aquí se siente uno muy solitario —replicó Vitwroth—. Me gustan las luces brillantes y la compañía.
Foth era de Nueva Agamar, fornido, cerca de la mediana edad. Le devolvió la sonrisa.
—Veamos ese paquete de ascensos —le dijo al androide militar de protocolo programado para ser su ayudante personal. Alguien de la tripulación, probablemente con la connivencia del propio androide, le había grabado en la frente los galones de un soldado de primera clase. La tripulación solía llamar al androide
Montón de Chatarra
.
—He leído todos los informes, capitán, y he preparado los nombramientos según las regulaciones de la Armada —respondió el androide—. Usted recomienda el ascenso de seis miembros de la tripulación: uno a sargento, dos a primera clase...
—Vale, vale, y también sé quiénes son,
Montón de Chatarra
—dijo el capitán Foth—. Sólo quiero estar seguro de que no has cometido ningún error. La semana pasada mezclaste dos cartas personales con un informe para la flota. Tsch, tsch, si vuelve a pasar algo así, te convertiremos en chatarra.
—Fue un simple error de programación, capitán —protestó el androide—. Y ya ha sido reparado, se lo aseguro.
—No me asegures nada,
Montón de Chatarra
... Soy yo quien te asegura las cosas a ti, y te aseguro que te mandaré al
Saco de Desperdicios
.
El
Saco de Desperdicios
era el departamento de almacenaje de la nave, donde terminaban los trastos viejos. El capitán Foth rió y cogió los discos de los ascensos. Aunque el androide era una máquina, a veces le resultaba imposible no pensar en él como un ser vivo, y Foth disfrutaba metiéndose con él. En realidad no tenía la más mínima intención de mandar a su
Montón de Chatarra
al
Saco de Desperdicios
.
—Capitán, hemos detectado un objeto aproximándose —advirtió el oficial de vigilancia—. A veinticinco grados del mapa estelar y trescientos mil kilómetros de distancia... ¡Se acerca lentamente!
—Avisad al cuartel general —respondió Foth con su tono de voz normal. Devolvió los discos al androide—. Me encargaré de esto más tarde —y añadió, dirigiéndose al oficial de vigilancia—: Imagen en pantalla. ¿Cuál es su velocidad y su curso? Informad a la flota. Preparad los cañones.
—Cuartel general, señor —respondió el oficial de vigilancia.
—Imagen, señor. No veo nada ahí fuera, capitán —informó el navegante de la nave.
—Cañones preparados, señor —anunció el oficial artillero.
—¿Veintiún mil kilómetros por hora? Sea lo que sea, va muy despacio. ¿Dónde están esas imágenes? —preguntó Foth, mientras las pantallas revelaban gradualmente un objeto negro informe, casi una nube—. Más definición. Esa maldita cosa no parece una nave.
—Mientras no esté más cerca, señor, es lo mejor que podemos obtener con nuestro actual equipo.
—No tuvimos tiempo de cambiarlo antes de abandonar Coruscant —dijo Vitwroth.
—Lo sé, lo sé. Artillero, ¿cuándo se encontrará a nuestro alcance?
—A esa velocidad, dos horas y veintisiete minutos, señor.
—Entonces, esperaremos... A menos que la flota nos ordene acercarnos. ¿Cree que es una nave separatista camuflada? —preguntó Foth a Vitwroth.
—Tenemos que suponer que sí, señor.
—Señor, mensaje de la flota. Recibido y autentificado: Mantengan su posición. Observen e informen. Disparen únicamente si son atacados —anunció el oficial de comunicaciones.
—Entonces, esperaremos —anunció Foth—. ¿Dos horas? Dos horas y veintiséis minutos ahora. Entonces quizá descubramos algo más. —Le sudaban las palmas de las manos, pero para los hombres del puente parecía frío como el hielo—. Todo el mundo preparado. Podría ser lo que esperábamos.
≈
—Viajaremos rápidos y ligeros —dijo Anakin a su grupo de asalto, reunido en un pequeño bunker junto al puesto de mando. El grupo había crecido hasta incluir a un pelotón de infantería clon completamente equipado. Iría en el trasbordador de Erk, como medida de seguridad para cuando aterrizasen y tuvieran que entrar en el Centro—. Erk, vamos a forzar esos transportes al máximo y volaremos tan pegados al suelo como podamos. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, señor.
—Entrar y salir de allí será un problema. Las naves llevan un revestimiento de protección, pero para evitar los cañones enemigos tendremos que ir a toda velocidad, así que todo el mundo se prepare para un despegue difícil. También espero un aterrizaje complicado, pero de eso hablaremos más tarde. Que todo el mundo estudie este gráfico de la meseta en el poco tiempo de que disponemos y memorice todos los detalles que pueda. Y también este mapa tridimensional —sacó un plano del edificio principal de comunicaciones—. Soldado Subu, ¿algo de esto le resulta familiar?
—Sí, señor. Este largo pasillo lleva hasta la sala principal de control —utilizó un puntero láser para iluminar la zona de la que hablaba—. Este pasillo lateral conduce a otras partes del complejo, y este otro desemboca en el jardín donde el personal se reúne para comer y descansar. Estas habitaciones son las del personal. Aquí están los almacenes y los talleres mecánicos. ¿Dónde retienen a los rehenes?
—En la sala principal de control. Si los trasladan, lo sabré. Fijaos en esto —Anakin iluminó una zona exterior del edificio principal—. Aterrizaremos aquí, entre estos edificios. Esperemos que entre ellos y los árboles pasemos desapercibidos para sus radares. Repito, que todo el mundo se prepare para un aterrizaje difícil. Cuando desembarquemos, tendremos que correr hasta la entrada —señaló un pórtico enorme—. Si está cerrada, la volaremos. De ella surge el pasillo que desemboca en la sala principal de control. Es prácticamente imposible perderse. Lo que debe preocuparnos son los pasillos laterales, son perfectos para una emboscada, así que dejaremos un hombre en cada intersección para cubrirlos y asegurarnos la ruta de salida. Sargento, elija ahora a esos hombres y vaya desplegándolos a medida que avancemos. Vosotros dos... —se giró hacia los guardias Raders y Vick—, os quiero en el trasbordador conmigo. Vuestro trabajo será patrullar el pasillo principal y respaldar a los que vigilen los pasillos laterales. Disparad contra todo lo que esté hecho de metal y se mueva.
—Viajaremos ligeros, llevaremos únicamente las armas y el equipo. Tendremos visita, si nos quedamos allí más de diez minutos. Los rehenes están fuertemente vigilados y nuestra mejor arma será la sorpresa. Tenemos que llegar allí, eliminar a los guardias y conducir a los rehenes hasta los transportes tan rápido como nos sea posible. Si yo caigo, él tomará el mando —repuso, señalando a uno de los sargentos ARC— Teniente H'Arman, quédese en el transporte con la escolta. Soldado Subu, entrará en el edificio conmigo. Su trabajo será mantener a los rehenes en movimiento y llevarlos hasta los transportes.
El cabo Vick sonrió a Odie, y ella le devolvió la sonrisa. Erk se dio cuenta del intercambio y, a su pesar, sintió un leve aguijonazo de celos.
—¿Cuántos rehenes tienen? —preguntó, quitándose a Odie de la mente.
—El personal original constaba de cincuenta técnicos y especialistas, pero no sabemos cuántos han podido ser ejecutados. Sé que ninguno de vosotros visteis la transmisión de Reija Momen, pero en ella decía que el comandante separatista amenazaba con matar un rehén cada hora si no accedíamos a sus peticiones. Creemos que era un farol, pero..., bueno, tenía cincuenta víctimas potenciales y algunas podrían haber sido ejecutadas. No lo sabremos hasta que lleguemos allí. Recordad esto: no tendremos tiempo de buscar a nadie que se quede atrás. Los propios rehenes tendrán que informarnos si han salido todos, tendremos que confiar en ellos para estar seguros de que no nos dejamos a nadie. Es un riesgo que debemos correr.
Mientras Anakin hablaba, Odie lo observó atentamente. Era un joven guapo, quizás un poco mayor que ella, pero estaba claro por la forma en que hablaba y se movía que era él quien estaba al mando.
—Que todo el mundo se tome unos minutos para estudiar estos mapas hasta grabárselos a fuego en la mente. Una cosa más. La señal para que la flota abra fuego es la palabra clave "terminado". Cuando se transmita esa señal al general Alción, la flota disparará todas sus baterías pesadas, así que necesitamos estar fuera de la meseta cuando eso ocurra —Anakin se inclinó hacia su equipo—. Esta operación tiene que coordinarse a la fracción de segundo. Una vez el enemigo comprenda que hemos entrado en el Centro, intentará matar a los rehenes. Sabe tan bien como nosotros que en cuanto los rehenes estén libres, tendrá los segundos contados. Cinco minutos y nos pondremos en marcha.
≈
Mientras iba en el asiento del copiloto con el cinturón puesto, el corazón de Odie latía de excitación. Jamás había viajado tan rápido a tan poca distancia de la superficie. Anakin mantenía el trasbordador a menos de quince metros sobre el suelo, e iba lanzado a toda potencia. Odie tenía la impresión de que controlaba la nave con mano experta, casi sin esfuerzo. A pesar de la velocidad, realizaba los ajustes de rumbo en el momento exacto, era como si pudiera ver el terreno antes de que apareciera frente a ellos.
—¿Nunca habías volado en uno de éstos? —preguntó a la chica, tratando de entablar una conversación.
—No en la cabina de mando —respondió ella. Una colina pasó bajo ellos, mientras Anakin ganaba unos metros de altitud.
—¿Ni siquiera en una carrera de vainas?
—No, señor.