La prueba del Jedi (30 page)

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Authors: David Sherman & Dan Cragg

BOOK: La prueba del Jedi
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—Coronel, tome esa colina —y apuntó hacia la montaña que se erguía sobre el campo de peñascos.

El batallón avanzó por compañías, con el comandante y su personal inmediatamente detrás de la primera compañía. El campo de peñascos obligó a la infantería clon a juntar sus filas para pasar entre ellos, lo cual los ponía excepcionalmente nerviosos.

—¡Rápido! ¡Rápido! —urgía el comandante del batallón, manteniendo un ojo en la cumbre, que permanecía extrañamente silenciosa. ¿A qué estaban esperando?

De allí sólo les llegaban los crujidos de rifles láser.

—Patrulladores androides —le informó el comandante de la compañía—. Estamos dejándolos a un lado.

Cuando la mina estalló, el comandante del batallón sólo oyó un leve crujido, el resultado instantáneo de la conmoción que le reventó los tímpanos. Sintió cómo salía despedido por los aires hacia atrás, entre una nube de humo, polvo, armaduras despedazadas y miembros humanos. Chocó contra un peñasco y rebotó antes de caer al suelo. No sentía dolor, sólo una sensación de pesadez en las piernas y la espalda. Sacudió la cabeza para aclararla, pero no resultó. Intentó tocarse los pies, pero no pudo. Más allá de las rodillas ya no tenía piernas. Lo supo porque consiguió apoyarse en los codos e incorporarse lo suficiente para ver que ya no tenía pies. Intentó sentarse para llegar hasta sus muñones y contener la hemorragia, pero no pudo porque su espalda se había partido al chocar contra el peñasco. Alguien lo cogió por los sobacos y empezó a tirar de él, pero perdió la conciencia. Mucho después, alguien, una mujer creía, le dio un poco de agua.


Los androides de combate esperaban sentados en sus búnkeres, inmóviles, fila tras fila. Sus sistemas de control estaban activados y los de armamento cargados, esperando la orden de atacar. Sólo unos instantes antes les habían ordenado que se refugiaran en el complejo de búnkeres para evitar el bombardeo de los morteros, que ahora empezaba a caer sobre sus abandonadas posiciones. La noche anterior, los androides de trabajo habían mejorado y profundizado los búnkeres, así que ahora eran impenetrables hasta para los obuses pesados que explotaban por toda la colina en enormes llamaradas. No hacía ni treinta minutos que las tropas clon habían intentado penetrar en su perímetro, pero los androides estaban preparados. Ahora se sentaban tranquilamente en sus búnkeres y esperaban. Los pocos seres vivos que se movían entre ellos, sus coordinadores de combate, temblaban esperando el momento en que un impacto directo horadase la superficie y los destruyera a todos. Pero los androides de trabajo habían realizado su trabajo con rapidez y eficiencia, y estaban a salvo en sus agujeros, esperando que el bombardeo cesase, por mucho que los sacudiesen y ensordeciesen los impactos de los obuses de mil kilos.

La infantería enemiga se acercaba, tal como el almirante predijo que lo haría. Los patrulladores androides ya combatían con sus primeras unidades. En cuestión de segundos se detonaría la enorme mina preparada para aniquilar Izable y que no habían tenido la oportunidad de utilizar por culpa del contratúnel republicano. Entonces, los androides recibirían la orden de entrar en acción y abrir fuego contra los supervivientes.

Uno de los controladores contemplaba un monitor con el detonador en la mano. Haría explotar la mina en cuanto las primeras tropas atacantes se agrupasen para pasar entre los peñascos. De repente, el monitor se apagó. No importaba; sabía en qué punto se encontraba la infantería. Contó: "Uno, dos, tres, cuatro". Apretó el botón del detonador. La potencia de la explosión se dejó sentir incluso en el interior del bunker, haciéndolo temblar de tal manera que temió que se derrumbara sobre él. El controlador sonrió. Ahora, cuando los obuses dejarán de caer...


La explosión derribó a Anakin. Delante de él, allí donde la compañía había desaparecido entre los peñascos, sólo veía una enorme cortina de humo. El aire estaba lleno de tierra y fragmentos de los peñascos destrozados por la explosión. Se puso en pie y corrió. Lo que encontró le pareció salido de una pesadilla. Casi todos los soldados clon estaban heridos o muertos. Los heridos tenían la mirada perdida, las armaduras cubiertas de sangre y muchos de ellos habían perdido distintas partes del cuerpo. El terreno estaba sembrado de cadáveres y moribundos. Aquellos que parecían indemnes estaban aturdidos, desarmados, desorientados.

—Segunda compañía, atacad —ordenó Anakin por la red táctica—, segundo y tercer batallón, atacad. ¡Seguidme! —corrió, atravesando la carnicería hasta el pie de la colina. Empuñó el sable láser y lo activó, alzándolo por encima de su cabeza—. ¡Formad, yo os mostraré el camino!

Las restantes dos compañías del primer batallón se recuperaron rápidamente y surgieron de entre los peñascos hasta situarse a la altura de Anakin. En ese momento llegó el resto de los transportes y empezaron a vomitar tropas.

—Envíemelos. Ahora —ordenó Anakin al comandante de brigada, que empezó a formar los regimientos.

Desde la cumbre de la colina seguían sin disparar. Bien. La artillería los mantenía controlados. Miles de soldados clon avanzaron hasta la ladera de la colina y se detuvieron, esperando la orden de cargar contra la cima.

En ese momento, su propia artillería empezó a bombardear los transportes.


—Que ajusten sus objetivos a intervalos de cien metros, retrocediendo hacia nuestras líneas. Pase la orden a todas las unidades —ordenó el coronel Gris Manks—. El ataque ha sido anulado y tenemos que cubrir la retirada de nuestras tropas.

—Señor —dijo uno de los operadores del Centro de Control de Tiro—, creo que las tropas situadas en el flanco derecho están atacando ahora mismo la colina. Si apuntamos cien metros más atrás, bombardearemos a nuestros propios...

—Sus datos deben de estar equivocados. Ajuste el objetivo. He recibido la orden directamente del general Alción. Recibida y autentificada. Que todas las piezas se ajusten al plan de fuego acordado y apoyen nuestras líneas en caso de un contraataque.

Los directores del CCT hicieron circular la orden, y los artilleros ajustaron sus puntos de mira de acuerdo con ella.

Erk y Odie saltaron en sus asientos.

—"Recibida y autentificada", la práctica habitual —comentó el androide junto a ellos—. Eso significa que el general al mando ha dado una orden, y las órdenes deben ser obedecidas. Lo sé porque soy un...


Para Anakin, al pie de la colina, el ataque desde la cima empezó como una brillante y luminosa hilera de fuego. Eran tantas las armas que disparaban a la vez que resultaba difícil elegir un blanco individual. Una ola de destrucción se abatió sobre los soldados reunidos en torno a él. Sin pensarlo siquiera, usó su sable láser para desviar varios disparos dirigidos directamente hacia él. Los hombres situados a su derecha y a su izquierda no tuvieron tanta suerte y fueron cortados en pedazos.


¡Adelante!
—gritó Anakin, empezando a escalar la colina.

Las compañías, los batallones y los regimientos avanzaron tras él, disparando y maniobrando; pero la línea vaciló bajo el devastador fuego procedente de la cima y terminó deteniéndose, cuando las bajas aumentaron y los supervivientes se tiraron al suelo en busca de cualquier protección que pudiera proporcionarles el terreno ante la destrucción que llovía sobre ellos desde las alturas.

—Bombardeen esa colina —ordenó Anakin por la red de mando, olvidándose del procedimiento apropiado debido a la excitación—. ¡Aquí el comandante Skywalker, necesitamos el apoyo de la artillería! ¡Están destrozando nuestros propios transportes! Reajusten sus objetivos. Nos están destrozando aquí abajo. Estamos atrapados entre dos fuegos. ¡Repito, estamos atrapados! Cambio.

Creyendo que el mensaje de Anakin era un truco —la orden de ajustar el tiro había venido del CCT y, probablemente, del mismísimo general en jefe—, los comandantes de las baterías designados para apoyar el ataque de las tropas de Anakin dudaron. Pidieron confirmación del CCT y la recibieron. Los obuses continuaron cayendo sobre los transportes.

El fuego de los androides separatistas se intensificó. Y pocos soldados clon eran capaces de devolverlo. Frustrado, Anakin conectó con la red de mando de Alción.

—General Alción, aquí Anakin. ¿Qué está pasando? ¡Estoy atrapado! ¡Nuestra propia artillería me bombardea el trasero, y el enemigo nos está masacrando!

Alción se sorprendió al escuchar la voz de Anakin atronando los altavoces del puesto de mando. Todos los presentes dejaron de atender sus deberes para prestar atención.

—Un momento, Anakin —se giró hacia su enlace con la artillería—. Póngame con el coronel Manks.

—Usted me dio esa orden hace un rato —protestó Manks cuando Alción le preguntó qué estaba ocurriendo—. Ajustar los objetivos a intervalos de cien metros, retrocediendo hacia nuestras líneas...

—Han interferido nuestra red de comunicaciones —jadeó un oficial—. ¡Usted no ha dado tal orden!

—Coronel, cubra la retirada del flanco izquierdo, pero apunte a la cima de esa colina inmediatamente. Anakin, en cuanto los morteros vuelvan a disparar, sal de ahí... ¡Estoy anulando el ataque!

Cuando los morteros volvieron a bombardear la cumbre de la colina, ya era demasiado tarde para provocar cualquier tipo de daño a los androides. Se habían retirado a sus búnkeres.


Odie enterró la cara entre las manos.

—Estábamos matando a nuestras propias tropas —susurró.

—A eso se le llama "fuego amigo" —explicó el androide—. Suele suceder siempre.

—Sé lo que es —replicó Odie amargamente—. Pero espero no volver a oír jamás ese término.


—Informe, Tonith.

Era de nuevo la detestable comandante Ventress. Pors Tonith dejó su taza de té.

—Me llama en un momento muy inoportuno —sonrió con desprecio—. Estoy rechazando un ataque masivo.

—Sí, parece sumamente ocupado..., como siempre procura parecer. Entonces, ¿ha tenido éxito?

—Completamente —respondió Tonith, satisfecho, llevando de nuevo la taza de té hasta sus labios y sorbiendo alegremente.

—¿Bajas?

—Las nuestras, escasas. Las suyas... Bueno, no las hemos evaluado todavía, pero muchas. Enormes, de hecho. Ya ve, me he anticipado a sus movimientos perfectamente...

—El Conde Dooku se alegrará —le interrumpió Ventress con su tradicional tono neutro.

—Estoy seguro de que esto confirma su fe en mi habilidad para dominar la situación —dijo el banquero, recostándose en su sillón y sonriendo abiertamente a la imagen holográfica que flotaba frente a él.

—Pronto recibirá refuerzos. La flota está en camino.

Tonith sólo asintió con la cabeza.

—Puede que ni siquiera los necesite. Creo que me enfrento a enemigos de segunda. Ataques frontales. Maniobras de flanqueo. Jedi corriendo de aquí para allá con sus sables láser. ¡Idiotas! Lo que cuenta es la potencia de fuego y la táctica, no el heroísmo y las bravatas.

—Informaré al Conde Dooku —replicó ella—. Una cosa más, Tonith. Cuando esto termine nos veremos en persona. Y lo mataré.

La imagen desapareció.

Tonith se quedó helado durante un segundo. Entonces se encogió de hombros, vació su taza y se sirvió otra.

—Esperaré ansioso ese día —sonrió.

Pero sabía que la mujer hablaba en serio.

Capítulo 26

—Nunca había visto nada tan desastroso —comento el soldado Vick, el antiguo guardia de la
Neelian
, al cabo Raders.

La pareja estaba sentada en un rincón del puesto de mando, intentando pasar desapercibida y sin molestar a nadie.

—¿Cómo lo sabes? He pasado más tiempo haciendo cola en las cantinas que tú siendo guardia, y esto no es tan malo —replicó Raders—. El general Alción sabe lo que se hace. Lo has visto pelear cuerpo a cuerpo.

—Todo lo que sé es que esto se está desmoronando, y aquí estamos nosotros, chupándonos el dedo. ¿Por qué no le pedimos al general que nos reintegre en nuestro puesto?

—Ahí estoy de acuerdo. No me gusta trabajar con clones. Esos tipos me ponen nervioso. No les puedes ver la cara con esos cascos...

—Necesitamos otra misión como la de reconocimiento con el sargento L'Loxx, ése sí es un soldado con el que realmente puedo trabajar. La otra noche convertimos en basura a bastantes androides, ¿verdad? Pero lo importante es no quedarse clavados aquí, en el CCT, como esos dos pajaritos enamorados. —Todos los hombres del puesto de mando conocían ya al teniente H'Arman y a la soldado Subu—. No querrás eso, ¿verdad?

—No. Pero tampoco quiero rondar por ahí sin hacer nada. Tendríamos que haber ido con ese otro Jedi, el tal Skywalker. Dicen que ahora está combatiendo en el frente. Ahí es donde quiero estar. Seguro que no le irían mal un par de buenos soldados.

—Será mejor que tengas cuidado con lo que pides, amigo. Pero ese Skywalker, ¿sabes...? Soy más viejo que él.

—Pues fíjate hasta dónde has llegado.

Raders asintió con la cabeza silenciosamente. Entonces, añadió:

—¿Sabes lo que me gustaría ahora?

—Se me ocurren un millón de cosas.

—Me gustaría un buen vaso de agua fría.


En el campo de batalla había muy pocas existencias de tan precioso artículo.

Aplicando las normas estándar establecidas para los soldados de las diferentes especies que operan en las diferentes condiciones climáticas conocidas en la galaxia, el mayor Mess Boulanger había estimado que los soldados clon necesitaban unos 8 litros de agua cada veinticuatro horas estándar para mantener un estado óptimo de combate en un ambiente desértico como el del continente de Praesitlyn; es decir, que se precisaban 160.000 litros diarios para todo el ejército bajo el mando de Alción. Y eso sin contar las necesidades de los altos mandos, el personal de Estado Mayor y las unidades de apoyo. Los condensadores de humedad, como los utilizados en las granjas de mundos como Tatooine, sólo podían producir litro y medio diario, pero eran muy voluminosos y tenían que instalarse a cierta distancia del frente para ser eficaces, ya que lo normal era que quedaran sometidos al bombardeo constante de la artillería enemiga. Los ingenieros de Alción habían perforado la corteza del planeta para construir pozos artesanos, pero sólo eran capaces de producir unos diez mil litros de agua diarios; y había que tener en cuenta que el agua obtenida debía procesarse para que fuera potable.

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