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Authors: John Scalzi

La historia de Zoe (24 page)

BOOK: La historia de Zoe
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—Lo haré por la mañana —murmuré—. Lo juro.

—No, cariño. Necesito que lo hagas ahora.

El tono de su voz, amable pero insistente, me dijo que necesitaba de verdad que me levantara. Lo hice, con suficientes gruñidos para conservar mi honor. Fuimos al salón de nuestra tienda. Papá me condujo al sofá, donde me senté y traté de mantener un estado semi-consciente que me permitiera volver a dormir cuando acabáramos de hacer lo que fuese que íbamos a hacer. Papá se sentó ante su mesa; mamá estaba de pie a su lado. Le sonreí pero no pareció darse cuenta. Entre mis padres y yo estaban Hickory y Dickory.

Papá le habló a Hickory.

—¿Sabéis mentir? —le preguntó.

—No les hemos mentido todavía —dijo Hickory.

Incluso en mi estado adormilado reconocí que no era la respuesta exacta a lo que se le preguntaba. Papá y Hickory elucubraron un poco sobre los efectos de la mentira en una conversación (en mi opinión, evita sobre todo tener que discutir sobre estupideces acerca de las que es mejor mentir, pero nadie me preguntó), y entonces papá me pidió que le dijera a Hickory y Dickory que respondieran a todas sus preguntas sin mentiras ni evasivas.

Esto acabó de despertarme del todo.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Qué es lo que pasa?

—Por favor, hazlo —dijo papá.

—Muy bien —contesté, y me volví hacia Hickory—. Hickory, por favor, responde a papá sin mentirle ni evadir sus preguntas. ¿De acuerdo?

—Como desees, Zoë —dijo Hickory.

—Dickory también —dije yo.

—Los dos responderemos con sinceridad —dijo Hickory.

—Gracias —dijo papá, y entonces se volvió hacia mí—. Ya puedes irte a la cama, cariño.

Esto me molestó. Yo era un ser humano, no un suero de la verdad.

—Quiero saber qué está pasando.

—No es nada, no te preocupes —dijo papá.

—¿Me ordenas que haga que estos dos te digan la verdad y quieres que crea que es algo de lo que no tengo que preocuparme? —pregunté. Las toxinas del sueño se estaban tomando su tiempo para abandonar mi sistema, porque incluso mientras lo decía me daba cuenta de que mostraba algo más de oposición a mis padres de la aconsejable en aquel momento.

Como para confirmarlo, Jane se enderezó un poco.

—Zoë —dijo.

Di marcha atrás.

—Además, si me marcho no hay ninguna garantía de que no os mientan —dije, tratando de parecer un poco más razonable—. Están emocionalmente equipados para mentiros, porque no les importa decepcionaros. Pero no quieren decepcionarme a mí.

No sabía si esto era cierto o no. Era sólo una deducción.

Papá se volvió hacia Hickory.

—¿Es cierto eso?

—Le mentiríamos a usted si lo consideráramos necesario —dijo Hickory—. No le mentiríamos a Zoë.

Habría sido realmente interesante dilucidar si Hickory lo decía porque era cierto o sólo para apoyarme, lo que modificaba el valor de la declaración. Si hubiera estado más despierta, creo que lo habría pensado más en ese momento. Pero tal como estaban las cosas, sólo asentí y dije:

—Ahí lo tienes.

—Sóplale esto a alguien y pasarás el próximo año en la cuadra —dijo papá.

—Mis labios están sellados —dije, y casi hice el gesto de echarme el candado en la boca, pero lo pensé mejor en el último segundo.

Y menos mal, porque de repente Jane se me acercó y se alzó sobre mí con su expresión «Hablo totalmente en serio».

—No —dijo—. Tienes que comprender que lo que oigas aquí no puedes compartirlo bajo ningún concepto con nadie. Ni con Gretchen. Ni con ninguno de tus otros amigos. Con nadie. No es un juego, ni un secreto divertido. Es un asunto mortalmente serio, Zoë. Si no estás preparada para aceptarlo, tienes que salir inmediatamente de esta habitación. Correré el riesgo de que Hickory y Dickory nos mientan, pero tú no. ¿Comprendes que cuando te decimos que no puedes compartir esto con nadie, no puedes compartirlo con nadie? ¿Sí o no?

En ese momento se me ocurrieron varios pensamientos.

El primero fue que en momentos como ése era cuando tenía un levísimo atisbo de lo aterradora que debió de ser Jane como soldado.

Era la mejor madre que una chica podía tener, que nadie se confunda, pero cuando se ponía así, era la persona más dura y más fría y más directa que podía existir. Era, por usar una palabra, intimidatoria. Y sólo con palabras. Traté de imaginarla cruzando un campo de batalla con la misma expresión en la cara que tenía ahora, y un rifle estándar de las Fuerzas de Defensa Coloniales. Creo que llegué a sentir que al menos tres de mis órganos internos se contraían al pensarlo.

En segundo lugar me pregunté qué pensaría de mi habilidad para guardar un secreto si hubiera sabido lo que acababa de hacer esa noche.

En tercer lugar pensé que ya lo sabía y que ésa era la razón por la que estábamos allí reunidos.

Sentí que varios órganos internos más se contraían ante ese pensamiento.

Jane seguía mirándome, fría como la piedra, esperando mi respuesta.

—Sí —dije—. Lo comprendo, Jane. Ni una palabra.

—Gracias, Zoë —contestó Jane.

Entonces se inclinó y me besó en la coronilla. Y así de fácil, volvió a ser mamá. Cosa que a su modo la volvió aún más aterradora, la verdad.

Zanjado ese asunto, papá empezó a preguntarle a Hickory por el Cónclave y lo que Dickory y él sabían sobre ese grupo. Desde que hicimos el salto a Roanoke, estábamos esperando a que el Cónclave nos encontrara, y cuando lo hicieran, nos destruyeran, como habían destruido aquella colonia whaid en el vídeo que nos había dado la Unión Colonial. Papá quería saber si lo que Hickory sabía sobre el Cónclave era distinto a lo que nosotros sabíamos.

Hickory dijo que sí, básicamente. Sabían bastante sobre el Cónclave, según lo que los archivos de los obin tenían sobre ellos; y esos archivos, al contrario de lo que nos había dicho la Unión Colonial, mostraban que el Cónclave prefería evacuar las colonias a las que se enfrentaba en vez de destruirlas.

Papá le preguntó a Hickory por qué, si tenían información diferente, no la habían compartido antes. Hickory dijo que porque su gobierno les había ordenado que no lo hicieran; ni Hickory ni Dickory habrían mentido respecto a la información si papá se lo hubiera preguntado, pero nunca lo había hecho antes. Creo que a papá esto le pareció un poco retorcido por parte de Hickory y Dickory, pero lo dejó correr.

Papá le preguntó a Hickory si había visto el vídeo que nos había dado la Unión Colonial, donde el Cónclave destruía la colonia whaid. Hickory dijo que ellos tenían su propia versión. Papá preguntó si su versión era diferente; Hickory dijo que sí: era más larga y mostraba al general Gau, que había ordenado la destrucción de la colonia whadi, tratando de convencer al líder de la colonia de que dejara que el Cónclave evacuara a los colonos, pero los whaid se negaban a marcharse y su colonia era finalmente destruida. Hickory dijo que en otras ocasiones, en otros mundos coloniales, los colonos
pidieron
ser evacuados y el Cónclave los sacó del planeta, y los envió de vuelta a sus mundos de origen o permitió que se unieran al Cónclave como ciudadanos.

Jane pidió números. Hickory dijo que sabían de diecisiete colonias que habían sido eliminadas por el Cónclave. En diez de ellas el Cónclave había devuelto a los colonos a sus antiguos hogares. En cuatro los colonos se unieron al Cónclave. Sólo hubo tres casos en los que se destruyeron las colonias, después de que los colonos se negaran a marcharse. El Cónclave decía en serio que no permitía que nadie más fundara nuevas colonias... pero contrariamente a lo que nos había contado la Unión Colonial, no insistía en matar a todo el mundo de esas nuevas colonias para reforzar su postura.

Era un material fascinante... y preocupante. Porque si lo que Hickory estaba diciendo era verdad (y lo era, porque Hickory no me mentiría, ni a mis padres contra mi voluntad), eso significaba que o bien la Unión Colonial estaba muy equivocada respecto al Cónclave y su líder, el general Gau, o bien la UC nos había mentido cuando nos contó lo que nos sucedería si el Cónclave nos encontraba. Supongo que lo primero era posible; la Unión Colonial mantenía relaciones hostiles con casi todas las razas alienígenas que conocíamos, lo que debía de hacer que recopilar información fuera más difícil que si tuviéramos más amigos. Pero lo más probable era que la verdad fuera lo segundo: nuestro gobierno nos había mentido.

Pero ¿por qué motivo iba a mentirnos la Unión Colonial? ¿Qué conseguía mintiéndonos, lanzándonos a quién sabe dónde en el universo, y haciéndonos vivir en el temor de ser descubiertos... y poniéndonos a todos en peligro?

¿A qué jugaba nuestro gobierno?

¿Y qué nos haría realmente el Cónclave si nos encontraba?

Era tan interesante que casi me perdí la parte donde Hickory explicó el motivo por el que Dickory y él habían conseguido archivos con las otras eliminaciones de colonias del Cónclave: para convencer a papá y a mamá, si el Cónclave llamaba a la puerta, de que nuestra colonia se rindiera en vez de dejar que la destruyeran. ¿Y por qué querían convencer a papá y mamá de eso?

—¿Por Zoë? —le preguntó papá a Hickory.

—Sí.

—Guau —dije yo. Qué noticia.

—Calla, cariño —dijo papá, y devolvió su atención a Hickory—. ¿Qué sucedería si Jane y yo decidiéramos no rendir la colonia?

—Preferiríamos no decirlo —contestó Hickory.

—Nada de evasivas —dijo papá—. Contesta a la pregunta.

Pillé a Hickory dirigiéndome una rápida mirada antes de responder.

—Lo mataríamos a usted y a la teniente Sagan —dijo—. A ustedes y a todos los líderes coloniales que autorizaran la destrucción de la colonia.

Papá dijo algo al respecto y Hickory le contestó, pero me perdí casi todo porque mi cerebro estaba intentando procesar lo que acababa de oír, y fracasaba absoluta y totalmente. Yo sabía que era importante para los obin. Siempre lo había sabido de una manera abstracta, y Hickory y Dickory lo habían recalcado hacía meses, cuando me atacaron y me demostraron lo que se siente cuando te atacan, y me enseñaron por qué tenía que aprender a defenderme. Pero jamás se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que fuera tan importante para los obin que, llegado el caso, estuvieran dispuestos a matar a mis padres para salvarme.

Ni siquiera sabía cómo
pensar
sobre algo así. No sabía cómo
sentirme.
La idea seguía intentando engancharse a mi cerebro, pero no lo lograba. Era como tener una experiencia extracorpórea. Yo flotaba sobre la conversación y escuchaba a Jane intervenir en la discusión, preguntándole a Hickory si incluso después de admitir su plan, Dickory y él seguían pretendiendo matarlos a ella y a John. Matar a mis padres.

—Si deciden no rendir la colonia, sí —contestó Hickory.

Sentí un chasquido mientras volvía a mi cabeza, y me alegra saber que de pronto supe cómo sentirme: absolutamente furiosa.

—Ni os atreváis —dije, masticando las palabras—. Bajo ninguna circunstancia haréis eso.

Me sorprendió ver que estaba de pie; no recordaba haberme levantado. Temblaba tanto de furia que ni siquiera estaba segura de cómo me tenía aún en pie.

Hickory y Dickory retrocedieron ante mi ira, y temblaron.

—Esto debemos negártelo —dijo Hickory—. Eres demasiado importante. Para nosotros. Para todos los obin.

Para todos los obin.

Si pudiera haber escupido, lo habría hecho.

Otra vez lo mismo. Toda mi vida constreñida por los obin. Constreñida no por quién era, sino por lo que era. En lo que significaba para ellos. No había nada más importante en mi vida que la diversión que pudiera proporcionar mientras miles de millones de obin reproducían las grabaciones de mi existencia como si fuera un espectáculo gracioso. Si cualquier otra chica hubiera sido la hija de Charles Boutin, simplemente habrían visto su vida en lugar de la mía. Si los padres adoptivos de cualquier otra chica se hubieran interpuesto en los planes que los obin tenían para ella, los habrían matado también. Quién fuera yo no significaba nada. Lo único que importaba era que daba la casualidad que era la hija de un hombre. Un hombre que los obin pensaban que podía darles algo. Un hombre con la vida de cuya hija habían comerciado para conseguirlo. Un hombre que acabó muriendo por el trabajo que había hecho para ellos. Y ahora querían más sacrificios.

Así que le hice saber a Hickory y Dickory cómo me sentía.

—Ya he perdido a un padre por causa de los
obin —
dije, e hice todo el énfasis que pude en esa palabra.

Quise expresar así toda mi furia y mi disgusto y mi horror y mi ira ante la idea de que decidieran de forma tan arbitraria quitarme a las dos únicas personas que me habían mostrado amor, afecto y respeto, para eliminarlas como si no fueran más que un inconveniente.

Odié a Hickory y Dickory en ese momento. Los odié como sólo se odia cuando alguien a quien amas coge ese amor y lo traiciona, completa y totalmente. Los odié porque me traicionarían porque creían que me amaban.

Los odié.

—Calmémonos todos —dijo John—. Nadie va a matar a nadie. ¿De acuerdo? Esto es un absurdo. Zoë, Hickory y Dickory no nos van a matar porque no vamos a dejar que destruyan la colonia. Así de sencillo. Y de ninguna manera voy a dejar que te suceda nada, Zoë. Hickory y Dickory y yo estamos todos de acuerdo en que eres demasiado importante para eso.

Abrí la boca para decir algo y en cambio empecé a llorar. Sentí como si las piernas se me hubieran quedado dormidas; de repente Jane estuvo allí, sujetándome y llevándome de vuelta al sofá. Sollocé sobre ella como había hecho tantos años atrás ante aquella tienda de juguetes, tratando de entender todo lo que estaba pensando.

Oí cómo papá pedía a Hickory y Dickory que jurasen que me protegerían, siempre, bajo cualquier circunstancia. Ellos lo juraron. Sentí que no quería nunca más su ayuda ni su protección. Sabía que se me pasaría. Incluso entonces lo supe porque me sentía así por las circunstancias del momento. Pero no cambiaba el hecho de que todavía lo sintiera. Iba a tener que vivir con eso de ahí en adelante.

Papá siguió hablando con Hickory sobre el Cónclave y pidió ver los archivos de los obin sobre las otras eliminaciones de colonias. Hickory dijo que tendrían que ir al centro de comunicaciones para hacerlo. Aunque ya era tan tarde que era casi de madrugada, papá quiso hacerlo en ese mismo momento. Me dio un beso y salió por la puerta con los obin. Jane se retrasó un segundo.

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