Salió de su ala—X y después usó la Fuerza para sacar a Erredós de su hueco navegacional, y lo fue bajando delicadamente hasta depositarlo sobre la parrilla de descenso. El androide astromecánico había sido utilizado tantas veces como objeto de pruebas experimentales por los estudiantes Jedi que ya se había acostumbrado a ser trasladado de un lado a otro por manos invisibles.
Kyp Durron fue corriendo hacia Luke. Sus ojos oscuros estaban ensombrecidos por la falta de sueño.
—Bienvenido, Maestro Skywalker —dijo—. Sabíamos que no tardaría en venir.
Luke asintió.
—He de ayudar a reparar los daños que ha sufrido Yavin 4—replicó—. Ocurra lo que ocurra a nuestro alrededor, la búsqueda de nuevos Caballeros Jedi debe continuar.
Kyp asintió solemnemente.
—Sepultamos a Dorsk 81 en la jungla —dijo, y su tono se volvió repentinamente vacilante—. Al principio pensé que debíamos llevar su cuerpo a Khomm para que fuese enterrado allí, pero...
Luke le interrumpió, meneando la cabeza.
—Ya tienen suficiente con sus muertos.
Kyp estaba de acuerdo con él.
—Sí..., y llegué a conocerle lo suficientemente bien para saber qué pensaba y sentía —murmuró—. Dorsk 81 era un Caballero Jedi. Hubiese preferido descansar aquí, en el lugar de los Jedi, antes que ser enviado de regreso a ese mundo natal suyo del que estuvo intentando escapar durante tanto tiempo. Nunca consiguió adaptarse a Khomm.
Luke alzó la mirada hacia Yavin, el melancólico ojo anaranjado que llenaba una gran parte del cielo cubierto por las neblinas. Sus sistemas de tormentas parecían tan apacibles, tan inofensivamente suaves y blandos... Y sin embargo Luke sabía que la gravedad de aquel planeta gigantesco había engullido a Calista y a Daala, y a toda la mole del
Caballero del Martillo
. Un estremecimiento recorrió su columna vertebral, y durante un momento albergó la esperanza de que iba a oír la voz de Calista y tendría una visión de su rostro ondulando sobre la superficie del planeta, recibiendo un mensaje que Calista le enviaba desde el más allá.
Pero sólo eran imaginaciones suyas, y las palabras pronunciadas por la voz de Calista que esperaba oír no llegaron hasta Luke.
Tionne fue hacia él, con sus ojos color madreperla resplandeciendo. Su cabellera plateada onduló alrededor de ella cuando sacudió la cabeza.
—La nave de aprovisionamiento llegó cuando usted estaba fuera, Maestro Skywalker —dijo—. Todo vuelve a ir bien, y todos estamos trabajando en estrecha colaboración..., pero haríamos más progresos bajo su dirección.
Luke se obligó a sonreír y contempló en silencio a la estudiosa y recopiladora de las tradiciones Jedi.
—Has hecho un trabajo magnífico, Tionne.
—Oh, casi se me olvidaba... —dijo Tionne, negándose a prestar atención al elogio—. La lanzadera de aprovisionamiento trajo un mensaje para usted, Maestro Skywalker. Lo hemos dejado en sus habitaciones. Luke frunció el ceño.
—¿Quién lo envía? —preguntó, esperando más problemas. Tionne meneó la cabeza.
—No lo hemos reproducido. Es un mensaje particular.
—Muy bien —dijo Luke—. Venga, Erredós... Vayamos dentro.
Luke alzó la mano para saludar a los Caballeros Jedi que proseguían su adiestramiento, y que estaban utilizando los ejercicios de prueba para completar las reparaciones en el edificio de piedra del Gran Templo.
Luke avanzó por los fríos pasillos llenos de sombras de la pirámide massassi hasta llegar a sus habitaciones mientras Erredós rodaba detrás de él, emitiendo ocasionales silbidos y trinos electrónicos para demostrar lo mucho que le complacía volver a estar en casa.
Luke encontró un cilindro de mensajes sellado encima de su catre. Lo hizo rodar en la palma de su mano e intentó adivinar quién podía habérselo enviado, pero no se le ocurrió ningún nombre. Un fruncimiento de suspicacia arrugó su ceño. No estaba muy seguro de querer saberlo. Quizá fuera alguien que expresaba unas condolencias no deseadas, y eso sólo serviría para que su dolor se volviera todavía más profundo y terrible.
Se quitó su holgado y cómodo mono de vuelo y se envolvió en una de sus túnicas Jedi, sintiendo la familiaridad y el poder asociativo de la Fuerza. Finalmente, una vez recobrada su apariencia habitual de Maestro Jedi, abrió el cilindro de mensajes, extrajo el haz de datos y unió los componentes para que reprodujeran la grabación. Una imagen se formó delante de él, y Luke dejó escapar un jadeo ahogado.
—¡Calista!
El rostro de la joven, que no podía verle, mantuvo la mirada clavada en la lejanía. Luke no tenía forma alguna de saber cuándo había sido grabado aquel mensaje. Calista parecía débil y cansada, pero también se la veía llena de una nueva fuerza interior.
—Hola, Luke. Supongo que lo primero que necesitas saber es que no estoy muerta. Si te he hecho sufrir, lo lamento de veras... No tenía ninguna forma de volver. Conseguí escapar del Súper Destructor Estelar por los pelos en uno de los últimos módulos de emergencia antes de que la nave chocara con Yavin.
Calista hizo una pausa, como si estuviera pensando en lo que iba a decir a continuación, y después siguió hablando.
—Después de que lograra huir, estuve flotando a la deriva por el espacio. Los módulos de emergencia para los altos mandos del compartimento privado de Daala disponían de sistemas de propulsión extra. Pero en cuanto estuve fuera de peligro, cuando hube logrado escapar... Entonces comprendí que no podía volver a tu lado..., todavía no. Lo siento, Luke.
»Los poderes Jedi están un poco más cerca de mí que antes, pero todavía no se hallan a mi alcance. La muralla del lado oscuro me impide llegar hasta ellos. Si estoy demasiado cerca de ti y trabajamos juntos, temo que volveré a sufrir la tentación. Cuando estoy contigo, Luke... Ah, entonces el deseo de recuperar mis poderes se vuelve tan terriblemente intenso que estoy dispuesta a hacer cualquier cosa..., o casi cualquier cosa. No puedo correr ese riesgo.
—No, Calista —le susurró Luke a su imagen—. Por favor...
—He de seguir mi propia odisea —dijo Calista—. Confío en que algún día volveré a encontrar mis poderes, y así podré volver a tu lado siguiendo mi camino y a mi manera. Necesito tiempo, Luke. Sólo necesito un poco de tiempo. Te prometo que volveré..., si llega el momento en el que pueda demostrarme a mí misma que soy digna del gran Maestro Jedi al que amo.
Calista tragó saliva. Su imagen se alejó un poco, como si tuviera intención de desconectar el sistema de grabación, pero después se volvió nuevamente hacia Luke. Sus ojos grises estaban muy abiertos y brillaban con una firme decisión.
—Con el tiempo acabaremos estando juntos, Luke. —Calista respiró hondo—. Y hay muchísimo tiempo en el universo...
La imagen se esfumó con un último parpadeo y Luke alargó la mano hacia ella. Sus dedos rozaron el aire como para capturar aunque sólo fuese un segundo más con su amada..., pero la imagen de Calista ya no estaba allí.
Un frenético
Torbellino
de emociones giró locamente dentro del corazón de Luke, y una incontenible oleada de júbilo se extendió por todo su ser al saber que Calista no estaba muerta después de todo. Calista seguía estando viva. ¡Estaba viva! Pero Luke la había perdido, al menos por el momento...
Salió del Gran Templo y caminó lentamente bajo los últimos rayos de sol del atardecer de Yavin 4. Los Caballeros Jedi iban y venían a su alrededor, muy ocupados en sus actividades. Luke alzó la mirada hacia el colosal planeta anaranjado y envió sus pensamientos a través del espacio, transmitiendo a Calista su amor y su esperanza de que llegara el día en el que su búsqueda se vería coronada por el éxito.
—Hay muchísimo tiempo en el universo —murmuró—, y con el tiempo tú y yo acabaremos estando juntos, Calista.
Los nuevos Caballeros Jedi siguieron trabajando, unidos unos a otros por los lazos invisibles de la Fuerza, y Luke Skywalker fue a reunirse con ellos.
FIN
KEVIN J. ANDERSON, (n. el 27 de marzo de 1962) es un escritor estadounidense de ciencia-ficción. Publicó su primer relato de Ciencia Ficción en 1982. Ha escrito varias novelas de las continuaciones de Star Wars: Trilogía de la academia Jedi. Su primera novela fue publicada en 1988, Resurrection, Inc.
Actualmente trabaja con el hijo de Frank Herbert, Brian Herbert, en la continuación de la saga Dune
Ha publicado veinticinco bestsellers y ha sido galardonado con los premios Nebula, Bram Stocker y el SFX Reader's Choice. Ostenta el récord Guinness por ser el autor más prolífico a la hora de firmar libros.