La espada oscura (59 page)

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Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La espada oscura
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Después fue corriendo hasta el primer bombardero TIE de la hilera, abrió su lanzador y empezó a preparar toda la fila de proyectiles detonadores. Su respiración se había convertido en un jadeo entrecortado, y sus pensamientos parecían retumbar dentro de su cabeza. «¡Tantos explosivos y tan poco tiempo!», pensó mientras curvaba los labios en una sonrisita burlona.

Muchos años antes Calista había intentado emplear un truco parecido para detener al Ojo de Palpatine, la máquina de muerte automatizada del Emperador, e impedir que destruyera más colonias Jedi. Su espíritu había quedado atrapado dentro de un ordenador, donde había permanecido suspendido en el limbo durante décadas. El sacrificio de Calista había retrasado al Ojo de Palpatine, y lo había desviado de su misión original hasta que Luke Skywalker terminó el trabajo y la rescató al mismo tiempo.

Luke... Calista expulsó el pensamiento de su mente con un terrible esfuerzo de voluntad y se concentró en su misión.

De momento estaba sola… y lo prefería así, porque de esa manera no tendría que preocuparse por nadie que no fuese ella misma. No tendría que discutir con Luke sobre cuál era la mejor manera de evitar el fracaso de una misión. Los riesgos y los costes serían única y exclusivamente suyos.

Calista deseó desesperadamente haber vuelto a encontrar sus poderes de la Fuerza y que ella y Luke hubieran podido crear una vida juntos como dos poderosos Caballeros Jedi. Le amaba muchísimo..., pero en aquellos momentos lo que estaba haciendo era mucho más importante. Si no era detenido, el
Caballero del Martillo
de Daala aniquilaría a todos los nuevos Caballeros Jedi..., y Calista lo detendría.

Tenía una segunda oportunidad. Calista había intentado salvar a los hijos de los Jedi muchos años antes, y de repente se había encontrado con que el número de los nuevos Jedi era espantosamente reducido y había tenido que hacer una elección terrible. Era una elección estrictamente personal, por supuesto, pero dado que Calista ya no conservaba ninguno de sus poderes... Bueno, su pérdida no supondría una herida tan terrible para la Nueva República.

¿O sí?

Calista podía asestar un gran golpe al Imperio. Ninguna otra cosa tenía importancia.

Fue corriendo de un bombardero TIE a otro y dirigió cada cargamento de proyectiles hacia su objetivo, desviando unos cuantos para que chocaran con los depósitos de combustible de otros bombarderos de tal manera que la explosión se perpetuaría, formando una reacción en cadena que iría volviéndose más y más incontenible.

El
Caballero del Martillo
caería.

En cuanto hubo acabado de activar todas las cargas explosivas, Calista cerró la puerta de acceso detrás de ella y echó a correr por el pasillo bajo la áspera claridad blanca que brotaba de los paneles luminosos. Siguió corriendo hasta que encontró un tubo de transporte que la llevó en un veloz viaje a lo largo del casco interno, alejándola del lugar en el que se producirían las mortíferas explosiones.

El
Caballero del Martillo
y los Destructores Estelares de la clase Victoria estaban lanzando su ataque final contra el navío insignia de Ackbar. Las defensas del crucero calamariano habían empezado a fallar, y su destrucción era inminente.

Calista esperaba no haberse equivocado en sus cálculos y no haber retrasado excesivamente el momento de activación de los cronómetros automáticos.

El
Caballero del Martillo
empezó a alejarse de la luna selvática e inició un rápido avance por el espacio, lanzándose en persecución de la nave de Ackbar mientras ésta intentaba retirarse hacia Yavin, el gigante gaseoso..., pero el inmenso planeta no ofrecía ningún refugio.

Calista sabía que no tenía ninguna esperanza de escapar, y lo aceptaba. Si su plan daba resultado, el
Caballero del Martillo
quedaría destruido..., y si su intentona fracasaba, entonces se quedaría allí y lucharía hasta la muerte, intentándolo una y otra vez y haciendo cuanto estuviera en sus manos para detener a las brutales tropas imperiales.

En cualquiera de los dos casos, Calista se juró a sí misma que llegaría hasta el puente del Súper Destructor Estelar. Quería encararse con la almirante Daala para poder mirar a la destructiva renegada a sus ojos esmeraldas y asestarle el golpe final con sus manos.

Calista apretó la empuñadura de su espada de luz mientras el tubo de transporte iba desplazándola kilómetro tras kilómetro a lo largo del navío de combate negro. Acababa de iniciar la subida hacia el puente cuando todas las cargas explosivas detonaron...

Un proyectil detonador salió disparado contra el muro blindado que protegía el gigantesco compartimento motriz del
Caballero del Martillo
. La primera oleada de explosiones abrió una gran brecha en el muro de protección, y un instante después más cronómetros llegaron al cero y más proyectiles volaron por los aires, atravesando los cráteres de las explosiones o desviándose hacia los lados para hacer estallar los depósitos de combustible de otros bombarderos TIE..., lo que a su vez fue provocando un frente de explosiones de creciente potencia que dobló y redobló su poder destructivo.

Con sus ocho kilómetros de longitud y sus gruesos blindajes, el
Caballero del Martillo
era un navío demasiado inmenso para poder ser destruido ni siquiera por una explosión tan espectacular. Pero Calista sólo quería acabar con el núcleo motriz, incapacitando al Súper Destructor Estelar de tal manera que quedara suspendido en el espacio sin ningún medio de propulsión.

Las luces se apagaron alrededor de Calista. El tubo de transporte dejó de funcionar con una violenta sacudida, y las alarmas empezaron a aullar con un volumen lo bastante estridente para hacer vibrar los huesos. Calista rió en un éxtasis de adrenalina, y después abrió la escotilla de evacuación. Respirando con jadeos entrecortados, salió al túnel de acceso sumido en la oscuridad.

Activó su espada de luz y la claridad color topacio de su hoja le permitió encontrar una salida de emergencia que la llevó a los caóticos corredores del navío gigante. Calista se encorvó en una postura defensiva, sacudió la cabeza haciendo que un diluvio de gotitas de sudor saliera despedido de sus cortos cabellos rubios y fue hacia las cubiertas del puente, moviéndose lo más deprisa posible.

Tenía una cita con Daala.

Y el
Caballero del Martillo
empezó a flotar a la deriva por el espacio.

Capítulo 58

La almirante Daala, que estaba contemplando cómo la última fase de la batalla avanzaba hacia su inevitable conclusión, dio un paso hacia atrás y curvó sus delgados y pálidos labios en una sonrisa.

Al verse tan terriblemente superada en potencia de fuego, la pequeña flota rebelde estaba intentando escapar..., pero el
Caballero del Martillo
y los Destructores Estelares de la clase Victoria se habían lanzado detrás de ella mientras huía hacia la gigantesca bola anaranjada de Yavin, y continuaban castigando los escudos del crucero calamariano. Según las lecturas de Daala, las defensas de la flota rebelde estaban prácticamente exhaustas: unos instantes más y el crucero de combate quedaría aplastado entre las temibles fauces de acero imperial.

Un joven teniente de cabellos oscuros fue corriendo hacia Daala. Su rostro había sido lavado de una manera tan concienzuda que estaba cubierto por un débil rubor rosado, el cual todavía más visible debido a su excitación. Las palabras surgieron de los labios del teniente en un chorro balbuceante.

—¡Buenas noticias de la estación de sensores, almirante!

Daala, que estaba disfrutando de aquella deliciosa satisfacción continuada, se permitió una sonrisa.

—Siempre estoy dispuesta a recibir una buena noticia. ¿De qué se trata, teniente?

El teniente estaba radiante.

—Hemos localizado a la flota del vicealmirante Pellaeon.

Daala giró sobre sus talones y concentró toda su atención en el joven oficial.

—¿Dónde están?

—Se encuentran en la periferia del sistema de Yavin, almirante, y vienen hacia aquí tan deprisa como pueden. Hemos establecido comunicación con ellos.

—¿Qué les ocurrió? —preguntó Daala—. ¿Sufrieron problemas de propulsión? ¿Todas las naves a la vez?

El teniente meneó la cabeza.

—No, almirante... Es algo muy extraño. —Desvió la mirada, como si se avergonzara de lo que iba a decir a continuación—. Los Caballeros Jedi hicieron que saliesen físicamente despedidos del sistema mediante su hechicería. El vicealmirante no puede incrementar la velocidad, y quizá pasen días antes de que puedan llegar a la zona de combate.

Daala juntó sus manos enguantadas de negro delante de ella y asintió.

—Muy bien —dijo—. Para entonces ya habremos terminado esta operación..., pero me alegra saber que todas esas naves no fueron destruidas.

Daala se obligó a no demostrar el inmenso alivio que sentía al comprender que otro fracaso desastroso había sido evitado en el último momento. ¡Qué inmensamente agradable resultaba la sensación de saberse victoriosa por fin!

Se inclinó sobre el ventanal del puente y se golpeó la palma con el puño.

—Bien, redoblemos nuestros esfuerzos y así podremos estar celebrando la victoria cuando llegue el vicealmirante.

Respiró hondo, sintiéndose llena de orgullo y satisfacción. El Gran Moff Tarkin por fin habría estado complacido ante la forma en que Daala había reparado sus errores pasados. Esta vez lo había hecho todo bien, y los rebeldes pagarían el precio de su traición... en sangre.

Y entonces toda la porción trasera del Súper Destructor Estelar estalló en una gigantesca explosión que destruyó todos los sistemas de propulsión del
Caballero del Martillo
.

La onda expansiva necesitó varios segundos para recorrer los kilómetros de blindaje y mamparos herméticos. La torre del puente tembló bajo aquel golpe colosal. El suministro de energía se interrumpió de repente, dejando el puesto de mando bañado en la claridad rojiza de las luces de emergencia. Daala fue arrojada al suelo.

Los Destructores Estelares de la clase Victoria seguían persiguiendo al crucero rebelde. Los haces de llamas turboláser que brotaban de sus baterías mostraron el fantasmagórico despliegue de fuegos artificiales que temblaba sobre la popa del
Caballero del Martillo
. Durante un momento los Destructores Estelares no comprendieron qué había ocurrido..., y Daala tampoco.

—¿Qué ha sido eso? —gritó—. Informe de situación. Quiero que el suministro de energía sea normalizado... ¡y ahora mismo!

Varios miembros de su dotación yacían en el suelo, aturdidos o inconscientes a causa de la explosión, y uno había muerto aplastado debajo de un puesto de control táctico que se había volcado. Las alarmas seguían sonando.

El teniente de rostro sonrosado se levantó de un puesto de control que no era el suyo, y tecleó valientemente un resumen bajo el resplandor sanguinolento de las luces de emergencia. Su rostro se había convertido en una tensa máscara de horror.

—¡Ha habido numerosas explosiones de gran potencia en los compartimentos motrices, almirante! Fuente: hangares de bombarderos TIE posteriores número 14 y número 17. Los muros internos de la zona motriz han sufrido grandes brechas, y todas nuestras cámaras de propulsión están inutilizadas. Estamos ardiendo. El tercio posterior del
Caballero del Martillo
ha quedado sellado por los sistemas de emergencia automáticos. Los sistemas de apoyo vital... han dejado de funcionar.

Hizo una pausa y respiró hondo, pero aún no había terminado con su letanía.

—Los sensores informan de que hay brechas en el casco exterior en las cubiertas 293, 181 y 75. Pérdida masiva de estanqueidad. Grandes cantidades de desechos tóxicos y radiactivos están infiltrándose en las cubiertas de alojamiento. Todos nuestros hangares de bombarderos posteriores han quedado destrozados.

Cada frase era como un bofetón para Daala.

—¿Cómo ha podido ocurrir? —quiso saber.

El teniente estaba mirándola fijamente, boquiabierto y con los ojos vidriosos.

—La causa es desconocida, almirante. Parece imposible.

Pero Daala sabía muy bien cuál era la única respuesta admisible: se trataba de un sabotaje directo. Una destrucción tan amplia no podía ser accidental.

Varios Destructores Estelares de la clase Victoria interrumpieron su persecución del navío de Ackbar. El sistema de comunicaciones emitió un graznido.


Caballero del Martillo
,
Caballero del Martillo
... ¡Respondan, por favor! —Daala reconoció la voz de uno de los comandantes de los navíos de la clase Victoria, aunque estaba tan aturdida que no consiguió recordar su nombre—. Su nave está ardiendo, almirante Daala. Desde aquí parece..., parece que su situación es desesperada, almirante Daala.

Daala fue con paso tambaleante hacia el puesto de comunicaciones.

—¿Dónde está el coronel Cronus? —preguntó—. Necesitamos que redoble sus esfuerzos. Quizá necesitemos asistencia de rescate.

La voz del comandante se quebró de una manera claramente audible cuando respondió.

—El navío insignia del coronel Cronus fue destruido durante el ataque rebelde, almirante. Creo... No estoy seguro de quién está al mando en estos momentos...

—¡Yo estoy al mando! —replicó secamente Daala.

Pero un instante después retrocedió como si un golpe invisible acabara de dejarla sin aliento. Pellaeon tardaría días en llegar hasta allí. Cronus estaba muerto. El
Caballero del Martillo
había sufrido graves daños. Todo había cambiado en cuestión de minutos. Daala giró sobre sus talones.

—¿Cuánto tiempo tardarán en hacerse las reparaciones? —le gritó a todo el puente—. ¿Cuándo podremos volver a utilizar nuestros motores?

Un ingeniero estaba mirándola fijamente, perplejo y aturdido. Un hilillo de sangre brotaba de un pequeño corte cercano a su sien y bajaba por su mejilla.

—¡No lo entiende, almirante! Nuestros motores han desaparecido. Harían falta meses para instalar un nuevo sistema de propulsión. No tenemos ninguna esperanza de repararlos. Ninguna... Todo está ardiendo.

—¿No tenemos propulsión? —dijo Daala.

—Ni la más mínima, almirante. Flotamos a la deriva sin control, y no hay nada que podamos hacer al respecto... ¡Nada!

aala se volvió primero hacia un lado y luego hacia otro, dominada por la rabia. Apoyó sus puños enguantados en las caderas, pero no consiguió encontrar ninguna forma de dar salida a su furia.

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