Read La colonia perdida Online
Authors: John Scalzi
—No mientras Roanoke siga siendo parte de la Unión Colonial —dijo Hickory.
Jane reaccionó antes de que yo pudiera abrir la boca.
—Explica eso.
—Un Roanoke independiente requeriría una nueva respuesta por nuestra parte —dijo Hickory—. Si Roanoke se declara independiente de la Unión Colonial, los obin se sentirían obligados a ofrecer apoyo y ayuda provisional hasta que la Unión Colonial volviera a recuperar el planeta o bien aceptara su secesión.
—Pero os arriesgaríais a molestar a la Unión Colonial.
—La Unión Colonial tiene otras prioridades en este momento —dijo Hickory—. No consideramos que a la larga las repercusiones de ayudar a un Roanoke independiente sean significativas.
—Así que nos ayudaréis —dije—. Sólo queréis que nos declaremos independientes de la Unión Colonial primero.
—No les aconsejamos ni la secesión ni la permanencia. Simplemente señalamos que si se separan, les ayudaremos a defenderse.
Me volví hacia Jane.
—¿Qué opinas?
—Dudo de que la gente de esta colonia esté dispuesta a que declaremos su independencia —dijo ella.
—¿Y si la alternativa es la muerte?
—Algunos de ellos probablemente preferirían la muerte a la traición. O a estar aislados de modo permanente del resto de la humanidad.
—Vamos a preguntárselo —dije.
* * *
El ataque a la colonia de Wabash no implicó un gran despliegue: unos cuantos misiles para destruir las oficinas administrativas y los monumentos de la colonia, y una pequeña fuerza invasora de unos cuantos cientos de soldados bhav para saquear el lugar. Pero Wabash no era el objetivo. El objetivo eran los tres cruceros de las FDC que saltaron para defender la colonia. La sonda de salto que había alertado del ataque a las FDC detectó un crucero bhav y tres cañoneras más pequeñas, contingentes que podían ser manejados con facilidad por los tres cruceros. Lo que la sonda no pudo detectar es que, poco después de que saltaran del espacio wabash, seis cruceros bhav adicionales hicieron el salto, destruyeron al satélite que había lanzado las sondas y se preparó para una emboscada.
Los cruceros de la FDC entraron con cautela en el espacio wabash: a esas alturas estaba claro que la Unión Colonial estaba siendo atacada en su conjunto, y los comandantes de las FDC no eran estúpidos ni se precipitaban. Pero las probabilidades estuvieron en su contra desde que llegaron al espacio wabash. Los cruceros
Augusta, Savannah
y
Portland
de las FDC abatieron a tres cruceros bhav y a todas las cañoneras antes de ser derrotados y destruidos, esparciendo su metal, su aire y a sus tripulantes por el espacio que rodeaba al planeta. Se habían perdido tres cruceros de las FDC para defender a la Unión Colonial. El ataque también fue una señal de que cada nuevo incidente tendría que ser recibido con una fuerza abrumadora, lo que restringía enormemente el número de colonias que las FDC podrían defender. Las volubles prioridades volvieron a cambiar una vez más ante la nueva realidad de la guerra, y no a favor de la UC ni de Roanoke.
* * *
—Está usted chiflado —dijo Marie Black—. ¿Nos ataca ese Cónclave que pretende matarnos a todos, y su solución al problema es que nos quedemos solos, sin ninguna ayuda de la raza humana? Es una
locura.
Las expresiones de todos los presentes en la mesa del Consejo me dijeron que Jane y yo estábamos solos en aquello, tal como ella sospechaba que sería. Incluso Manfred Trujillo, que conocía la situación mejor que nadie (y que una vez sugirió que la colonia se volviera montuna, recordé) se sorprendió ante la sugerencia de que declaráramos nuestra independencia. Esta era la línea dura original.
—No estaríamos solos —dije—. Los obin nos ayudarán si nos hacemos independientes.
—Eso me hace sentirme más segura —se burló Black—. Los alienígenas planean asesinarnos a todos, pero no se preocupe, tenemos a esas
mascotas
para ayudarnos. Es decir, hasta que decidan que estarán mejor si se pasan al bando de los otros alienígenas.
—Esa valoración de los obin no es muy exacta —dije.
—Pero la preocupación principal de los obin no es nuestra colonia —dijo Lee Chen—. Es su hija. Dios no quiera que le suceda nada a su hija, porque entonces, ¿qué será de nosotros? Los obin no tendrán ningún motivo para ayudarnos. Estaríamos aislados del resto de la Unión Colonial.
—Ya estamos aislados del resto de la Unión Colonial —dije yo—. Están atacando planetas de toda la Unión. Las FDC corren a responder. No somos una prioridad. No lo seremos. Ya hemos cumplido nuestra función.
—Respecto a eso, sólo tenemos su palabra —dijo Chen—. Ahora que tenemos acceso a nuestras PDA, recibimos noticias. En ningún lugar se dice nada de esto.
—Tienen mi palabra también —dijo Trujillo—. No estoy dispuesto a apoyar la independencia esta vez, pero Perry no miente. La Unión Colonial tiene sus prioridades ahora mismo, y nosotros decididamente no somos una de ellas.
—No quiero decir que lo que dicen sea mentira —respondió Chen—. Pero piense en lo que nos está pidiendo. Nos está pidiendo que lo arriesguemos todo,
todo,
en base a su palabra.
—Aunque accediéramos, ¿luego qué? —preguntó Lol Gerber, que había sustituido a Hiram Yoder en el Consejo—. Estaríamos aislados. Si la Unión Colonial sobrevive, tendríamos que enfrentarnos a ellos por nuestra rebelión. Si la Unión Colonial cae, seríamos todo lo que queda de la raza humana, y estaríamos a merced de otra gente para sobrevivir. ¿Cuánto tiempo iban a protegernos si todas las demás razas inteligentes exigieran nuestra cabeza? ¿Cómo iban los obin a arriesgar su propia supervivencia por nosotros? La Unión Colonial es la humanidad. Pertenecemos a ella, para bien o para mal.
—No es toda la humanidad —dije—. Está la Tierra.
—Que la Unión Colonial mantiene en un rincón —respondió Black—. No va a ayudarnos ahora.
Suspiré.
—Ya veo dónde va a parar todo esto —dije—. Solicité el voto del Consejo, y Jane y yo lo acataremos. Pero les suplico que lo piensen. No dejen que sus prejuicios hacia los obin —miré a Marie Black—, ni el patriotismo les cieguen frente al hecho de que ahora estamos en guerra, y de que estamos en primera línea… y de que no tenemos ningún apoyo de casa. Estamos solos. Tenemos que considerar qué hay que hacer para sobrevivir, porque nadie más va a cuidar de nosotros.
—Nunca lo había visto tan pesimista antes, Perry —dijo Marta Piro.
—Creo que las cosas nunca habían estado tan mal —dije—. Muy bien. Votemos.
Yo voté a favor de la secesión. Jane se abstuvo: teníamos costumbre de emitir sólo un voto entre los dos. Todos los demás miembros del Consejo votaron por seguir en la Unión Colonial.
Técnicamente hablando, el mío era el único voto que contaba. Por supuesto, técnicamente hablando, al votar por abandonar la Unión Colonial acababa de votar a favor de la traición. Así que tal vez todos los demás me estaban haciendo un favor.
—Somos una colonia —dije—. Todavía.
Todos sonrieron.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Marie Black.
—Lo estoy pensando —dije—. Créanme, lo estoy pensando.
* * *
Bonita era un planeta que hacía honor a su nombre, un sitio precioso con abundante vida salvaje, una vida con los componentes genéticos adecuados para que los humanos pudieran consumirla. Bonita había sido tomada quince años antes; era todavía una colonia joven, pero lo suficientemente establecida para tener su propia personalidad. La atacaron los dtrutz, una especie con más ambición que cerebro. Fue un encuentro que se saldó a favor de la Unión Colonial: los tres cruceros que orbitaban Bonita eliminaron sin esfuerzo a la fuerza invasora dtrutz, abatiendo a sus mal diseñadas naves durante el ataque inicial, y luego, con un poco más de diversión, combatiendo contra las naves dtrutz cuando éstas trataron de llegar a la distancia de salto antes de que los proyectiles trazadores las alcanzaran. Los dtrutz no tuvieron ningún éxito en su empresa.
Lo que hizo especial el ataque de los dtrutz no fue su total incompetencia, sino el hecho de que los dtrutz no eran una especie perteneciente al Cónclave; como la Unión Colonial, no estaban afiliados. Los dtrutz tenían la misma prohibición de colonizar que la UC. Atacaron de todas formas. Sabían, como lo sabía un número cada vez mayor de razas, que la Unión Colonial estaba enzarzada en una gran batalla con los miembros del Cónclave, y eso abría la posibilidad de quedarse con algunas de las colonias humanas menores mientras las FDC estuvieran ocupadas. La Unión Colonial estaba herida y desangrándose en el agua, y los peces pequeños subían desde las profundidades para dar un bocado.
* * *
—Venimos a por su hija —me dijo Hickory.
—¿Cómo dices? —pregunté. A pesar de todo, no pude resistir la urgencia de ofrecer una sonrisa.
—Nuestro gobierno ha determinado que es inevitable que Roanoke sea atacada y destruida.
—Cojonudo.
—Dickory y yo lamentamos esta eventualidad —dijo Hickory, inclinándose levemente hacia adelante para dar énfasis a sus palabras—. Y nuestra incapacidad para ayudarle a impedirlo.
—Bueno, gracias —dije, esperando no parecer demasiado falto de sinceridad.
Al parecer, no se notó.
—No se nos permite interferir ni ofrecer ayuda, pero hemos decidido que es aceptable apartar a Zoë del peligro —continuó Hickory—. Hemos solicitado una nave de transporte para ella y para nosotros: viene de camino. Queríamos hacerle saber esos planes porque ella es su hija, y porque también hemos conseguido permiso para transportarlo a usted y a Jane si lo desean.
—Así que los tres podremos escapar de este lío —dije. Hickory asintió—. ¿Y todos los demás?
—No tenemos permiso para acomodar a los demás.
—¿Pero no tener permiso significa que no podéis hacerlo? —pregunté—. Si Zoë quiere salvar a su mejor amiga Gretchen, ¿vais a decirle que no? ¿Y creéis que Zoë va a marcharse si Jane y yo nos quedamos?
—¿Piensan quedarse?
—Pues claro que sí.
—Morirán.
—Es posible, aunque estoy trabajando para evitarlo. De todas formas, Roanoke es nuestro hogar. No vamos a marcharnos, y sospecho que te va a costar trabajo convencer a Zoë para que se vaya sin nosotros, o sin sus amigos.
—Ella se marcharía si usted se lo dijera.
Sonreí, extendí la mano para teclear en la PDA que estaba sobre la mesa, y le envié un mensaje a Zoë para que se reuniera inmediatamente conmigo en mi despacho. Llegó unos minutos más tarde.
—Hickory y Dickory quieren que dejes Roanoke —dije.
—¿Vais a venir mamá y tú? —preguntó Zoë.
—No.
—Entonces a hacer puñetas —dijo, mirando directamente a Hickory mientras hablaba.
Hice un gesto de disculpa a Hickory.
—Te lo dije.
—No le ha dicho que se marche —dijo Hickory.
—Márchate, Zoë.
—Que te zurzan, papá nonagenario —dijo Zoë, sonriendo y al mismo tiempo mortalmente seria. Luego se volvió hacia los obin—. Y que os zurzan a vosotros dos también. Y ya que estamos en ello, que zurzan a lo que quiera que yo sea para los obin. Si queréis protegerme, proteged a la gente que quiero. Proteged a esta colonia.
—No podemos —dijo Hickory—. Nos lo han prohibido.
—Entonces tenéis un problema —dijo Zoë. Su sonrisa desapareció, y sus ojos echaron chispas—. Porque no voy a ir a ninguna parte. Y no hay nada que vosotros dos ni nadie pueda hacer para cambiar eso.
Y salió por la puerta.
—Es exactamente lo que me esperaba —dije.
—No hizo todo lo posible por convencerla —dijo Hickory.
Lo miré entornando los ojos.
—¿Estás sugiriendo que no fui sincero?
—Sí —respondió Hickory. Su expresión era aún más ilegible que de costumbre, pero no puedo imaginar que decir algo así le resultara fácil: la respuesta emocional probablemente causaría que su interfaz se cerrara pronto.
—Tienes razón —dije—. No he sido sincero.
—¿Pero por qué? —preguntó Hickory, y me sorprendió lo quejumbroso de su voz. Ahora estaba temblando—. Ha matado a su propia hija, y a la hija de Charles Boutin.
—No está muerta todavía —dije—. Ni nosotros tampoco. Ni esta colonia.
—Sabe que no podemos permitir que Zoë sufra ningún daño —dijo Dickory, rompiendo su acostumbrado silencio. Recordé que era el superior de los dos obin.
—¿Vais a volver al plan de matarnos a Jane y a mí para proteger a Zoë? —pregunté.
—Es de esperar que no —dijo Dickory.
—Qué respuesta tan deliciosamente ambigua.
—No es ambigua —dijo Hickory—. Ya conoce cuál es nuestra postura. Lo que debe ser.
—Y os pido que recordéis cuál es la mía. Os he dicho que en todo tipo de circunstancias debéis proteger a Zoë. Esa postura no ha cambiado.
—Pero la ha complicado sustancialmente —dijo Hickory—. La ha vuelto imposible.
—No lo creo. Dejadme que os haga una propuesta. Una nave va a llegar pronto. Os prometo que Zoë se marchará con vosotros en ella. Pero tenéis que prometerme que la llevaréis adonde os pida que lo hagáis.
—¿Adonde?
—No voy a decíroslo todavía.
—Eso hará difícil que estemos de acuerdo.
—Ésa es la pega —dije—. Pero os garantizo que la llevaréis a un sitio más seguro que éste. Bien. Aceptadlo y me aseguraré de que vaya con vosotros. No lo aceptéis, y tendréis que encontrar un modo de protegerla aquí, o matarnos a Jane y a mí intentando llevárosla. Ésas son vuestras opciones.
Hickory y Dickory se inclinaron hacia adelante y conversaron durante varios minutos, más tiempo del que los había visto conversar antes.
—Aceptamos su condición —dijo Hickory.
—Bien. Ahora todo lo que tengo que conseguir es que Zoë esté de acuerdo. Por no mencionar a Jane.
—¿Nos dirá ahora adónde vamos a llevar Zoë? —preguntó Hickory.
—A entregar un mensaje —respondí.
* * *
La
Kristina Marie
acababa de atracar en la Estación Jartún cuando su compartimento de motores se hizo pedazos, desintegrando la popa de la nave comercial e impulsando las tres cuartas partes de la proa de la nave directamente contra la estación, cuyo casco se combó y se quebró. El aire y el personal salieron despedidos por las líneas de fractura. En la zona del impacto, los mamparos estancos saltaron al espacio y fueron arrancados de sus anclajes por la masa inerte de la
Kristina Marie,
que también perdía su atmósfera y a su tripulación por la colisión. Cuando la nave se detuvo, la explosión y la colisión habían devastado la Estación Jartún, y matado a quinientas sesenta y seis personas de la estación y a todos los miembros de la tripulación de la
Kristina Marie
menos a seis, dos de los cuales murieron poco después a causa de las heridas.