Read La búsqueda del dragón Online
Authors: Anne McCaffrey
La muchacha agitó la cabeza, al tiempo que sus ojos rehuían los de F'nor.
—Ya te dije, Brekke que podías exigir la presencia de otros bronce. Alguien de otro Weyr. N'ton de Benden, o B'dor de Ista... Eso terminaría con las suspicacias de Kylara.
Brekke agitó la cabeza violentamente, pero continuó sin mirar a F'nor.
—¡Deja de recomendarme a tus amigos! —exclamó bruscamente—. Soy necesaria aquí.
—¿Necesaria? ¡Estás siendo explotada descaradamente, y no sólo por los Meridionales!
Brekke le miró finalmente, tan sorprendida como él mismo por su impulsivo estallido. Por un instante F'nor creyó comprender el motivo, pero los ojos de Brekke volvieron a desviarse, y el caballero pardo se preguntó qué podía ser lo que la muchacha deseaba ocultar.
—La necesidad es más aparente que la explotación. No me importa el trabajo duro —murmuró Brekke, e introdujo un trozo de carne en la boca del pardo, abierta de par en par—. No me robes la pequeña satisfacción de pensar que soy útil.
—¿Satisfacción?
—Sssh. Estás excitando a los lagartos.
—Ellos sobrevivirán. Ellos luchan. Lo malo contigo, Brekke, es que tú no lo haces. Mereces muchísimo más de lo que tienes. No sabes lo amable, generosa, útil... ¡Oh, cáscaras! —y F'nor se interrumpió, confundido.
—Útil, trabajadora, sana, capaz, servicial, la lista es categórica, F'nor, me sé de memoria toda la letanía —dijo Brekke, con una leve nota de sarcasmo en su voz—. Tranquilízate, amigo mío, sé lo que soy.
Había tanta amargura en aquellas palabras, subrayadas por una sombra en los ojos verdes habitualmente límpidos de Brekke, que F'nor no pudo soportarlo. Para borrar el efecto de su falta de tacto, F'nor se inclinó a través de la mesa para besar a la muchacha en los labios.
El beso pretendía ser una simple demostración de afecto, y F'nor no estaba preparado para la reacción que se operó en él mismo, en Brekke, ni para el lejano trompeteo de Canth.
Sin apartar sus ojos de los de Brekke, F'nor se puso en pie lentamente y pasó al otro lado de la mesa. Se sentó en el banco al lado de ella, apretándola contra su cuerpo con su brazo sano. La cabeza de Brekke se apoyó en su hombro, y F'nor se inclinó hacia la increíble dulzura de sus labios. La muchacha rodeó el cuello de F'nor con sus brazos, atrayéndole hacia ella con una rendición total a su virilidad que el caballero pardo no había encontrado nunca. Otras se habían mostrado ávidas, o satisfechas, pero nunca había gozado de una sumisión tan absoluta y al mismo tiempo tan inocente...
Bruscamente, F'nor irguió la cabeza y miró a Brekke directamente a los ojos.
—Nunca te has acostado con T'bor. —Era una afirmación, no una pregunta—. Nunca te has acostado con ningún hombre.
Brekke ocultó su rostro en el hombro de F'nor, con un súbito envaramiento de su cuerpo. Pero F'nor la obligó a levantar la cabeza.
—¿Por qué has dejado suponer deliberadamente que T'bor y tú...?
Brekke estaba agitando ligeramente la cabeza de un lado a otro. Sus ojos no ocultaban nada, su rostro era una máscara de pesar.
—¿Para mantener a otros hombres alejados de ti? —preguntó F'nor, sacudiéndola ligeramente— ¿Por qué? ¿Para quién te estás reservando?
Supo la respuesta antes de que ella hablara, la supo cuando Brekke le obligó a callar apoyando un dedo contra sus labios. Pero F'nor no podía comprender el pesar de la muchacha. Había sido un estúpido, pero...
—Te he amado desde el primer día que te vi. Fuiste tan amable con nosotras, arrancadas de Fuertes y Artesanados, deslumbradas por haber sido elegidas en la Búsqueda para Wirenth... Una de nosotras se convertiría realmente en una Dama del Weyr. Y tú... tú eras todo lo que un dragonero debía ser, alto, apuesto y cariñoso. Entonces no sabía...—y Brekke se interrumpió. Para desesperación de F'nor, unas lágrimas asomaron a sus ojos—. ¡Cómo podía saber que sólo los dragones bronce cubren a las reinas!
F'nor atrajo contra su pecho a la llorosa muchacha, besando sus suaves cabellos, acariciando sus manos temblorosas. Sí, ahora podía comprender muchas cosas acerca de Brekke.
—Mi querida niña —susurró, cuando Brekke dejó de llorar—, ¿fue por eso por lo que rechazaste a N'ton?
Brekke asintió, apretando su cabeza contra el hombro de F'nor, sin atreverse a mirarle.
—Entonces, eres tonta de remate y mereces toda la angustia que tú misma te has buscado —dijo F'nor, suavizando con el tono de su voz lo hirientes que pudieran resultar sus palabras. Palmeó el hombro de la muchacha y suspiró exageradamente—. Y criada en un artesanado, por añadidura. ¿Acaso has olvidado lo que te enseñaron acerca de la dragonería? Las Damas del Weyr no están atadas por los mismos principios morales que las plebeyas. Una Dama del Weyr tiene que adaptarse a las necesidades de su reina, incluyendo el acostarse con muchos caballeros si su reina es cubierta por dragones distintos. La mayoría de las muchachas criadas en fuertes y artesanados envidian esa libertad...
—No es preciso que me lo recuerdes —dijo Brekke, y su cuerpo pareció querer rehuir el contacto con F'nor.
—¿No le soy simpático a Wirenth?
—Oh, sí —y Brekke pareció desconcertada—. Quiero decir… oh, no sé lo que quiero decir. Quiero a Wirenth, pero, ¿no puedes comprenderlo? No me he criado en un Weyr. No tengo esa clase de... de... impudencia en mi naturaleza. Estoy... estoy inhibida. ¡Eso es! Ya lo he dicho. Estoy inhibida, y me aterra pensar que puedo inhibir a Wirenth. No puedo cambiar mi personalidad para adaptarme a las costumbres del Weyr. Soy como soy.
F’nor trató de tranquilizarla. Aunque ahora no estaba demasiado seguro de cómo debía proceder, ya que esta sobreexcitada muchacha era un ser completamente distinto de la Brekke serena y formal que él conocía.
—Nadie desea ni espera que cambies del todo. Dejarías de ser nuestra Brekke. Pero los dragones no tienen sentido crítico. Ni sus jinetes. La mayoría de las reinas tienden a preferir un bronce a todos los demás una y otra vez...
—Sigues sin comprender. —La acusación fue una especie de gemido—. Nunca vi a un hombre al que deseara... poseer... —la palabra fue un susurro aspirado—. Nunca, hasta que te vi a ti. No quiero que ningún otro hombre me posea. No podría resistirlo. No quiero influir en Wirenth. La quiero. La quiero, y pronto remontará el vuelo para aparearse, y yo no puedo... Pensé que sería capaz, pero sé que no...
Trató de apartarse de F'nor, pero incluso con un solo brazo el caballero pardo era más fuerte. Atrapada, empezó a apretarse contra él con la fuerza de la desesperación.
F'nor la meció suavemente contra él, sacando su brazo del cabestrillo para poder acariciar sus cabellos.
—No perderás a Wirenth. Las cosas son distintas cuando los dragones se aparean, cariño. Tú eres el dragón también, presa de emociones que tienen un solo desahogo posible. –La apretó con más fuerza contra su pecho mientras ella parecía encogerse a causa del temor que le inspiraban tanto F'nor como el inminente acontecimiento. F'nor pensó en los caballeros del Weyr Meridional, en T'bor, y experimentó un disgusto de otro tipo. Aquellos hombres, condicionados para responder a los exóticos gustos de Kylara, embrutecerían a esta inexperta muchacha.
F'nor echó una ojeada a su alrededor, detuvo su mirada en el lecho y se levantó, con Brekke en sus brazos. Se dirigió hacia la cama pero se detuvo, oyendo voces más allá del claro. Podía presentarse alguien en cualquier momento.
Sin soltar a Brekke, la transportó fuera del Weyr, aca1lando las protestas de la muchacha, que se había dado cuenta de sus intenciones, apretando su cabeza contra su pecho. Había un lugar detrás de su Weyr, más allá del lecho de Canth, en el que la hierba crecía suave y espesa y donde nadie les molestaría.
F'nor quería ser amable pero, insospechadamente, Brekke luchó con él. Se resistió lo indecible, gritando salvajemente de modo que despertaría a la dormida Wirenth. F'nor no fue amable pero fue eficaz y, al final, Brekke le asombró con una rendición tan apasionada como si en ella hubiera estado involucrada la propia Wirenth.
Luego F'nor se incorporó sobre un codo, apartando los cabellos húmedos por el sudor de los cerrados ojos de Brekke, complacido por la suave, serenidad de su expresión, y excesivamente satisfecho de sí mismo. Un hombre nunca sabe realmente cómo responderá una mujer en el amor. Es un misterio que sólo la práctica puede desvelar.
Pero Brekke era tan sincera en el amor, tan dulce y generosa, tan completa, como en todo lo demás; y en su ingenuo apasionamiento, más sensual que la más experta de las mujeres que F'nor había poseído hasta entonces.
Finalmente, Brekke abrió los ojos y miró a su compañero durante largo rato, con una expresión maravillada. Luego, con un gemido, volvió la cabeza, eludiendo el escrutinio de F'nor.
—¿Te arrepientes, Brekke?
—Oh, F'nor, ¿qué haré cuando Wirenth remonte el vuelo?
F'nor empezó a maldecir entonces, desesperadamente, mientras apretaba contra él un cuerpo ahora insensible. Maldijo las diferencias entre Fuerte y Weyr, la herida pulsante en su brazo que señalaba la diferencia que existía incluso entre dragoneros. Despotricó al darse cuenta de la inexorable realidad de que lo que más amaba era insuficiente para su necesidad. Se odió a sí mismo, consciente de que en su esfuerzo por ayudar a Brekke había comprometido su estimación y probablemente la estaba destruyendo.
Instintivamente, sus confusos pensamientos alcanzaron a Canth, y se descubrió a sí mismo tratando de suprimir aquel contacto. Canth no debía saber nunca que su jinete podía reprocharle no ser un bronce.
Soy tan grande como la mayoría de los bronce
, dijo Canth con serena ecuanimidad, casi como si le sorprendiera tener que mencionar el hecho a su jinete.
Soy fuerte. Lo bastante fuerte como para superar a cualquiera de los bronce de aquí
.
La exclamación de F'nor sobresaltó a Brekke.
—No hay ningún motivo por el que Canth no pueda cubrir a Wirenth. Por la Cáscara, podría superar en todos los sentidos a cualquiera de los bronce de aquí. Y probablemente a Orth también, si se lo propusiera.
—¿Cubrir Canth a Wirenth?
—¿Por qué no?
—Porque los pardos no cubren a las reinas. Sólo los bronce.
F'nor sacudió a Brekke, tratando de insuflarle su júbilo, su alegría y su alivio casi inarticulados.
—El único motivo por el que los pardos no han cubierto a las reinas es porque son más pequeños. Carecen de la resistencia necesaria para un vuelo de apareamiento. Pero Canth es grande. Canth es el pardo más grande, más fuerte y más rápido de Pern. ¿No te das cuenta, Brekke?
El cuerpo de Brekke se distendió. La esperanza estaba devolviendo color a su rostro, vida a sus ojos verdes.
—¿Hay algún precedente?
F'nor agitó impacientemente su cabeza.
—Ha llegado el momento de prescindir de las costumbres inconvenientes. ¿Por qué no de ésta?
Brekke permitió que F'nor la acariciara, pero había sombra en sus ojos y una renuencia en su cuerpo.
—Lo deseo, oh, cuanto lo deseo, F'nor, pero estoy asustada. Asustada hasta los huesos.
F'nor la besó apasionadamente, utilizando sin piedad sutilezas para excitarla.
—Por favor, Brekke...
—No puede ser malo ser feliz, ¿verdad, F'nor? —susurró la muchacha, con un estremecimiento ondulando a lo largo de su cuerpo.
F'nor volvió a besarla, aplicando todos los trucos aprendidos en un centenar de encuentros casuales para hacerla suya en cuerpo y alma, consciente de la entusiasta aprobación de Canth.
Temblado de rabia, Kylara contempló cómo se alejaban los dos hombres, dejándola sola. Sus conflictivas emociones no le habían permitido replicar adecuadamente, pero ella haría que ambos lamentaran sus palabras. Se vengaría de F'lar por la pérdida del lagarto reina. Y se vengaría de T'bor por atreverse a reprenderla a ella, la Dama del Weyr Meridional, del linaje de Telgar, en presencia de F'lar. Oh, T'bor lamentaría aquella ofensa. Los dos la lamentarían. Ella les demostraría quién era.
El brazo pinchado por las garras le dolía y lo apretó contra su pecho, sintiendo que el dolor exacerbaba sus agravios. ¿Dónde había un poco de ungüento de adormidera? ¿Dónde estaba aquella Brekke? ¿Dónde estaban todos los demás a una hora en la que el Weyr tendría que estar lleno de gente? ¿Acaso la evitaba todo el mundo? ¿Dónde estaba Brekke?
Alimentando al lagarto. Y yo también tengo hambre
, dijo Pridith, en un tono tan desabrido que Kylara se volvió a mirar a su reina con aire asombrado.
—Tienes mal color —dijo, desviada su corriente de vituperación mental por la costumbre de preocuparse del bienestar de Pridith y el conocimiento instintivo de que no debía enajenarse las simpatías de su dragón.
Bueno, no tenía el menor deseo de contemplar el vulgar rostro de Brekke Y, desde luego, no deseaba ver un lagarto de fuego. Ahora no. Eran unos animales horribles, sin el menor sentido de la gratitud. Y carentes de toda sensibilidad, ya que de no ser así el bicho habría sabido que Kylara sólo se proponía exhibirlo. Pridith descendió con Kylara al comedero y tomó tierra tan bruscamente que la Dama del Weyr profirió un grito de dolor ante la brutal sacudida que experimentó su brazo. Unas lágrimas asomaron a sus ojos. ¿Pridith también?
Pero Pridith remontó el vuelo para dejarse caer sobre el lomo de una cebada y estúpida res, y empezó a comer con un salvajismo que fascinó a Kylara hasta el punto de que se olvidó de compadecerse a sí misma. La reina acabó con la res en un espacio de tiempo asombrosamente corto. Atrapó a una segunda presa y la devoró igualmente con tanta rapidez que Kylara no pudo escapar al hecho de que realmente había estado descuidando a Pridith. Absorta en el espectáculo, desahogó su rabia imaginando que T'bor era la segunda res, F'lar la tercera y Lessa el enorme wherry. Cuando el hambre de Pridith quedó saciada, la mente de Kylara estaba despejada.
Llevó a su reina de regreso al Weyr, y pasó largo rato limpiándola y cepillándola hasta que su piel recuperó su brillo natural. Finalmente, Pridith se enroscó con aire satisfecho sobre la roca calentada por el sol, y Kylara se sintió absuelta de su negligencia.
—Perdóname, Pridith. No te he descuidado a propósito. Pero ellos me han desairado con demasiada frecuencia. Y las ofensas que me infligen perjudican también a tu prestigio. Muy pronto no se atreverán a ignorarnos. Y no tendremos que vivir emparedadas en este horrible Weyr. Los hombres más fuertes y los bronce más poderosos mendigarán nuestros favores. Serás aceitada y alimentada y limpiada y rascada y mimada como mereces. Ya lo verás. Se arrepentirán de su conducta.