La búsqueda del dragón (25 page)

Read La búsqueda del dragón Online

Authors: Anne McCaffrey

BOOK: La búsqueda del dragón
9.78Mb size Format: txt, pdf, ePub

F'nor frunció ligeramente el ceño al contemplar a Brekke, sutilmente cambiada en presencia de su dragón. Parecía más femenina... y deseable. Como si intuyera la proximidad de F'nor, Brekke se giró, y la lánguida expresión de su rostro, iluminado por la adoración que le inspiraba su reina, resultó súbitamente turbadora para F'nor.

F'nor se aclaró apresuradamente la garganta.

—No tardará en remontar el vuelo, ¿te has dado cuenta? —dijo, con voz más ronca de lo que hubiera deseado.

—Sí, creo que lo hará, mi beldad. Me pregunto cómo le afectará eso a él —dijo Brekke, modificando su expresión. Se apartó a un lado y señaló al diminuto bronce incrustado entre la quijada y el antebrazo de Wirenth.

—No podemos saberlo —respondió F'nor, y con otra serie de carraspeos disimuló su irritación ante el pensamiento de Brekke poseída por alguno de los caballeros bronce del Weyr Meridional.

—¿Te encuentras mal, F'nor? —inquirió la muchacha con tono preocupado, volviendo a transformarse bruscamente en la Brekke que él conocía.

—No. ¿Quién será el afortunado caballero? —se oyó preguntar a sí mismo. Era una pregunta normal. Después de todo, él era Lugarteniente de F'lar, y tenía derecho a interesarse por aquellas cuestiones—. Puedes pedir un vuelo abierto, ¿sabes? —añadió defensivamente.

Brekke palideció y se reclinó de nuevo contra Wirenth. Como en busca de consuelo.

Como en busca de consuelo, se dijo F'nor a sí mismo; y recordó, sin que le sirviera de alivio, cómo había mirado Brekke a T'bor el día anterior.

—En un primer apareamiento, no importa que el caballero ya esté comprometido, ¿sabes?

Inmediatamente después de haber pronunciado aquellas palabras, F'nor supo que había cometido una estupidez. Brekke sabía exactamente cuál sería la reacción de Kylara si el Orth de T'bor cubría a Wirenth. Sabía que le amargaría la existencia todavía más. F'nor gruñó ante su propia falta de tacto.

—¿Te duele el brazo? —inquirió Brekke, solícita.

—No. No es mi brazo —y F'nor avanzó unos pasos, agarrando el hombro de Brekke con su mano ilesa—. Mira, sería preferible que pidieras un vuelo abierto. Hay muchos bronce buenos. N'ton, del Weyr de Benden, B'dor del Weyr de Ista... Son dos hombres estupendos, con animales excelentes. Entonces podrías abandonar el Weyr Meridional...

Brekke mantenía los ojos cerrados, y su cuerpo temblaba bajo la mano de F'nor.

—¡No! ¡No! —La negativa fue poco más que un susurro, y F'nor apenas la oyó—. Yo pertenezco aquí. No... a Benden.

—N'ton podría trasladarse.

Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Brekke y sus ojos se abrieron. Se desprendió de la mano de F'nor.

—No. N'ton... no debe venir al Weyr Meridional –dijo secamente.

—Kylara no le seducirá —continuó F'nor, decidido a tranquilizarla—. Kylara no tiene éxito con todos los hombres, ¿sabes? Y tú eres una mujercita muy dulce, ¿sabes?

Con un cambio de humor tan repentino como los de Lessa, Brekke le sonrió.

—Es agradable saberlo.

Y F'nor tuvo que reír con ella, ante su propia y descarada interferencia, ante la idea de un caballero pardo como él dando consejos a alguien como Brekke, que tenía más sentido común en su dedo meñique que F'nor en todo su cuerpo.

Bueno, de todos modos enviaría un mensaje a N'ton y B'dor. Ramoth le ayudaría.

—¿Le has puesto nombre a tu lagarto? —preguntó.

—Berd. Lo decidimos Wirenth y yo. A ella le gusta —respondió Brekke, sonriendo con ternura a la pareja de durmientes—. Aunque todo esto resulta desconcertante. ¿Por qué tengo yo un bronce, tú una reina y Mirrim tres?

F'nor se encogió de hombros, sonriendo.

—¿Por qué no? Desde luego, cuando les hayamos explicado que ése no es el modo de emparejarse, es posible que se adapten a la norma sancionada a través de las Revoluciones.

—Lo que yo quería decir era que, si los lagartos de fuego, que parecen ser dragones en miniatura, pueden ser Impresionados por cualquiera que se acerque a ellos en el momento crucial, los dragones combatientes, y no sólo las reinas que no mastican pedernal, podrían ser Impresionados también por mujeres.

—Luchar contra las Hebras es una dura tarea. Déjala para los hombres.

—¿Crees que gobernar un Weyr no es una tarea dura? —Brekke no elevó el tono de su voz, pero sus ojos se oscurecieron furiosamente—. ¿O labrar campos y ahuecar acantilados para Fuertes? ¿Y...?

F'nor silbó.

—Caramba, Brekke, esas son unas ideas muy revolucionarias en una muchacha criada en un artesanado... donde las mujeres saben que sólo hay un lugar para ellas. ¡Oh! ¿Has estado pensando en Mirrim como jinete?

—Sí. Ella es tan buena o mejor que algunos de los cadetes varones que conozco —y había tanta aspereza en la voz de Brekke que F'nor se preguntó qué podía echar de menos en los muchachos a los que aludía—. Su capacidad para Impresionar a tres lagartos demuestra...

—Hey... no te entusiasmes demasiado, muchacha. Ya tenemos bastantes problemas con los Antiguos para que encima tratemos de que acepten a una muchacha montando a un dragón combatiente. Vamos, Brekke, sé que estás muy encariñada con la niña, y parece una muchacha inteligente, pero tienes que ser realista.

—Lo soy —replicó Brekke, en un tono tan enfático que F'nor la miró, sorprendido—. Algunos caballeros tendrían que haber sido artesanos o agricultores... o... nada, pero los dragones los encontraron aceptables al nacer. Otros son verdaderos jinetes, en cuerpo y alma. Los dragones son el principio y el final de su ambición. Mirrim...

Un dragón irrumpió en el aire encima del Weyr, trompeteando.

—¡F'lar! —Con un dragón tan enorme, no podía ser nadie más.

F'nor echó a correr, haciendo una seña a Brekke para que le siguiera hasta el campo de aterrizaje del Weyr.

—No. Wirenth está despertando. Esperaré aquí.

F'nor se alegró de que Brekke prefiriera quedarse. No deseaba que formulase aquella absurda teoría delante de F'lar, particularmente cuando él quería que su hermanastro trajera aquí a N'ton y a B'dor, en beneficio de Brekke. Cualquier cosa, con tal de evitarle la clase de escena que improvisaría Kylara si el Orth de T'bor cubría a Wirenth.

—¿Dónde está la gente? —fue el seco saludo de F'lar cuando su hermanastro se reunió con él— ¿Dónde está Kylara? Mnementh no ha podido encontrar a Pridith. Y ella no puede estar vagabundeando por su cuenta.

—Todo el mundo ha salido en busca de lagartos de fuego.

—¿Con las Hebras cayendo fuera de pauta? De todas las estupideces... ¡Este continente no es inmune, ni mucho menos! ¿Dónde cáscaras está T'bor? Sería lo único que nos faltaría: ¡las Hebras asolando el continente meridional!

El exabrupto era tan poco característico del caudillo del Weyr que F'nor le miró fijamente. F'lar se pasó una mano por los ojos, frotándose las sienes. El frío del inter había desencadenado de nuevo su jaqueca. La conversación en el Artesanado había resultado agobiante. Agarró el brazo de su hermanastro, disculpándose.

—No tenía derecho a hablarte así, F'nor. Te ruego que me perdones .

—No tiene importancia... Mira, ahí llega Orth.

F'nor decidió esperar antes de preguntarle a F'lar cuál era el verdadero motivo de su preocupación. Podía imaginar lo que Raid, del Fuerte de Benden, o Sifer, del Fuerte de Bitra, habían dicho acerca de las nuevas levas de mano de obra. Probablemente tenían la impresión de que el cambio en la Caída de las Hebras era una ofensa personal, algo tramado por el Weyr de Benden para fastidiar a los Fuertes leales de Pern.

T'bor se apeó de su dragón y avanzó hacia los dos hombres.

Tal vez Brekke no andaba tan desencaminada en su herética doctrina, pensó F'nor. T'bor había hecho al Weyr Meridional autárquico y productivo, una tarea ímproba. Sin duda, hubiera sido un buen elemento en un Fuerte.

—Orth me dijo que estabas aquí, F'lar. ¿Qué te trae al Weyr Meridional? ¿Te has enterado de lo de los lagartos de fuego? —inquirió T'bor, sacudiéndose la arena de sus ropas mientras andaba.

—Sí, me he enterado —respondió F'lar, en un tono tan serio que la sonrisa de bienvenida de T'bor se borró de su rostro—. Y yo pensé que tú te habías enterado de que las Hebras están cayendo fuera de pauta.

—Hay caballeros a lo largo de toda la costa, F'lar, de modo que no me acuses de negligencia —dijo T'bor, volviendo a sonreír—. Los dragones no necesitan volar en formación para localizar a las Hebras. Cáscaras, hombre, puede oírse su siseo a través del agua.

—Supongo que estabas buscando huevos de lagarto de fuego —dijo F'lar, en un tono que revelaba que el informe de T'bor no le había tranquilizado del todo—. ¿Has encontrado alguno?

T'bor agitó la cabeza.

—Hay rastros, más hacia el oeste, de otra nidada, pero no he visto ninguna cáscara ni cadáver. Los wherries pueden dar cuenta rápidamente de cualquier cosa comestible.

—En tu lugar, T'bor, yo no daría permiso a todo un Weyr para buscar huevos de lagarto de fuego. No hay ninguna garantía de que las Hebras no avanzarán sobre este continente desde el océano.

—Siempre lo han hecho. Las pocas que nos han llegado.

—Han caído Hebras diez horas antes de lo previsto a través del norte de Lemos, cuando tendrían que haber caído al sur de Lemos y al sudeste de Telgar —dijo F'lar secamente—. Y posteriormente me he enterado de, que habían caído Hebras, fuera de pauta —hizo una pausa para dar más énfasis a sus palabras—, en el Fuerte de Telgar y el Fuerte de Crom, aunque no conozco todavía las diferencias de tiempo con las tablas horarias. No podemos confiar en ningún hecho anterior.

—Montaré puestos de vigilancia inmediatamente, y enviaré los escuadrones de exploración tan al sur como hemos penetrado —dijo T'bor apresuradamente; y, encogiéndose en su chaqueta de montar, echó a correr hacia Orth. Al cabo de unos segundos, dragón y jinete estaban en el aire.

—Orth tiene buen aspecto —dijo F'lar, y luego miró con una atención especial a su hermanastro, antes de sonreír y de palmear afectuosamente el hombro sano de F'nor—. Y tú también. ¿Progresa la curación de tu brazo?

—Estoy en el Weyr Meridional —respondió F'nor como si esta fuera una explicación suficiente—. ¿De veras hay Caídas de Hebras tan erráticas?

—No lo sé —dijo F'lar, encogiéndose de hombros, visiblemente irritado—. Háblame de esos lagartos de fuego por favor. ¿Compensan el tiempo perdido por todos los caballeros útiles de este Weyr? ¿Dónde están los vuestros? Me gustaría verlos antes de regresar a Benden

Miró hacia el nordeste, con el ceño fruncido.

—Cáscaras, ¿no puedo faltar del Weyr de Benden una semana sin que se venga todo abajo? —preguntó F'nor, en tono tan vehemente que F'lar le miró con momentánea sorpresa antes de echarse a reír con aparente relajamiento—. Eso está mejor —dijo F'nor, haciendo eco a la risa del caudillo del Weyr—. Vamos. Hay un par de lagartos en la sala del Weyr y necesito un poco de klah. Yo también he estado fuera buscando nidos toda la mañana, ¿sabes? ¿O prefieres probar el vino del Meridional?

—¡Ja! —F'lar hizo que la exclamación sonara como un reto.

Cuando entraron en la sala del Weyr, Mirrim estaba allí sola, removiendo el guisado de carne en los grandes calderos. Los dos verdes la contemplaban desde la larga y ancha repisa del hogar. Daba la impresión de que Mirrim padecía una extraña deformación en el pecho, hasta que F'nor comprobó que se había colocado un cabestrillo en el cual se alojaba el pardo herido, con sus ojillos como diminutos puntos de luz. Al sonido de sus botas sobre el pavimento la muchacha giró en redondo, con los ojos llenos de una aprensión que se convirtió en asombro cuando su mirada pasó de F'nor a F'lar. Su boca dibujó una o de pasmo al reconocer al caudillo del Weyr de Benden por su parecido con F'nor.

—¿Y tú eres la... la joven dama que ha Impresionado a tres? —preguntó F'lar, cruzando la enorme estancia hacia ella.

Mirrim inició una serie de nerviosas reverencias, provocando las protestas del pardo ante aquella agitación.

—¿Puedo verlo? —preguntó F'lar, y rascó hábilmente un diminuto párpado—. ¡Es un verdadero primor! Canth en miniatura —y F'lar miró de soslayo a su hermanastro para comprobar si estaba de acuerdo—. ¿Está muy malherido... esto...?

—Su nombre es Mirrim —dijo F'nor, en un tono que sugería que la memoria de su hermano dejaba mucho que desear.

—Oh, no, caudillo del Weyr... se está recuperando muy bien —dijo la muchacha con otra reverencia.

—Tiene el estómago lleno, veo —comentó F'lar, con un gesto de aprobación. Luego miró a la pareja posada en la repisa y canturreó suavemente. Los dos verdes irguieron sus cabecitas, extendieron sus frágiles y transparentes alas y arquearon sus lomos, canturreando a su vez de placer—. No te faltará trabajo con este trío.

—Puedo cuidarlos perfectamente, palabra. Sin olvidar mis obligaciones —dijo Mirrim apresuradamente, con los ojos todavía muy abiertos. De pronto se giró para remover el contenido del caldero más próximo, y giró de nuevo sobre sus talones antes de que los hombres pudieran alejarse—. Brekke no está aquí. ¿Os apetece un poco de klah? ¿O de carne? ¿O algo...?

—Nos serviremos nosotros mismos —le aseguró F'nor, tomando dos cubiletes.

—Oh, yo debería hacer eso, señor...

—Tú tienes que vigilar tus calderos, Mirrim. Nosotros nos arreglaremos —dijo F'lar amablemente, mientras comparaba mentalmente el estado de los asuntos domésticos en la Herrería con el orden y la buena cocina de esta sala.

Hizo una seña al caballero pardo para que ocupara la mesa más alejada del hogar.

—¿Puedes oír algo de los lagartos de fuego? —preguntó en voz baja.

—¿Te refieres a los de Mirrim? No, pero puedo comprender fácilmente lo que deben estar pensando por sus reacciones. ¿Por qué?

—Una pregunta ociosa. Pero ella no procede de una Búsqueda, ¿verdad?

—No, desde luego que no. Es hija adoptiva de Brekke.

—Hmmm. Entonces, ella no es una prueba, exactamente.

—¿Una prueba de qué, F'lar? No he padecido ninguna lesión en la cabeza, pero no puedo seguir tus pensamientos.

F'lar miró a su hermanastro con una ausente sonrisa en los labios y luego se encogió de hombros, con un gesto de cansancio.

—Tendremos problemas con los Señores de los Fuertes; están desilusionados e insatisfechos con los Weyrs de los Antiguos, y se rebelarán ante cualquier medida más expeditiva contra las Hebras.

Other books

On a Slippery Slope by Melody Fitzpatrick
La Maldición de Chalion by Lois McMaster Bujold
The Raven Ring by Patricia C. Wrede
The Secret Mistress by Mary Balogh
The Fires of Heaven by Jordan, Robert
From Darkness Won by Jill Williamson
MIranda's Rights by KyAnn Waters