—¡
Espion
, sí,
espion
! —dijo Tourlourou señalándome—. Sostengo que eres
espion
. ¡Al calabozo!
—Francamente, caballero Cipérez —dijo Molichard— yo no quisiera faltar a la disciplina, ni que el jefe me pusiera en el nicho por ti.
—Tiene este mancebo —afirmó Jean-Jean sentándome la mano en el hombro con tanta fuerza, que casi me aplastó— cara de tunante.
—Desde que le vi sospeché algo malo —dijo Molichard—. No está uno seguro de nadie en esta maldita tierra de España. Salen espías de debajo de las piedras…
Yo me encogí de hombros, fingiendo no entender nada.
—¿Pero no os dije que estaba observando el convento de Bernardas, cuya muralla se está aspillerando? —dijo Tourlourou.
Comprendí que estaba perdido; pero esforceme en conservar la serenidad. De pronto entró en mi alma un rayo de esperanza al oír pronunciar a Jean-Jean las siguientes palabras en mal castellano:
—Sois unos bestias. Dejadme a mí al Sr. Cipérez, que es mi amigo.
Pasó un brazo por encima de mi hombro con familiaridad cariñosa aunque harto pesada.
—Volvámonos al cuartel —dijo Molichard—. Yo entro de guardia a las diez.
Y asiéndome por el brazo añadió:
—¡
Peste, mille pestes!
… ¿Queríais escapar?
—En el cuartel se le registrará —exclamó Tourlourou.
—Fuera de aquí
goguenards
—dijo con energía Jean-Jean—. El Sr. Cipérez es mi amigo y le tomo bajo mi protección. Andad con mil demonios y dejádmelo aquí.
Tourlourou reía; pero Molichard mirome con ojos fieros, e insistió en llevarme consigo; mas aplicole mi improvisado protector tan fuerte porrazo en el hombro que al fin resolvió marcharse con su compañero, ambos describiendo eses y otros signos ortográficos con sus desmayados cuerpos. He referido con alguna minuciosidad los hechos y dichos de aquellos bárbaros, cuya abominable figura no se borró en mucho tiempo de mi memoria. Al reproducir los primeros no me he separado de la verdad lo más mínimo. En cuanto a las palabras, imposible sería a la retentiva más prodigiosa conservarlas tal y como de aquellas embriagadas bocas salieron, en jerga horrible que no era español ni francés. Pongo en castellano la mayor parte, no omitiendo aquellas voces extranjeras que más impresas han quedado en mi memoria, y conservo el tratamiento de
vos
, que comúnmente nos daban los franceses poco conocedores de nuestro modo de hablar.
¿La protección de Jean-Jean era desinteresada o significaba un nuevo peligro mayor que los anteriores? Ahora se verá si tienen mis amigos paciencia para seguir oyendo el puntual relato de mis aventuras en Salamanca el día 16 de Junio de 1812, las cuales, a no ser yo mismo protagonista y actor principal de todas ellas, las diputara por hechuras engañosas de la fantasía o invenciones de novelador para entretener al vulgo.
[1]
[«cautada» en el original (N. del E.)]
[2]
[«hijares» en el original (N. del E.)]
[3]
[«cordón» falta en el original (N. del E.)]
[4]
[«uso» en el original (N. del E.)]