Read La aventura de la Reconquista Online
Authors: Juan Antonio Cebrián
Tags: #Divulgación, Historia
Tras el estallido de la guerra en Castilla, el propio Fernando dirige las operaciones castellanas contra los aliados portugueses de la Beltraneja. En la batalla de Albuera, librada en febrero de 1479, Fernando asesta un golpe definitivo a Portugal que se retira de la contienda. Ese mismo año fallece su padre Juan II dejando el camino despejado para la entronización de Fernando. Desde ese momento, Castilla y Aragón unen sus destinos bajo el igual gobierno de Isabel I y Fernando II llamados «los Católicos».
Tres serán los objetivos fundamentales del nuevo reino: el primero, conseguir la unidad política; el segundo, la religiosa y el tercero, la territorial. Para cumplir estas expectativas los Reyes trabajaron arduamente durante meses; en cuanto a política, Isabel se encargaría de los asuntos peninsulares mientras que Fernando lo haría de los exteriores. Sobre la religión se empezó a gestar la idea de conversión o expulsión para musulmanes y judíos. La consumación de unidad territorial fue obra, principalmente, de Fernando II, quien asumió la empresa de reconquistar de una vez por todas el reino nazarí de Granada. Fue una obra diseñada con absoluta minuciosidad, previendo las disensiones internas de los sarracenos y preparando un ejército estable, además de bien entrenado.
Panorama general de la Reconquista.
El siglo XV andalusí quedó marcado por las desavenencias entre linajes musulmanes, lo que en definitiva sumió al reino en una agónica debilidad frente a los cada vez más potentes reinos cristianos. Por otra parte, los benimerines africanos no podían ofrecer la ayuda que otrora había sido tan necesaria para mantener el equilibrio fronterizo. Desde Muhammad VII [1392-1407] cada uno de los gobernantes nazaríes fue perdiendo territorio ante unos castellanos que si bien avanzaban de forma desigual, debido a sus propios conflictos internos, no encontraban en sus acometidas la feroz resistencia sarracena de antaño. Yusuf III [1407-1417] perdió Antequera y otras plazas a manos del infante castellano don Fernando, aunque recuperó Gibraltar en 1414, enclave hasta entonces defendido por los benimerines. En este período dos familias, los Zagríes y los Abencerrajes, colocaban o deponían reyes a su antojo según la conveniencia del momento. Esto queda manifiesto en el mandato de Muhammad VIII quien ocupó el trono en tres ocasiones entre 1417 y 1444, con dos paréntesis protagonizados por Muhammad IX y Yusuf IV. Los conflictos civiles entre mahometanos eran aprovechados convenientemente por Castilla para seguir cobrando las jugosas parias a cambio de apoyar a los diferentes candidatos sin detenerse en preparar una ofensiva total sobre aquel reino nazarí que surtía de riquezas la maltrecha economía castellana.
Entre 1444 y 1462 Muhammad X y Said Ibn Ali estuvieron pugnando por el poder con episodios de absoluta decadencia.
Finalmente llegó un poco de cordura al mortecino reino granadino, cuando el noble Abu I-Hassan Ab supo entregar la tranquilidad suficiente a sus súbditos para afrontar momentos de cierta recuperación a pesar de la importante pérdida de Gibraltar en los momentos iniciales de su gobierno. Con el conocido por la leyenda como Muley Hacen o Mulhacén los musulmanes llegaron a creerse fuertes para enfrentarse a Castilla. En 1482 Granada se negaba a pagar los opresivos tributos y estallaba la guerra.
Los ejércitos de los Reyes Católicos superaban la frontera granadina ese mismo año conquistando la simbólica Alhama, ciudad residencial de los reyes nazaríes. La noticia sembró el desasosiego por los 30.000 km
2
que todavía se mantenían bajo el dominio mahometano.
La guerra de Granada sería larga y quedaría definida por tres fases bien diferentes. En la primera se combatiría a la usanza medieval con movimientos clásicos de caballería protagonistas de acciones puntuales que tan sólo buscaban dañar todo lo posible en internadas primaverales o veraniegas. A partir de 1483 cambiaría el enfoque cristiano cediendo el papel principal a la infantería y, sobre todo, la artillería; armas que capitalizarán el segundo período de este conflicto. Fernando II dio pasos certeros para la creación del primer ejército moderno de Europa: ya no se guerreaba confiando en el individualismo del combatiente, sino en el esfuerzo de grandes secciones de la milicia. En ese tiempo el ejército cristiano llegó a contar con 13.000 jinetes, 50.000 infantes y unas 2.000 piezas de artillería básicamente lombardas y culebrinas, que fueron fundamentales en la toma de plazas hasta entonces inexpugnables. Con las tropas hispanas luchaban también cruzados provenientes de otros lares europeos, así como mercenarios que buscaban en aquella «Cruzada del Sur» una oportunidad para mejorar su situación económica.
En 1487 caía tras un cruel asedio la importante Málaga, último reducto de relevancia en el camino hacia la cada vez más aislada Granada.
En 1490 se daba inicio la tercera y definitiva fase de la guerra, cuando las tropas de Isabel y Fernando levantaban su real a pocos kilómetros de la capital nazarí. Lo que en principio fue un inmenso campamento de madera, poco a poco se fue transformando en una ciudad de adobe dispuesta a no moverse hasta la consumación de su propósito final. La espiritualidad de aquel ejército cristiano quiso que el emplazamiento llevara por nombre Santa Fe. Mientras tanto, la desesperación hacía presa en el campo musulmán.
Desde 1482 las tropas nazaríes no sólo luchaban contra el invasor cristiano, sino también entre ellas, por el control dinástico de un reino abocado a la fatalidad del momento. Muley Hacen desconfiaba de su hijo y heredero Abu Abd Allah Muhammad conocido por la crónica como Boabdil, el Chico. Los recelos entre padre e hijo desembocaron en un grave conflicto bélico.
El gran beneficiario de esta riña familiar fue Muhammad Ubn Said, llamado por los cristianos «el Zagal», hermano de Muley Hacen y tío, por tanto, de Boabdil. «El Zagal» estaba mejor dotado para la guerra que su sobrino, esto lo sabía Muley Hacen, quien le entregó el mando para retirarse a un confortable segundo plano. Las tropas de «el Zagal» respondieron con energía a los avances cristianas; las de Boabdil no quisieron ser menos, lanzándose a una inútil ofensiva contra Lucena que acabó en desastre, con la captura del propio Boabdil. Éste, una vez prisionero de Fernando II, aceptó negociar su libertad a cambio de las habituales promesas de vasallaje. Fernando, conocedor de las buenas dotes militares de «el Zagal», no puso trabas a la liberación de Boabdil, consciente que la debilidad de éste le permitiría, tarde o temprano, concretar su ambicioso plan sobre la anexión total de Granada. En efecto, en 1485 Boabdil, quien reinó con el nombre de Muhammad XI, regresó a la capital nazarí para enfrentarse a su tío que lo hacia con el nombre de Muhammad XII. Una vez más, las fuerzas musulmanas se dividieron para mayor alegría del bando cristiano. Tras esto no fue difícil atacar las posesiones de «el Zagal» arrebatándole su cuartel general establecido en Baza. La derrota de «el Zagal» dejaba sólo a Boabdil atrincherado en Granada pero, lejos de entregar la plaza a los Reyes Católicos, optó por romper los acuerdos con éstos y resistir a ultranza en una decisión dominada por el fanatismo religioso.
El asedio al último reducto musulmán de occidente fue penoso para la población; la escasez de alimentos se hizo notar entre unos habitantes numerosos e incrementados por la llegada incesante de miles de refugiados. Granada no sólo aguantaba un asedio terrestre, sino también, un eficaz bloqueo naval que impedía el arribo de cualquier ayuda africana. Con todo, Boabdil disponía en 1491 de unos 60.000 efectivos armados, bien es cierto que muy faltos de pertrechos y de motivación suficiente para una resistencia organizada. Aun así los integristas musulmanes impedían cualquier tipo de negociación con los cristianos; todo hacía ver que el último episodio de la Reconquista hispana se iba a convertir en una masacre horrible si nadie ponía remedio. En el otoño de ese año se cruzaron múltiples embajadas de uno y otro bando, con la esperanza de encontrar solución favorable para ambos mundos. Afortunadamente los asesores hicieron muy bien su trabajo y a finales de año todo estaba listo para la rendición de la ciudad.
El rey Fernando, con el apoyo de la reina Isabel, ofreció condiciones generosas a Boabdil; en ellas se reflejaba el respeto a la población musulmana en cuanto a su forma de gobierno, práctica religiosa y derecho a la propiedad privada. Esta oferta gustó a las principales familias granadinas quienes animaron al atribulado Boabdil a una capitulación sin más contemplaciones. El último Rey nazarí era consciente que esta decisión no gustaría a los miles de fanáticos que pedían a gritos morir en Granada defendiendo el islam. Sin embargo, eligió evitar la hecatombe salvando de ese modo muchas vidas. También en la decisión tuvo cierto peso la promesa que le habían efectuado los Reyes Católicos sobre respetar su vida y la de sus seguidores ofreciéndole un rico territorio en las Alpujarras.
El 2 de enero de 1492 Boabdil, el Chico, salió de Granada con una pequeña escolta dirigiéndose al campamento de Santa Fe; allí le esperaban los Reyes Católicos rodeados por nobles, sacerdotes y soldados. Boabdil ofreció las llaves de su querida ciudad con un gesto de sumisión que el Rey católico respetuosamente no aceptó, demostrando generosidad con el vencido al que trataba como igual. El Rey cogió las llaves y se las entregó a la reina Isabel; de ese modo el reino de Granada pasaba a formar parte de la corona de Castilla. De inmediato se enviaron tropas para tomar posiciones en el conjunto palaciego de la Alhambra. Las unidades castellanas entraron en la ciudad y disciplinadamente se fueron instalando en aquel recinto lleno de esplendor. En una emocionada ceremonia fueron izados los estandartes y pendón de Castilla, en la torre más alta de la Alhambra. Desde esa impresionante Torre de la Vela se dominaba toda Granada; la visión de los emblemas castellanos y la cruz cristiana dejó boquiabiertos a los miles de granadinos que permanecían ignorantes a las capitulaciones aceptadas por su rey Boabdil. Muchos lloraron amargamente, entre ellos el propio Rey quien alejándose de su ciudad acertó a suspirar con una última mirada; su orgullosa madre Arxa le recriminó diciéndole «Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre». Ése fue el capítulo final de la gloriosa al-Ándalus y las primeras líneas de España, nación que entraba con fuerza en la Edad Moderna convirtiéndose, gracias al descubrimiento de América ese mismo año, en el Imperio más poderoso del Mundo.
El lamento de Boabdil, el Chico, ponía fin a setecientos ochenta años de Reconquista. Cabe suponer que por las mentes de Fernando, Isabel y el propio Boabdil resonaron los ecos de acontecimientos pretéritos: Covadonga, Clavijo, Simancas, Calatañazor, Sagrajas, Uclés, Navas de Tolosa, el Salado, etc. y nombres como Rodrigo, Pelayo, Tariq, Musa, Abderrahman, Alfonso I, Almanzor, el Cid, y tantos otros que habían hecho de aquella Cruzada librada en el sur de Europa uno de los momentos más vibrantes de toda la historia conocida. Ahora eran ellos quienes cerraban la herida abierta en las riberas del río Guadalete. La reina Isabel reconocería más tarde que, por encima del fundamental descubrimiento de América, la toma de Granada había constituido el mejor momento de su vida.
El año 1492 fue de actividad febril para los monarcas hispanos: reconstituido el antiguo reino godo y ampliado con Canarias, América y las posesiones mediterráneas, quedaba por conseguir la tan ansiada unidad religiosa. Pronto se rompieron los pactos con los musulmanes obligando a la conversión forzosa o al exilio a todos aquellos que siguieran los designios de Alá. Por otra parte los judíos sufrieron en sus carnes el azote del poderoso catolicismo imperante. En ese mismo año de 1492 más de 150.000 hebreos eran obligados a salir de su querida Sefarad; con ello se perdía una magnífica clase profesional y el sueño de ver unidas a las tres culturas que antaño hicieron de Hispania un lugar único en Europa.
España, con aproximadamente ocho millones de habitantes incluyendo seis millones de castellanos, un millón de aragoneses y unos ochocientos mil andalusíes, pasaba a ocupar un lugar hegemónico en el planeta; atrás quedaba la convulsa edad Media. De sus brumas surgía con fuerza un Imperio forjado gracias a una tenaz Cruzada de ocho siglos sin la que sería muy difícil entender todo lo que marcó la idiosincrasia de nuestro pueblo español, tan diferente pero a la vez tan cercano a cualquier cultura. Gentes mezcladas durante generaciones en un ejercicio de convivencia sin precedentes en la historia de Europa. Precisamente en el sur de este continente se libró la última Cruzada; ojalá Dios o Alá quieran que sea eso, la última.
1404. Se inicia la conquista de Canarias.
1406-1454. Juan II, rey de Castilla.
1406. Muhammad VII ataca Murcia.
1407. Tropas castellanas ocupan Zahara y otras plazas.
1407-1417. Yusuf III, rey de Granada.
1410. Las tropas del regente Fernando ocupan Antequera y Archidona.
1410. Muerte de Martín I, rey de Aragón, sin herederos.
1412-1416. Fernando de Antequera, rey de Aragón.
1416-1458. Alfonso V, el Magnánimo, rey de Aragón.
1417-1444. Muhammad VIII, rey de Granada salvo dos paréntesis protagonizados por Muhammad IX [1427-1430] y Yusuf IV [1432].
1431. Victoria castellana en la batalla de la Higueruela.
1447. Los nazaríes recuperan Vélez Blanco, Vélez Rubio y Huesear.
1454-1474. Enrique IV, el Impotente, rey de Castilla.
1455-1457. Campañas castellanas contra Granada.
1458-1479. Juan II, rey de Aragón.
1462. Tropas castellanas toman Gibraltar.
1462-1485. Abu I Hassan Alí, Muley Hacen, rey de Granada salvo el paréntesis de Muhammad XI [1482-83].
1469. Matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
1474. Isabel I, reina de Castilla.
1479. Fernando II, rey de Aragón. Se unen Aragón y Castilla.
1485-1492. Abu Abd Allah Muhammad XI, Boabdil, el Chico, rey de Granada, disputando el trono con su tío Muhammad XII, el Zagal [1485-1487].
1492. El 2 de enero, tras diez años de guerra, Granada se rinde a los RR.CC. Fin del reino nazarí y de la Reconquista hispana. El 12 de octubre dos carabelas y una nao bajo el mando de don Cristóbal Colón toman posesión en nombre de Castilla de un nuevo continente. Comienza la conquista de América.