La aventura de la Reconquista (21 page)

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Authors: Juan Antonio Cebrián

Tags: #Divulgación, Historia

BOOK: La aventura de la Reconquista
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La derrota del Salado no sólo frenó las ambiciones benimerines en al-Ándalus, sino que también aisló definitivamente al maltrecho reino nazarí que, sin un aliado potente que le apoyase, no pudo defender la estratégica Algeciras a pesar de la férrea oposición de sus defensores ante los ataques del ejército cruzado dirigido por Alfonso XI en 1342. Durante veinte meses la ciudad aguantó un obstinado asedio. Sólo la falta de suministros y la inminente masacre que estaba a punto de producirse doblegó el ánimo nazarí entregando Algeciras a finales de marzo de 1344. Quedaba por tanto Gibraltar, único enclave del Estrecho bajo dominio del reino granadino. La plaza fue sitiada en 1349 por el ejército castellano, sin embargo, la peste hizo acto de presencia meses más tarde llevándose la vida del rey Alfonso XI el 27 de marzo de 1350. El flamante rey Pedro I levantó con presteza el campamento pues tenía peligrosos retos internos a los que enfrentarse.

Los benimerines cesaron en sus ambiciones expansionistas sobre al-Ándalus. La derrota del Salado, la desarboladura de su flota y, principalmente, las intrigas internas por el control del poder, fueron factores esenciales para entender su retirada del escenario europeo. Eso les permitió sobrevivir un siglo más en el que intentaron ejercer su influencia sobre los nazaríes granadinos con más o menos acierto. Yusuf I falleció en 1354, sumiendo al reino de Granada en una severa crisis mal conducida por sucesores incapaces como Muhammad V, el Viejo, quien reinó de 1354 a 1391 con un paréntesis provocado por las eternas conspiraciones intramuros donde reinaron Ismail II [1359-1360] y Muhammad VI [1360-1362]. Finalmente la amistad de Muhammad V con el castellano Pedro I sirvió como ayuda para que el primero recuperara el gobierno de Granada durante veintinueve años más, en los que se suavizó la situación permitiendo un mayor florecimiento de la capital nazarí con la incorporación de nuevos recintos a la Alhambra como el valiosísimo Patio de los Leones y la potenciación de la fértil Universidad fundada en 1349 por Yusuf I y que tantos talentos alumbró.

Por otra parte, la peste negra no tuvo tanta incidencia en el reino nazarí al estar dotado de mejores infraestructuras sanitarias y, sobre todo, de un excelente cuerpo médico que protegió la salud de los granadinos en aquellos momentos tan oscuros. La guerra civil por la corona de Castilla librada entre 1366 y 1369 acabó con la vida del rey Pedro I, aliado y amigo de Muhammad V. Este suceso animó al nazarí a lanzar un ataque sobre Algeciras, plaza que recuperó en 1369, aunque bien es cierto que la tuvo que abandonar poco más tarde cegando el puerto y derribando las murallas que ya nunca volverían a ser levantadas.

Muhammad V falleció hacia 1391, siendo sucedido por su hijo Yusuf II que tan sólo pudo reinar un año, al morir envenado por orden del Rey de Fez. Muhammad VII [1392-1407] se limitó a mantener los costosos pactos de amistad y no agresión con Castilla, aunque al final de su gobierno se rompieron de nuevo las hostilidades, en lo que ya se entendía como un intento definitivo por parte de los castellanos de conquistar las posesiones del reino nazarí de Granada.

Terminaba el siglo XIV envuelto por la incertidumbre de una al-Ándalus cada vez más estrangulada en una carrera frenética hacia su inminente catástrofe de 1492. Veamos cómo prepararon los cristianos el momento final.

PRINCIPALES SUCESOS MUSULMANES DEL SIGLO XIV

1302-1308. Muhammad III, rey de Granada.

1308-1313. Nars, rey de Granada.

1309. Los musulmanes pierden Gibraltar.

1310. Aragón levanta el sitio de Almería y Castilla, el de Algeciras.

1313-1325. Ismail I, rey de Granada.

1315. Los castellanos ocupan Rute, Bélmez, Porcuna y Cambil.

1324. Los nazaríes recuperan Galera, Baza, Huesear, Martos y Orce.

1325-1333. Muhammad IV, rey de Granada.

1327. Tropas castellana ocupan Ayamonte, Pruna y Olvera.

1331. El reino de Granada, vasallo de Castilla.

1333. Tropas nazaríes y benimerines recuperan Gibraltar.

1333-1354. Yusuf I, rey de Granada.

1339. Castilla rompe las treguas con Granada.

1340. Derrota musulmana en la batalla del Salado. Fin de la expansión benimerí por al-Ándalus.

1342-1344. Los castellanos asedian y toman Algeciras.

1343. Derrota musulmana en la batalla del río Palmones.

1354-1359. Muhammad V, el Viejo, rey de Granada.

1359-1360. Ismail II, rey de Granada.

1360-1362. Muhammad VI, rey de Granada.

1362-1391. Segundo mandato de Muhammad V.

1366. Los musulmanes toman Priego.

1367. Conquista de Utrera. Ataques sobre Jaén y Úbeda.

1369. Ocupación musulmana de Algeciras.

1391-1392. Yusuf II, rey de Granada.

1392-1407. Muhammad VII, rey de Granada.

SIGLO
XV

A comienzos del año noventa y siete, el sol de al-Ándalus desaparecido quedo. Y el perro alcanzó su objetivo porque a nadie se encontró que nos defienda;

Que la voluntad de Allah se cumpla, pues todo de Allah depende;

Que cada desdichado se encierre sobre su tristeza, y que Allah nos proteja de todo mal.

Texto extraído de la Antología de al-Maqqari, donde se alude al fin del reino nazarí de Granada.

La rendición de Granada
, de Ortíz Padilla, Palacio del Senado, Madrid.

GRANADA, LA ÚLTIMA CONQUISTA

A principios del siglo XV el fenómeno de la piratería marítima se hizo presente en aguas mediterráneas y del Estrecho. Algunos puertos africanos como Tetuán se habían convertido en auténticos nidos de piratas musulmanes, lo que constituía un serio peligro para el comercio cristiano de aquella época. En 1400 el rey castellano Enrique III envió una expedición punitiva contra Tetuán, a fin de limpiar aquella zona tan estratégica. La misión se completó con cierto éxito pero no consiguió extirpar un problema que se prolongaría a lo largo de los años para mayor malestar de las poblaciones costeras azotadas por aquellos halcones berberiscos del mar.

En esos años iniciales de la centuria el reino nazarí de Granada se preparaba para romper sus vínculos tributarios con Castilla; las parias anuales pagadas religiosamente en oro resultaban excesivas en un reino desconectado de las grandes rutas del oro sudanés ahora controladas por el reino de Portugal. La merma económica y el fundamentalismo siempre en auge desembocaron en el estallido de una nueva guerra contra la corona de Castilla.

En 1406 tropas andalusíes invadían los ricos parajes del antiguo reino murciano; la respuesta castellana no se hizo esperar enviando numerosos contingentes que reforzaron la frontera y ocasionaron graves descalabros al ejército musulmán. Fue el caso de la derrota sufrida por los granadinos en la batalla de los Collejares, donde quedó manifiesta la desorganización de las tropas nazaríes. Tras la victoria, Enrique III se preparó a conciencia para asestar el golpe definitivo al reino de Granada. Se convocaron Cortes para recaudar los fondos necesarios que garantizaran el éxito de la empresa. Desgraciadamente, la prematura muerte del Rey dejó pendiente la ofensiva definitiva sobre el último reducto musulmán en la Península, así como la conquista de Canarias iniciada dos años antes por los normandos del caballero Jean de Béthencourt quien operó en el archipiélago canario en calidad de vasallo bajo la corona castellana. La guerra contra los aborígenes insulares se prolongaría algunos decenios llegando hasta los Reyes Católicos, momento en el que quedó completada la anexión de Canarias a Castilla.

Enrique III, el Doliente, fue sucedido por su primogénito Juan II, de apenas un año de edad. La regencia fue asumida por su madre, Catalina de Lancaster, y su tío, el infante don Fernando, quien prosiguió con las acciones bélicas contra los mahometanos. En 1407 se tomaba Zahara y en 1410 la estratégica Antequera, donde el Infante ganó el sobrenombre que le acompañaría desde entonces.

En este período el reino de Aragón estaba sumido en una grave crisis dinástica. El fallecimiento en 1410 sin descendientes del rey Martín I, el Humano, se tuvo que resolver mediante un consenso plasmado en el célebre compromiso de Caspe, por el que el infante Fernando de Antequera ocupó el trono aragonés en 1412. Esta circunstancia acercó sensiblemente los intereses de Castilla y Aragón; sería el preámbulo de lo que surgiría años más tarde.

En 1416 murió el rey Fernando I de Aragón, dos años después lo haría Catalina de Lancaster, al tiempo que Juan II de Castilla alcanzaba la mayoría de edad. El joven monarca tuvo que enfrentarse a múltiples conjuras nobiliarias. Aunque el asunto no era extraño dado que todos los reyes medievales hispanos lo hicieron. En esta ocasión Juan II encontró el apoyo de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla y auténtico gobernante en la sombra. En este tiempo, como en otros, las luchas intestinas entre monarquía y nobleza por acumular el máximo poder dejaron un tanto relegada la empresa reconquistadora. No obstante, entre masacre y masacre, aun se encontró oportunidad para arrebatar a los musulmanes alguna que otra plaza; también se participó en los eternos conflictos dinásticos nazaríes. En 1431 el aspirante al trono nazarí Yusuf Ibn al-Mawl solicitó la ayuda de Juan II en su litigio con Muhammad VIII. En ese momento el ejército castellano se encontraba acuartelado en Córdoba preparando una gran ofensiva contra Málaga. Juan II prefirió ayudar al futuro Yusuf IV confiando en dejar sentado sobre el trono de Granada a un monarca aliado y vasallo de Castilla. En junio de ese año la hueste castellana invadía las vegas granadinas; a su paso salio la caballería nazarí. Los dos ejércitos chocaron el 1 de julio cerca de Granada en la célebre batalla de la Higueruela con el resultado de una aplastante victoria cristiana, que si bien no fue decisiva, recibió en cambio los parabienes de una Iglesia católica muy motivada por el hecho.

Este episodio menor de la Reconquista fue utilizado por la propaganda católica para enardecer el ánimo menoscabado por guerras civiles y tributos abusivos de la ciudadanía castellana. A tanto llegó el asunto que muchos sacerdotes vieron en la Higueruela la mano celestial que como siempre acudía en ayuda de la Santa Cruzada contra el infiel sarraceno.

Desde la Higueruela no se produjeron demasiados avances significativos. En 1433 se tomó Castellar y en 1437 caía Huelma. En 1454 fallecía Juan II de Castilla, un rey más preocupado en proteger la cultura y bellas artes que de apaciguar su convulso reino. Le sucedió su hijo Enrique IV, llamado por los enemigos «el Impotente», y por los amigos, «el Liberal».

Enrique IV en su capítulo reconquistador rompió hostilidades con los granadinos en 1455, finalizando de ese modo una tregua que había durado más de quince años. El afán por derrumbar los muros nazaríes hizo que durante tres años los castellanos lanzaran seis campañas donde se alcanzaron éxitos relativos. La empresa, sin embargo, se vio desacelerada por el nefasto gobierno que estaba protagonizando «el Impotente». Las luchas entre el poder real y el nobiliar salpicaron de conjuras y sangre la escena castellana. Cuando estas refriegas disminuían su intensidad, se aprovechaba para retomar la guerra contra los sarracenos.

En 1462 cayeron Archidona y Gibraltar, poco más ocurriría en los siguientes veinte años para alivio de los musulmanes muy necesitados de paz en aquellos momentos tan desconcertantes. En Castilla nacía el mismo año de la conquista gibraltareña una niña que dio mucho que hablar, me refiero a Juana, hija del segundo matrimonio de Enrique IV con Juana de Portugal, llamada por todos «la Beltraneja», pues rumores no faltaban sobre la impotencia del Rey y el asombroso parecido del bebé con don Beltrán de la Cueva, hombre muy cercano al gobierno y llamado a convertirse en el nuevo valido de Enrique IV. A falta de otros descendientes el Rey designó a Juana como su sucesora. Esto provocó a la rancia nobleza que, con presteza, organizó las consabidas conspiraciones. Una vez más, la guerra civil se adueñó de todo y los campos de Castilla se tiñeron con la sangre de las dos facciones: una defendía los derechos de Juana mientras que la otra apostaba por el hermanastro de Enrique, el infante don Alfonso. Enrique IV obligado por las circunstancias y derrotas terminó por reconocer a don Alfonso como su sucesor.

En 1468 la inesperada muerte del hermanastro real daba protagonismo a Isabel, hermana del fallecido, que hasta entonces permanecía en un discreto segundo plano. Enrique IV reconoció a regañadientes a la infanta Isabel como heredera al trono de Castilla en el famoso Pacto de los toros de Guisando. Todo se torció cuando en 1469 Isabel de Castilla y el príncipe Fernando, heredero del trono aragonés, se casaron en Valladolid contraviniendo los deseos del monarca castellano quien, en un acceso de rabia, desposeyó a su hermanastra en favor de su hija Juana. Nuevamente estalló el conflicto civil acrecentado tras la muerte de Enrique IV en 1474; otros cinco años de combates sangrientos que finalizaron en 1479 con la victoria de las tropas afines a la reina Isabel I.

Por su parte el príncipe Fernando de Aragón se preparaba para asumir el trono de un reino muy desgastado por la guerra civil de 1462-1472 en las que los campesinos aragoneses intentaron hacer prevalecer sus derechos y escasos privilegios. El rey Juan II de Aragón consiguió una excelente paz que permitió continuar con la educación renacentista de su hijo y heredero.

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