Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—Oh, ¡captó su olor, señor Bloch! Qué tonto, lo olvidé, le encanta un buen aperitivo de Garganta-retráctil. Hágase a un lado ahora, así está bien. ¡Está a punto de estornudar!
De repente, un ruido enorme llenó el granero. Para James, sonó un poco como un tren de mercancías mezclado con un ciclón. El granero se calentó considerablemente y el centro de la puerta de hierro comenzó a brillar de un pálido rojo.
—Perdóneme, señor Bloch —dijo Hagrid—. La vieja Norberta no consigue muchos Garganta-retráctiles últimamente, pero puede oler cuando hay uno cerca. Debería haberle advertido.
—Entonces es así como mantiene el granero caliente —dijo Ralph nerviosamente, con los ojos bien abiertos—. ¡Guarda un dragón! ¡Uno de verdad, un dragón vivo!
—Ese no es cualquier dragón —dijo James, sonriendo—, es una vieja amiga de la familia. El tío Charlie la estuvo cuidando durante años. Se hirió un ala hace unos años y ahora no puede volar. El no ser capaz de volar es una sentencia de muerte en el mundo los dragones. Se comen entre ellos, ya sabes.
—En realidad es una chica muy dulce —dijo Hagrid cariñosamente—. La conozco desde que era una cría. Aún así, no hay que quedarse muy cerca de sus puertas cuando está de un humor flameante. La conoceremos este invierno, le proporcionaremos un poco de ejercicio. Le gusta un buen revolcón en la nieve, dulce viejecita.
—¡Excelente! —dijo Ashley Doone detrás de James—. ¡Tal vez Trenton se ofrezca para alimentarla también! Se supone que los Slytherins y los dragones están muy bien relacionados.
—Ni hablar —dijo Trenton mientras se unía al resto de los estudiantes, su cara se mostraba enrojecida y airada—. Me pregunto si mis padres saben que este gran zoquete guarda un dragón en los terrenos de la escuela. Ha sido un maniático durante años, pero esto ya es una absoluta locura.
—Cállate, Trenton —dijo James amigablemente—, Norberta es inofensiva. Más inofensiva que tú con un Garganta-retráctil al menos.
—Ya veremos —masculló Trenton malhumoradamente.
James pasó la mayor parte de Estudios Muggles soportando el proceso bastante incómodo de que le tomaran medidas para el traje de Treus. La propia Gennifer Tellus, encargada del departamento de vestuario, llevó a cabo la tarea, con una pluma detrás de la oreja y un par de alfileres apretados entre los labios.
—Estate quieto —dijo por entre los alfileres—. No me estás dejando medir la parte interna de la pernera como debe ser. ¿Quieres que tus calzas queden holgadas?
—¡Hace cosquillas! —respondió James, y luego preguntó con suspicacia— ¿Qué son unas calzas?
—No me pidas que te lo explique. Mejor no pensar en ello. Confórmate con saber que tienes suerte comparado con lo que Petra tiene que ponerse.
James quería preguntar, pero decidió no hacerlo. No había hablado con Petra desde el incidente del caramelo de Josephina. Estaba un poco aturdido y entusiasmado por la idea de representar a Treus con Petra haciendo de Astra, pero intentaba muy duramente no dejarlo entrever.
Gennifer puso la cinta métrica alrededor de la cintura de James.
—¿Ya has leído todo el libreto? —preguntó.
—No —admitió James—. Aunque conozco un poco la historia. Chico se enamora de chica. Un tipo más viejo se enamora de la misma chica. El tipo viejo envía al chico a una misión suicida para deshacerse de él. El chico regresa y se baten a duelo. Y todos fueron felices y comieron perdices. Fin.
Gennifer miró a James sarcásticamente.
—Creo que más te vale leer el guión —dijo entre sus alfileres.
—Lo haré —dijo James, molesto—. Tengo que aprenderme mis frases, ¿no?
—Sí, pero también deberías saber que no “fueron felices y comieron perdices”. El
Triunvirato
es una tragedia, estúpido.
James se miró a sí mismo en un espejo cercano.
—¿Y eso qué significa?
—Bueno —murmuró Jennifer—, generalmente, significa que todo el mundo acaba muerto.
Cuando James salía de Estudios Muggles, Rose le alcanzó.
—¿Te contó Ralph lo que averigüé ayer por la noche? —preguntó en voz baja.
—Me dijo que descubriste por qué algunas personas creían que Merlín odiaba a los muggles —respondió James—, pero no me dio ningún otro detalle.
—Te interesará esto —dijo Rose ansiosamente—. ¿Alguna vez oíste hablar de la Dama del Lago?
James pensó por un momento. Le sonaba vagamente familiar, pero no podía ubicarlo. Se encogió de hombros y sacudió la cabeza.
—Bien, según todas las leyendas, se suponía que ella había estado implicada en la caída de Merlín. La mayoría de las historias la retratan como una ninfa, una dríade o un hada, pero casi todas son sólo fantasías y probablemente no más que exageraciones de la verdad. La profesora Revalvier habló de ello en la última clase de Literatura Mágica, ¿recuerdas? Dijo que si las leyendas hubieran sido ciertas, evidentemente Merlín no estaría aquí como director.
—Sí —dijo James, recordando esa clase—. Dijo que las historias de la Dama del Lago daban a entender que era una especie de criatura mágica que pretendía ser muy inocente y demás. Hace que Merlín se enamore de ella, y luego, cuando él le enseña todo lo que sabe, lo atrapa con su propia magia. Obviamente, son sólo historias. Probablemente, fue solo una forma de explicar la desaparición de Merlín. Sin embargo nosotros sabemos la verdad, como ella dijo.
—Sabemos un poco más de la verdad ahora —dijo Rose enigmáticamente—. La Dama del Lago no fue una invención, pero no era lo que las leyendas decían que era. Era una muggle, y casi fue la esposa de Merlín.
—¿Qué? —dijo James, deteniéndose en el pasillo—. ¿De dónde sacaste eso?
—Del Libro de Austramaddux —dijo Rose, alzando las cejas—. El mismo libro en el que Zane encontró la explicación de la Desaparición de Merlín el año pasado. Morgan Patonia me dejó tomarlo prestado de la biblioteca Ravenclaw. Austramaddux conocía mejor que nadie a Merlín, aunque me parece que a Merlín él no le gusta mucho.
—Desde luego Merlín no malgastó tiempo con él cuando Reapareció —dijo James, asintiendo—. Era el fantasma de Austramaddux el que se suponía que buscaría el momento apropiado para el retorno de Merlín. Estaba atado a esa tarea para siempre. Me dio la impresión de que Merlín creyó que Austramaddux había apresurado su retorno solo para terminar con sus obligaciones. Las cosas no le fueron muy bien después de eso.
—¿Qué hizo Merlín? —preguntó Rose ansiosamente—. ¿Cómo castigas a un fantasma?
James sacudió la cabeza.
—Qué sé yo, pero Austramaddux estaba aterrorizado de lo que fuera. Gritó como una banshee, pero Merlín simplemente le… le hizo explotar.
—Bastante espeluznante —dijo Rose, pensando.
—Sí, lo que sea. Eso ya es historia. ¿Qué pasa con la Dama del Lago?
—Bueno, según Austramaddux, era una campesina muggle llamada Judith. Vivía en una pequeña granja con un pequeño lago primaveral en ella. De ahí es donde viene su nombre. La granja era administrada por Judith y su madre hasta que ésta murió. El señor del feudo era un tipo llamado Hadyn. Él tenía planeado desterrar a Judith de la granja porque no podía administrarla por sí sola, pero Merlín la protegió por alguna razón. Alejó a los matones que venían a echarla. Al parecer, les puso orejas de burro y les dijo que si regresaban, terminaría el trabajo.
—¿Lo ves? —dijo James—. Esos no parecen los actos de un mago que odia a los muggles. La estaba ayudando, ¿no es así?
—Sí, pero sólo porque la amaba. El libro dice que Judith era realmente hermosa, y Merlín estaba locamente enamorado de ella. La verdad es que Austramaddux dice que Merlín estaba “bajo su hechizo”. Palabras muy fuertes para que las utilice un mago describiendo a una mujer muggle.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó James—. Sabemos que no acabaron juntos por alguna razón. Tal vez ella lo traicionó. De ahí es de donde salen las leyendas sobre ella atrapándolo de algún modo.
Rose sacudió su cabeza, sus ojos centelleaban.
—¡No! ¡Austramaddux creía que ella lo amaba también! Eso fue suficiente para poner fin al trato de Merlín con los reinos muggles. Dejó de ser asesor mágico y abandonó su trono como Mediador entre los reinos muggle y mágico. Mucha gente se enfadó por ello, y otros estaban deseosos de ocupar el lugar de Merlín. Mientras tanto, Merlín protegía la granja en la que vivía Judith. Hizo crecer auténticos espinos y espesas zarzas por todo el perímetro, manteniendo alejados a los matones de Hadyn. Merlín incluso pagó por la propiedad, diez veces más de lo que la granja habría costado. Y luego, sólo para asegurarse, comenzó a enseñar a Judith algo de magia.
—No puedes enseñar magia a un muggle así sin más, Rose —interrumpió James—. O naces con ella o no.
Rose sacudió la cabeza.
—La magia de Merlín es diferente, ¿no? La consigue tanto de la naturaleza como de su linaje mágico. No podía enseñarle cómo hallar la magia en su interior porque allí no había nada. Judith no era bruja de sangre. Pero podía enseñarle cómo usar la magia de la naturaleza. Al menos un poco. Lo único que necesitaba era saber lo suficiente como para poder protegerse a sí misma, así que Merlín le enseñó cómo alterar su apariencia. De esta forma, podía acudir inadvertidamente al mercado. Tenía que hacerlo así, ya que Hadyn había puesto precio a su cabeza. Las cosas parecían ir bastante bien, y al parecer Merlín se iba a casar con ella. Pero entonces… bueno, en realidad, fue realmente horrible.
—¿Qué? —insistió James, cautivado por la historia.
—Bueno, la cogieron, por supuesto —dijo Rose sin aliento—. Se descuidó. El disfraz mágico era perfecto. Nadie sabía que estaba en el mercado del feudo. Pero alguien la vio utilizar un poco de la magia de Merlín. Arregló la rueda rota del carrito de un niño, sólo sujetando unidas las piezas y pronunciando un conjuro que Merlín le había enseñado. La madera se soldó de nuevo, arreglando la rueda, pero alguien la vio hacerlo. Se lo contaron a los matones, que se encontraban en el mercado ese día. Capturaron a Judith y la llevaron ante Hadyn en su castillo.
—Apuesto a que Merlín quería matarlos a todos —dijo James taxativamente—. Quiero decir, ella sólo estaba tratando de ayudar. ¿Y él qué hizo?
—Al principio no sabía dónde estaba, pero la localizó. Aparentemente era muy bueno en eso, siendo capaz de hablar con los pájaros, los animales y los árboles. Hadyn sabía que Merlín aparecería. Y les dijo a los guardias que le dejaran pasar, justo hasta el salón del señor. Aunque Merlín ni siquiera perdió el tiempo con los guardias. Los puso a todos a dormir y se dirigió directamente hasta Hadyn, exigiendo la liberación de Judith. Hadyn era muy escurridizo. Le dijo a Merlín que tenía intención de devolvérsela, pero sólo si Merlín estaba de acuerdo en devolver la granja, eliminar el muro de espino, y como muestra de respeto, doblar las tierras del feudo.
James arrugó la frente.
—¿Doblar sus tierras?
—Todo se trataba de tierras por aquel entonces. Cuanto mayor fuera el feudo del señor, más acaudalado era él. El plan de Hadyn era utilizar a Merlín para robar la tierra de los feudos vecinos. También hizo prometer a Merlín que abandonaría el feudo para siempre y otorgaría su protección al castillo, ¡lo que incluía protección contra el mismísimo Merlín! Hadyn era realmente malvado y astuto. Él sabía que tan pronto como Merlín se hiciera con Judith, probablemente destruiría el castillo y a todo el que estuviera en él. Pero con el hechizo de protección de Merlín, no sólo el castillo nunca podría ser conquistado, ni el mismo Merlín podría tocar un solo ladrillo ni dañar un sólo pelo de ninguna persona que hubiera dentro.
—No lo hizo, ¿verdad? —preguntó James.
Rose asintió.
—Lo hizo. Estaba locamente enamorado de Judith. Se marchó y acudió a los feudos vecinos. No hay ningún registro de cómo lo hizo, pero cuando regresó, se presentó ante Hadyn con las escrituras de suficientes tierras para duplicar su feudo. Me da escalofrío de pensar en cómo Merlín consiguió todas esas tierras, pero tuvo que haber sido escalofriante. Los lores no entregarían sus tierras sin luchar.
James frunció el ceño pensativamente.
—¿Pero liberó a Judith?
—Bueno, ahí es donde la historia se pierde —dijo Rose incómodamente—Austramaddux escribe como si sus lectores conocieran el resto de la historia ya. Me imagino que todo lo que ocurrió era leyenda en esa parte del mundo desde hacía tiempo. Lamentablemente, la leyenda se perdió entre todos esos mitos y exageraciones durante el transcurso de los siglos. De cualquier manera, parece que terminó mal. Quiero decir que, como la profesora Revalvier dijo, Merlín está aquí con nosotros ahora, pero no la Dama del Lago. Lo importante es que esto podría explicar por qué la gente siempre creyó que Merlín podría estar resentido contra el mundo muggle. Fue engañado por ese lord muggle, Hadyn, humillado por él, y ni siquiera pudo vengarse. Para un mago como Merlín, eso tiene que ser suficiente para ahogarse de odio.
—Sí, no podría culpársele por estar tan enojado —estuvo de acuerdo James—, pero eso no quiere decir que odiara a todo el mundo muggle. Solo porque conoció a un muggle imbécil, esa no es razón para ir a la guerra contra todos ellos.
—Bueno, eso es lo que creyeron algunos —dijo Rose, encogiéndose de hombros—. Pero el propio Merlín nunca lo dijo. A decir verdad, nunca volvió a decir nada. Nunca volvió a ser visto en público, y fue justo después de eso que Austramaddux habló de Merlinus “abandonando la sociedad de los hombres hasta que llegara su momento”. Y por eso no es de extrañar que la gente haya desconfiado durante todos estos siglos.
—Y todavía hoy en día —dijo James con mordacidad.
—Esto no significa que esté de acuerdo con todo lo que la gente ha dicho de él —respondió Rose tranquilamente—. Pero sin duda le hace a uno entender cómo Merlín podría haber desarrollado algo de su gran rencor. El amor hace que la gente cometa locuras.
James suspiró.
—Tengo un plan, Rose —admitió en voz baja—. No estaba seguro de si lo iba a hacer, pero ahora lo estoy. Necesito limpiar el nombre de Merlín, si puedo. Voy a averiguar la verdad sobre si está involucrado o no con la gente que vimos, y esa horrible, hmm, cosa de la capa llena de humo.
Rose entrecerró los ojos hacia James.
—Sabes algo de esa cosa, ¿no? —preguntó—. Estás ocultando algo. ¿Tiene que ver con ese extraño dolor que tienes en la frente a veces?
—¿Qué? —dijo James, sobresaltado—. ¡No! Yo…. hmm, ya no lo siento.