James Potter y la Encrucijada de los Mayores (17 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Sí —dijo James—. Ted me habló de una chica nacida muggle que salió con él en tercero. Sus padres mencionaron accidentalmente Hogwarts en una cena y sus anfitriones llamaron a los paramédicos muggles porque los dos sufrieron algún tipo de extraño ataque exactamente al mismo tiempo. El Ministerio tuvo que modificar la memoria a todo el mundo. Fue un lío, pero bastante divertido.

—Genial —dijo Ralph muy en serio—. Eh, debería haber utilizado uno de esos encantamientos desilusionadores con mi bolso. Me habría ahorrado algunos problemas.

Zane se giró hacia él.

—¿Entonces qué pasa, Ralphie? ¿En qué clase de lío te has metido ahora?

—¡No fui yo! —protestó Ralph, y después bajó la voz, mirando hacia el escritorio principal. Slughorn estaba reclinado tras él, examinando un libro gigante a través de un par de diminutos espéculos y bebiendo algo humeante de una taza de aspecto arenisco. Ralph hizo una mueca y suspiró—. Slughorn encontró mi Game Deck esta mañana. Dijo que me lo había dejado en la sala común. Fue muy diplomático al respecto, pero me dijo que debía ser muy cuidadoso con cosas como esas. Dijo que probablemente lo mejor fuera que dejara mis "juguetes muggles" en casa.

James frunció la frente.

—¿Creía que habías dicho que había desaparecido hacía unos días?

Ralph empezó a animarse.

—¡Lo hizo!¡Eso es lo que quería decir! ¡
Yo
no lo dejé en la sala común! ¡Estoy a punto de tirar esa estúpida cosa por el wáter! Alguien lo cogió de mi bolso y lo dejó allí para que Slughorn lo encontrara. ¡Odio a esos tíos! —La voz de Ralph había descendido a un áspero susurro. Miró alrededor rápidamente, como si esperara que sus compañeros de Casa aparecieran de pronto detrás de la estantería de libros más cercana.

Zane parecía pensativo.

—¿No sabes quién lo cogió?

—No —dijo Ralph con sarcasmo—. Estoy bastante seguro de ese punto.

—¿Lo tienes ahí?

—Sí —dijo Ralph, un poco desinflado—. No voy a perderlo de vista hasta que pueda librarme de él. No funciona muy bien por aquí de todos modos. Demasiada magia en el aire o algo. —Sacó la consola de videojuegos de su mochila y se la pasó a Zane por debajo de la mesa.

James observó como Zane accionaba los botones velozmente y la pantalla volvía a la vida.

—Si alguien te ve con esa cosa —murmuró Ralph—, es tuya. Feliz Navidad.

Zane presionaba los botones con fluidez, haciendo que la pantalla centelleara y rodara.

—Solo estoy comprobando si la última persona que jugó hizo un perfil.

—¿Qué es un perfil? —preguntó James, inclinándose para ver la pantalla.

Zane ondeó la mano sin levantar la mirada.

—No mires. Slughorn lo notará. Ralph, cuéntale al Señor Mago aquí presente qué es un perfil.

—Es solo una forma de guardar un rastro de tu juego —susurró Ralph—. Antes de jugar, creas un perfil, con un nombre y cosas, normalmente algo inventado. Entonces, todo lo que haces en el juego queda grabado en ese perfil. Cuando vuelves luego y cargas el perfil, puedes seguir donde lo dejaste.

—¿Tú eres "Ralphinator"? —preguntó Zane, todavía trabajando con el Game Deck.

—Ni siquiera voy a responder a eso —dijo Ralph rotundamente.

—Aquí tenemos entonces —dijo Zane, pasando un dedo por la pantalla—. ¿El nombre "Austramaddux" significa algo para ti?

—No —dijo Ralph, alzando las cejas—. ¿Hay un perfil con ese nombre?

—Aquí mismo. Creado alrededor de la medianoche de anteayer. Ninguna información y ningún juego en proceso.

James parpadeó.

—¿Ningún juego en proceso?

—Ni uno —dijo Zane, apagando el aparato y volviéndoselo a pasar a Ralph bajo la mesa—. Bastante tiempo encendido, pero en realidad no jugó. Probablemente no pudo averiguar que el botón D arriba y el izquierdo eran para superataque. Novatos.

James puso los ojos en blanco.

—¿Eso qué quiere decir? ¿Quién es Austra-como-se-llame?

—Es solo un nombre inventado, como ya dije —dijo Ralph, metiendo el Game Deck en el fondo de su mochila—. No significa nada. ¿Vale?

Ralph dijo esto último a Zane, que estaba sentado al otro lado de la mesa con aspecto casi cómicamente pensativo. Tenía la cabeza inclinada, la frente fruncida, y una de las comisuras de su boca alzada, mordisqueándose la mejilla. Después de un momento sacudió la cabeza.

—No sé. Me resulta familiar. Me parece que alguien mencionó el nombre, pero no puedo ubicarlo.

—Bueno, todo lo que sé —dijo Ralph, apoyando la barbilla en las manos—, es que voy a soltarle esta cosa a mi padre en las próximas vacaciones. Lamento haberla visto alguna vez.

—Señor Potter. —Una voz resonó repentinamente cerca. Los tres saltaron. Era el profesor Slughorn. Se había aproximado a la mesa y de repente estaba de pie detrás de la silla de James—. Esperaba encontrarme con usted. Me alegro mucho de verle, muchacho. Mucho, ciertamente.

James forzó una sonrisa cuando Slughorn le palmeó la espalda.

—Gracias, señor.

—Sabe que conozco a su padre. Le conocí cuando era estudiante aquí y aún no el famoso auror que es ahora, por supuesto. —Slughorn asintió sabedoramente, haciendo un guiño, como si Harry Potter no hubiera sido, de hecho, enormemente famoso incluso antes de ser jefe de aurores—. Me habrá mencionado, sin duda. Estábamos muy unidos por aquel entonces. Por supuesto, le perdí la pista en los años siguientes, yo enseñando, remoloneando por ahí, convirtiéndome en un viejo, y él casándose, desarrollando su ilustre carrera, y haciendo buenos jovencitos como usted mismo. —Slughorn dio un puñetazo juguetón en el hombro de James—. Ansío encontrarme con él durante su visita la próxima semana. Le dirá que me busque, ¿verdad?

—Sí, señor —dijo James, frotándose el hombro.

—Bien, bien. Bueno, les dejo para que estudien, jovencitos. Adelante, er, muchachos —dijo Slyghorn, mirando a Ralph y Zane aparentemente sin reconocerlos, a pesar del hecho de que Ralph había hablado con él esa misma mañana.

—Oh, uh, ¿profesor Slughorn? ¿Podría hacerle una pregunta? —Fue Zane.

Slughorn miró atrás, con las cejas alzadas.

—¿Sobre qué, er, señor... ?

—Walker, señor. Estoy en su Clase Uno de Pociones, creo. ¿Mencionó en ella a alguien llamado Austramaddux?

—Ah, sí, señor Walker. Miércoles por la tarde, ¿verdad? Ahora recuerdo —Slughorn miró distraídamente hacia el escritorio principal—. Sí, no realmente relacionado con pociones, pero su nombre surgió. Austramaddux era un historiador y vaticinador del pasado distante. Sus escritos están considerados, bueno, apócrifos en el mejor de los casos. Creo que estaba haciendo una broma, Señor Walker.

—Oh. Bien, gracias, señor —exclamó Zane.

—No hay problema, muchacho —le reconfortó Slughorn, recorriendo la biblioteca con la mirada—. Y ahora debo volver a mis obligaciones. No os distraeré más.

—Es toda una coincidencia —susurró Ralph, apoyándose en la mesa mientras Slughorn se alejaba.

—En realidad no —razonó Zane—. Mencionó a Austramaddux en clase como una broma. Ahora lo recuerdo. Parecía una referencia a una fuente que no es del todo de confianza, o está un poco chiflada. Como nos referiríamos a un tabloide o a la teoría de una conspiración o algo así. Slughorn es el jefe de la Casa Slytherin, así que probablemente utilizáis esa misma referencia entre vosotros. Ellos lo sabrían. Por eso el que cogió tu Game Deck conocía el nombre.

—Supongo —dijo Ralph dudosamente.

—¿Pero por qué? —preguntó James—. ¿Por qué utilizar un nombre que significa "no confíes en mí, soy un chiflado"?

—¿Quién sabe qué tonterías acechan en los corazones de los Slytherins? —dijo Zane despectivamente.

—Simplemente no tiene sentido —insistió James—. Los Slytherin normalmente dan mucha importancia a la imagen. Les encantan esas capas y dagas, las cabezas de dragón y las contraseñas secretas. Simplemente no se me ocurre por qué uno de ellos utilizaría un nombre que su propio Jefe de Casa considera una broma.

—Sea como sea —dijo Ralph—. Tengo deberes que hacer, así que si no os importa...

Pasaron la siguiente media hora trabajando en sus deberes. Cuando llegó el momento de recoger, Zane se giró hacia James.

—¿Las pruebas de Quidditch son esta tarde, verdad?

—La mía sí. ¿La tuya también?

Zane asintió.

—Al parecer compartiremos campo. Buena suerte, colega —Zane estrechó la mano de James.

James se sintió sorprendentemente conmovido.

—¡Gracias! Tú también.

—Por supuesto, tú te lucirás. —declaró Zane frívolamente—. Yo tendré suerte si me mantengo sobre la escoba. ¿Desde cuándo vuelas, por cierto?

—Solo volé una vez en una escoba de juguete cuando era pequeño —dijo James—. Las leyes solían ser bastante imprecisas sobre las escobas. Había restricciones de altura y distancia, pero cualquiera de cualquier edad podía coger una mientras tuviera cuidado de no dejarse ver por ningún muggle. Entonces, más o menos para cuando mi padre consiguió su diploma honorario de Hogwarts, algunos adolescentes se emborracharon con whisky de fuego e intentaron jugar al Quidditch en Trafalgar Square. Desde entonces, las leyes se han endurecido. Ahora, es casi como conseguir un permiso de conducir muggle. Tenemos que tomar lecciones de vuelo y conseguir un certificado antes de poder volar legalmente. Algunas familias mágicas todavía dejan a sus hijos subirse a una escoba en el patio y esas cosas, un poco de práctica. Pero siendo mi padre auror...

—¿Tú padre y tu madre eran los dos grandes jugadores de Quidditch, verdad? —preguntó Zane, codeando a James y sonriendo—. Incluso si no distingues un extremo del otro de una escoba, serás un peligro con una cuando estés en el campo. Metafóricamente hablando, por supuesto.

James sonrió incómodamente.

Se dirigieron a sus clases. James no podía evitar el nerviosismo. Casi había olvidado las pruebas de Quidditch. El conocimiento de que estaría allí afuera en unas horas, con una de las escobas del equipo por primera vez e intentando ser uno de los pocos de primero que entraban en el equipo Gryffindor le hacía sentir vagamente enfermo. Pensó en la snitch con la que había crecido jugando, la famosa primera snitch de su famoso padre. Por aquel entonces, nunca había dudado de su futuro. Por como hablaba el tío Ron, era casi derecho de nacimiento de James estar en el equipo de Quidditch Gryffindor su primer año, y James nunca lo había cuestionado. Pero ahora que era inminente, tenía miedo. Los miedos que había sentido durante la ceremonia de selección volvieron todos. Pero eso había acabado resultando bien, se recordó a sí mismo. Había estado tan preocupado por ello, que casi había conseguido que el Sombrero Seleccionador le pusiera en la Casa Slytherin con Ralph, y ahora sabía el gran error que eso habría sido. La clave era relajarse. El Quidditch, como ser un Gryffindor, estaba en su sangre. Solo tenía que dejar que ocurriera y no preocuparse.

Para la cena, tuvo que admitir que su plan no estaba funcionando. Apenas pudo comer.

—Eso está bien, Potter —asintió Noah, viendo el plato sin tocar de James—. Cuanto menos comas, menos tendrás para vomitar cuando estés en el aire. Por supuesto, algunos vemos una pequeña vomitona como una estupenda técnica defensiva. Has tenido la primera lección de escoba con el profesor Ridcully, ¿verdad?

James se encorvó y puso los ojos en blanco.

—No, aún no. La primera clase es el lunes.

Noah pareció serio un momento, y después se encogió de hombros.

—Eh, lo harás bien. Las escobas son fáciles. Inclinarse hacia adelante para avanzar, tirar hacia atrás para detenerse. Apoyarse y rodar en los giros. Pan comido.

—Sí —estuvo de acuerdo Ted—. Y toda la lluvia y el viento de ahí afuera lo hacen más fácil. Probablemente no seas capaz siquiera de ver el suelo con la niebla. Más fácil que confiar en tus agallas.

—Siempre y cuando puedas mantenerlas dentro —gritó alguien más abajo en la mesa. Hubo un coro de risas. James agachó la cabeza sobre los brazos cruzados.

El campo de Quidditch estaba empapado y enlodado. La lluvia caía en grandes sábanas, golpeando el suelo y creando una densa niebla que empapó a James hasta la piel en el primer minuto. Justin Kennely, el capitán de Gryffindor, conducía a su grupo hasta el campo, gritando algo sobre el firme rugido de la lluvia.

—En el Quidditch no cuenta la lluvia —bramó—. Algunos de los mejores partidos de Quidditch han tenido lugar con un tiempo como este, y mucho peor. La Copa de Quidditch del noventa y cuatro se celebró con un tifón en la costa de Japón, ya sabéis. Los buscadores de ambos equipos volaron más de sesenta millas persiguiendo a la snitch con vientos con fuerza de vendaval. Esto es poca cosa en comparación. El tiempo perfecto para las pruebas.

Kennely se detuvo y se giró en el centro del campo, la lluvia corría por la punta de su nariz y barbilla. Había un gran baúl de Quidditch a sus pies, al igual que una fila de escobas pulcramente tendidas sobre la hierba húmeda. James vio que la mayoría de las escobas eran Nimbus dos mil; servibles, pero modelos bastante obsoletos. Fue un pequeño alivio. Si se le hubiera pedido volar en una Estela de Trueno nueva estaba seguro de que habría terminado a trescientas millas de distancia. En el lado opuesto del campo, James vio al equipo Ravenclaw reuniéndose. No pudo reconocer a ninguno entre la lluvia y la niebla.

—Buen entonces —gritó Kennely—. Los de primero, vosotros antes. Me han dicho que algunos de vosotros aún no habéis tenido vuestra primera clase de escoba, pero gracias a las nuevas normas y a los descargos de responsabilidad que todos firmasteis antes de venir a la escuela, no hay razón para que no podáis subiros y probar. Veamos qué podéis hacer antes de intentar nada con el resto del equipo. No os preocupéis por formaciones o hazañas, veamos si conseguís tomar aire y navegar por el campo sin tropezaron los unos con los otros.

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