Hollywood Babilonia (14 page)

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Authors: Kenneth Anger

Tags: #Historia, Referencia

BOOK: Hollywood Babilonia
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La deliciosa Thelma Todd, había trabajado con Laurel y Hardy, los Hermanos Marx y su amiga del alma Zasu Pitts, en una serie de alegres farsas para Hal Roach. Sus admiradores no hubieran reconocido a Thelma en su último papel —que sólo llegó a interpretar tras ardua lucha—: el de un cadáver desplomado, con la boca, el traje de noche y el abrigo de visón cubiertos de sangre. Su doncella descubrió al cadáver a las 10,30 del lunes 16 de diciembre en la puerta de entrada del garaje que Thelma compartía con su amante, el realizador Roland West. La cochera estaba situada en Palisades, sobre la autopista del Pacífico, entre Malibú y Santa Mónica. La llave de encendido de su Packard estaba en el contacto y el motor en punto muerto, en tanto Thelma yacía de bruces sobre el asiento frontal. En una macabra coincidencia, la actriz había interpretado no hacía mucho una escena con Groucho Marx, en la que éste le advertía: "Ahora, sé una buena chica o, de lo contrario, tendré que encerrarte en el garaje".

El Gran Jurado, tras muchas semanas de debate sobre evidencias contradictorias, pronunció un extraño veredicto: "Muerte causada por envenenamiento con monóxido de carbono". Esta conclusión un tanto negligente dejaba muchos cabos sueltos. Si efectivamente Thelma había muerto asfixiada a su regreso del Trocadero, ¿cómo era que sus ropas se hallaban en ese estado de desorden? ¿Quién o qué había causado las salpicaduras de sangre en su rostro?

Si, como la policía aseguraba, la muerte se había producido en la mañana del domingo, ¿por qué los testigos (uno de los cuales era Jewell Carmen, la esposa de West) aseguraban haber visto a Thelma ese mismo domingo zumbando al volante de su Packard descapotable entre Hollywood y Vine, con un apuesto moreno por acompañante?

Thelma había sido durante algún tiempo la querida de West. Ambos eran socios en el Thelma Todd's Roadside Rest, un popular merendero en la playa situado bajo las Palisades, en la carretera de la Costa, cercano al lugar del crimen. Tras un exhaustivo interrogatorio, West admitió de mala gana haber sostenido con Thelma en la madrugada de aquel domingo una violenta pelea, zanjada al empujarla él hacia afuera. La comunidad de vecinos declaró haber escuchado a Thelma proferir obscenidades contra West mientras golpeaba con los nudillos la pesada puerta de la finca. El examen de la entrada principal reveló marcas frescas de golpes.

En la encuesta salió a relucir que su amiga de confianza y compañera en la pantalla, Zasu Pitts, había prestado a Thelma miles de dólares que habían sido engullidos por las complicadas finanzas del Roadside Rest y jamás restituidos a Zasu. Ida Lupino testificó que, si bien en la fiesta del Trocadero Thelma parecía tan despreocupada como de costumbre, le confió que estaba poniéndole los cuernos a West con un hombre de negocios de San Francisco.

El abogado de Thelma solicitó una segunda investigación con el objeto de demostrar
su
teoría: que la dama había sido muerta por asesinos a sueldo de Lucky Luciano. Por aquel entonces Luciano incursionaba en los establecimientos de juego ilegales de California. Se había aproximado a Thelma con una oferta para quedarse con la parte superior de su café e instalar un resguardado casino que, era de suponer, ella se encargaría de llenar de clientes reclutados entre sus famosos amigos. El abogado estaba convencido de que, al negarse a aceptar el ofrecimiento de Luciano, Thelma había firmado su sentencia de muerte. Su productor, Hal Roach, palideció ante la sola mención del nombre de Luciano. Y aconsejó al abogado que abandonase el asunto.

También se sospechó, aunque no llegara a probarse, que una especie de representación había tenido lugar bajo la batuta de West, con la ayuda de una amiguita a la que había hecho pasar por Thelma. Se decía que era la doble quien había intervenido en toda la pantomima de los gritos y golpes ante la puerta, mientras West, al otro lado, dejaba a Thelma sin sentido, la depositaba en su coche, abría la espita del gas y cerraba el portón del garaje.

De acuerdo con esta teoría, West había querido dar un carpetazo definitivo a la ya deteriorada relación entre ambos y cometer el crimen perfecto, como en su película
Alibi
.

De todo esto no existieron pruebas reales, pero West, que había dirigido a Lon Chaney en
El monstruo
y a Chester Morris en
The Bat Whispers
, uno de los más extraordinarios
thrillers
jamás filmados, no volvió a realizar otra película. Contrajo matrimonio con Lola Lane y murió olvidado en el año 1952.

Thelma había sido popularísima, no sólo para sus admiradores, sino entre las gentes de su profesión. Su funeral en Forest Lawn, convocó a una enorme muchedumbre. Descansaba en féretro abierto, cubierto de rosas amarillas y, gracias a los maquilladores de la funeraria, volvía a ser la Rubia Merengue con el corazón de oro y siempre con un comentario divertido en los labios. Zasu Pitts, esa amiga generosa, comentó: "Parecía que de un momento a otro Thelma iba a sentarse y ponerse a charlar". Sin embargo, Thelma ya no volvería a hablar, ni siquiera diría una frase chistosa para contar quién la había golpeado hasta la muerte.

Su asesinato, como tantos otros, quedará para siempre como uno de los más turbadores enigmas de Hollywood.

"In" como Flynn

El tono de los alborotos de Hollywood sufrió una alteración cuando en 1942 acusaron a Errol Flynn de estupro estatutorio.

Peggy Satterlee y Betty Hansen, las muchachas implicadas, no habían cumplido los dieciocho años. Una de ellas aseguraba que la habían violado en tierra, la otra decía que en el mar.

El encantador, despreocupado Errol Flynn, era una de las figuras más estimadas en Hollywood, dentro y fuera de la pantalla, desde que su imagen como espadachín quedara fijada bajo la identidad del Capitán Blood. Había nacido en Tasmania y, tras una tumultuosa adolescencia e innumerables expulsiones de colegios de su tierra natal y de Australia, había causado un enorme impacto como Fletcher Christian en
The Wake of the Bounty
—primera de las "rebeliones a bordo". Tras una serie de papeles sin consistencia en Inglaterra y en Hollywood, acertó en pleno con
El Capitán Blood
y se convirtió en una
superstar
en películas como
Robin de los Bosques
. Ídolo de la juventud, sus films eran tan divertidos de contemplar como de interpretar, y generalmente incluían el rescate de una bonita muchacha (Olivia de Havilland, era la más asidua) como corolario de un prolongado duelo a capa y espada.

Mujeres de toda condición y edad no se privaban de correr tras el magnético Errol. Su borrascoso matrimonio con la atractiva bisexual Lili Damita había hecho aguas en 1942. Cierta noche de ese mismo año, una escena ciertamente cómica se desarrolló en el salón del hogar de Flynn en Mulholland Drive. Un agente de policía se presentó para informar al espadachín (que se daba el lujo de llevar a su cama a cualquier fulanita que estimulara su fantasía) que le habían denunciado por "violación estatutoria".

Flynn alegó que ni siquiera sabía de la existencia de ese animal. Se le explicó entonces que en California regía una ley que prohibía el conocimiento carnal de cualquiera que tuviera menos de dieciocho años, incluso con su consentimiento; dejarse seducir por una menor podía costarle a uno cinco años en chirona.

Los polis habían arrestado a la joven Betty Hansen por vagabundeo. Entre otros interesantes objetos le habían encontrado los números de teléfono de Flynn y su compadre Bruce Cabot (el que salvara a Fay Wray de las garras de King Kong). Betty había declarado que un partido de tenis mantenido con los chicos se había prolongado en un
party
al que se había añadido natación y sexo. Y dijo que, aunque Flynn se hubiese quedado en cueros, había conservado todo el tiempo los calcetines puestos.

Flynn negó en redondo la acusación, admitiendo, eso sí, que había coincidido con Betty en una fiesta, nada más. Fue fichado y puesto en libertad bajo fianza. Nada más regresar a su casa sonó el teléfono. Una voz desconocida manifestó: "Dile a Jack que quiero diez mil dólares", colgando a continuación. El asunto podría haber terminado allí mismo si Jack L. Warner, el jefe de Flynn, hubiese aceptado las condiciones del chantajista.

El Fiscal del Distrito no tenía mucho material como para un caso, pero, debido a motivos sólo conocidos por él, se negaba a que Flynn disfrutara de su carrera en paz justo cuando se hallaba personificando a
Gentleman Jim
[7]
, uno de los grandes héroes del deporte. La madeja comenzó a enredarse a causa de una bailarina de "Los Jardines Florentinos" llamada Peggy Satterlee. Era bien conocida por toda la ciudad pero a causa de su obvia experiencia y sus senos gigantescos; nadie podía sospechar que aquella monada de menor era una emprendedora de cuidado. Peggy se descolgó diciendo que en 1941 Errol la había conducido hasta su yate, el Sirocco, para penetrarla frente a cada una de las escotillas.

Los titulares, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, proclamaban: ROBIN HOOD ACUSADO DE VIOLACIÓN. Las
fans
se desbordaron cuando llegó Errol dispuesto a enfrentarse al Gran Jurado. Pero lo que prometía ser un largometraje dramático y con sexo quedó reducido a una farsa de un rollo. Betty, Peggy y Errol contaron cada uno su distinta versión de los hechos. El Jurado se retiró para deliberar, regresando con una rápida absolución para Errol.

Parecía que el caso estaba cerrado. Flynn se fue a casa, abrió una caja de botellas de champagne y llamó a sus amigos y partidarios para que le ayudasen a celebrarlo. El Estudio dejó escapar un suspiro de satisfacción: Jim seguía siendo un gentleman.

Entonces, ante la extrañeza de todos, la oficina del fiscal del distrito, de forma inusitada, ignoró la decisión del Gran Jurado y decidió procesar a la estrella a pesar de la absolución. El Estudio designó a Jerry Geisler, considerado el más sagaz abogado de Hollywood, para asumir la defensa de Flynn.

Sabiamente, Geisler advirtió a Flynn que se preparase para a un proceso largo. La mejor defensa era atacar, aunque resultase fastidioso el lento desarrollo de los acontecimientos. (A medida que el proceso avanzaba, la expresión "Arrojado como Flynn" se convirtió en un apodo muy popular, especialmente entre la tropa, que por lo demás divertía a su protagonista.) El emplearse a fondo, daría tiempo a Geisler para hacer pedazos la credibilidad de las chicas, rastreando todo lo que pudiera acerca de sus dudosos pasados —y era mucho lo que había que rastrear.

Peggy se extendió en un gran número de detalles sobre lo acontecido a bordo del Sirocco, pero se pasó de lista, dando oportunidad a Geisler para interrogarla aparte acerca de esta versión de los hechos (¿Cómo había tardado todo un año en descubrir que la habían violado?) El juez tuvo que poner orden en la sala cuando ella describió cómo Flynn le había susurrado al oído: "Esa luna se vería más bella contemplada a través de una escotilla".

Cuando le llegó el turno a Betty Hansen, ésta tomó asiento y declaró que Flynn la había despojado de sus ropas. Geisler cargó como la brigada ligera. Primero, la obligó a admitir que ella había consentido en quedarse como su mamá la había traído al mundo; a continuación la fulminó con un "¿Acaso no deseaba Vd. que se las quitara?". La tranquila respuesta de Betty ganó el proceso para Flynn: "Bueno, yo no puse objeción alguna". Errol Flynn fue absuelto por los cuatro costados.

Gentleman Jim
, estrenada poco después, se convirtió en uno de los vehículos más carismáticos de Flynn, gustando a público y crítica. Este escándalo estelar, que de haber ocurrido sólo diez años antes hubiera significado el ocaso de una carrera, con cancelación de contratos y público deshonor —aunque su encartado hubiese sido declarado inocente—, no llegó a tal extremo.

La "moral" había cambiado. A los fácilmente impresionables hinchas les gustaba la idea de estar "'in' como Flynn" y acudieron en manadas a ver la película. El concepto de la moralidad había evolucionado tanto en los años de guerra que el caso Flynn jamás volvería a repetirse ante un juzgado, a menos que fuese motivado por presiones internas.

Los periódicos no se apercibieron entonces del aspecto subterráneo del asunto, pero enseguida quedó claro para los implicados (Flynn, Geisler y Warner Bros) que la persecución de Flynn formaba parte de una maniobra para corromper a los políticos de Los Ángeles. Estos habían decidido que los Estudios, que tras la Depresión volvían a ganar dinero a espuertas con el cine escapista fabricado durante la guerra, no les ofrecían oportunidades de recibir de ellos los suculentos sobornos de otros tiempos. Las recompensas eran generalmente distribuidas entre los "jefes", quienes, en justa compensación, se aseguraban de que la policía tuviera su parte en el pastel. Además, como agradecimiento, protegían a los estudios, anulando los cargos que fuesen en el caso de que las estrellas se viesen mezcladas en algún lío.

La montaña que se hizo del caso Flynn habría quedado reducida a un grano de arena si, antes de explotar todo, no se hubiesen efectuado ciertos cambios en quienes manejaban el Ayuntamiento de Los Ángeles. Dado que Jack L. Warner no había accedido a bajar la cabeza ante los nuevos jefes, el primer proceso por violación contra Errol se tomó como una advertencia; al no poder comprobarse nada, el segundo fue claramente inducido por los policías, por si colaba.

Afortunadamente para Errol, el jurado (Geisler se aseguró de que nueve de sus doce miembros fuesen mujeres) no se tragó la historia forjada por la policía, y Errol Flynn se encontró libre para continuar deleitando a sus admiradores y disfrutar de veinte años más de jarana.

¿Qué Papaíto? Papaíto Cheques Largos

No transcurriría mucho tiempo sin que Jerry Geisler recibiese otra llamada: la de un millonario de cincuenta y cuatro años que tenía problemas con una chica. Su nombre: Charles Spencer Chaplin. El acto preliminar de lo que sería una larga batalla, un drama a resolverse fuera del juzgado, había contado con el auspicio de otro millonario: J. Paul Getty. Todo empezó cuando Joan Barry, "La Simple", llegó en 1940 a Hollywood dispuesta a comerse el mundo del cine.

Su nombre apareció en los titulares de primera plana durante 1943 y 1944, no por su habilidad ante las cámaras, sino porque se hallaba en estado de buena esperanza y señalaba a Chaplin como futuro padre. Antes había revoloteado por aquí y allá desempeñando toda clase de trabajos, el más frecuente el de camarera. Cierto día fue invitada a integrarse en un grupo de muchachas que iban a México para engalanar la inauguración de Avila Camacho, propiedad del magnate del petróleo J. Paul Getty. Allí conoció a Tim Durant, agente de la United Artists que la presentó a Chaplin, quien se hallaba a la búsqueda de la actriz femenina para
Sombra y sustancia
, una película que planeaba por entonces.

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