—No estoy seguro de esto —dice el otro, transpirando y respirando agitadamente.
—Tranquilízate, nosotros no somos su objetivo.
—Listo, ya hemos cumplido con nuestra tarea —dice el más miedoso cuando los Cyborg ya están todos desconectados—. Ahora vayámonos de aquí.
Y camina rápidamente fuera de la cámara en donde se encuentran los Cyborgs.
—¡Espera! —grita el otro desde atrás del vidrio blindado—. ¿Qué sucederá si Ruth nos necesita?
El científico miedoso, casi saliendo de la habitación, respira profundamente y gira para mirar a su compañero. Dentro de la cámara los Cyborgs se levantan de sus sillas silenciosamente. El científico miedoso puede observar cómo un Cyborg que está parado detrás de su compañero lleva su mano derecha en la cabeza del mismo y luego de retirarla el vidrio blindado se salpica de sangre.
Visto esto, el científico comienza a correr atormentadamente, sube las escaleras al primer subsuelo y continúa corriendo hasta pasar la puerta oculta por la pared. En ese mismo instante se produce una alarma en el cuartel de policía.
Vulpécula está durmiendo en su casa, una ventana de comunicación con un marco rojo muy luminoso lo despierta. Es un compañero de la policía que se encuentra de turno.
—Vulpécula, hemos recibido un código amarillo del laboratorio del ATHE. Tengo entendido que tú lo estabas investigando, así que te dejo el resto a ti. En seguida te doy acceso a los datos —dice, luego la ventana se cierra.
Hikaru se levanta entre una pila de escombros. El centinela que lo chocó se encuentra cerca suyo atravesado por una viga.
—Estuvo cerca —se levanta y toma una varilla de unos dos metros de largo—. Mmm, esto puede servir…
En seguida se alerta y presta atención, puede escuchar a los centinelas ciempiés caminando por la estructura de hierro. De pronto salta hacia el costado a tiempo para esquivar los disparos de los centinelas. El fogonazo de los disparos delata su ubicación. Hikaru se posa sobre una viga transversal unos pisos más arriba y arroja la varilla con su poder. El primer centinela es atravesado y destruido, los otros dos comienzan a disparar y siguen disparando mientras Hikaru salta ágilmente de un lado a otro.
En uno de los saltos Hikaru se encuentra con una llave extraviada.
—¡Uh, qué suerte! —la agarra casi sin detenerse y en su siguiente salto la arroja a otro centinela—. Bien, sólo falta uno.
Continúa saltando hasta posarse en una viga vertical en lo alto de la construcción, el centinela lo ha perdido de vista y ya no dispara.
Desde allí Hikaru puede observar claramente la luna, la colosal estructura bajo sus pies, y un poco más allá los tres pisos del laboratorio.
—La estructura externa del laboratorio se ve prácticamente impecable, aún falta mucho para terminar de destruirlo. Sin mencionar que aún no entré al subsuelo —mira hacia abajo y sentencia—. Me encargaré de ti más adelante, te estaré esperando.
Hikaru salta hacia el laboratorio y cae en la terraza. Avanza por ella tocando los equipos de ventilación haciéndolos hundirse en el techo y atravesar todos los pisos hacia abajo. Realiza lo mismo con la gran antena en el extremo opuesto del edificio que aplasta en su trayectoria a los operadores de la sala de seguridad. Se detiene a ver el hueco y mirar hacia abajo. Ha penetrado hasta el primer subsuelo donde alcanza a reconocer una forma humana entre el polvo en suspensión. El polvo se arremolina y de adentro surge un pedazo de escombro, Hikaru arquea su espalda hacia atrás justo a tiempo para esquivarlo y retrocede unos pasos.
Del hueco salta un Cyborg y se para frente a Hikaru. “¿Ruth?”, se pregunta. “No, este es otro Cyborg…” De pronto, por un agujero que hay atrás aparece otro. Hikaru, algo alarmado, gira para observar. “¿Cuántos han activado?” En su distracción, el primer Cyborg lo toca en el costado, en la cintura.
—No —dice Hikaru y mira por un instante al Cyborg inclinado a su lado antes de salir él despedido por el aire hacia una de las torres de luz del estacionamiento, donde se estrella contra la matriz de focos. Produce una lluvia de chispas y luego cae a la plataforma enrejada en donde desemboca la escalera de la torre. Se incorpora rápidamente—. No ha sido tan grave, aún sigo completo. ¿Acaso están jugando conmigo? —Hikaru observa hacia abajo a los Cyborgs en el techo—. No, el laboratorio no jugaría en esta situación. Pudo haberme desintegrado la cintura con un solo ataque, pero no lo hizo, eso significa que esos Cyborgs no poseen un poder tan desarrollado como el mío.
La torre completa se sacude. Hikaru se aferra a la baranda y mira hacia abajo. Un tercer Cyborg ha utilizado su poder para abollar la base de la torre y ésta comienza a caer hacia el laboratorio. Mientras cae, Hikaru toma los dos cuchillos que quedan en su espalda y los arroja uno por uno contra el Cyborg que lo atacó. Le clava el primer cuchillo en el muslo derecho y el envión lo fuerza a girar y caer, el segundo cuchillo le clava el antebrazo al piso. Finalmente la torre de iluminación lo aplasta por completo. El otro Cyborg se hace a un lado justo a tiempo. En el impacto Hikaru sale despedido y rueda hasta caer por el hueco de la antena al primer subsuelo.
Hikaru se levanta y sacude el polvo de su ropa.
—Esto ya está empezando a hacerse costumbre… —no es mucho lo que puede ver, hay polvo en suspensión por todos lados, un fluorescente parpadea intermitentemente, escucha pequeños ruidos—. Pasos… están aquí… —se queda quieto, atento—. Te tengo —grita y gira para agarrar el rostro del Cyborg, pero este se corre hacia atrás dejándole solamente la máscara en la mano.
Se produce un ruido y ambos giran a mirar. Otro Cyborg viene a toda velocidad con una maza formada por un caño y un bloque de cemento. La blande en la cabeza de su compañero y la destroza.
Hikaru se sorprende: “¡Ha matado a su compañero! ¿Acaso lo habrá confundido conmigo?”. Mira la máscara en su mano “Si yo me pongo esto, bajo esta nube polvo luciremos todos iguales”, y decide colocársela.
Comienza a caminar cautelosamente y se encuentra al Cyborg de la maza, que luce relajado. Hikaru se le acerca naturalmente y el Cyborg dice:
—Hemos terminado nuestra misión, debemos regresar al laboratorio.
Hikaru asiente con la cabeza y comienza a caminar detrás del Cyborg, aprovecha entonces para poner su mano sobre la espalda del Cyborg que de golpe cae de cara al piso con un agujero que lo traspasa hasta el pecho.
—Bien, eso ha sido todo —concluye Hikaru. Mientras baja las escaleras hacia el segundo subsuelo, afirma—. Este piso aún está impecable.
Vulpécula llega en su auto y estaciona en el otro extremo de la avenida enfrente del laboratorio.
—¿Qué ha sucedido aquí? El laboratorio está prácticamente destruido —señala. De pronto le llama la atención una figura trepando la escalera de una de las torres de iluminación y saca unos prismáticos para observar, lleva colgando a su espalda un arma láser.
—¿Hikaru? —se pregunta al tiempo que ve otra figura que comienza a salir del frente del edificio sacudiéndose el polvo de las manos, lleva una careta puesta—. ¿Ruth? ¿Qué está pasando aquí? No comprendo.
Hikaru termina de sacudir sus manos, deja atrás el poste de iluminación caído que pasó por encima de su cabeza hasta el laboratorio.
—Parece que Ruth ha escapado. ¡Qué pena! El laboratorio finalmente está destruido, le tomará mucho tiempo volver adonde estaba antes.
De la torre caída salta un centinela ciempiés que estaba escondido y toma por sorpresa a Hikaru, enrollándose como una serpiente en su cuerpo.
—Maldición, me había olvidado de ti por completo —dice agitándose intentando zafar.
—¡Esta vez no fallaré Hikaru! —grita Ruth dejando conocer su ubicación a su enemigo, tiene el arma lista para disparar.
—Ya veo —dice Vulpécula—. Entonces el de la máscara es Hikaru y el de la torre, sin duda, es Ruth.
El rayo se dirige derecho al pecho de Hikaru, le da incluso al centinela que lo tiene agarrado. La descarga dura un par de segundos, el centinela cae partido al medio. Hikaru tiene todo su torso quemado, cae sin fuerzas y de cara al suelo sobre los escombros ocasionados por el primer ataque de los centinelas. Su máscara se despedaza con el golpe. Ruth se asoma por la baranda para observar mejor.
—¡Lo logré! —baja por las escaleras y mira su arma. Está lista para otro disparo.
Hikaru extiende el brazo derecho, con su puño cerrado, por delante de su cuerpo, y se incorpora dificultosamente apoyándose sobre el antebrazo sólo lo suficiente para levantar la cabeza y mirar a Ruth, que se detiene a una distancia prudente y se prepara a disparar.
—Crearte a ti fue el mayor fracaso de toda mi carrera científica. ¡Muere! —vocifera Ruth.
Hikaru abre entonces su mano con un pequeño movimiento y deja caer un puñado de piedritas que había agarrado mientras se incorporaba. Ruth no llega a reaccionar al ataque masivo de las piedras que vuelan en su dirección y se clavan en su cuerpo que se llena de pequeños agujeros que lo atraviesan de lado a lado. Luego cae sin vida.
Comienza a llover. Hikaru queda tendido allí unos minutos. Está consciente pero tiene la mirada perdida. Se escucha a alguien corriendo que se detiene frente a los ojos de Hikaru. Cuando se agacha pueden verse las caras.
—Muro, ¿qué haces tú aquí?
—Mi padre ya está viejo para andar corriendo detrás de ti, así que me encargó a mí la misión de vigilarte. Después de todo, Hikaru, eres mi amigo.
Hikaru se encuentra sobre la mesa del comedor de la casa de Muro. Javier le repara los daños mayores, aquellos que Hikaru no puede auto regenerar. Ya está prácticamente listo, salvo la quemadura del torso. Mientras tanto, observan las noticias. Una periodista habla desde el playón de estacionamiento del laboratorio, con las ruinas de fondo.
—Ayer por la noche los laboratorios de la ATHE han sucumbido a la catástrofe. Aún se desconocen las razones por las cuales ha terminado en este estado de destrucción absoluta, aunque a simple vista parece evidente que aquí se ha desarrollado una batalla de gran magnitud.
El timbre suena y aparece una imagen del portero eléctrico flotando en el aire.
—Vulpécula —dice Hikaru y se incorpora—. Yo lo atiendo.
Hikaru atiende a Vulpécula en la puerta.
—Vulpécula, ¿qué te trae por aquí?
—Venía a ver si finalmente habías considerado mi propuesta de trabajar conmigo en el caso de Internet por IdIn… pero, dados los últimos eventos, vengo a arrestarte.
—¿De qué estás hablando?
—Hikaru. Sé que has sido tú. Las cámaras de seguridad del laboratorio tienen todo registrado. La policía confiscó las grabaciones y todo el plantel de policía lo sabe. No sé qué te ha impulsado a hacer semejante estupidez.
—Yo ya te había contado de los laboratorios inferiores, de la maquinaria de guerra. Aún debe haber evidencia entre los escombros.
—Sí, conozco los laboratorios inferiores, pero no es eso… No has resuelto nada, Hikaru, esto recién comienza. También ha habido muertes por el virus 3I en otros países, es sólo cuestión de tiempo para que los noticieros empiecen a hablar de ello. Si el laboratorio estaba implicado con esas muertes, ya no podremos demostrarlo. Vamos ya, Hikaru.
Afuera lo espera un furgón de policía con un par de oficiales, le atan las manos por delante con unas esposas y lo meten en la parte de atrás del camión junto con Vulpécula, uno sentado frente al otro. El camión empieza a avanzar, todo está en silencio durante un largo trecho. El furgón sale de los límites de la ciudad hacia el campo.
—¡Feder! ¡Él lo sabe! —grita de pronto Hikaru—. ¿Qué hay de su señal de IdIn? ¡Ahora que he destruido el laboratorio cualquier señal falsa debería desaparecer!
—No sé de qué me hablas.
—¿Por qué lo ocultas? —pregunta Hikaru extrañado—. Tú sabías eso de antes, Feder te lo contó cuando estaba en el hospital policial. Feder también te contó cómo llevaban a cabo los experimentos en el laboratorio.
Vulpécula se sobresalta.
—¿Co-co… cómo sabes todo eso? Es imposible que Feder haya hablado contigo…
—¿Qué estás insinuando? Si descubro que tú estás atrás de esas muertes o de la desaparición de Feder, te mataré… —amenaza Hikaru, sin dejar de estar sentado, acercando su cara todo lo que puede a Vulpécula.
Vulpécula saca un arma.
—Atrás. Ya has tenido tu venganza con el laboratorio. No te atrevas a meterte con la policía.
—No me importa si eres policía. Además, conozco bien el castigo para un Cyborg descarriado. Me llevan al matadero. —Hikaru toca el camión con sus manos y éste vuelca y comienza a dar vueltas. Para cuando se detiene el vehículo, Vulpécula y el resto de los oficiales se encuentran inconscientes. Hikaru escapa entonces por la puerta trasera, que ha quedado abierta por las abolladuras del camión. De un tiro destroza las esposas de sus manos y regresa a la ciudad caminando por la ruta rodeada de campo.
Vulpécula vuelve en sí, va a la cabina de los conductores y del techo saca un fusil de gran calibre. Apunta durante unos momentos y dispara. La bala atraviesa a Hikaru en la parte baja del abdomen de lado a lado. Le deja las piernas inútiles.
Hikaru sufre un pequeño apagón, su sistema interno hace una verificación de sistemas.
—Batería primaria destruida; estado de batería de backup crítico, activándose; piernas fuera de servicio…
Hikaru despierta, Vulpécula se acerca con el rifle al hombro.
—Aquí termina tu batalla contra el Internet de IdIn, Hikaru.
—No… aún no. —Hikaru se toca el pecho y, al soltarlo, sale disparado por los aires.
Hikaru vuela hasta caer en un desierto, no sabe dónde. Cae duramente, dando muchas vueltas.
—Estado de batería de backup límite, pasando a modo de ahorro de energía —reporta su sistema interno.
—¿Ahorro de energía?… —se pregunta Hikaru y se lleva la mano al pecho, pero al soltarlo no pasa nada—. Veo, no puedo trasladarme, ni siquiera puedo mandar señales de auxilio, sólo me queda esperar a que alguien pase por aquí.
Pasan dos semanas a pleno sol.
—¡¡¡¡AAAAAH!!!! Esto es muy molesto, nadie va a rescatarme y ni siquiera puedo morirme. Estoy en un estado de conciencia absoluta y no puedo más que ver pasar el sol y la luna, una y otra y otra y otra vez… Esto será eterno… y soy demasiado humano como para autodestruirme… No, no tengo el coraje.