Hikaru entra a la cancha después de Muro. Desde adentro del campo la transparencia se vuelve apenas perceptible, las paredes son blancas y la forma del campo se puede apreciar mejor. Tanto la base como el techo son planos y rectangulares, y se unen a través de paredes cóncavas en ángulos suaves.
—Vamos a jugar un amistoso —dice Muro—. Rick, Dani y Hikaru jugarán conmigo. Tomen ya posiciones —los chicos se apresuran a acomodarse libremente por toda la cancha, algunos incluso parados cabeza abajo desde el techo—. Puedes ponerte donde quieras Hikaru —invita Muro—, por regla, la formación inicial se determina sólo con un jugador de cada equipo parado en el centro de la cancha, sobre el piso, para saltar a atrapar la bola. —Muro programa su muñequera—. Empezamos en tres… dos… uno… La bola sale del techo de la cancha y los jugadores del centro saltan a atraparla. Muro da un manotazo a la bola y la arroja a las manos de Dani que cuelga del techo. Dani comienza a correr por la pared hacia abajo y lanza la bola a Rick. Antes de que Rick pueda atraparla se atraviesa a toda velocidad un contrincante que la intercepta y, con un giro, la pasa a un compañero libre… y listo para tirar al aro. Sólo Hikaru se interpone en el tiro. La bola sale de la mano del jugador en línea recta.
—No tengas piedad sólo porque soy principiante —grita Hikaru y salta a interponerse en la trayectoria.
De pronto la bola hace un rulo, pasa por debajo de Hikaru y entra en el pequeño aro limpiamente. Hikaru sigue su trayectoria hasta el techo y queda flotando.
—León es famoso por su “rulo anotación” —dice Muro mirando desde abajo mientras toma la bola.
—No estaba teniendo piedad —afirma León y retrocede hasta su aro sonriendo pícaramente a Hikaru.
—Podrías caer en su trampa una y otra vez —agrega Muro—. Normalmente la gente piensa que la bola hará el rulo siempre hacia el mismo lado, pero no es así, y cuando fallan en atraparla por segunda vez empiezan a mirar a León como si el fuera a delatar la trayectoria con la mirada. La verdad es que es un algoritmo aleatorio.
—Ni yo mismo sé adónde va —revela León levantando los hombros.
—Ha sido el precursor de la técnica —dice Dani de pronto—. Todos creían que el mejor juego estaba en el que mejor controlaba la bola, pero las variaciones aleatorias han sorprendido incluso a los jugadores profesionales.
—Ya irás descubriendo la técnica de cada uno —afirma Muro—. Uno cero. ¡Va!—. Pasa la bola a Hikaru.
Hikaru tiene la bola por primera vez en sus manos, la agarra cómodamente sólo con la mano derecha e inmediatamente el panel de su muñequera se ilumina. Se encuentra con un sin fin de opciones y algo abrumado opta por pasarla a Rick.
Rick está cubierto, la pasa rápidamente a Dani y esquiva a su bloqueador. Dani se la devuelve inmediatamente después de que queda libre y Rick encuentra una oportunidad de tiro, puede observar el aro entre dos contrincantes uno más adelante que el otro. Hace un par de toques rápidos en su muñequera y arroja la bola hacia el lado más alejado del oponente más cercano. La bola hace entonces un rápido zigzag entre los jugadores, los esquiva hasta llegar al aro, pero lo golpea en un costado y rebota hacia afuera. León atrapa la pelota.
—Falló —dice Hikaru sorprendido.
—Anotar un punto no es fácil —le comenta Muro—, se necesita mucha precisión, saber combinar el efecto programado y el lanzamiento inicial.
León pasa la bola, los oponentes avanzan. Muro la roba en un pase y se la arroja a Hikaru. El aro está por debajo y detrás de León que se encuentra parado en el techo.
—Tira al aro —le grita Muro—, con el efecto adecuado es una excelente oportunidad. Los oponentes corren a proteger su aro, Hikaru los observa por sobre su hombro, mira el aro nuevamente y a León listo para bloquearlo. Lleva la mano izquierda a su muñequera pero no sabe qué tocar. “Tendré que hacerlo instintivamente” piensa. Mira el aro y arroja la bola en diagonal hacia abajo, buscando la zona más alejada de León.
León salta a atraparla.
—¡Ya es mía! —grita al tomarla en su mano con el brazo estirado, pero la bola no se detiene, le tuerce el brazo hacia atrás obligándolo a soltarla. La pelota continúa su trayectoria curva hasta pasar limpiamente por el aro.
Todos los jugadores se quedan mirando a Hikaru asombrados.
—La bola no se detuvo —dice de pronto León mientras se agarra el hombro torcido.
—Parece que tenemos una nueva habilidad… —acota Dani desde el techo.
La práctica termina una hora luego, todos están agotados y salen de la cancha para tirarse sobre el pasto. Uno de los chicos toma una botella de agua y le ofrece a Hikaru que aún permanece de pie.
—No, te agradezco, no tengo sed —responde Hikaru rechazando la botella con un gesto de mano.
—¡Guau, qué rendimiento! Como quieras.
—Hikaru— lo llama Muro—. Has jugado muy bien, creo que nos has sorprendido a todos. No te había visto antes, ¿eres nuevo en la universidad? ¿Qué estás estudiando?
—Yo —contesta sorprendido Hikaru—, no estoy anotado en ninguna carrera.
—Eso es muy malo, el campeonato ínter universitario está por comenzar y me gustaría que formes parte del equipo. Necesitas ser estudiante para entrar.
El comentario mueve los ánimos del resto del equipo.
—¿Cómo es eso? Te impresionan un poco y tú ya los metes en el equipo —señala un jugador.
Muro se da vuelta y se dirige con calma al que habló:
—Las capacidades de Hikaru nos superan a simple vista, sería un gran compañero de juego.
—Todavía falta que demuestre el cerebro para comprender las jugadas —se suma otro a la discusión.
—Se ha mostrado demasiado independiente durante todo el entrenamiento —agrega un cuarto.
—Igual que tú cuando recién comenzabas a jugar —responde Muro.
—¿Y por quién lo cambiarás? —pregunta otro jugador—. Ya somos ocho, el equipo está completo, no puede haber más suplentes, Muro.
Muro asiente lentamente con la cabeza y se muerde el labio—. Yo le cedo mi puesto. Me presentaré al torneo sólo como su entrenador.
—Espera Muro —interrumpe Hikaru—, no puedo aceptar entrar al equipo en estas condiciones.
—Yo soy el líder del equipo y es mi obligación y responsabilidad que esté formado por los mejores jugadores para ganar el campeonato. Quedamos así entonces, Hikaru tomará mi puesto en el equipo y, como corresponde, jugará de titular —señala Muro mientras se pone de pie—. Bien, fue todo por hoy, nos vemos en el próximo entrenamiento mañana por la mañana.
Muro y Hikaru salen caminando juntos.
—Yo ando en moto, si quieres puedo acercarte hasta tu casa —le ofrece Muro.
—Uh, verás… ¿Cómo decirlo?
—Acabas de llegar a la ciudad y aún no encuentras dónde quedarte, ¿no es así? Te entiendo, yo ya he pasado por eso.
—Algo así… je, je. —Hikaru sonríe vergonzosamente.
—A mí también me pasó ni bien vine a estudiar aquí. ¡Bah! En realidad nos mudamos la familia entera, pero cuando llegamos la casa aún no estaba terminada a pesar de lo que establecía el contrato, así que vivimos en la casa de un amigo por un tiempo. Si quieres puedes venir a casa unas noches, sólo somos mi padre y yo, no será problema.
—Ok. Gracias, acepto la oferta.
—¿Dónde está tu equipaje?
—Mmm… eh… ¿Lo perdí?
—¿Fue eso una pregunta? ¡Qué más da! Te prestaré algo de mi ropa, pero sólo porque serás el jugador estrella.
Hikaru y Muro suben a la moto. Al arrancar aparece una cápsula protectora transparente que cubre a los dos muchachos, de punta a punta de la moto.
Cuando llegan a la casa Muro ingresa primero y Hikaru espera un momento afuera. Luego, Muro sale y lo invita a entrar.
—Ven, ya he hablado con mi padre, no hay problema. Hikaru entra a la casa y el padre de Muro se sobresalta al verlo.
—¿Nos conocemos de algún lado? —pregunta Hikaru—. Tengo la impresión de que…
—A mí también me pareció por un momento, pero no, no creo. Pasa, siéntete como en tu casa. Muro ya me ha hablado de ti. Yo soy Javier, mucho gusto —se presenta el padre de Muro al tiempo que estrecha la mano de Hikaru—. Ya vamos a almorzar, vengan a la mesa.
Todos se sientan a la mesa ya servida y comienzan a comer, todos excepto Hikaru que no come ni bebe nada. Javier se queda contemplándolo con el seño fruncido, pensando.
—¿Se encuentra bien? —pregunta Hikaru.
—Ah, no, digo sí, estoy un poco nervioso —responde Javier volviendo a sonreír—. Hoy el laboratorio, bueno, mi empresa, empezó a vender un producto que se terminó de desarrollar ayer mismo. Debería salir algo en los noticieros… —prende el televisor y se abre un panel de navegación, ordena los canales de navegación por noticiero y busca el titular de la noticia—. ¡Ahí está! ¿Qué les dije? Miren —y da inicio a la emisión.
En el noticiero una señorita informa:
—Hoy, los laboratorios de Advanced Technology for Human Evolution nos han sorprendido con su nuevo invento, que ya está vendiendo millones de licencias alrededor de todo el mundo. La última moda había sido Internet en lentes de contacto, pero esta vez, es Internet directo al cerebro. Internet por IdIn, o 3I, es el nombre de este producto. No necesita de ningún aparato o instalación adicional, ya está todo dentro de su cabeza, utiliza el propio chip del IdIn para comunicarse con Internet. Está al alcance de todos, sólo hace falta acercarse a su compañía distribuidora de Internet local y darse de alta en alguno de los planes que ofrecen. La empresa aún no ha salido a dar declaraciones oficiales, pero algo es seguro: antes de terminar esta semana el sistema estará funcionando alrededor de todo el mundo.
Vulpécula se despierta y gira para ver la hora.
—¿Qué sucede? ¿Se ha roto el despertador?
El reloj cambia la lectura del minutero y comienzan las noticias en la radio.
—Ayer a primera hora, la empresa Advanced Technology for Human Evolution ha lanzado al mercado su nuevo invento, Internet por IdIn…
Vulpécula calla la radio de un golpe—. ¡Guau! Hace cientos de años que no me despertaba antes que el despertador… —dice mientras se levanta, va a la cocina y se prepara un café.
Suena la alarma del medicamento, agarra una pastilla y le corta una puntita como hizo la última vez en el auto. Cuando se la está por llevar a la boca, se detiene y, con mucha determinación, le corta otro pedacito más antes de tragarla. Se va al trabajo.
Entra a la oficina donde está el resto de los oficiales y una muchacha de servicio le ofrece un café a la pasada.
—No, gracias. Ya me estoy yendo, tengo un asunto que me ha quedado pendiente de antes de ayer.
Todos sus compañeros se dan vuelta y se quedan sorprendidos al verlo con tanta energía.
—Podrías contagiarnos un poco de tu entusiasmo —bromea uno.
Vulpécula se marcha en el auto.
Hikaru y Muro están yendo en moto a la universidad.
—Este invento del Internet con los IdIn me hace sentir orgulloso y a la vez me da miedo —comenta Hikaru.
—¿Orgulloso? Querrás decir emocionado o excitado. Yo lo encuentro increíble. En sus comienzos el IdIn tuvo muy poca aceptación, la gente se sentía observada, incluso hoy en día… Sin embargo, esto cambia absolutamente todo, creo que incluso podrá mejorar la calidad de vida. Todos estaremos conectados mentalmente, será como telepatía —señala Muro.
—Sí, podría ser, pero por alguna razón me siento intranquilo.
En medio de camino, en un semáforo, se cruzan con Vulpécula.
—¿Ese no es el chico que escapaba del laboratorio? —se pregunta Vulpécula.
Gira el auto y los persigue discretamente. Los ve entrar en el campo de deportes de la universidad y los observa a través del enrejado, desde el auto.
—¿Qué tendrá de especial ese chico? El laboratorio tendrá que esperar un poco…
Termina la práctica y los chicos se van a las duchas. Hikaru no está transpirado así que espera afuera mirando chicas.
—Este juego, Fastball, sí que me agrada. Me siento muy a gusto en la universidad. Ahora soy estudiante de arte. Jejeje. Fue el único departamento que aceptó tomarme sin referencias previas, cualquier cosa con tal de que no cierren la cátedra por falta de alumnos —mientras piensa Hikaru arroja despreocupadamente piedritas, golpeando hojitas de un árbol y haciéndolas caer de a una. Eventualmente, Hikaru cae en la cuenta de las raras trayectorias —pensaba que eso era solamente posible con el equipo de juego.
Vulpécula, que lo mira desde lejos, también se queda asombrado y observa a Hikaru que se mira las manos pensativo.
Muro sale del baño y Vulpécula le toma una foto. Inmediatamente lo registra en la máquina de a bordo y obtiene los datos de dónde vive y de su grupo familiar. Analiza los datos.
—¿El padre trabaja en la misma empresa? ¿Podrá ser casualidad? Mierda, no puedo hacer todo a la vez, voy a necesitar ayuda. —Vulpécula toma el teléfono y hace una llamada—. Hola, ¿Canis? Canis Venatici. Viejo amigo, ¿qué es de tu vida? Me alegra que aún conserves tu viejo número, pensé que no te encontraría, ya han pasado tantos años. ¿Por dónde te encuentras? ¿Guardaparques en Australia? De vacaciones, genial, ven a visitarme, ¿en cuánto tiempo puedes llegar? ¿Estás cuestionando mis órdenes? ¿Esta misma noche? Excelente, te estaré esperando.
Suena la alarma de medicamento, saca una pastilla y la corta un poco más arriba de la mitad y se la traga.
—Hikaru, yo en diez minutos entro a cursar —dice Muro—. ¿Me acompañas al aula?
—Claro.
Salen del campo de deportes y cruzan la calle para entrar al edificio donde se dictan las clases. Cuando recorren los pasillos de la universidad, Hikaru se detiene a ver una placa de un aula llamada con el nombre de Feder, en su honor.
—Ese nombre, lo conozco, no sé por qué me identifica. ¿Quién es?
—Era un profesor y fue rector en varias ocasiones. Un personaje muy inteligente y aclamado. El laboratorio lo quería tiempo completo y le ofreció una gran oportunidad. Él también amaba mucho la uni, así que dijo que accedería si primero hacían una cuantiosa donación. Y así fue, con ese dinero construyeron todo el sector nuevo. Como agradecimiento la universidad decidió ponerle su nombre al salón de actos.
—¿Aún vive? ¿Dónde lo puedo encontrar?
—Supongo que papá puede decirte, se ven de vez en cuando dentro del laboratorio. Hikaru, se me hace tarde. Nos encontramos en la escalinata en dos horas.