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Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

Hikaru (15 page)

BOOK: Hikaru
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—He reprogramado —contesta Hikaru esbozando una leve sonrisa— el virus del 3I que estaba en tu oficina para poder afectar el cerebro robótico de Ruth y se lo he ofrecido a cambio de mi mente cuando quiso controlarme. Ahora estará para siempre en una especie de coma cibernético, de esa forma he evitado que exploten las bombas a las que Ruth estaba conectado… y ya no podrás controlar más a ningún político ni militar. Has perdido Vulpécula.

Vulpécula empieza a asustarse.

—Ningún país está ahora bajo tu influencia —continúa diciendo Hikaru—, es sólo cuestión de tiempo para que se termine esta guerra sin sentido.

—¿Ruth te ha dicho todas esas cosas, no es así? ¿Son estos sus planes?

—No. Estoy aquí por mi propia cuenta, es un asunto personal.

—¿Personal? —pregunta Vulpécula que lo mira extrañado— conozco a cada persona que pueda tener un problema con Ruth y créeme que son muchos… pero a ti no te recuerdo de ningún lado.

—¿Qué tal el nombre de Hikaru? Vulpécula se asombra. Hikaru aprovecha para apuntar con su arma y dispara. El arma vuela de la mano de Vulpécula que, lastimada, comienza a sangrar.

Vulpécula destapa el botón oculto debajo del rastreador y lo aprieta, el transmisor adosado a la espalda de Hikaru explota y llena la habitación de humo. Vulpécula aprovecha para escapar, cruza el patio de armas mientras se venda la mano con su brazalete de capitán. Llega al jeep.

—Comiencen la emboscada cuando es objetivo esté en medio del patio de armas —ordena por radio mientras maneja hacia su edificio—. Tiren con todo lo que tengan, no se dejen engañar por su apariencia, es extremadamente peligroso. Lo quiero muerto.

El humo de la explosión se dispersa, Hikaru se levanta con la ropa rota y el chaleco a la vista. Saca el cargador de su arma, le quita las balas y las guarda en el bolsillo.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunta Hikaru a W.

—Estoy bien… ¿qué estás haciendo?

—Tengo mejor puntería si las arrojo con la mano, no importa —dice finalmente al ver la cara de extrañeza de W.

Hikaru apurado sigue al principio el rastro de sangre hasta el patio de armas. Cuando se encuentra en el medio del patio comienzan a asomar mekas y soldados de todos los laterales a lo alto de las paredes.

Hikaru mira alrededor mientras busca el enchufe del chaleco que le preparó Lau y se lo conecta.

Observa por primera vez el piso de la plaza de armas detenidamente, tiene un diseño en mosaico por zonas y en su centro, donde se encuentra parado, una placa única con una rosa de los vientos pintada.

Hikaru se agacha poniendo su rodilla y mano derechas en el piso, los mekas abren sus compuertas y exponen sus misiles que disparan a la voz de fuego del comandante. Una lluvia de misiles cae a su alrededor, pero para lo que al ojo humano es un instante para Hikaru pueden ser unos segundos. Segundos que aprovecha para encontrar el momento exacto para sacar su mano del piso y salir disparado hacia arriba con la rosa de los vientos completa, camuflado por el humo de la explosión. Llega hasta unos trescientos metros de altura donde la placa empieza a desacelerar, sólo entonces puede ponerse en pie.

—Me encargaré primero de los mekas… —dice metiendo la mano en su bolsillo y tomando un puñado de balas.

Dibuja un círculo con su brazo extendido dejando caer una bala a la vez. Las balas viajan a toda velocidad golpeando puntos esenciales en los mekas, que caen uno por uno escurriendo aceite. Quedan inutilizados, las compuertas se abren y los pilotos son asistidos para salir.

—No son tan amenazadores una vez que sabes precisamente dónde golpearlos —dice Hikaru y sonríe.

Hikaru y la placa comienzan la caída libre.

Hay un par de tanques y algunas tropas rodeando el edificio. Advierten la presencia de Hikaru en el aire, apuntan sus cañones y disparan, pero el tamaño del objetivo y su velocidad no lo hacen un punto fácil. Hikaru usa el poder en sí mismo para caer al costado de un tanque. Los soldados de apoyo retroceden atemorizados. Hikaru usa su poder y lo arrojan sobre el siguiente y todos los soldados miran asombrados sin poder reaccionar.

—¡¿Qué esperan?! —les grita el jefe—, vayan a sacar a sus compañeros de esos vehículos.

—Aquí, está de este lado —grita un soldado desde lo alto de la pared del edificio y comienza a disparar su fusil, rápidamente se le suman otros.

Hikaru corre a la entrada del edificio a esconderse.

—Esto me dará algo de tiempo… ¿qué debo hacer? No puedo pelearlos uno por uno…

De la entrada al patio de armas hay unos diez metros de pasillo, a los laterales de la entrada corredores que abarcan todo el costado del edificio, que dan a oficinas y a las escaleras a los pisos superiores. Hikaru comienza a caminar por estos corredores. En las ventanas que dan afuera se puede ver a los soldados ocupados ayudando a las tripulaciones de los tanques. Un grupo de tres soldados baja rápidamente por la escalera apuntando a Hikaru, que lleva la mano al bolsillo y agarra las últimas balas que le quedan.

—Quita las manos del bolsillo y levántalas lentamente —gritan los soldados.

—Ok, tranquilos —dice Hikaru mientras levanta sus manos, el puño derecho cerrado—. Estoy desarmado.

—¡Abre la mano derecha! ¡Muestra la palma! —le ordenan.

Hikaru observa el matafuegos sobre la pared al lado de los soldados.

—Muy bien, abriré mi mano en este momento —responde y deja caer una bala, demasiado rápida para que los soldados lo noten.

La bala viaja hasta el matafuego y su contenido se descarga bruscamente sobre ellos, que comienzan a toser dentro de la nube de polvo blanco.

“¡Eso es!”, piensa Hikaru y echa a correr de vuelta por el corredor al pasillo. Mira su mano y calcula: “Aún me quedan dos balas…” Sale al patio de armas y lo cruza bajo el fuego enemigo, en la entrada del otro lado del patio hay tres soldados esperándolo. Hikaru arroja las balas a las piernas de los dos primeros que caen al suelo, el tercero se aferra al gatillo y dispara. Hikaru recibe la mayoría de los impactos en su pecho. Extiende su brazo izquierdo hacia el soldado, toma el arma desde el cañón y la apunta hacia arriba extendiendo el brazo. El soldado agarra el arma febrilmente con ambas manos y no la suelta, descubriendo así todo su pecho. Hikaru asesta un derechazo en la boca del estómago del soldado y lo deja tirado.

Luego continúa caminando y toma un pasillo al costado de la cocina.

—El chaleco antibalas ha cumplido con su propósito de chaleco después de todo —dice Hikaru observando los impactos del pecho, se lo saca y lo arroja al piso. Observa su brazo izquierdo que parece dañado—. Tardará en regenerar un tiempo, espero no tener que usarlo hasta entonces… ¡Aquí es! —dice entusiasmado mirando el cartel de la pared, sala de calderas.

Hikaru abre la puerta y baja unas escaleras. La sala de calderas tiene grandes hornos cilíndricos, bombas y piletas de agua.

—A ver, no puede ser tan complicado…

Comienza a recorrer la sala. El sistema está modernizado, tiene un panel de control de tacto sencillo y bien indicado. Hikaru toca un botón de la pantalla y echa a andar las bombas.

—Bien, con esto el agua del depósito se bombea a los hornos. Ahora necesito el químico para generar el vapor, ¿dónde lo guardarán? Probablemente ahí… —dice dirigiéndose a un armario metálico cerrado con candado.

Hikaru usa su poder para arrancar el candado. Adentro encuentra bidones de cinco litros llenos del químico. Agarra uno en cada mano y los lleva hasta un barril horizontal con un cartel de instrucciones, Hikaru lee por encima:

—Volcado de químicos… manejar con precaución… cada 50 litros de agua… peligro. A ver… en ningún momento se debe superar la concentración de… en fin. Hikaru abre la portilla superior del barril y vacía los bidones completos, se dirige al panel de control y pulsa el botón de iniciar secuencia de mezcla. Otra bomba arranca para impulsar el químico al horno. Una vez que la presión en la tubería aumenta, la válvula de acceso se abre.

—Quizás ponga un par más de barriles…

Los soldados que patrullan dentro del edificio comienzan a sentirse incómodos, uno de ellos se mete un dedo en el cuello del uniforme y tira hacia afuera.

—Oigan… ¿no creen que hace demasiado calor aquí adentro?

Las tuberías comienzan a vibrar en las paredes, los radiadores a tener pérdidas de vapor. Hikaru termina de vaciar el último bidón y observa cómo el panel de control se ilumina de rojo con las alarmas de presión elevada. El sistema de protección comanda a abrir las válvulas de venteo en el techo del edificio.

—Eso será suficiente.

En el techo se abren unas rejillas y dejan salir todo el vapor. Los soldados más cercanos son quemados severamente, pero pronto se cubre con vapor el techo dejando a todos fuera de combate.

Vulpécula está en su oficina ocupado con su computadora escribiendo rápido. Hikaru entra por la puerta.

—Ya todo ha terminado. Vulpécula, ríndete y retira tus tropas Kan del resto de los países.

—Te equivocas, esto apenas comienza… —le grita Vulpécula mientras sonríe—. He estado trabajando en secreto en una modificación del código fuente del virus del 3I en una copia que llevo siempre conmigo —dice mostrándole el dispositivo de almacenamiento y lo guarda—. Mientras luchabas terminé de compilarlo y lo envié a la red. Mi versión del virus puede navegar libremente infectando a cada usuario que encuentra y saltar al próximo. A cada segundo que pasa decenas de miles de personas mueren.

Hikaru está paralizado de terror.

—Sólo unas pocas personas como yo y el resto de los Kanes que no poseen IdIn pueden sobrevivir un ataque de este tipo.

Hikaru se deja caer de rodillas desesperanzado.

Por todo el mundo empiezan a ocurrir desgracias, accidentes de tránsito, aviones que aterrizan arrasando la pista, albañiles que caen de lo alto de la construcción, peatones que se desploman mientras caminan…

Vulpécula camina hacia Hikaru.

—No quería llegar a esto, pero no me has dejado más alternativa… —se pone detrás de él, saca un arma de gran calibre escondida y le apunta a la cabeza—. Habrá muchos puestos que cubrir si queremos sacar andando una ciudad entre los pocos que quedemos. Creo que puedes ser muy útil si estás dispuesto a trabajar para mí… —Vulpécula aprieta ligeramente el gatillo mientras pone cara de malvado y de triunfo.

Hikaru reacciona y gira sobre sí mismo. Vulpécula aprieta el gatillo y dispara al brazo izquierdo de Hikaru que queda destruido. Hikaru entonces agarra la cabeza de Vulpécula pero éste prepara el arma para un segundo tiro en el mentón de Hikaru.

—Yo no haría eso —dice Hikaru—, en el momento en que deje de tocar tu cabeza estallará. Sólo estando consciente puedo modificar el efecto.

Vulpécula abre los ojos bien grandes.

—Arroja el arma, vamos, empiezo a cansarme —dice mientras Vulpécula arroja el arma a un lado—. Ahora saca el dispositivo de almacenamiento con el código fuente de tu programa e introdúcelo en la abertura debajo de mi axila. —Vulpécula obedece. Hikaru cierra los ojos por un momento—. Je, lo que suponía —luego mira a Vulpécula y suelta su cabeza.

—No…

Vulpécula sale volando hacia atrás arrastrado por un tirón de cabeza y va a estrellarse contra la pared.

—Mmh… eso no salió como esperaba… ya casi no me queda energía —señala Hikaru, va entonces a la computadora y se conecta—. El virus modificado por Vulpécula no es tan efectivo como el original. Lo más probable es que no mate a la gente y que simplemente la deje inconsciente… Si me conecto a la red del 3I y encuentro a alguien infectado es posible que descubra una cura… —Hikaru entonces se conecta y queda con los ojos cerrados.

No pasa mucho tiempo antes de que Vulpécula se levante dificultosamente y observe a Hikaru allí, congelado, y su arma en el piso donde la había arrojado anteriormente.

Mientras tanto Hikaru piensa: “Esto es mucho más trabajoso de lo que pensaba… debo atender persona por persona para devolverlos a la normalidad…”

Vulpécula se levanta y tambalea hasta el arma.

Hikaru sigue pensando: “Lo mejor será que cree algunas copias autónomas de mí mismo que puedan ayudarme…”

Vulpécula se acerca con el arma apuntando a la cara de Hikaru.

—Yo gano —murmura con placer.

Hikaru abre de repente los ojos y ve a Vulpécula detrás del cañón del arma.

Boom……….

Una semana después.

Al igual que en el primer recuerdo de Vulpécula, están todos los Kanes en fila frente a un estrado en un campo militar. El que dirige dice:

—En vista de los sucesos de los últimos meses, por traición a la patria, por actor intelectual de la guerra que se mantuvo hasta hace cuatro días en la cual confabularon el resto de sus subordinados, y por no cumplir con su juramento de hace doscientos años de continuar un estricto régimen de medicación, este jurado ha decidido por voto unánime la sentencia a muerte de Hikaru y los Kanes, a ser ejecutada inmediatamente —el que dirige mira entonces al verdugo, que tiene la caja con los detonadores individuales y ordena—. Proceda.

La imagen se congela allí y se achica, el noticiero continúa.

—Y con esta noticia concluye nuestra transmisión. En nuestra próxima emisión analizaremos las hipótesis de cómo la guerra produjo el fin del IdIn, el 3I, y sus repercusiones. Expertos hablarán acerca de la aparición colectiva que tuvo… tuvimos, cada persona del planeta mientras estábamos en coma por el virus 3I2. Para algunos ha sido un ángel de luz, otros creen que fue efecto de liberarse del IdIn, para otros su luz interior… Pero algo es seguro, ya que todos coincidimos en una cosa… su nombre es Hikaru… ¡Hasta mañana!

BOOK: Hikaru
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