Hikaru sale de la universidad y se encuentra con Vulpécula que lo espera de pie.
—Es un gran poder ese que tienes ahí —dice insinuando el brazo.
—¿Eh?
—Te vi arrojando la piedra y combando su dirección en el aire. ¿Puedes hacerlo con otras cosas?
—¿Quién es usted?
—Vulpécula, soy policía —le muestra su placa—. Estoy investigando al laboratorio ATHE. Tengo razones para creerlo responsable de la desaparición de cuatro ciudadanos y de ejercer violencia contra un científico del propio laboratorio.
—¿Qué tiene eso que ver conmigo?
—Te vi escapando del laboratorio perseguido por un par de robots esféricos ese mismo día. Por favor… —le señala el auto y se suben—, sólo daremos un par de vueltas. Dime, ¿qué hacías allí?
—No lo recuerdo. No recuerdo nada anterior a ese día, simplemente desperté atado a una camilla y me las arreglé para huir. Eso era lo único en lo que pensaba.
—¿Había alguien más atado allí? ¿Acaso vestía como científico?
—Sí, había un científico atado a mi lado, al menos eso parecía… ¿Cómo sabes esas cosas? —pregunta Hikaru medio exaltado.
—Tranquilo, sólo estoy uniendo las piezas. Aquí tienes un listado con la ficha personal de cada individuo del laboratorio. —Vulpécula le alcanza la computadora de a bordo. Dime a quiénes puedes recordar de aquel momento y, si logras hacer memoria, qué papel jugaba cada uno.
Hikaru observa el monitor que tiene delante, pasa una imagen, pasa dos, y mantiene pulsado el botón. Las imágenes se suceden rápidamente, se detiene en seco. Vulpécula lo mira asombrado. Hikaru no parece darse cuenta de su capacidad sobrehumana.
—A este hombre lo crucé mientras escapaba, se encontraba barriendo la escalera entre el subsuelo 1…
—¿Subsuelo 1? ¿El laboratorio continúa por debajo?
—Al menos 2 subsuelos, allí es donde desperté —vuelve a apretar el botón y las imágenes empiezan a saltar. Se detiene en la imagen de Ruth—. Este hombre se me acercó mientras aún estaba atado. Me da asco de sólo verlo. Forcejee con él y lo arrojé a un costado antes de terminar de soltarme —sigue saltando imágenes—. Este hombre también estaba en la sala, no estoy seguro qué hacía allí —pasa más imágenes—, este es el hombre que estaba atado.
Hikaru observa el nombre “Feder. El mismo que el de la placa. ¿Por qué tengo este sentimiento? ¿Qué significa todo esto?”
—¿Dónde está ahora este hombre?
—Está en el laboratorio bajo cuidado médico, en el ala este. Pensaba hacerle una visita esta tarde.
—Quiero ir, llévame contigo.
—¿Cómo crees que reaccionarán en el laboratorio al verte? Lo siento, no quiero problemas. Eso fue todo, aquí te bajas. Mantente lejos del laboratorio.
Hikaru se baja, Vulpécula se aleja con el auto y levanta el comunicador de la policía.
—Aquí el oficial Vulpécula. Necesito que trasladen lo antes posible al doctor Ruth, que se encuentra en cuidados médicos en los laboratorios ATHE, al hospital policial. Prepárense a tener resistencia por parte del laboratorio.
—Sí, señor. Ahora mismo envío la unidad médica —contestan del otro lado del comunicador.
Muro sale de la universidad y espera en vano a Hikaru en la escalinata.
Hikaru, pensativo en muelle, arroja piedras hacia el mar a distancias infinitamente lejanas probando su poder. Se queda allí hasta tarde.
Vulpécula llega al aeropuerto a recibir a Canis Venatici.
De regreso, en el auto, Canis mira su reloj.
—Ya es hora de tomar mi medicamento —dice y saca un pastillero similar al de Vulpécula.
Vulpécula se lo arrebata.
—¡Hey, dame eso!
—¿Qué haces? —se queja Canis justo antes de que Vulpécula arroje los comprimidos por la ventana—. Debo tomar mi pastilla ahora.
—¿Debes tomarla? ¿Y qué sucederá si no lo haces?
—Vamos, no es gracioso. Detén el auto y vamos a buscarlas.
—Olvídalo, podríamos estar buscándolas toda la noche. Tranquilo, no pasará nada, cuando lleguemos a casa te daré de las mías.
Aún en el muelle Hikaru se mete en un área repleta de grandes contenedores. Hay poca vigilancia y comienza a dar saltos enormes y hábiles de aquí para allá.
—Es hora de probar con algo más grande —se dice a sí mismo y se para al lado de un contenedor abandonado—. Empezaré de a poco.
Toca el contenedor y, cuando deja de tocarlo, la caja de metal se mueve un metro hacia el costado haciendo un gran ruido. Un guardia que da vueltas oye el estruendo, se pone en alerta y sale a mirar, arma en mano…
—Es fácil, sólo debo pensar qué quiero que haga. —Hikaru continúa—, no importa ni mi fuerza ni el peso de las cosas —piensa mientras se queda mirando el mar a lo lejos. Hikaru toca el contenedor de nuevo y, al soltarlo, este sale volando por los aires hacia el horizonte. El vigilante que estaba del otro lado del contenedor hasta entonces oculto y él quedan asombrados. Entonces, se ven uno al otro y el vigilante le dispara. Hikaru no llega a cubrirse, el tiro atraviesa su ropa y se engancha a su piel.
Hikaru se sonríe como si fuera indestructible, pero la bala alojada en su pecho no es más que un localizador, a lo lejos se encienden los ojos de un robot.
Hikaru se acerca al vigilante y este saca un palo. Cuando intenta golpearlo, Hikaru detiene el palo con su mano y lo suelta. El palo sale girando hacia arriba y el vigilante huye.
—Será mejor que yo también me vaya —se dice Hikaru, pero al darse vuelta cae enfrente suyo un gran robot humanoide.
El robot golpea de costado a Hikaru y lo arroja hacia uno de los contenedores. Impacta con los muslos en el borde superior y continúa su trayectoria girando por varios metros hasta golpear la base de una grúa portuaria.
El robot corre hacia Hikaru mientras se incorpora.
—No debería ser tan difícil como la última vez. Ahora tengo con qué defenderme —piensa Hikaru mientras espera pacientemente al robot que se acerca.
El robot se prepara a descargar su puño derecho con todo el envión acumulado y sus setecientos quilos de peso sobre Hikaru.
—Utilizaré todas mis fuerzas en este ataque —dice Hikaru y salta por encima del robot. Cuando se encuentra pasando por arriba del robot, le descarga su mano derecha en la cabeza. Inmediatamente la cabeza se desprende dejando unos pocos trozos de metal unidos al cuello. Hikaru observa asombrado aún en el aire.
—Es como si se la hubiera tragado un agujero negro.
El robot continúa con su envión, cae y rueda por el piso debajo de la grúa.
Hikaru cae parado.
—Veo, la fuerza aplicada por mi poder fue tal que desgarró la cabeza.
El localizador de Hikaru aún titila y el robot humanoide del muelle se yergue y se pone de pie.
—Así que la cabeza no era su punto débil —observa Hikaru.
El robot avanza torpemente tropezando con las irregularidades del camino y arroja manotazos de poca precisión hacia Hikaru. Él lo esquiva y camina hasta que una de las patas de la grúa queda entre él y el robot. El robot la choca, luego la rodea por la derecha mientras tantea con la mano izquierda.
—Está ciego y aún así conoce mi ubicación. —Hikaru busca el disparo que le hizo anteriormente el guardia de seguridad. Encuentra el localizador, se lo arranca y lo arroja al mar. Mientras el localizador comienza a hundirse, el robot echa a correr tras el transmisor. El humanoide encuentra igual destino en el agua.
Vulpécula y Canis Venatici llegan a la casa.
—Ya llegamos, pásame algunas de tus pastillas, necesitaré hasta mi regreso —insiste Canis.
—Espera un momento, me llaman del trabajo. —Vulpécula atiende un teléfono.
—Señor, el científico ya se encuentra en el hospital.
—Excelente, ¿en qué estado se encuentra?
—Al parecer lo tenían en un coma farmacológico. No fue fácil hacer que lo entregaran, pero ya se está mejorando.
—Bien, si llega a mejorar no le den el alta. Tiene prohibida su salida hasta tanto yo lo interrogue —cuelga.
—Vulpécula, esto ya ha dejado de ser gracioso. Dame pastillas.
—No.
—Bueno, las buscaré yo mismo —y Canis, alterado, empieza a revolver la casa.
—No encontrarás nada, ni bien las recibo las tiro a la basura.
—PIPIPIPI.
Vulpécula mira el reloj y saca su pastillero.
—Excepto por éstas, por supuesto —agrega.
—Dámelas —grita Canis y le salta encima.
Vulpécula lo evita y lo empuja con facilidad. Canis intenta atacarlo nuevamente y Vulpécula lo detiene de un golpe en el estómago. Mientras Canis está en el suelo Vulpécula saca apenas un pedacito de pastilla y la traga.
—Ya no tiene sentido seguir tomando esto —deja el tarrito sobre la mesa.
Canis observa el frasquito y salta a agarrarlo, Vulpécula lo detiene por detrás.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan débil? ¡Canis Venatici! —Vulpécula lo revolea hacia la pared contraria—. Las pastillas reprimen nuestra fuerza y nuestra voluntad, desde que he bajado mis dosis he recuperado mi fuerza y mi deseo de conquista se renueva. Aguanta un poco y verás.
Hikaru regresa a la casa y es recibido por Muro.
—Me tenías preocupado, Hikaru. ¿Dónde has estado?
—¡Hey tranquilo! Sólo daba una vuelta.
—¿Una vuelta? Son las tres de la mañana, el descanso es muy importante para deportistas como nosotros.
—Amigo, sabes que yo no duermo.
—Pero yo sí y soy el capitán del equipo. No puedo estar tranquilo si desapareces un día antes del primer partido.
—Ah, ya veo. El campeonato, lo había olvidado. Discúlpame, últimamente tengo otros temas en la cabeza. Descansa tranquilo, no te preocupes por el partido, hoy he perfeccionado mi técnica. El partido será pan comido.
Comienza un nuevo día. Canis Venatici pelea rabioso con Vulpécula, contra quien ha estado forcejeando toda la noche. Canis comienza a ganar al intentar estrangular a Vulpécula al que tiene en el suelo.
—¡Compostura soldado! —dice Vulpécula.
Canis, entonces, recupera su cordura y se pone firme.
—Sí, señor.
—¿Cómo se siente ahora que ha dejado las drogas, soldado?
—¡Estupendamente, señor! Lamento haberme comportado como una niña, ya estoy listo, señor.
—Canis Venatici, viejo amigo, ya puedes volver a cuidar tu parque.
—¡Pero, señor! Ya nunca más podré volver a realizar ese trabajo, quiero pelear.
—Es una orden Canis Venatici, volverás a tu vida normal y trata de no levantar sospechas. Me pondré en contacto para darte nuevas órdenes.
Vulpécula se va al trabajo y a hablar con el científico.
En la sala del hospital policial.
—Señor Feder, ¿cómo se encuentra? —pregunta Vulpécula.
—Demasiado bien, listo para irme a casa.
—Claro, enseguida le darán el alta, pero antes me gustaría hacerle unas preguntas.
—Seguro, los médicos ya me han puesto al tanto de cómo me encontraba en el laboratorio. Supongo que estoy en deuda, pregunte…
—Sólo quiero saber qué sucedió, la historia completa.
—Muy bien, mi función en la empresa es de investigador. Yo inventé el Internet a través de IdIn que se está promocionando ahora.
—Sí, continúe.
—Luego de cerrar el proyecto, el jefe del laboratorio realizó un experimento no planificado con un grupo de personas con el sistema que acababa de inventar. Transmitió algo al cerebro mismo de los sujetos y los volvió locos; todos ellos se suicidaron.
—Un momento, ¿dice usted que existe algo así dentro del laboratorio? ¿Y cómo fue que los IdIn no comunicaron esas muertes? —pregunta Vulpécula.
—El laboratorio cuenta con un sistema que emula la señal de los IdIn. Pueden matar a quienes quieran allí dentro y nunca nadie se enteraría. También hay en el laboratorio un par de niveles inferiores en el edificio, que desconocía. Allí se desarrollan prototipos de todo tipo de armas, supongo que una vez que el Internet por IdIn se haya masificado quien quiera que sea el comprador de esas armas también querrá comprar la forma de matar a través del 3I.
—Claro, ningún país querría quedar en desventaja ante un arma así. ¿Y habiéndole contado todo esto quiso eliminarlo?
—No tanto por habérmelo contado, eso no parecía importarle. Creo que le molestó que yo no quisiera cooperar. Fue entonces cuando me llevó a una sala del segundo subsuelo. Allí están desarrollando un Cyborg con capacidades sensoriales, al parecer muy complejo para programarlo, e intentaron copiarle mi cerebro a la fuerza. Quedé inconsciente en el transcurso del experimento. Recién hoy me recupero.
—Veo. ¿Reconoce a este muchacho?
—Es él, el Cyborg. ¿Usted ya sabía esto?
—Le he estado siguiendo el rastro últimamente, también hemos hablado, y él lo identificó a usted en el laboratorio. Al parecer no es consciente de que es un Cyborg, sólo cree que perdió su memoria y se deja llevar por sus emociones como única guía. Al parecer le gusta el Fastball, es algo solitario, orgulloso, confiado… mujeriego… ¿Se siente identificado con alguna de esas características?
Feder se ha puesto rojo.
—No sé de que está hablando.
—Bien señor Feder, eso es todo. Supongo que no es necesario que le diga que debe mantenerse alejado del laboratorio. Le asignaré un guardaespaldas que lo cuidará día y noche, no se preocupe, ni siquiera notará su presencia. Me pondré en contacto con usted si el caso avanza, por favor cualquier cosa que recuerde llámeme.
Vulpécula llama a Canis que se encuentra en pleno vuelo.
—Canis, tengo una misión para ti. Reúne a todo los Kanes del mundo en un mismo lugar, haz una fiesta de conmemoración, algo… quítales las drogas y déjalos encerrados toda la noche. Quiero mi ejército de vuelta, tienes menos de una semana.
Vulpécula va al laboratorio, se dirige a la recepción.
—Quiero hablar con Ruth, dígale que lo busca el oficial Vulpécula.
—Espere un momento… Señor, siga la línea, lo espera en su oficina —indica la recepcionista, mientras en el piso se ilumina una línea amarilla que indica el camino. Vulpécula la sigue.
—¿A qué se debe esta vez su visita?
—Iré derecho al grano, ¿por qué no mató al Sr. Feder cuando tuvo tiempo?
—¿…? ¿Por qué iba a matar a uno de mis mejores científicos? Las ideas de personas como él hacen rico a este laboratorio.
—Porque tenía información que pondría en riesgo a la empresa, él me ha contado todo, pero tranquilo, fabricar armas no es un delito… Desafortunadamente, experimentar con humanos y matarlos sí lo es, y grave. Pero haré la vista gorda si me permite hacer un tour por sus instalaciones subterráneas.