Hijos del clan rojo

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Authors: Elia Barceló

Tags: #Infantil y juvenil, #Aventuras, #Fantástico

BOOK: Hijos del clan rojo
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Tienen poder, dinero, bellleza, y su vida abarca varios siglos. Son esplendorosos y crueles. Fascinantes. Son Karah, los cuatro clanes. Sus leyendas dicen que proceden de otra realidad. Karah vive entre nosotros, haito, controlando nuestro mundo, ocultando secretos milenarios, pero se están extinguiendo y han decidido forzar el nacimiento de un nexo para intentar el contacto con sus creadores. Ahora la necesitan a ella, una heroína que no sabe que es algo especial y a la que todos persiguen, en una trama de traiciones, viaje, asesinatos… en la búsqueda de la clave: ¿Qué es el Anima Mundi? Demasiado peligroso. ¿Te atreves a desafiar a los cuatros clanes?

Elia Barceló

Los hijos del clan rojo

Anima Mundi - 1

ePUB v1.0

AlexAinhoa
25.04.13

Título original:
Hijos del clan rojo

© del texto: Elia Barceló, 2012.

© de las fotografías de portada: AMR Image / Istockphoto y Shutterstock

Editor original: AlexAinhoa (v1.0)

ePub base v2.1

A mis hijos, Ian y Nina,

sin los que esta novela no habría existido.

Con todo mi amor y mi agradecimiento.

Dramatis Personae

KARAH

Clan rojo:

(Elemento: Tierra ◊ Palo: Oros ◊ Piedra: Rubí)

Clan negro:

(Elemento: Fuego ◊ Palo: Bastos ◊ Piedra: Ónix)

Clan blanco:

(Elemento: Aire ◊ Palo: Espadas ◊ Piedra: Piedraluna)

Clan azul:

(Elemento: Agua ◊ Palo: Copas ◊ Piedra: Aguamarina) El Clan azul no aparece en la primera parte de Anima Mundi.

HAITO

Humanos relacionados con el clan rojo:

Clara Gärtner

Brigitte Gärtner

Familiares del clan negro:

Miss Fu

Mister Cheng

Humanos relacionados con el clan blanco:

Max Wassermann

Daniel Solstein

Dr. Richard Thomas Brown

Familiares del clan blanco:

Joseph Fleury

Chrystelle Fleury

Willy Bauer

Max Wassermann

OTROS SERES

Sombra

Urruahkhim

Israfel

El Segundo Advenimiento
William Butler Yeats

En su lento giro, en espiral creciente.

El halcón es sordo al halconero.

Todo se derrumba; el centro no puede retenerlo.

La anarquía anda suelta para arrasar el mundo;

Una marea de sangre se alza oscura, y

en todas partes, naufraga la edad de la inocencia;

Los mejores carecen de valor, en tanto que los otros,

los peores, se llenan de pasión arrebatada.

Se acerca una revelación;

Se acerca el Segundo Advenimiento.

¡El Segundo Advenimiento! Apenas pronunciadas las palabras

cuando una inmensa imagen nacida del Spiritus Mundi

me alborota la vista: un desierto de arenas yermas;

una figura de cabeza humana y cuerpo de león

de mirada vacía, como el sol, despiadada,

mueve sus muslos lentos mientras en torno a ella

se ciernen, indignadas, las aves del desierto proyectando sus sombras.

Cae la oscuridad sobre la imagen, mas yo sé ahora

que los veinte siglos de su sueño de piedra

se han convertido en una pesadilla

al mecerse una cuna;

¿qué fiera bestia —cuya hora, largamente esperada, por fin está al llegar—

se arrastra hacia Belén para nacer?

T
RADUCCIÓN
E. B.

Primera Parte
Septiembre. Azul. Isla de Él

El sol de mediodía se reflejaba en el mar convirtiéndolo en un tejido de lentejuelas de oro que casi hacía daño a la vista. Las grandes rocas grises, empenachadas de vegetación intensamente verde, parecían flotar sobre el agua dorada igual que las dos barcas de pesca que se destacaban, negras, como dibujadas a tinta china, casi en el horizonte. Las palmeras se alzaban, inmóviles, en el mínimo círculo de su propia sombra y hasta los monos y los pájaros habían callado, aplastados por el calor y la humedad.

Era como si el paisaje, las cabañas de palma y ella misma fueran figuritas diminutas encerradas en un pisapapeles de cristal, flotando en el aire espeso traspasado de luz.

Para los habitantes de la isla, el día que había empezado hacía unas horas era uno más, sin ninguna importancia especial. Ella, sin embargo, desde el mismo momento de la salida del sol, había sentido que a lo largo del mundo la Trama había empezado a tensarse. Era apenas un cosquilleo, una sensación remota en las yemas de los dedos, un pequeño tirón en el estómago. Lo que llevaba toda su larga vida esperando, preparando.

Se preguntó vagamente quién más estaría esperando también, sintiendo quizá lo mismo que ella, esas ganas de ponerse a cantar, a bailar, de levantar los brazos hacia el cielo y dar las gracias por la felicidad de que hubiera, al fin, llegado el momento. ¿Quedarían más en el mundo como ella? ¿Sentirían lo mismo? ¿Desearían lo mismo?

Con suerte, en el verano, el siguiente verano, podrían tal vez reunirse todos y el sueño que durante siglos no había sido más que eso —un sueño— podría convertirse en realidad.

Septiembre. Innsbruck (Austria)

Cuando el sol salió sobre los Alpes, alguien que no había conseguido dormir en toda la noche se levantó, salió a la terraza, agradecido por los primeros rayos de luz, inspiró hondo y pasó la mano suavemente por las flores recién abiertas. Llevaba mucho tiempo esperando ese momento. Ni siquiera podía estar seguro de que la Trama hubiera empezado a tensarse; quizá fueran sólo imaginaciones suyas después de tanto desearlo, de tanto preparar el camino, de tantos planes y mentiras y disfraces y cálculos.

Era su última posibilidad, porque el tiempo se acababa, y si esta vez no funcionaba no habría más ocasiones para él. Ni para él ni para ella, que era más joven, pero no mucho más.

Como si el pensamiento la hubiera convocado, su figura se perfiló en la puerta que desde el salón llevaba a la terraza. Ya no era joven pero seguía siendo la maravillosa compañera que había elegido tanto tiempo atrás. Ninguno de los dos era joven y precisamente por eso la posibilidad de que esta vez funcionara el contacto era tanto más apetecible. Si conseguían que todas las piezas cayeran en su lugar, tendrían una oportunidad.

—¿No has dormido? —preguntó ella, acercándose y poniéndole una mano en el hombro.

—No. ¿Cómo iba a dormir si todo está empezando a ponerse en marcha? ¿No lo notas?

—Creo que sí —contestó, dejando vagar la mirada por el valle verde, iluminado ahora por los primeros rayos dorados del sol naciente—. Pero llevo tanto tiempo imaginándolo que no estoy segura de que sea verdad.

—¿Crees que somos los únicos que lo sentimos, que lo sabemos?

—Somos los más viejos, tal vez, pero no los únicos. Si tenemos suerte, dentro de unos meses volveremos a reunirnos y podremos intentar que suceda.

Se miraron a los ojos sonriendo.

—Tendremos que volver a disfrazarnos, a cambiar de ciudad.

—Será fácil, mi amor. Tenemos costumbre.

Se besaron suavemente en los labios.

—Me gustaría volver a ser joven —dijo ella, mirándose en los ojos de él.

—Volverás a serlo. Volveremos a serlo cuando todo pase, cuando todo vuelva a empezar.

Septiembre. Rio de Janeiro (Brasil)

En el hemisferio sur, en Rio de Janeiro, un hombre miraba el mar desde su balcón, al atardecer. La gran roca del Pan de Azúcar recortaba su imponente silueta a su izquierda, violácea ya a la última luz del día. La tensión que sentía era tan intensa que apenas si podía respirar. Le habría gustado que su hermano gemelo estuviera con él en ese momento porque, después de tanto tiempo de espera, de investigación, de cálculos e hipótesis, algo en su interior le decía que había llegado el momento.

Él no tenía las capacidades de los que eran clánidas de pura sangre. Sólo la mitad de su dotación genética era
karah
; el resto era simplemente humana.
Haito
, como ellos lo llamaban. Pero llevaba toda la vida —una larga vida— reuniendo información, haciéndose preguntas y buscando respuestas. Él y su hermano eran, probablemente, los dos seres que más sabían en el mundo sobre el secreto mejor guardado de todos los tiempos.

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