42. Cinco años de experiencia
Ahora cuento con cinco años más de experiencia, desde que publiqué la primera edición de este libro. Esta experiencia es producto de lo que he aprendido de los fumadores que acuden a mis sesiones y de cartas que he recibido de los que han leído el libro. Al principio era una lucha. Los llamados expertos menospreciaban mi método. En la actualidad fumadores de todo el mundo acuden a mis sesiones, y más médicos que miembros de cualquier otra profesión. En el Reino Unido se considera el libro como la ayuda más efectiva para dejar de fumar y su fama está extendiéndose rápidamente por el resto del mundo.
No soy filántropo. Hago hincapié en que mi batalla no es contra los fumadores, sino contra el fumar; y la libro por la razón puramente egoísta de que me gusta hacerlo. Cuando me entero de que un fumador ha podido escapar de la prisión, recibo una inmensa sensación de placer, aunque no tenga nada que ver conmigo. Puedes imaginar el inmenso placer que obtengo de los miles de cartas de agradecimiento que he recibido a lo largo de los años.
También he padecido mucha frustración, causada, en principio, por dos categorías de fumador. En primer lugar, a pesar de mi advertencia en el capítulo anterior, me perturba el número de fumadores que encuentran fácil dejarlo, pero que vuelven a engancharse y luego encuentran que no pueden conseguirlo una segunda vez. Esto se aplica no sólo a lectores del libro, sino a los que acuden a mis sesiones.
Hace unos dos años un hombre me llamó por teléfono. Estaba muy alterado; bueno, estaba llorando. Dijo: «Te pagaré mil libras (doscientas mil pesetas) si puedes ayudarme a dejar de fumar durante una semana. Sé que si puedo aguantar una semana, lo conseguiré». Le dije que cobraba un precio fijo y que no tenía que pagar más. Acudió a una sesión en grupo y, asombrado, encontró fácil dejarlo. Me mandó una carta muy bonita de agradecimiento.
Casi lo último que digo a los ex-fumadores que salen de mis sesiones es: «Recuerda, nunca debes fumar otro cigarrillo». Este hombre dijo: «No te preocupes, Allen. Si llego a dejarlo, no fumaré nunca más».
Sabía que la advertencia no le había entrado de verdad. Dije: «Sé que te sientes así ahora, pero ¿cómo te sentirás dentro de seis meses?»
Dijo: «Allen, no fumaré nunca más».
Un año más tarde, otra llamada. «Allen, he fumado un puro en Navidad, y ahora estoy fumando cuarenta cigarrillos al día».
Le dije: «¡Te acuerdas cuando me llamaste la primera vez. Lo odiabas tanto que estabas dispuesto a pagarme mil libras si pudieras dejarlo durante solo una semana».
—«Sí me acuerdo, ¡qué estúpido he sido!»
—«¿Te acuerdas que me prometiste no volver a fumar nunca más?»
—«Lo sé. Soy imbécil».
Es como encontrar a alguien hundido hasta el cuello en lodo. Le ayudas a salir. Está muy agradecido, y luego seis meses más tarde se vuelve a tirar en el mismo sitio.
Irónicamente, cuando este hombre acudió a otra sesión dijo: «Lo puedes creer, ofrecí pagarle a mi hijo mil libras si no fumaba antes de cumplir los veintiún años. Se lo he pagado y ahora a los veintidós años fuma como un loco. No puedo creer que pudiera ser tan estúpido.»
Dije: «No veo cómo puedes llamarle a él estúpido. Al menos evitó la trampa durante veintidós años y no entiende la miseria que le espera. Tú lo sabías y sobreviviste sólo un año.»
Los fumadores que encuentran fácil dejar de fumar y vuelven a empezar son un problema especial y he publicado otro libro para ayudarles. Mientras tanto, cuando te liberes, TE RUEGO QUE NO COMETAS EL MISMO ERROR. Los fumadores creen que tales personas vuelven a empezar porque siguen enganchadas y echan de menos el cigarrillo. En realidad encuentran tan fácil dejarlo que pierden su temor a fumar. Piensan: «Sí, puedo fumar un cigarrillo ocasional. Incluso si me engancho de nuevo, encontraré fácil dejarlo.»
Me temo que no funciona así. Es fácil dejar de fumar, pero es imposible intentar controlar la adicción. Lo único imprescindible para convertirse en no fumador es
no fumar
.
Otra categoría de ex fumadores que me causa frustración es la de aquellos que tienen demasiado miedo para intentarlo o, cuando lo intentan, les es muy difícil. Las dificultades principales parecen ser las siguientes:
- Miedo ante el fracaso. No hay que tener vergüenza por fracasar, pero no probarlo es una sencilla estupidez. Igual que si no compras un billete de lotería, no te tocará nunca. Lo peor que te pueda ocurrir es que fracases, en cuyo caso no estarías peor de lo que estás ahora. Piensa en lo maravilloso que será si lo consigues. Si no lo intentas, está garantizado que has fracasado.
- Miedo ante el pánico y a la depresión. No te preocupes. Pregúntate: ¿qué cosa tan terrible me sucedería si nunca más fumo otro cigarrillo? Nada en absoluto. Te ocurrirán cosas terribles si sigues fumando. En todo caso, el pánico se debe a los cigarrillos y pronto desaparecerá. El mayor beneficio es deshacerte de ese miedo. ¿Verdaderamente, crees que existen fumadores dispuestos a que se les amputen los brazos y las piernas por el placer que piensan recibir fumando? Si sientes que te entra el pánico, ayúdate inspirando profundamente. Si estás con otras personas y te están deprimiendo, aléjate de ellas. Escapa al garaje o a una habitación vacía o donde sea.
Si sientes que quieres llorar, no tengas vergüenza. Llorar es una manera natural de aliviar la tensión. Nadie ha llorado sin sentirse mejor después. Una de las cosas terribles que hacemos es enseñar a los niños a no llorar. Ves cómo luchan para que no les salgan las lágrimas, y observa cómo aprietan la mandíbula. Estamos diseñados para mostrar nuestras emociones y no reprimirlas. Grita, chilla o entra en cólera. Dale una patada a un archivador o a una caja de cartón. Considera tu batalla como un partido de boxeo que no piensas perder.
Nadie puede parar el tiempo. Cada momento que pasa, el «monstruito» está muriendo. Disfruta de tu triunfo inevitable.
- No seguir las instrucciones me parece increíble; pero me dicen algunos fumadores: «Tu método no funcionó conmigo.» Luego describen cómo no hicieron caso no sólo de una instrucción, sino de casi ninguna. (Para mayor claridad, resumiré las instrucciones en una lista de referencia al final del capítulo.)
- Malentender las instrucciones. Los problemas principales parecen ser los siguientes:
a) «No puedo dejar de pensar en fumar.» Por supuesto que no puedes, y si intentas hacerlo, crearás una fobia y estarás deprimido. Es como intentar dormir por la noche; cuanto más lo deseas, más difícil es. Pienso en el fumar durante el 90 por 100 del tiempo en que estoy despierto y dormido. Lo que piensas es lo importante. Si consideras: «Ah, me encantaría un cigarrillo», o «¿Cuándo seré libre?» te sentirás deprimido. Si piensas: «¡HURRA, soy libre!», serás feliz.
b) «¿Cuándo desaparecerá la ansiedad física?» La nicotina sale del cuerpo muy rápidamente. Pero es imposible decir cuándo tu cuerpo en particular dejará de ansiar la nicotina. Esa sensación de vacío y de inseguridad se debe al hambre normal, a la depresión o al estrés. Lo único que hace el cigarrillo es aumentar la sensación. Por esto los fumadores que lo dejan empleando el Método de la Fuerza de Voluntad nunca tienen claro cuándo lo han conseguido. Incluso después de que el cuerpo haya dejado de ansiar la nicotina y tiene hambre o estrés normal, su cerebro sigue diciendo: «Esto quiere decir que te apetece un cigarrillo.» Lo esencial es no esperar a que la ansiedad por la nicotina desaparezca; es tan leve que ni siquiera sabemos que está allí. Lo reconocemos sólo con el pensamiento: «Me apetece un cigarrillo.» Cuando sales del dentista después de la última visita, ¿te quedas esperando hasta que deje de dolerte la boca? Por supuesto que no. Continúas con tu vida. Incluso si sigues con un leve dolor en tu mandíbula, estás feliz.
c) Quedar en la espera del instante de «revelación». Si te quedas esperándolo, sólo estás causando otra fobia. Una vez lo dejé durante tres semanas con el Método de la Fuerza de la Voluntad. Me encontré con un compañero del colegio ex fumador.
Preguntó: «¿Qué tal te va?»
Dije: «Lo he aguantado durante tres semanas.»
Dijo: «¿Qué quieres decir, has aguantado durante tres semanas?»
Dije: «Llevo tres semanas sin un cigarrillo.»
Dijo: «¿Y qué vas a hacer? ¿
Aguantar
el resto de tu vida? ¿Qué estás esperando? Ya lo has hecho. Eres un no fumador.»
Pensé: «Tiene toda la razón. ¿Qué estoy esperando?.» Desafortunadamente como en ese momento de mi vida no entendía la naturaleza precisa de la trampa, pronto volví a caer dentro; pero aquella observación se quedó conmigo. Te haces no fumador en el momento en que apagas tu último cigarrillo. Lo importante es ser feliz desde el principio siendo un no fumador.
d) «Sigo ansiando los cigarrillos.» Entonces te estás comportando de modo muy estúpido. ¿Cómo puedes pretender decir «quiero ser no fumador» y luego decir «me apetece un cigarrillo». Es una contradicción. Si dices: «me apetece un cigarrillo», estás diciendo: «Quiero ser fumador.» A los no fumadores no les apetece fumar los cigarrillos. Ya sabes lo que quieres hacer en realidad, así que deja de castigarte.
e) «He optado por no vivir.» ¿Por qué? Lo único que tienes que hacer es dejar de asfixiarte. No tienes por qué dejar de vivir. Mira, es así de sencillo. Durante los próximos días tendrás un leve trauma en tu vida. Tu cuerpo ansiará la nicotina a nivel físico. Ahora, ten en cuenta lo siguiente: no estás peor de lo que estabas. Esto lo llevas padeciendo durante toda tu vida como fumador, cada vez que duermes, o en la iglesia, o en el supermercado o en una biblioteca, ¿No te molestaba cuando eras fumador?, si no lo dejas seguirás padeciendo este estrés durante el resto de tu vida. Los cigarrillos no mejoran las comidas, ni las copas, ni las ocasiones sociales; las estropean. Incluso mientras tu cuerpo sigue ansiando la nicotina a nivel físico las comidas y ocasiones sociales son maravillosas. La vida es una maravilla. Participa en acontecimientos sociales, incluso sabiendo que habrá veinte fumadores. Acuérdate, no eres
tú
quien se priva, sino
ellos
. A cada uno de ellos le encantaría ser como tú. Disfruta de ser la
prima dona
y el centro de sus atenciones. Dejar de fumar puede ser un maravilloso tema de conversación, sobre todo cuando los fumadores ven que eres feliz y que estás de buen humor. Pensarán que eres increíble. Lo importante es que estarás disfrutando de la vida desde el principio. No hace falta envidiarles a ellos. Ellos te estarán envidiando a ti.
f) «Estoy triste e irritable.» Eso es porque no has seguido mis instrucciones. Entérate de cuáles son. Algunas personas entienden y creen todo lo que digo, pero empezarán con un sentimiento de pesimismo, como si algo terrible estuviera ocurriendo. No sólo estás haciendo lo que querrías hacer, sino lo que cada fumador en el planeta querría hacer. Con cualquier método para dejarlo, el ex fumador trata de lograr una cierta actitud mental, de manera que, cuando reflexiones sobre el fumar piensa: «¡HURRA, SOY LIBRE!» Si este es tu objetivo, ¿por qué esperar? Empieza con esta actitud y no la pierdas nunca. El resto del libro está diseñado para hacerte entender que no hay alternativa.
Las instrucciones
Si sigues estas sencillas instrucciones, es imposible que fracases:
- Toma la decisión solemne de que nunca más fumarás, masticarás o chuparás nada que contenga nicotina, y nunca dudes de tu decisión.
- Grábatelo en tu mente; no hay absolutamente
nada que sacrificar
. Con esto no quiero decir simplemente que estarás mejor como no fumador (has sabido esto toda tu vida); ni quiero decir, aunque no hay ninguna razón para fumar, que tienes que conseguir algún tipo de placer o ayuda de ello, si no, no lo harías. Lo que quiero decir es que no existe ningún placer o ayuda auténtico en el fumar. Es sólo una ilusión, como darte con la cabeza contra una pared sólo para tener la sensación agradable cuando dejas de hacerlo.
- No existe esa cosa llamada fumador empedernido. Eres uno de los millones que cayeron en esta trampa sutil. Igual que millones de otros ex fumadores que alguna vez pensaban que no podrían escapar, tú has escapado.
- Si en cualquier momento de tu vida sopesaras los pros y contras del fumar, siempre llegarías a la conclusión: «Deja de hacerlo. Eres imbécil.» Nada cambiará esto nunca. Siempre ha sido así y siempre será así. Has tomado lo que tú sabes que es la decisión correcta, no te tortures dudando.
- No intentes no pensar en fumar ni preocuparte de estar pensando en ello continuamente. Pero cuando piensas en fumar—sea hoy, mañana, o el resto de tu vida— piensa: «¡QUÉ BIÉN, SOY NO FUMADOR!»
- NO UTILICES ningún sustituto;
NO GUARDES tabaco;
NO EVITES a otros fumadores;
PROCURA NO HACER CAMBIOS importantes en tus costumbres por el hecho de haber dejado de fumar.
Si sigues las instrucciones, pronto experimentarás el instante de la revelación. Pero:
- No te quedes en la espera de este instante. Sigue con tu vida. Disfruta de los momentos buenos y afronta los malos. Descubrirás que dentro de nada llegará el instante.
43. Ayuda al pobre fumador que se queda en el barco que se hunde
Últimamente los fumadores tienen miedo. Se dan cuenta de que la actitud hacia el fumar por parte de la sociedad está cambiando. Ahora, hasta los mismos fumadores ven en el fumar un hábito antisocial. Sienten que todo se acaba. Millones de personas están dejando de fumar, y los fumadores son conscientes de esto.
Cada vez que un fumador abandona el barco que se hunde, los que quedan a bordo se sienten más desgraciados. Todos los fumadores saben instintivamente que es absurdo pagar una cantidad importante de dinero por unas hojas secas envueltas en un papel, encenderlo y luego aspirar sus alquitranes cancerígenos dentro de los pulmones. Si todavía no crees que es una estupidez, haz la prueba de meterte un cigarrillo encendido en la oreja. ¿Cuál es la diferencia? Sólo una: por la oreja no consigues tu dosis de nicotina. Si dejas de metértelos en la boca, dejarás de necesitar la nicotina.
Los fumadores no encuentran ninguna justificación racional que explique por qué lo hacen, pero si lo hacen otras personas no se sienten tan ridículos.
Los fumadores mienten como bellacos cuando hablan de su hábito de fumar. Se mienten incluso a sí mismos. Tienen que hacerlo. El lavado de cerebro es necesario para conservar el respeto hacia sí mismo. Sienten la necesidad de justificar su hábito, no sólo a sí mismos, sino también a los no fumadores. Por tanto, siempre están defendiendo las ventajas ilusorias del fumar.