Read Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo Online
Authors: Allen Carr
Conforme va ampliándose la división social entre los fumadores y los no fumadores, crece el número de casos en que las relaciones con los amigos o con los familiares se acortan o se evitan debido a este asqueroso hierbajo. Lo peor de fumar en secreto es que refuerza la idea de privación en la mente del fumador. Al mismo tiempo, se produce una gran pérdida de respeto por uno mismo, pues siendo una persona honesta en todos los demás aspectos de su vida, se ve capaz de engañar a la familia y a los amigos.
Si te lo piensas, verás que algo de esto te habrá ocurrido alguna vez; a lo mejor te está ocurriendo ahora.
Más de diez millones de personas han dejado de fumar en el Reino Unido desde los años sesenta, debido a la revolución social que ahora también está ocurriendo en España.
Ya sé que los motivos principales que empujan a la gente a dejar de fumar son el dinero y la salud, pero estos motivos han existido siempre. No hace falta que nos asusten con historias de cáncer y demás para darnos cuenta de que el tabaco nos perjudica. Nuestro cuerpo es la máquina más sofisticada que existe, y todos los fumadores saben inmediatamente, desde la primera calada, que los cigarrillos son venenosos.
Nos enrollamos con el tabaco, sólo por la presión social de nuestros amigos. La única «ventaja» que tuvo el fumar era su aceptación social.
Hoy en día, hasta los propios fumadores lo consideran un hábito antisocial.
Hace años, el hombre fuerte fumaba. Si no fumabas, se te consideraba mariquita, y todos hicimos un gran esfuerzo para engancharnos. En todos los bares y salas de reunión la mayoría de los hombres inhalaban y expelían orgullosamente sus bocanadas de humo. Había una nube permanente de humo en el aire, y todos los techos que no se repintaban con frecuencia se tornaban amarillentos o marrones.
Ahora es todo lo contrario. El hombre fuerte de hoy no necesita fumar, no tiene que depender de una droga.
Con esta revolución social, todos los fumadores hoy en día piensan seriamente en dejarlo, y al que fuma se le considera una persona débil.
La tendencia más significativa que he notado, desde que escribí la primera edición de este libro en 1985, es el énfasis en el aspecto antisocial del fumar. Ya han desaparecido los días en que el cigarrillo era la señal orgullosa de la señora sofisticada o del hombre duro. Todos saben ahora que la única razón por la que la gente sigue fumando es porque no ha tenido éxito en dejarlo o que tiene demasiado miedo para intentarlo. Cada día, el fumador se ve censurado por prohibiciones en el trabajo, en lugares públicos, ataques por parte de los ex fumadores santurrones; así el comportamiento de los fumadores se hace más visible. Últimamente he observado situaciones que recuerdo haber visto siendo niño, pero que llevaba años sin ver; por ejemplo, fumadores que echan la ceniza en su mano o en sus bolsillos porque tienen demasiada vergüenza para pedir un cenicero.
Hace unos tres años, en Navidades, estaba en un restaurante. Era medianoche. Todos habían terminado la cena. Es un momento en el que pueden aparecer muchos cigarrillos y puros, pero ninguna persona fumaba. Algo presumido pensé: «¡Ah! Mi trabajo está teniendo efecto.» Dije al camarero: «¿Es este un restaurante de no fumadores ahora?» Respondió: «No.» Pensé: «Qué raro. Sé que muchas personas están dejándolo, pero tiene que haber un fumador aquí.» Al final, una persona encendió su pitillo en un rincón, y el resultado fue como una serie de farolas que se encendían a lo largo del restaurante. Todos estos otros fumadores habían estado sentados pensando: «No es posible que sea yo el único fumador aquí.»
Muchos fumadores no fuman entre platos porque se sienten incómodos. Muchos no sólo piden disculpas a las personas en la misma mesa, sino que también echan un vistazo alrededor para ver si otros tienen cara de quejarse. A medida que, cada día, más y más fumadores abandonan el barco que se hunde, los que quedan se angustian al pensar que van a ser los últimos.
NO CONSIENTAS SER TÚ.
Es evidente que, como el tabaco te está haciendo daño, el mejor momento para dejarlo es ahora mismo; pero creo que es importante elegir un momento oportuno. Nuestra sociedad considera el fumar como un hábito algo desagradable, que puede perjudicar tu salud. No es cierto. Es una drogadicción, es una enfermedad, y es la principal causa de muerte en la sociedad occidental. En la vida de un fumador, lo peor que le ha ocurrido jamás, ha sido engancharse con este terrible hierbajo. Si se queda enganchado, ocurren cosas horribles. Es importante elegir el momento, para darte el derecho a una cura en condiciones.
Primero piensa cuáles son los momentos en los que el cigarrillo te resulta realmente imprescindible. Si eres hombre de negocios y fumas por la ilusión de reducir el estrés, elige una temporada floja; no es mala idea elegir tus vacaciones. Si fumas principalmente durante los períodos de inactividad y aburrimiento, haz lo contrario. Hagas lo que hagas, tómatelo en serio y considéralo como la acción más importante de tu vida. Piensa en todo lo que puede ocurrir en las primeras tres semanas, y prepárate para cualquier eventualidad que pueda conducir al fracaso. Las situaciones como las fiestas de Navidad, o cualquier otro acontecimiento social no tienen por qué asustarte si te preparas de antemano, y si sabes que no te vas a sentir privado de nada. No trates de reducir el consumo mientras tanto, porque así sólo te crearás la ilusión de que disfrutas con los cigarrillos. En realidad, te ayudaría si fumaras incluso más. Mientras fumes ese último cigarrillo, fíjate bien en el olor y en el sabor desagradable, y piensa en lo maravilloso que va a ser cuando te permitas no hacerlo.
Sea como sea, no caigas en la trampa de decir: «Ahora, no, luego»; y de olvidarte de ello: fija una fecha ahora y espera este momento con ilusión. Acuérdate de que no te vas a privar de nada. Al contrario, vas a recibir unos beneficios maravillosos.
Llevo años diciendo que sé más sobre los misterios del fumar que cualquier otro en este planeta. El problema es el siguiente: aunque cada fumador fuma puramente para aliviar la ansiedad química, no es la adicción a la nicotina en sí la que engancha al fumador, sino el lavado de cerebro que resulta de la adicción. Una persona inteligente se dejará engañar por un timo. Pero sólo un imbécil seguiría dejándose engañar una vez que se da cuenta de que es un timo. Afortunadamente la mayoría de los fumadores no son imbéciles; aunque lo piensen. Cada fumador particular tiene su propio lavado de cerebro personal y privado. Esto es debido, al parecer, a la existencia de una amplia gama de diferentes tipos de fumadores, tan amplia que sólo sirve para reforzar los misterios.
Con la ventaja de cinco años de experiencia desde que publiqué la primera edición de este libro, y teniendo en cuenta que cada día aprendo algo nuevo sobre el fumar, estaba agradablemente sorprendido al darme cuenta de que la filosofía mantenida en la primera edición seguía siendo sólida. A lo largo de los años he adquirido la habilidad sobre el modo de comunicar mis conocimientos, en relación a la trampa de fumar, a cada fumador en particular. Yo sé que cada fumador no sólo podría encontrar fácil dejar de fumar, sino que también disfrutaría del proceso. Es sumamente frustrante y no tiene sentido, si yo no consigo que el fumador se dé cuenta de ello.
Muchas personas me han dicho: «Dices: sigue fumando hasta que termines el libro. Esto puede tener el efecto de que el fumador se eternice leyendo el libro o incluso que no lo termine. Por tanto, tendrías que cambiar esta instrucción». Esto suena lógico, pero sé que si el consejo fuera: «Déjalo inmediatamente», algunos fumadores ni siquiera empezarían a leerlo.
En los primeros tiempos, cuando empezaba a dar sesiones, acudió un fumador que dijo: «Verdaderamente me ofendo al tener que pedirle ayuda. Sé que soy de voluntad firme. Domino en los demás aspectos de mi vida, ¿cómo puede ser que otros fumadores estén dejándolo con su propia fuerza de voluntad, mientras que yo tengo que visitarle a usted?» Siguió: «Creo que podría hacerlo yo solo, si pudiera fumar mientras lo dejara».
Puede que esto suene contradictorio, pero entiendo perfectamente lo que quería decir ese hombre. Vemos el dejar de fumar como una cosa terriblemente difícil de hacer. ¿Qué es lo que necesitamos cuando tenemos algo difícil de hacer? Necesitamos nuestro pequeño apoyo. Así, de una manera rara, es un doble golpe. No sólo tenemos algo difícil que hacer, lo que ya es bastante duro, sino que estamos sin nuestra ayuda.
No se me ocurrió hasta mucho después de irse el hombre que la instrucción de seguir fumando es lo más bello de mi método. Puedes seguir fumando mientras lo estás dejando. Primero te deshaces de todas tus dudas y temores y cuando apagas aquel último cigarrillo ya eres no fumador y disfrutas de serlo.
El único capítulo en el que he cuestionado mi consejo original es este capítulo en el asunto del momento idóneo. He comunicado que si las ocasiones cuando te fumas tus cigarrillos especiales coinciden con situaciones de estrés en el trabajo, elijas unas vacaciones para dejarlo y viceversa. En realidad, esta no es la manera más fácil de hacerlo, la manera más fácil es buscar un momento difícil, sea una situación de estrés, o social, de concentración o de aburrimiento. Una vez compruebes que puedes hacerles frente y en la peor situación disfrutar de la vida, todas las demás situaciones serán fáciles. Pero si diera esta instrucción como algo definitivo, ¿te propondrías dejarlo?
Déjame emplear una analogía. Mi mujer y yo tenemos la intención de ir a nadar juntos. Llegamos a la piscina al mismo tiempo, pero rara vez nadamos juntos. La razón es que ella sumerge un dedo del pie y media hora más tarde está nadando. Yo no aguanto semejante tortura lenta. Sé de antemano que en algún momento, por muy fría que esté el agua, al final voy a necesitar valor para meterme. Por tanto, he aprendido a hacerlo de la manera más sencilla: me tiro de cabeza en el mismo momento. Ahora, vamos a suponer que insistiera en que si no se tiraba mi mujer de cabeza, no podría nadar nunca, sé que no nadaría nunca. Ves el problema.
Por experiencia sé que muchos fumadores han seguido el consejo original que di en su momento en cuanto a atrasar lo que ellos piensan que será el día terrible. Mi pensamiento siguiente era emplear la misma técnica que en el capítulo dedicado a las ventajas del fumar, algo así como: «Decidir el momento idóneo es muy importante. Y en el próximo capítulo te aconsejaré sobre el mejor momento para dejarlo.» Vuelves la hoja y ves un enorme: AHORA. Esto es, en realidad, el mejor consejo, pero ¿lo seguirías?
Este es el aspecto más sutil de la trampa del fumar. Cuando tenemos una situación de auténtico estrés, no es un buen momento para dejarlo, y si no tenemos estrés en nuestra vida no tenemos ningún deseo de dejarlo.
Hazte las siguientes preguntas:
Cuando fumaste aquel primer cigarrillo, ¿verdaderamente decidiste seguir fumando el resto de tu vida, todo el día, todos los días, sin poder dejarlo nunca?
POR SUPUESTO QUE NO.
¿Vas a seguir fumando el resto de tu vida, todo el día, todos los días sin poder dejarlo nunca?
POR SUPUESTO QUE NO.
Entonces, ¿cuándo lo dejarás?, ¿mañana?, ¿el año que viene?, ¿un año después?
¿No es esto lo que has estado preguntándote desde que te diste cuenta por primera vez de que estabas enganchado? ¿Esperas que una mañana te despertarás sin más ganas de fumar? Deja de engañarte. Yo he esperado que eso me ocurriera a mí durante treinta y tres años. Con la adicción a una droga te enganchas progresivamente más, no menos. ¿Piensas que va a ser más fácil mañana? Te estás engañando a ti mismo. Si no puedes hacerlo hoy, ¿qué te hace creer que va a ser más fácil mañana? ¿Vas a esperar hasta que hayas contraído una de las enfermedades mortales? Eso no tiene sentido,
La verdadera trampa es la creencia de que ahora no es el momento idóneo. Siempre será más fácil mañana.
Creemos que nuestra vida está llena de estrés. En realidad no es así. Nos hemos desecho de la mayor parte de auténtico estrés en nuestra vida. Cuando sales de tu casa no tienes que vivir con el miedo de que te van a atracar bestias salvajes. La mayoría de nosotros no tenemos que preocuparnos de la comida, ni si tendremos un techo esta noche. Pero piensa en la vida de un animal salvaje. Cada vez que un conejo sale de su conejera tiene que hacer frente a «Vietnam» toda su vida. Pero el conejo puede hacerle frente: tiene adrenalina y otras hormonas; y nosotros las tenemos también. La verdad es que los períodos de más estrés en la vida de cualquier criatura son la niñez y la adolescencia. Pero tres mil millones de años de selección natural nos han preparado para poder hacer frente al estrés. Tenía cinco años cuando empezó la guerra. Las bombas destruyeron nuestra casa y fui separado de mis padres durante dos años. Me tocó vivir con personas que me trataban cruelmente. Fue un período desagradable en mi vida, pero pude hacerle frente. No creo que me haya dejado cicatrices permanentes; al contrario, creo que soy una persona más fuerte gracias a esa experiencia. Mirando atrás, sólo ha habido una cosa a la que no he podido hacer frente: mi esclavitud a este maldito hierbajo.
Hace unos años pensaba que tenía todas las preocupaciones del mundo teniendo tendencias suicidas, no en el sentido de tirarme de un tejado, sino en el sentido de saber que pronto el fumar me mataría. Discutía conmigo mismo que si así era la vida con mi «ayuda», no valdría la pena vivir mi vida sin él. Lo que no me di cuenta fue que cuando estás hundido física y mentalmente todo te deprime. Ahora me siento joven otra vez. Sólo una cosa causó el cambio en mi vida: el no encontrarme en este abismo del fumar.
Ya sé que es típico decir: «Si no tienes salud, no tienes nada»; pero es la absoluta verdad. Solía pensar que los aficionados a estar en óptima forma física eran pesados. Yo pretendía que hay más en la vida que sentirse en forma; hay copas y tabaco. ¡Bobadas! Cuando te sientes fuerte física y mentalmente disfrutas de los momentos buenos y puedes hacer frente a los momentos bajos. Confundimos la responsabilidad con el estrés. La responsabilidad se llena de estrés, sólo cuando no te sientes lo suficientemente fuerte para hacerle frente. Las personas como Richard Burton son fuertes física y mentalmente. Lo que les destruye no son las tensiones de la vida, ni su trabajo, ni la edad, sino las llamadas ayudas de que dependen; no son más que ilusiones. Es triste que en su caso y en los de millones de otros, los apoyos maten.