Encuentros (El lado B del amor) (13 page)

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Authors: Gabriel Rolón

Tags: #Amor, Ensayo, Psicoanálisis

BOOK: Encuentros (El lado B del amor)
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Entonces, es cierto esto de que las relaciones humanas son complejas y muchas veces la posesión, los celos, la envidia se mezclan pero, si hay un punto en el cual el amor se convierte en algo deseable en la vida de los hombres es éste en el que alguien, antes que nada, respeta y vela por lo que ama. Allí no hay lugar para la posesión. Se poseen los objetos, no los sujetos. Los sujetos desean y elijen por sí mismos.

Hay quienes no entienden esto, y me viene a la mente una hermosa metáfora que tienen algunos pueblos africanos, que dice que cuando cerramos el puño, es cierto que nadie puede quitarnos nada, pero no es menos cierto que tampoco nadie puede colocar nada nuevo en nuestra mano.

Por eso compartí con ustedes el relato de esta película. Porque me parece que esta historia muestra de manera precisa cómo al principio hay una puja entre dos personas que aman sinceramente, pero que ese amor se juega de un modo celoso y no tiene en cuenta al objeto amado. Pero cuando todo empieza a verse más claro, comprenden que, en ocasiones, para hacer bien las cosas tal vez sea necesario sufrir: para ganar a veces hay que perder. Cuando alguien es capaz de enfrentar una situación de esta manera, queda la sensación de que, de vez en cuando, el amor tiene sentido.

Interludio II
NARCISISMO

«Él ama y no sabe que ama, no sabe siquiera cuál es su sentimiento… Él no se da cuenta de que se mira a sí mismo en el amante como en un espejo.»

PLATÓN,
Fedro

Ya que deslizamos el tema del Narcisismo, me parece oportuno hacer un breve recorrido por este concepto que es de vital importancia para la estructura teórica del psicoanálisis. Un término que Sigmund Freud acuñó en 1914 a raíz de su ruptura con Jung.

Carl Gustav Jung estudió medicina en la Universidad de Basilea y fue un cercano colaborador de Freud en los comienzos del psicoanálisis. Pero, de a poco se fue distanciando hasta que se produjo la ruptura definitiva entre ellos.

La íntima convicción que Freud tenía en el papel fundamental de la sexualidad en el origen de las enfermedades psíquicas fue el motivo principal de esta pelea. No olvidemos que el creador del psicoanálisis tuvo que enfrentar a toda una cultura para defender sus teorías, y Jung no fue la excepción.

Generalmente, Freud solía tomarse su tiempo entre la elaboración de un concepto y su publicación. Sin embargo, esta disputa con Jung hizo que un artículo fundamental de la teoría psicoanalítica, «Introducción del Narcisismo» lo diera a conocer casi de inmediato.

Pero antes, hagamos un repaso por el mito que da origen al término «narcisismo».

Es probable que la historia de amor entre Narciso y Eco no sea de las más conocidas y quizás esto se deba a que se trata de un episodio menor, pero no por eso carece de la belleza poética de la mitología griega.

Narra Ovidio en
Las Metamorfosis
, que la bella Ninfa Liríope quedó embarazada al ser violada por el río Cefiso. El hijo que dio a luz era tan hermoso que desde el momento mismo de su nacimiento se convirtió en el objeto de amor y adoración de las demás Ninfas.

Preocupada por el destino del niño, su madre consultó al ciego Tiresias, que era un reconocido vidente, para que le dijera qué le aguardaba a su hijo y la respuesta del adivino fue la siguiente: «Vivirá feliz mientras no se vea a sí mismo».

El tiempo pasó y Narciso fue creciendo, amado y adorado por los demás. Pero de entre todas las pasiones que generó, sobresale la de una hermosa Ninfa: Eco.

Es sabido que Zeus, el príncipe del Olimpo, era un dios que daba rienda suelta a sus impulsos eróticos, ya fuera con hombres o mujeres. Su esposa y hermana, Hera, intentaba en vano mantenerlo bajo control, pero el dios siempre se las arreglaba para encontrar la manera de eludir su vigilancia.

Y así fue que en cierta ocasión, Zeus le pidió a Eco que lo ayudara. La Ninfa era famosa por su habilidad para relatar historias, una especie de Scheherezade helénica, y Zeus le encargó el trabajo de entretener con sus historias a su esposa mientras él iba en pos de sus conquistas amorosas. Y así lo hizo Eco durante un tiempo, hasta que alguien alertó a Hera acerca de esta trampa.

Hera, reconocida por su carácter furibundo, la castigó quitándole ese don maravilloso que tenía con las palabras y condenándola a poder repetir solamente las últimas sílabas que escuchara de la boca de los demás.

Cierta vez, la Ninfa vio a Narciso y quedó inmediatamente enamorada del él. Comenzó a seguirlo sin que éste se diera cuenta, hasta que por fin decidió acercarse y confesarle su amor. Pero, debido a su condena, le fue imposible utilizar las palabras para seducir a Narciso, quien la rechazó de manera soberbia y cruel. Eco, dolorida por la ofensa, exclamó para sus adentros casi a modo de maldición: «Ojalá cuando él ame como yo lo amo, desespere como desespero yo». Y, como bien sabemos, en la mitología clásica, las maldiciones siempre se cumplen. Y un sino fatal iría en favor de este cumplimiento.

Narciso había visto su rostro reflejado en las aguas del río y, a partir de ese momento, quedó sentenciado a amarse solamente a sí mismo. Y éste era el peor de sus castigos, el que lo condenaba a la soledad eterna: «Desdichado yo que no puedo separarme de mí mismo. A mí me pueden amar otros, pero yo no puedo amar».

Esta pasión lo fue consumiendo hasta que desesperado por tenerse se arrojó al río intentando abrazar su propia imagen y se ahogó. Al poco tiempo empezó a generarse una extraña metamorfosis. En la orilla de aquel río comenzó a brotar una hermosa flor, la misma que hoy lleva su nombre: Narciso.

Eco, por su parte, se desintegró y se esparció por el mundo. Y aún hoy podemos escuchar, cuando gritamos en la cima de una montaña, en un bosque solitario, o en el pasillo de un edificio, cómo ella nos responde reproduciendo nuestras últimas sílabas y generando ese fenómeno sonoro al que, justamente, llamamos «eco».

Hasta aquí la historia que los mitos nos han permitido conocer acerca de Narciso. Pero ¿a qué hacemos referencia en psicología cuando hablamos de Narcisismo?

El psicoanálisis utiliza el término «Narcisismo» para explicitar un momento particular en la vida de las personas en el cual se constituye una parte fundamental de su estructura psíquica. Veamos un poco cómo funciona esto.

Cuando el bebé nace no es aún una unidad sino una suma de zonas erógenas y a través de ellas empieza a conocer y a relacionarse con el mundo. La primera zona erógena que se pone en funcionamiento es la boca. Es la llamada «etapa oral», período que hace referencia al momento en el cual el chico se contacta con el mundo a partir de la boca. Es ella, después de todo, la que lo relaciona por primera vez con el exterior cuando la madre le da el pecho y le enseña que por allí entra el alimento, pero también el amor.

Porque el pecho de la madre significa para el bebé mucho más que la comida, ya que descubre en este contacto el amor de su mamá, la cual representa para el bebé el mundo todo.

De allí la importancia fundamental que en el desarrollo de la psiquis de un sujeto tiene esta etapa. Por eso, cuando los padres nos traen algún chico al que suponen con problemas, los psicólogos solemos preguntarles si fue amamantado, hasta qué edad, cómo vivió la mamá este momento, si le gustaba darle el pecho o si, por el contrario, le molestaba. Lo que en realidad estamos intentando averiguar es cómo ha sido la entrada de ese chico al mundo y al amor.

La madre le manifiesta el cariño cuando le da el pecho y la negativa a esto es vivida como un rechazo. «Si me da es porque me quiere, si no es que no me ama». Es decir que hay un objeto valioso, el pecho materno, que el otro le da o no al bebé según su voluntad.

Con posterioridad llegará la «etapa anal». Es el momento de la adquisición del control de esfínteres y, en esta etapa, se darán dos cambios importantes con respecto al período anterior.

El primero de esos cambios es el objeto: el pecho de la madre deja lugar a las heces del niño, y el otro cambio es que ahora ya no es la madre la que da o no el objeto valioso, sino que es el chico. En la etapa oral, era él quien pedía la teta, ahora son los padres los que le piden a él: «Dale, hacé ahora… hacé acá… esperá que ya llegamos, todavía no hagas… pedí… avisá». Es decir que el chico es quien queda en posesión de dar o no lo que los otros quieren. Y empieza a manejar esto de modo tal que entrega o no este objeto cuando y a quien se le da la gana.

Por eso son comunes las frases: «que me lleve al baño mamá» u «hoy quiero que me limpie papá». Ellos elijen a quién le obsequian este objeto que tanto parecen valorar los demás y al que vive como si fuera un preciado regalo. Después de todo es una parte de su cuerpo.

Esta actitud despótica y caprichosa es la que ha generado que a esta etapa se la denomine sádico-anal.

La tercera etapa es la que se conoce como «etapa fálica» y la preponderancia está dada en el varón por el pene y en la nena por el clítoris. Es el momento en el cual los chicos se tocan y los padres nos dicen en sus consultas: «no sé qué hacer, se toca todo el tiempo».

Pues bien, esto que tanto preocupa a los papás es un proceso normal y necesario para la conformación psíquica de todo sujeto humano.

Pero hasta aquí, el chico es aún una suma de zonas erógenas, no se reconoce como una unidad y todavía no puede decir «Yo» al referirse a sí mismo. Por eso es común, dijimos, escuchar a los chicos hablar de ellos mismos en tercera persona. «¿De quién es eso?», le preguntamos. Y él no nos responde: «mío», sino «de Juan» o «del nene», según la edad.

Estas etapas del desarrollo psíquico y sexual de una persona se dan en el período al que denominamos «autoerotismo», porque la relación del chico es con sus propias zonas erógenas. El mundo y su propio interés giran siempre alrededor de ellas y aún no está capacitado para dar su amor a los demás porque ni él es una integridad ni lo son los otros. Mamá, por citar sólo un ejemplo claro, aún no es mamá, es su pecho. Y, para poder empezar a dar y recibir amor en el sentido pleno de la palabra, debe formar personas totalizadas y no objetos parciales.

Pero el psicoanálisis ha descubierto que llegar a esto, que parecería tan sencillo, algo casi natural es, muy por el contrario, un proceso lleno de dificultades que le impone al chico un arduo trabajo, y sabemos también que muchas de las dificultades que enfrentamos en nuestras vidas en nuestra etapa adulta, provienen de alguna falla en el momento de atravesar alguna de estas fases.

Celos, sentimientos posesivos o agresivos, dificultades de relación o imposibilidad de darnos permisos para ser felices, devienen muchas veces de problemas en la resolución del trabajo que este proceso nos impuso cuando niños.

Decíamos que, para poder amar, primero hay entonces que construir a una persona total, ver a mamá y no sólo a su pecho, y el primer objeto total, la primera persona completa que el niño desarrolla, es él mismo. Y a este momento a partir del cual el chico deja de decir «Juan» o «el nene» para referirse a sí mismo y pasa a decir: «Yo», lo denominamos Narcisismo, y recién después de este proceso, de este «nuevo acto psíquico» —como lo llamó Freud— alguien adquiere la posibilidad de amarse a sí mismo y a los demás.

El amor se convertirá en un elemento valioso y limitado, de modo tal que el sujeto debe administrar cuánto se guarda para sí y cuánto da a los otros. Porque cuanto más se ame a sí mismo menos amor tendrá para el resto y cuanto más lo derive hacia el exterior, menos le quedará para cuidar su valor y su autoestima.

Se trata de guardar un sano equilibrio para evitar caer en situaciones extremas y enfermizas. De allí la poética y veraz sentencia de Sor Juana Inés de la Cruz: «El amor es como la sal. Dañan su falta y su sobra».

Son las psicoterapias y no el psicoanálisis las que le otorgan una entidad clínica determinada a los problemas psicológicos devenidos de un mal atravesamiento de esta etapa. Justamente, han acuñado el término «Trastornos del Narcisismo» para referirse a las características particulares de este cuadro clínico. También se ha incorporado el término «autoestima» (el cual utilizo en varias ocasiones en este libro, más por ser de uso habitual de los lectores que por lo preciso).

Teniendo en cuenta que el narcisismo hace referencia a la adquisición y estructuración del Yo, los así llamados Trastornos del Narcisismo tendrán que ver, entonces, con dificultades en la constitución de la personalidad, y con las secuelas que pudieran dar lugar a diferentes enfermedades.

Decíamos que el mito hacía referencia al amor por la propia imagen. Entonces, tenemos dos temas: el de la propia imagen, que acabamos de tratar, y el del amor. Y dijimos también que al amor hay que administrarlo como si se tratara de algo material.

Pero ¿cuál es la cantidad de estima por uno mismo que alguien debe tener para no caer en lo que suele denominarse baja autoestima o, por el contrario, actitudes egocéntricas?

Obviamente que existe la posibilidad de que estos procesos se den sin dejar consecuencias graves, pero para entender mejor la importancia que esta etapa tiene en la vida adulta de las personas, vayamos a las derivaciones surgidas del Narcisismo patológico, es decir, de aquellos casos en los cuales no hay suficiente estabilidad en el Yo y la autoestima está perturbada.

Por lo general, en estos casos, se trata de personas muy inestables, que cambian con mucha facilidad su estado emocional en relación con las situaciones. Suelen ser vivaces, divertidas y alegres incluso, cuando las cosas salen como ellos quieren. Pero si, en cambio, tienen que soportar una frustración, caen en estados de depresión o de incremento de la ansiedad. Hasta el punto tal de que nos preguntamos cómo puede ser que esa persona que hasta hace unos minutos estaba tan bien con nosotros, así de repente y, a lo mejor por un motivo que ni siquiera es demasiado importante se haya puesto a llorar, no razone, o sea capaz de un grado tan alto de agresión.

Estas personas, ante cada complicación sienten que la situación se les va de la mano, y suelen tomar cualquier comentario que entre en contradicción con ellos como si se tratara de una agresión personal. Se desequilibran y, como no pueden resolver de un modo satisfactorio este desequilibrio, apelan a respuestas enfermas, como, por ejemplo, la conducta adictiva, o psicopática.

Pero no debemos deducir de esto que son personas que siempre se muestran con baja autoestima, ya que también suele aparecer como mecanismo de defensa una hiperestima del Yo, lo cual produce una sobrevaloración de sí mismos. Cuando toman esa postura maníaca se vuelven intratables, no admiten que se las contradiga, porque ellos nunca se equivocan y jamás reconocerán haber cometido un error.

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