El zen es la mayor patraña de todos los tiempos (10 page)

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Authors: Kodo Sawaki

Tags: #Autoayuda, Esoterismo.

BOOK: El zen es la mayor patraña de todos los tiempos
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Los hombres se aferran a su condición masculina, las mujeres insisten en su condición femenina. Ambas partes se aferran obstinadamente a sus puntos de vista. La práctica ha de consistir en aplacar ese obstinado apego. Cuando estés realmente dispuesto a desprenderte por completo de ti mismo, no dependerás ya ni de tu vida. Por eso es importante para la práctica desarrollar una mente flexible y elástica, en lugar de aferrarte a tu estrecho marco personal. No te enredes en pequeñeces, conságrate al todo cósmico, a lo ilimitado. Es la disolución de este obstinado apego lo que designan expresiones como “espíritu religioso” o “satori”.

Lo que llamamos “ego” no es más que una idea persistente a la que nos aferramos en virtud de nuestras experiencias.

Si te desprendes de esta pequeña idea de “ego”, te descubrirás a ti mismo en el prójimo. Te descubrirás a ti mismo en todas las cosas: en una taza de té, en un par de sandalias. Y todas las cosas adquirirán gran importancia para tu vida. Eso es lo que significa practicar el zen.

Vive tu vida poniéndote en el lugar de tus padres, de tu esposa, de tus hijos. De ese modo te encontrarás contigo mismo en tus padres, en tu esposa, en tus hijos.

La razón por la que dices que la enseñanza del Buda es difícil de comprender es que no quieres olvidar el saber que has acumulado. Quien está falto de fe, no escucha; por eso no puede profundizar en la enseñanza, por mucho que se la explique. Sólo a quien reciba la enseñanza ofreciendo tan poca resistencia como un barril sin fondo le será posible asimilarla.

Cuando inclinas tu cabeza ante el Buda sin ninguna afectación, se esfuma tu actitud egoísta. Tu pequeño “yo” se disuelve en el todo. Eso no significa que “tú” tengas el
satori
. Al contrario, “tú” te desvaneces, tú “yo” no se hace ya presente.

Buscamos el camino, pero ninguno de nosotros tiene la menor idea de dónde podría encontrarse: aquí no está, ahí tampoco. Por eso debemos empezar por dejar de confiar en nuestras propias ideas. En el instante en que uno se ha desprendido de todo, ve florecer un ciruelo: ¡el cosmos, henchido de la naturaleza del Buda! Así es como Reiun zenji
[35]
se dio cuenta de que Buda y él estaban ligados indisolublemente, de que él mismo era Buda.

En la Vía del Buda no hallarás dos cosas distintas, sean las que sean. No hay separación entre Buda y yo. Pero esto no quiere decir que yo esté ligado a Buda como una mosca que trepa por la espalda de una estatua de Buda. Todo, tal como es, es el Buda cósmico. Sólo soñamos que somos algo distinto: éste se tiene por rico, ése por pobre, y aquel otro por un hombre o aquella por una mujer; pero en realidad no hay ni hombre ni mujer, ni rico ni pobre. Cuando tras tu muerte te conviertas en cenizas, nadie dirá:
“Estas son las cenizas de una belleza”
o
“Estas son las cenizas de un patito feo”
.

Vivimos nuestra vida cotidiana dentro de la naturaleza original del Buda pero, pese a ello, nunca nos topamos con esa naturaleza. Es como el ojo, que nunca se ve a sí mismo.

El
samadhi
comienza en el momento en que vas más allá del sujeto y del objeto: yo y tú, quien ve y quien es visto. Cuando esta distinción desaparezca, tú y tu práctica seréis uno.

Yo no existo, tú no existes, los ríos y montañas, los pastos y los árboles no existen. Cuando “yo” existo, el cielo y el infierno existen. Cuando “yo” no existo, tampoco existen el cielo ni el infierno.

La Puerta del Dharma del Gozo y la Serenidad
[36]
no significan buscar el objeto de la fe. No busques en otro lado. Si buscas en otro lado, te alejas de la realidad que se encuentra aquí y ahora.

La fe de la que hablo es la fe en el principio eterno, en la verdad eterna. Esta fe consiste en abandonar las representaciones humanas.

¿Cómo es que en tiempos de Sakiamuni un viejo zoquete o una prostituta se despertaron a la Vía? Eso se debe simplemente a que se desprendieron de su incredulidad. No eran ni especialmente sabios ni doctos, ni habían escuchado muchas enseñanzas del Dharma. Es sólo que no tenían ninguna duda. Fue la fuerza de su fe inquebrantable lo que les condujo al despertar.

28 - Una persona extraviada es también Buda

¿Qué sucede cuando, para tratar de comprender la fugacidad, meditas siempre con la mente puesta en cadáveres putrefactos?
[37]
Al final, el mundo entero te parecerá lúgubre y sombrío. No te esfuerces en representarte lo bello como algo horrible. Una chica guapa no lo es porque te haga girar la cabeza y te distraiga de la meditación. Simplemente es guapa y eso es todo.

Cuanto más te ocupes de tu mente de mono y de tu voluntad de caballo, más brincos darán en el sitio tu mente de mono y tu voluntad de caballo burlándose de ti. Ya puedes practicar zazen, recitar el nombre de Amitaba Buda o seguir las normas tan fielmente como quieras, ya puedes también esperar a caerte de viejo, que nunca te librarás de tus ilusiones. Por desesperadamente que trates de extinguir tus ilusiones, no alcanzarás el estado del no-pensamiento o de no-mente; no harás más que volverte loco.

Cuando vayamos al fondo de nosotros mismo comprobaremos que ahí no hay nada especial. Al principio éramos amebas o células germinales, ni machos ni hembras. ¿Por qué entonces tratamos de aderezar nuestra fachada con fabricaciones erráticas como “belleza” o “fealdad” o “satori” o “ilusión”? Todos nuestros juicios de valor son alucinaciones, nada más que un sueño. Y sólo porque no queremos despertarnos de él nos retorcemos en nuestro dolor. Pero no podemos olvidar que somos nosotros quienes fabricamos ese dolor.

No te dejes atrapar por nada, no te ates a nada. Sea lo que sea que hayas alcanzado, no te detengas ahí o acabarás enmoheciendo.
“La mente actúa sin asentarse en nada”
[38]
. Por eso este actuar es ilimitado en todas direcciones

También la palabra “Buda” no es más que una mole de granito en tu mente. Has de librarte de tus conceptos de “Buda” o “Dharma” para verlo todo simplemente como es.

Dices “fuego”, pero al pronunciar esa palabra no te quemas la boca. Dices “agua”, pero eso no calma tu sed. Has de abandonar de una vez las palabras y volver la vista a la figura sin forma de la realidad.

La cuestión es si hablas acerca de las cosas desde un punto de vista mundano o desde el punto de vista de la enseñanza del Buda. Nada es realmente como se lo denomina; sin embargo, si conoces el significado de las palabras reconocerás que también estos nombres de las cosas son reales.

En todos los fenómenos concurren el uno y las diez mil distinciones. Todo va al uno y el uno se disuelve en todo. Esta interacción no se detiene ni un solo instante.

Si haces demasiado hincapié en el
samadhi
[el volverse uno], te entumecerás. Si por el contrario buscas con demasiado ahínco la sabiduría, te perderás en las diez mil distinciones. En nuestro caso no se trata ni de petrificarnos en un protozoo ni de convertirnos en profesores distraídos. Se trata de vivir el
samadhi
y la sabiduría juntos, como parte de nuestra vida diaria. Ésa ha de ser una actividad completamente espontánea, con ambos pies firmes sobre el suelo. Un ejemplo lo ofrece la vida diaria de Sakiamuni a lo largo de sus 40 años de predicación.

El vacío es la estructura de la nada que todo lo abarca. No hay budismo sin los seres que sufren.

Has de observar el escenario tras las bambalinas y observar desde el escenario lo que se oculta tras las bambalinas. “El escenario” es el ser, “tras las bambalinas” es el vacío. El escenario no es concebible sin lo que se oculta tras las bambalinas y sin escenario tampoco hay un “tras las bambalinas”.

“La forma es el vacío, el vacío es la forma”
[39]
Esto significa que forma y vacío son inseparables. El todo vivo que reside en esta división se manifiesta aquí y ahora ante nuestros ojos.

Si reflexionamos acerca de nuestra vida en este mundo desde el punto de vista del Budismo, apreciaremos que es como un reflejo en el agua: la cara que se refleja en el agua soy yo, pero yo no soy esa cara reflejada. Seremos así testigos de la insondable e ilimitada concurrencia de “yo” y “el otro”.

La relación entre el ser humano y el Dharma del Buda es de una profundidad insondable. La persona corriente y el Buda viven juntos. No hay ninguna persona corriente aparte del Buda y no hay ningún
nirvana
fuera de la vida y la muerte
[40]
Has de encontrar la paz en medio de la casa en llamas.

Quien por su cuerpo tiene un tropiezo, también con su cuerpo encontrará de nuevo el camino. Por eso también puede decirse que este cuerpo, tal como es, es Buda.
“La oscuridad de la sombra del pino depende de la claridad de la luna”
. Cuanto más te sientes en zazen más claramente comprenderás que en ti conviven el Buda y la persona corriente. Eso es
samadhi
: un mundo complejo que se extiende ilimitadamente.

Lo que en zazen emerge a la superficie no son ilusiones. Es el contenido de ti mismo.
“¡Ajá! Éste es mi aspecto por dentro. Ningún contenido del que pudiera sentirme orgulloso...”
. Es importante hacerse por una vez esta reflexión. En ti mismo encuentras tanto al Buda como al diablo, a un animal o a un espíritu hambriento. Este escenario interno se encuentra en constante cambio: unas veces es el cielo, otras el infierno. Todo es reflejo de ti mismo. Cuando profundices tranquilamente en ello comprenderás que la doctrina de la escuela Tendai de “los tres mil
dharmas
en el interior de una conciencia”, la doctrina de “los setenta y cinco
dharmas
” de la escuela Kusha y la de “los cien
dharmas
” de la escuela Yuishiki representan explicaciones de este escenario interno de ti mismo.

¿Es la condición de persona corriente algo malo? No. Mientras no trates de sacarle partido, tu condición de persona corriente es como una nube que cruza el cielo. Que esa nube tenga la forma de una serpiente o de un demonio no tiene la menor importancia, se desvanecerá en la nada. Si la imagen de una chica guapa no quiere abandonarte, siéntate simplemente en zazen: en algún momento esos pensamientos pasarán como las nubes. No permanecerás decenios pensando en esa chica.

La vida es muerte, la muerte es vida. Pues todo es sólo un sueño: soñamos que vivimos, soñamos que morimos. En realidad, vida-y-muerte son uno.

Cada instante es un encuentro y una despedida al mismo tiempo: dentro de este instante concreto, nacimiento y muerte son una sola cosa.

29 - Si hubieras muerto el año pasado ¿quién te echaría de menos?

¿Te preguntas por qué tu prójimo tiene esa expresión de enfado? Quizá se deba a que tú mismo estás enfadado con él y él te corresponde con la misma mirada de enojo. Lo que sientes por los demás se refleja en su actitud hacia ti.

Observamos las cosas a través de nuestros anteojos tintados. En el Budismo llamamos a eso “karma” o “ilusión”. El mundo que nos satisface y el mundo que nos desagrada son fabricaciones nuestras.

Dices que lo has visto con tus propios ojos, pero ¿hasta que punto puedes confiar en tus ojos? ¿Quién establece qué es bueno y qué malo? ¿Quién establece qué es frío y qué caliente, quién decide sobre la victoria y la derrota y quién puede realmente decir si tu práctica es buena o no lo es? Cada uno lo ve a través de sus propios anteojos del karma y la ilusión. El mundo que vemos no es más que el conglomerado de nuestras ilusiones.

Un anciano que desde hacía años mantenía relaciones con la esposa de otro, ahora que está enfermo en cama cree que esa mujer –también ya anciana– le engaña con otro. Esta idea ilusoria es una proyección de su propio karma pasado, que ahora se presenta ante él de forma gráfica y concreta. Todo ese teatro que se monta la gente gira en torno a un espejismo. Nos dejamos engañar por las proyecciones de nuestro propio karma.

En la vida cotidiana nos dejamos llevar por nuestras caprichosas emociones de alegría o pena, de inquietud o felicidad. El ajetreo que podemos observar en las calles comerciales de Tokio – en Shibuya, Shinjuku o en Ginza – no es nada en comparación con el jaleo que reina dentro de ti. Es la consecuencia inevitable de tu karma pasado, que se manifiesta en muchas capas que se superponen unas a otras.

Tu vida es el resultado de tu propio karma. En este momento, incluso aquí he gastado un poco del combustible de la ilusión; pero sólo un poco, por eso me veis tranquilo. Sin embargo otros tienen el tanque algo más lleno.

En algún Sutra se dice que a quien durante toda su vida ha hecho el mal, a la hora de la muerte las paredes, puertas y pilares se le mostrarán en forma de demonios. Cuando uno está a punto de morir y la conciencia empieza a apagarse, las acciones del pasado regresan para atormentarle y hacen que se retuerza en el dolor de su propio karma. Esto es cierto, tú mismo lo experimentarás.

Vas montado en un vehículo de Buda, pero como no eres consciente de ti mismo vives en tu sueño de karma e ilusión. Te mueves así en ese vehículo como en una montaña rusa, dando vueltas por los seis mundos.
[41]
Tus ilusiones carecen de sustancia. Proceden de tu karma. Sólo parecen ser lo que son.

Lo que llamas frío o caliente, alegría o pena, lo llamas así sólo por comparación con tu vida pasada. Eso es karma sin sustancia. No existe, pero tampoco puede decirse que sea nada.

En la vida no hay felicidad ni infelicidad. Todo depende únicamente de tu perspectiva particular. Hay gente que incluso en la situación más dichosa se ahoga en su pena.

Por bien que te vaya, piensa que no es más que un estado de ánimo pasajero. Por mal que te vaya, piensa que también esto no es más que un estado de ánimo pasajero. No puedes tomarte todo eso tan en serio.

El cuerpo humano es una estructura provisional compuesta por los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego. Pero si alguna vez indagas a fondo qué es lo que en lo más íntimo mantiene este cuerpo unido, verás que no hay nada que hallar. “Cuando despiertes al cuerpo del dharma, verás que no hay nada”
[42]
. Desde la perspectiva de la insustancialidad no tiene la menor importancia el curso que tomen las cosas. ¿Quién te echaría de menos si hubieras muerto el año pasado? ¡Nadie! Ni siquiera tendrías por qué haber nacido. Y si hubieras venido al mundo en forma de gato o caballo, tampoco nadie tendría nada que objetar.

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