—Cinco. A una la perseguimos. Una se dirige directamente al punto de salida de Nueva Cal a velocidad máxima, pero el
Agamenón
llegará allí primero. Una está aparcada cerca de usted. Dos más se desvían en direcciones opuestas, y por lo menos perderemos a una antes de que alcancemos a la que perseguimos.
—De modo que ya hemos perdido a dos. ¿Cuánto tiempo hasta que le dé alcance a esa nave pajeña?
—La tendré a tiro en diez minutos o menos. ¿Abro fuego?
Renner miró a los otros que había en el puente del
Simbad
.
—¿Blaine?
—¿Disparos de advertencia, señor?
Renner abrió el micrófono.
—Active sobre ellos un punto láser de baja energía y vea cómo reaccionan. Si no se detienen, vuélelos.
—¿Y si se detienen?
—Manténgase en estado de alerta —dijo Renner—. Maldición. Horace, claro que se van a detener. Y a hablar, hablar, y a ganar tiempo.
—Ya hemos perdido rastro de dos. Según la estimación del capitán Rawlins, haga lo que haga con la que persigue, no será capaz de interceptar a todas las que queden. Tres habrán escapado, Kevin. Tres.
—Sólo en este sistema. Ese crucero grande puede impedirles que salgan —intervino Joyce—. ¿Verdad?
—Te recuerdo que lo próximo que venga podría ser suficiente para destruir al Simbad. Después a la
Atropos
. Quizá al
Agamenón
.
—Dispondrán de bastante tiempo para recuperarse de la conmoción del Salto antes de atacar —indicó Blaine—. Hemos visto salir naves del punto de Eddie el Loco que en combate individual podrían haber convertido en escoria el
Agamenón
.
—
Simbad
, aquí
Atropos
. La nave pajeña empieza a estar a nuestro alcance. Tenemos un haz apuntándole.
—Se detendrán —afirmó Blaine.
—Estoy convencido de que tiene razón.
—Eudoxo envía una señal —anunció Buckman con jovialidad.
—¡Todo sucede al mismo tiempo! —exclamó Joyce.
—
Simbad
, aquí
Atropos
. En cuanto demostramos que podíamos golpear a la nave pajeña, ésta apagó su impulsor y ahora nos saluda en ánglico. «Venimos en son de paz. Ésta es la nave pajeña Don del Rey Pedro. Venimos en son de paz. ¿Tienen órdenes?» Señor, ¿tenemos órdenes?
—Por el ombligo de Dios.
—Sugerencia —dijo Blaine.
—¡Expóngala!
—Haga que la
Atropos
envíe a esa nave una tripulación competente y que la mande a encontrarse con el Agamenón. Luego Rawlins podrá ver si es capaz de ir tras otra.
—Sí. Rawlins, ponga una dotación de hombres con una bomba en la nave pajeña y envíela con el
Agamenón
. Luego vea qué puede hacer respecto de las otras naves pajeñas.
—Eudoxo envía una señal —repitió con alegría Buckman.
—Claro que Eudoxo envía una señal. Que espere. Rawlins, estoy pensando en el aterrizaje. Le mandaré especificaciones de diseño del Simbad. Horace, lo siento, pero he de dárselos. Rawlins,
Simbad
puede aterrizar en un planeta habitable; sin embargo, nos hará falta encontrar combustible para despegar. ¿Lleva la
Atropos
desembarcadores?
—Tres. Dos balandros y una lancha espacial. Todos funcionales, pero un balandro necesita reparación. Le transmitiré las especificaciones. La lancha podría llevar suficiente combustible para que un balandro recuperara órbita desde Paja Uno, aunque no puede regresar sin repostar.
Atropos
podría bajar a un planeta gaseoso gigante y recoger combustible.
«¿Qué he olvidado? Oh, lo recordaré luego.»
—Buckman, pase a Eudoxo… Hola, Eudoxo, lamento haber tenido que cortar, pero sus naves nos han mantenido bastante ocupados.
—Me vino bien ese tiempo de descanso, Kevin. ¿Ha seguido pensando en nuestra invitación?
«Me vino bien ese tiempo de descanso, hnpf, hnpf, hnpf.»
—Claro. El tiempo de descanso suena estupendo. Además, tenemos que esperar. ¿Andan escasos de algo? ¿Aire, comida, agua? Podemos mandarles un paquete.
—Kevin…, no, llevamos lo suficiente para que nos dure.
—De acuerdo. Cuénteme todo sobre lo que podemos esperar encontrar del otro lado del punto de Salto.
—Sí. Mi Guardián es parte de la cadena de mando de… el nombre sería intraducible, desde luego, de modo que nos llamaré los Comerciantes de Medina. Somos la compañía de comercio más grande de nuestra región. Estamos involucrados en juegos de dominio con varios otros grupos, todos bajo tregua de una u otra intensidad. Esperamos reunirnos con ustedes en el espacio y conducirles a nuestro propio territorio, en perfecta seguridad. No obstante, la sorpresa por parte de un rival se torna más factible cuanto más nos retrasamos.
—Juegos de dominio —intervino Bury—. ¿Guerras?
Renner buscó una señal de titubeo, y la vio.
—Nada tan grande, Excelencia. Aunque los Guerreros de vez en cuando entran en juego.
—Batallas, entonces. ¿Por qué premio? ¿Nosotros?
—Por recursos, hasta ahora. Hemos mantenido la existencia de ustedes como nuestro secreto.
—Vaya. Quizá tengamos que luchar. ¿Cuál sería su condición si regresan solos?
Un encogimiento de hombros.
—Yo habría fracasado. Mi Guardián y su… superior… tomarían decisiones sobre esa base, y también otros clanes.
—Mantendré la comunicación —informó Renner.
La imagen permaneció.
—Hemos cortado la señal. ¿Bien? —preguntó Buckman.
—¿Guardianes? —inquirió Joyce—. ¿Dónde he oído ese término?
—Los Guardianes son Amos machos estériles —repuso Blaine—. Posesivos pero no agresivamente expansivos. Joyce, el grupo con el que tratamos en Paja Uno estaba encabezado por un Amo que se hacía llamar Rey Pedro… ¿Recuerda que una de estas naves que han enviado se llama Don del Rey Pedro?, y los pajeños que nos mandó incluían a un Guardián embajador llamado Iván… ¿Capitán? Parece curioso.
—¿Qué? —instó Renner.
—La
Don del Rey Pedro
. Es demasiado directo y no muy exacto. Esa maldita nave no es un regalo, es una amenaza. Eudoxo menciona diferentes facciones, diferentes clanes. Habló de Guerreros, pero ¿fue ésa una táctica inteligente? Señor, hemos de sospechar que de verdad desconocen todo lo que averiguó la expedición, y que quizá no formen en absoluto parte del clan del Rey Pedro.
—Interesante —dijo Bury—. Claro que saben todo lo que me contaron a mí. O así lo creen.
—Momento de decisión —afirmó Renner—. Una de las naves pajeñas debe retornar, pero ¿tiene que ser la
Filípides
? ¿O Eudoxo ha averiguado demasiado sólo de observarnos? ¿Blaine?
—No, señor, confíe en mí en esto. Ella empieza desde muy atrás. No ha sido capaz de interpretar nada que se le indicara; aún está corrigiendo suposiciones tremendas. A lo peor, puede que sepa qué destruyó a la
MacArthur
. ¿Hay alguna razón poderosa por la que no deban estar al corriente de eso?
—No lo sé. Digamos que guardaremos nuestros secretos hasta que tengamos un motivo para revelarlos.
—Parece bien, señor. Y, desde luego, les hemos confirmado que conocemos a la clase de los Guerreros. Es una pena, aunque por lo menos ya no habrá más de esos juegos de «pajeños inofensivos» que practicaron con mi padre.
—Sí. Guerreros. Horace, si hay algo que no sepa sobre las defensas del
Simbad
, dímelo en privado antes de que saltemos.
—Sí. Eudoxo se está poniendo nerviosa. Kevin.
—Así es. De modo que le preocupa que las cosas empiecen a desenredarse del otro extremo. Es probable que eso no sea bueno para nosotros. Aunque significa que podemos pedir concesiones, pues no dispondrá de tiempo para regatear. ¿Qué queremos de Eudoxo?
Los ojos de Bury se cerraron a medias.
—Sí. Si supiéramos…
—Llamada de la
Atropos
—anunció Buckman—. Tienen a una segunda nave. Guardamarinas suben a bordo con una bomba. La primera dotación informa que una Ingeniero modificó el sistema de aire para proporcionarles aire que respirar. Todos muy cooperativos. Rawlins tiene a una tercera nave al límite de la detección, pero se halla metida entre los asteroides y desacelerando. Está convencido de que ya es tarde.
—Dígale que la deje en paz. Damas y caballeros, ¿vamos nosotros? Sí, Joyce, lo sé. ¿Blaine?
—Adelante.
—¿Horace?
—Vamos, desde luego, pero primero hay que hacer una cosa.
—¿Qué?
—Necesitamos artículos con los que comerciar. En especial la lombriz mágica que suponemos trae consigo Glenda Ruth.
—¡Bury, no podemos esperarla! —exclamó Renner.
—No propongo semejante cosa. Lo que digo es que debes ordenarle a la Marina que no entorpezca a la señorita Blaine cuando arribe a este sistema. Si considera oportuno ir al sistema de la Paja…, y después de su mensaje lo hará, ¿verdad, teniente?
—Sí, por supuesto.
—Entonces, la Marina no debe impedírselo.
—Van a pensar que es extraño —dijo Renner—. La hija de un lord yendo a una zona de combate. De acuerdo, puedo dejar esas órdenes. ¿Algo Más?… Muy bien. Buckman, ¿a favor de ir?
—Sin ninguna duda. ¡Puedo conseguir una segunda vista de una protoestrella en proceso de colapso! Quizá me permitan dejar instrumentos.
Kevin Renner se mordisqueó el dedo índice durante un momento.
—Sería bueno que primero repostáramos… Ah, bien. Pase a la Atropos.
—¿… Señor?
—Rawlins, vamos a dirigirnos al sistema de la Paja. Usted pasará primero. ¿Cuánto combustible ha consumido?
—Me queda medio depósito. Suficiente para llegar a cualquier parte si no tenemos que luchar, señor.
—Esperamos ser recibidos por amigos, pero no es del todo seguro. Puestos de combate. Preparen su nave, incluidos períodos de descanso completos, y hablo en serio; luego, llámenme. Simbad fuera. —Con los ojos cerrados, Renner pidió—: Que alguien compruebe la cena.
Will Rawlins se dirigió a su segundo al mando.
—Alarma general, Hank.
—Sí. —Bocinas sonaron por toda la
Atropos
—. ¿Qué cree que encontraremos?
—Dios sabe. Póngame con Balasingham, por favor. Quizá él tenga una idea.
—No es probable —dijo Henry Parthenio—. Pero qué demonios. Aquí lo tiene.
Balasingham se hallaba bajo tres gravedades y su cara lo expresaba.
—Adelante, Will.
—Señor, el capitán Renner quiere que le acompañe al sistema de la Paja.
—Sí. Que se divierta.
—¿Cree que es una buena idea, señor?
—No tengo ni la más remota idea —repuso Balasingham. La voz le salía desde lo más hondo del pecho mientras luchaba con la tensión de la alta gravedad—. Lo que sí sé es que ahora el jefe es él.
—Sí, señor… un reservista, piloto de un comerciante imperial… —El tono de voz de Rawlins lo decía todo: a la Marina no le gustaban los comerciantes y nunca le habían gustado, y…
—Will, el capitán Renner ha estado en la Paja. Hace mucho tiempo, pero ha estado allí, y eso es más que lo que puedo afirmar de nadie que conozcamos. Ahora apague la grabadora y cerciórese de que la comunicación está protegida. ¿Ya?… De acuerdo. Bury y Renner llevan mucho tiempo trabajando para el Servicio Secreto de la Marina, y Bury viene a este sistema con la recomendación personal de Lord Roderick Blaine. Will, es la mejor gente que tenemos para esta misión.
—Bueno, de acuerdo, señor. Muy bien, envío dos naves pajeñas con tripulación de ocupación para que se encuentren con usted en el punto de salida. Ya van de camino, de modo que nada me retiene aquí. Me situaré en formación con
Simbad
y la nave pajeña
Filípides
, y calculo que cruzaremos cuando haya completado la maniobra. Dios sabe cuándo regresaré.
—Correcto. Recuerde que su primer deber es extender La Palabra.
Buena suerte.
—Gracias, señor. Señor, ¿podremos detenerles?
—Sólo Dios lo sabe, capitán. Usted ya ha visto algunas de las naves que han enviado desde la Paja, y según todo lo que conocemos han dispuesto de décadas para prepararse para esto. Podrían tener una flota entera de acorazados esperando sólo órdenes.
—Ugh. Sí. Muy bien, aquí vamos —Rawlins se volvió a la tripulación del puente—. Adelante, Hank, sitúenos para entrar en el sistema de la Paja. Primero
Filípides
, después
Atropos
, después
Simbad
.
Deleitarse con la guerra es un mérito en el soldado, una cualidad peligrosa en el capitán y un crimen absoluto en el estadista.
G
EORGE
S
ANTAYANA
Una mancha borrosa de color marrón pasó delante de sus ojos, demasiado cerca; regresó fluctuando, adquirió definición. Brazo, dedos; dedos que tanteaban, cerrándose sobre su hombro, una nariz que casi toca la suya.
—Kevin. Capitán. Nosotros. —Joyce Trujillo parpadeando, tratando de mover la boca—. Nos están… disparando.
Para el Salto se habían introducido las cámaras en el interior de la nave. Por la tronera Kevin vio una luz de un rojo oscuro donde tendría que haber visto negrura. Láseres enemigos debían bañar el Campo Langston del
Simbad
. No había puntos calientes.
—Sí. De acuerdo. El Campo aguanta. Usted… se recupera rápidamente… Joyce.
Renner miró a su alrededor. Su cabeza quiso girar demasiado. Buckman maldecía mientras trataba que le funcionaran los dedos para proyectar una cámara a través del Campo. Los brazos de Blaine se movieron a sacudidas cuando intentó dirigirlos a los instrumentos. Horace Bury contemplaba el nirvana con ojos inexpresivos y el esbozo de una sonrisa.
Los médicos por fin habían conseguido llegar hasta él. «Apoplejía, insuficiencia cardíaca, úlceras, digestión destrozada, y no saldrás de ello ni un momento antes. ¡No luches contra la conmoción del Salto!»
—Tengo son. Sonda —dijo Buckman. Una imagen apareció en el monitor de Renner, y fluctuó, y la persiguió, y encontró un resplandor verde. Ahí. Una nave que sólo usa láseres. ¿Quién es el oficial de artillería?
—Yo.
Renner no podía confiar en Blaine para matar. Entrenado por la Marina, pero educado por Mediadores. Además, Blaine no se hallaba operativo, ni siquiera como Trujillo. Y el
Simbad
no tenía gran cosa en cuanto a cañones: un láser de señales que era varias miles de veces más poderoso que lo que hacía falta, bastante bueno para mantener a raya a naves mercantes armadas, en absoluto con la potencia suficiente para resultar de utilidad contra naves de combate de verdad.