El Prefecto (18 page)

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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El Prefecto
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—¿Qué ves?

—El fin de todo, Sheridan. A menos que hombres valientes pasen a la acción ahora e impidan la catástrofe. —Lo miró como un profesor que juzga a un alumno listo pero desobediente—. Las palabras de tu diario demuestran que te importa. Pero no es suficiente. Las palabras tienen que convertirse en acción.

—Hago lo que puedo. Cuando finalice mis ideas, podré hablar con los otros séniores…

—¿Y que te expulsen de la organización?

—Si pudiera expresarme de forma adecuada…

—No cambiaría nada. Estás defendiendo el control autoritario. Sabes que es lo correcto, pero para la mayoría es veneno.

—No tiene que ser así.

—Por supuesto que no. Tú lo ves, porque lo sientes en el corazón. El control autoritario también puede ser una forma de bondad, como una madre que abraza a su hijo contra su pecho para impedir que se caiga y llore. Pero la persuasión racional no convencerá a la población. Sencillamente, hay que enseñárselo.

—Entonces nunca ocurrirá. Aunque Panoplia quisiese, nunca tendría el poder suficiente para hacerse con el Anillo Brillante. ¡Los ciudadanos ni siquiera nos dejan llevar armas!

—Hay otras formas de imponer el control, Sheridan. No es necesario que los prefectos entren en cada uno de los diez mil hábitats y declaren un nuevo régimen.

—¿Cómo, entonces?

—Puede ocurrir de inmediato, si se hacen los preparativos adecuados.

—No te sigo.

—Llevo mucho tiempo pensando como tú. Tras mucho deliberar, he concluido que la transición a la autoridad central tiene que ocurrir de forma instantánea, antes de que la gente se ponga nerviosa y proteste.

—No existen los medios —le dijo.

—Pero ¿y si lo organizamos para que existan?

—Se darían cuenta de nuestros preparativos.

—No si somos mejores que ellos. No es un problema. Entre los dos, Sheridan, creo que podemos ser muy buenos.

Ahora, años después de aquella primera conversación con Aurora, Gaffney pensó en todos los preparativos que habían hecho, en todos los peligros y obstáculos que habían superado. Lo que le sorprendía, dado todo lo que ahora sabía, era que Aurora no hubiera dicho nunca ni una sola mentira. No tenía por qué haberle contado sus visiones del futuro, pero lo había hecho. Y a medida que su relación se fortalecía, a medida que las raíces de la conspiración se hacían más fuertes e intrincadas, ella le permitió conocer la verdadera naturaleza de esa lente de la que le había hablado al principio: la máquina llamada
Exordium
, y los reacios durmientes que en su nombre miraban en el interior de sus neblinosas profundidades y la informaban de lo que habían visto. Había incluso caminado entre ellos, se había enterado de un secreto que habría desgarrado el sistema si se hubiera dado a conocer. Compadecía a aquellos prisioneros del sueño, pero lo que hacían era hermoso, necesario.

La Historia les estaría agradecida.

Infierno Cinco había demostrado a Gaffney que la naturaleza del Anillo Brillante contenía la semilla de su propia destrucción. Pero Aurora había extraído información del futuro y había visto el final: no como una vaga catástrofe, sino como un acontecimiento específico que casi podía concretarse en una fecha.

Una época de plagas. Una época de corrupción y locura.

Estaba a punto de llegar y no había dónde esconderse.

Pero entre ellos habían hecho algo: tal vez no lo suficiente para abortar la crisis, pero al menos sí para desviar algo del impacto cuando llegara. Dentro de muy poco, el Anillo Brillante quedaría liberado de la carga de la autodeterminación.

Gaffney sabía que había llegado el momento más arriesgado. Se había ocupado prácticamente de todo. Pero aún no había conseguido neutralizar lo único que podía crearle dificultades a Aurora. Ahora también tenía que enfrentarse a las espinosas cuestiones de los niveles beta. Gaffney había esperado que ninguno de ellos hubiera sobrevivido al ataque, y que las copias de seguridad recuperadas de otros hábitats fuesen demasiado anticuadas para mostrarle a Dreyfus la verdad.

Gaffney había accedido a los registros relativos al uso de las turbinas de búsqueda por parte de otros prefectos. Dreyfus estaba mostrando un interés malsano en los detalles del trabajo de Delphine, como si instintivamente supiera que había algo más en la desaparición del hábitat. Puede que Dreyfus no hubiera averiguado la relación con el Relojero, pero dada la probada capacidad de aquel hombre, solo era cuestión de tiempo que encontrara una pista.

Así que había que impedírselo.

Las manos de Gaffney se movieron para ejecutar la orden que ya había configurado. En otro lugar de los datos listos para su inspección, recuperó un cibervirus indetectable y de efecto retardado. El arma informática era antigua y no podría hacer nada contra una instalación adecuadamente blindada. Pero los niveles beta eran diferentes.

Ensartó copias del virus en sus arquitecturas a un nivel que resistiera un escrutinio superficial. El virus no hizo nada. Estaba latente, esperando a que lo llamaran a la acción.

Esperando a que Dreyfus volviera a resucitar a los testigos del reino de los muertos.

Sparver se sonó su respingona y chata nariz con la manga mientras Dreyfus servía el té. A su sistema respiratorio de hipercerdo le gustaba el aire de los cúteres aun menos que al de Dreyfus.

—Has ido más rápido de lo que esperaba —observó Dreyfus—. ¿Algún problema?

Sparver se miró la manga hasta que se limpió a sí misma.

—No. Entré y salí sin problemas.

—¿Qué encontraste?

—Nada relevante. Un trozo de basura flotante del mismo tamaño que el cúter. Entré y di un paseo espacial. Tardé unos dos minutos en encontrar el módulo correcto y ponerle un fróptico. Después fue coser y cantar. —Sus ojos, ligeramente sesgados, tenían un borde de color rosa, como si hubiera estado despierto toda la noche bebiendo vodka—. ¿Ha tenido noticias de Thalia desde que salió, jefe?

Dreyfus negó con la cabeza.

—Creo que trabajará más rápido si no la agobio cada cinco minutos.

—Hará el trabajo, no se preocupe.

—Eso espero.

—¿Tiene dudas?

—No puedo evitar preocuparme. Es una buena ayudante, pero hace poco que ha salido de la escuela. Sé que quiere demostrarnos que es buena, pero a veces creo que está sobrecompensando por lo que le sucedió a su padre.

—¿Cuál fue su participación en aquello?

—No conocía mucho a Jason Ng. Pero nunca tuve motivos para dudar de su capacidad ni dé su dedicación a Panoplia.

—¿Así que le sorprendió?

—A todos nos sorprendió.

—¿Alguna vez ha hablado de ello con Thalia?

—Nunca ha salido el tema.

Sparver sonrió.

—No creo que ella vaya a sacarlo, ¿no le parece?

—Independientemente de lo que yo piense sobre su padre, no afecta en nada mi opinión de Thalia. No la habría seleccionado para mi equipo si hubiera tenido dudas. —Dreyfus cogió su taza y bebió un sorbo, soplando el té para enfriarlo—. ¿No es ese todo el apoyo que necesita?

—Aún hay prefectos que no la miran cuando va al refectorio —dijo Sparver—. Sé lo que se siente.

—También les molesta que fuera ascendida a ayudante de campo i antes que la mayoría de sus compañeros de clase.

—A veces me pregunto si de verdad entendemos lo que supone para ella trabajar en la misma organización que condenó a su padre.

Dreyfus se encogió de hombros. No tenía una opinión formada sobre el tema. Jason Ng había sido en apariencia competente y de fiar, pero había obstruido una investigación sobre un hábitat de medio rango sospechoso de fraude electoral. Lo encontraron muerto, se había suicidado en la esclusa de aire de un carguero. El examen post mórtem reveló que Ng había estado recibiendo sobornos de grupos relacionados con el hábitat. Se suicidó porque su culpabilidad estaba a punto de hacerse pública, y deseaba ahorrar a Thalia la vergüenza de ver cómo su padre pasaba por un juicio humillante.

A Dreyfus no le importaba. No creía en una disposición heredada para aceptar sobornos o pervertir investigaciones. Pero creía que Thalia sería mejor prefecto que muchos de sus compañeros. Quería redimir los pecados de su padre y demostrar que no era esclava de sus genes.

—Es una buena ayudante —repitió—. Es lo único que me importa. Y confío plenamente en que hará el trabajo sin nuestra ayuda.

—Hace un momento no parecía tan seguro.

—Tengo derecho a mostrar dudas razonables. Pero no son más que eso. Y seamos sinceros, Sparver: Thalia eligió hacerlo sola. No le gustaría tener un equipo de apoyo, aunque pudiéramos prescindir del personal.

—Tiene razón, como siempre. Es que tengo la horrible sensación de que estamos bailando al son que nos tocan, intentando abarcar más de la cuenta. Thalia está intentando cerrar el agujero de seguridad Perigal, nosotros estamos intentando atrapar al asesino de Ruskin-Sartorious; el resto de Panoplia está intentando evitar que los hábitats y los ultras se degüellen. ¿Soy yo o esta semana está empezando a ser inusitadamente movida?

—Mira el lado positivo —dijo Dreyfus—. Thalia acabará pronto, y podremos cerrar un caso. Y estamos avanzando mucho en la investigación Ruskin-Sartorious. —Miro a Sparver con repentina intensidad—. ¿Verdad que sí? ¿O has venido por el té y la compañía?

—Por el té. Para la compañía me voy a otro sitio. ¿Puedo usar su pared? Quiero enseñarle lo que he obtenido del
router
.

Dreyfus alargó una mano.

—Adelante.

Con la exagerada paciencia que a veces Dreyfus reconocía en sus subordinados, Sparver le explicó los datos. Había cinco columnas de información: la hora de llegada de una transmisión entrante, su punto de origen (el nodo de la fila inmediatamente superior), su destino previsto (el nodo de la fila inmediatamente inferior), la hora en que se había reenviado (tan solo unos pocos nanosegundos después de recibirla) y una última columna que ofrecía información esquemática sobre los contenidos de la transmisión.

—Hay mucho tráfico de datos del CCT —dijo Sparver indicando una proporción de columnas con un indicador particular en la quinta columna—. Podemos ignorarlo. Solo son datos internos de navegación que supervisan todas las naves y vehículos sin piloto que se mueven por el Anillo.

Sparver quitó los datos del CCT, y quedaron varias líneas en blanco en el panel de la pared. Dreyfus se alegró: estaban llegando a alguna parte. Pero ese estado de ánimo no duró. Los datos restantes se repartieron para llenar los huecos y dejaron la pared igual que al principio. Se recordó que solo estaba viendo una pequeña parte de todo el registro del
router
, y que había millones de líneas encima y debajo del segmento visible.

—Ahora haremos un filtrado similar en el tráfico de las votaciones —dijo Sparver—. Eso eliminará otra gran porción de datos. Hacemos lo mismo con las grandes redes comerciales y borramos otro gran pedazo. Puede que no parezca que estamos mejorando, pero ya hemos reducido el registro a la mitad. Aunque podemos hacerlo aun mejor. Vaciamos todos los datos internos y bajamos otro diez por ciento. Vaciamos los paquetes de abstracción estándares y nos quedamos con un veinte por ciento de nuestro archivo original.

Pero aún quedaban decenas de miles de líneas.

—Aún tenemos que mejorar más —dijo Dreyfus.

—Y podemos. Ahora filtramos la dirección de Ruskin-Sartorious.

Sparver deslizó el panel arriba y abajo para mostrar que había reducido el registro a una pocas miles de líneas.

Dreyfus se rascó la ceja izquierda.

—¿Por qué no has hecho eso desde un principio?

—No funciona así —dijo Sparver—. Como casi todos los hábitats en el Anillo Brillante, Ruskin-Sartorious procesó las transmisiones de datos de terceras partes, incluidos los servicios CCT, negociaciones comerciales, paquetes de abstracción y todo eso. Tendríamos que haberlos borrado de la lista aunque la hubiésemos reducido a los mensajes dirigidos a Ruskin-Sartorious.

—Pero habría sido más rápido.

—Pero lógicamente equivalente. Al sistema no le importa en qué orden haces el filtrado.

—De acuerdo. Pero aún nos queda un montón de datos enorme.

—No hemos acabado. Ahora empezamos a ser listos.

—Creí que ya éramos listos.

—No lo bastante. —Sparver sonrió, pues se estaba divirtiendo—. ¿Ve ese número en la cuarta columna?

—Sí —dijo Dreyfus con cautela—. El intervalo de tiempo de las transmisiones de salida.

—Es nuestra pista. El mensaje que llegó a Ruskin-Sartorious era de solo voz, ¿verdad?

—Según Vernon y Delphine. ¿Qué importancia tiene el formato del mensaje?

Sparver bebió de su taza.

—Mucha. Cuando una transmisión atraviesa un
router
, está sujeta a cierta cantidad de procesamiento rutinario. Chequeo de errores de redundancia cíclica, esa clase de cosas. Si hay un fallo, el
router
envía un mensaje al remitente y le pide que repita la transmisión.

Dreyfus asintió.

—Tiene sentido.

—La cuestión es que ese chequeo de errores se realiza en una cantidad de tiempo finita. Y cuanto más pesada es la carga de datos —cuanto más contenido haya en el mensaje—, más procesamiento de datos numéricos se necesita.

—Ah. Creo que ya sé adonde quieres ir a parar.

—La clave está en el intervalo de tiempo de salida, jefe. Comparado con la mayoría del tráfico que el
router
debió de enviar a Ruskin-Sartorious, apenas vale la pena mencionar las comunicaciones de solo voz. El tiempo de procesamiento debió de ser casi nulo.

—Así que cuando la diferencia entre los intervalos de salida y de llegada sea muy pequeña…

—Habremos aislado nuestro mensaje. O, al menos, algunos posibles candidatos.

—Hazlo —dijo Dreyfus, nervioso.

Sparver se le había adelantado. Ahora la pared mostraba solo una docena de transmisiones, todas dentro del intervalo en que habían advertido a Delphine que rompiese las negociaciones con los ultras.

—Aún no nos hemos quedado con uno… —comenzó a decir Dreyfus.

—Pero nos estamos acercando mucho. Ahora podemos aplicar una buena dosis de vieja intuición policial. Examinamos los nodos de origen. Mire la segunda columna, jefe: he convertido las direcciones en nombres reconocibles. Apuesto a que la mayoría corresponderán a hábitats que bien han estado en contacto con Ruskin-Sartorious durante un largo periodo de tiempo, o son lugares que envían transmisiones a todo el Anillo Brillante de forma regular.

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