El método (The game) (33 page)

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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

BOOK: El método (The game)
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Antes de nada, hay que explicar que en los foros de seducción la mayoría de la gente no piensa; sólo obedece. Si yo hubiera escrito que esnifar Vivarin me ayudaba a
sargear
, toda la Comunidad hubiera estado aterrorizando a chicas con subidones de cafeína. El resultado fue que, tras leer acerca del Proyecto Caos, cientos de MDLS empezaron a atropellar a mujeres con carritos de la compra y a atacarlas con sus bolsas de deporte. Más que un ejercicio de seducción parecía el recreo de un colegio de primaria.

Y ahí residía precisamente su atractivo: Tyler Durden conseguía que la seducción pareciese divertida y subversiva; al contrario que, por ejemplo, la Seducción Acelerada, que exigía estudiar, tomar apuntes, memorizar frases y hasta hacer ejercicios de meditación.

Pero había algo extraño en Tyler Durden. Vision lo había echado de su casa; decía que era un huésped arrogante y desagradecido que exigía continuamente que le enseñase nuevas
técnicas
. Además, aunque los partes de sargeo de Tyler eran divertidos, cada vez que tenía la oportunidad de acostarse con una chica parecía echarse atrás.

CAPÍTULO 5

Grupo MSN:
Salón de Mystery

Asunto: Cierre acelerado

Autor: Tyler Durden

No vais a creer lo que me acaba de ocurrir. No hace ni quince minutos que ha pasado.

He ido al centro comercial Rideau Centre para ver si conocía a alguna
TB
con la que salir esta noche, pues todos mis amigos, que son unos
TTF
, han quedado con sus novias.

He dado varias vueltas, pero no he visto a ninguna
TB
que fuese más que un 7,5. Así que me he puesto de mala leche.

Estaba a punto de irme cuando he visto a una pelirroja que trabajaba en un Juicemaster; era otro 7,5, como todas las chicas de ese maldito centro comercial.

He pedido un zumo y esto es lo que ha pasado:

TD: ¿Qué zumo de mango está mejor? ¿El «huracán» o la «brisa»?

TB
: El «huracán».

TD: Me alegro. Entonces, ponme una «brisa».

TB
: Ja, ja. Vale. ¿Qué «propulsor» quieres?

TD: ¿Qué es un «propulsor»?

TB
: Lo pone en el cartel.

TD: Ah. O sea que puedo añadirle vitaminas y energía y cosas así al zumo. Fenomenal. Seré un hombre nuevo después de este zumo. ¡Esto es la leche!

TB
: Ja, ja.

TD: Chócala.

TB
: Vale. (Chocamos las manos.) Esto es lo más emocionante que me ha pasado en todo el día.

TD: ¿Tan aburrida estás?

TB
: Sí. Este trabajo es una mierda.

TD: ¿Sabes una cosa?

TB
: ¿Qué?

TD: Estoy enamorado de ti.

TB
: Ja, ja. Vale. Y yo también de ti.

TD: Perfecto. Entonces deberíamos casarnos. Es alucinante que haya encontrado el amor de mi vida en un Juicemaster.

TB
: Ja, ja.

TD: Espera un segundo. Tengo una idea. Cierra los ojos.

TB
: ¿Para qué?

TD: Tú ciérralos.

TB
: ¿Es que vas a robarme el dinero de la caja?

TD: No, no es nada de eso. Te lo juro. Tú confía en mí. Recuerda que estamos enamorados.

TB
: Está bien.

El mostrador era muy ancho. Me incliné hacia adelante hasta estar casi en horizontal, y la besé.

Ella se puso a gritar como si estuviera poseída.

TB
: ¡Iiiiiiahhh! ¡Iiiiiiahhh!

Todo el mundo se volvió a mirarnos. Y ella gritaba y gritaba como loca, levantando los brazos como si estuviera poseída. Y yo pensaba: «Joder, joder. Sabía que algún día me iba a pasar algo así. Joder. Debería haber esperado a tener más IDI. Joder. Creía que ya tenía bastantes. Es la última vez que me meto en un lío como éste».

TD: Pero, si te he dicho que te quería antes de besarte.

TB
: ¡Iiiiiiahhh! ¡Iiiiiiahhh!

TD: ¿Estás bien?

TB
: ¡Iiiiiiahhh!

TD: ¿Puedo hacer algo?

TB
: Estoy bien. Son cinco dólares y treinta y un centavos, ¡Iiiiiiahhh! ¡Iiiiiiahhh!

Aunque empezaba a tranquilizarse, seguía gritando de forma intermitente.

TD: Tranquila.

TB
: Estoy bien. Estoy bien. ¿Cómo te llamas?

TD: ¿No irás a llamar a seguridad?

TB
: No, es para introducir el nombre en el ordenador. Tengo que preguntárselo a todo el mundo.

TD: Me llamo Tyler.

TB
: Es un nombre muy chulo.

TD: Gracias. ¿Y tú, cómo te llamas?

TB
: Lauren.

TD: Me gusta.

TB
: Todavía no me lo puedo creer. Ha sido lo más guay que me ha pasado en toda mi vida.

TD: ¡Me alegro!

TB
: De verdad. Molas mogollón. De verdad. Ha sido la leche.

TD: Me alegro mucho de haberte alegrado el día. La próxima vez que venga, podemos repetirlo.

TB
: Sí, y también podríamos hacer más cosas. (Me guiña un ojo.)

TD: Lo que tú quieras. Al fin y al cabo, nos queremos.

TB
: Te estaré esperando.

TD: ¿Por qué no me enseñas el cuarto de atrás? Seguro que ahí podríamos hacer más cosas.

TB
: Venga. Pasa.

Yo estaba pensando: «Joder, no me lo puedo creer». Me busqué en los bolsillos y encontré dos condones negros que me había dado Orion la semana pasada. Estaba preparado. Pero, de repente, me entró el miedo. Pensé: «Joder, si hace tan sólo dos minutos que la conozco».

Debía de haber cincuenta personas mirando mientras la
TB
me abría la puerta para que pasara detrás del mostrador. Y todos parecían estar pensando: «¿Adónde va ese chico?». Y yo cada vez estaba más nervioso. Pensándolo ahora, debería haberlo hecho, pero entonces no pude. Así que le dije a la
TB
:

TD: La verdad es que tengo que irme.

TB
: ¿Volveré a verte?

TD: No creo. Me voy mañana por la noche.

TB
: ¿Y esta tarde, cuando salga del trabajo?

TD: No puedo. He quedado con unos amigos.

TB
: Bueno. ¡De todas formas ha sido increíble! De verdad.

Y me fui.

TD

CAPÍTULO 6

Mystery había vuelto.

Number9, su compañero de apartamento, me llamó y me dijo que Mystery había salido del hospital y que estaba viviendo en casa de sus padres. Al parecer, tenía pensado volver al apartamento dentro de una semana, antes de que llegara Tyler Durden, que le había contratado un taller particular. Aunque probablemente fuese demasiado precipitado, Mystery tenía que pagar el alquiler; además, Tyler estaba empeñado en conocerlo.

—He salido de ese extraño viaje emocional con unos modelos cognitivos alucinantes —me dijo Mystery un par de días después.

Su voz volvía a tener la claridad de la de Anthony Robbins y aparentemente volvía a pensar con lucidez. Pero aunque Mystery volviera a valorar la vida, algo había cambiado en él. Tenía un punto maníaco, como lo había tenido siempre, sólo que ahora era distinto. Más que volver a ser el de antes, Mystery parecía haberse transformado.

—Ahora tengo claros mis
objetivos
—continuó diciéndome—. Tengo todas las zanahorias de motivación que necesito colgando delante de mí. Este primer año, construiré los cimientos del espectáculo que destronará a Copperfield. He decidido competir con él. Soy una estrella. Mi cerebro se ha transformado, dando vida a una mariposa.

Le pregunté si seguía tomando algún tipo de medicación. Él me dijo que no.

—He pensado mucho en ello —siguió diciendo—. Sólo me deprimo cuando me aislo del mundo. Piensa en lo que me llevó al psiquiátrico: la ruptura con Patricia, el plantón de Carly, la ausencia de cualquier tipo de motivación profesional y estar solo en el apartamento, sin nadie con quien hablar. Así que tenemos que crear un círculo social con personas que me motiven; algo como lo que tiene Sweater en Australia. Nos podemos motivar unos a otros. En el hospital pensé mucho en todo esto. Lo escribí todo y se lo enseñé a mi psiquiatra. Hasta él parecía estar impresionado. Lo voy a llamar Proyecto Hollywood.

Ésa fue la primera vez que oí el nombre. Lo cierto es que, al principio, no le di mayor importancia. Supuse que acabaría igual que el Proyecto Dicha: otra idea que nunca pasó de ser una paja mental.

—Yo tengo una gran luz interior —siguió diciendo Mystery—. Ahora lo veo con claridad. Soy una superestrella que ha estado frenándose a sí misma. Y me gustaría que te unieras a mí. Tú también puedes convertirte en una estrella.

Me alegraba de que Mystery estuviera de vuelta. Aunque había regresado del hospital con algunos problemas, seguía teniendo el mismo encanto de siempre. Algunos lo llamarían narcisista, y no se equivocarían al hacerlo, pero Mystery no sólo veía grandeza al mirarse al espejo, sino que también sabía reconocerla en quienes lo rodeaban. Eso era lo que lo hacía tan buen profesor.

—Ya soy una estrella, tío —le dije yo—. Al menos en la Comunidad. Mientras has estado fuera me han votado mejor MDLS; incluso por encima de ti. Es una locura. El otro día me llamó un tío de Inglaterra al que no conozco de nada, y me dijo que siempre que se folla a una tía se imagina que es Style. Dice que así se siente más importante. ¿Qué te parece?

De hecho, mi fama había alcanzado tal punto que cada vez me resultaba más difícil estar a la altura de mi reputación. Hacía unos días, Supastar
[1]
, un profesor de Carolina del Sur que había participado en uno de nuestros talleres, había escrito en el foro: «Cuando muera y vaya al cielo de los MDLS, me encontraré con Style, pues él es el dios de la Comunidad».

Mystery se rió cuando se lo conté.

—Vas a tener que acostumbrarte a ello —me dijo—. Has creado un álter ego y ahora tienes que estar a su altura.

CAPÍTULO 7

Mystery quería hacer una gira de tres meses. Tenía pensado ofrecer talleres en Londres, Amsterdam, Toronto, Montreal, Vancouver, Austin, Los Ángeles, Boston, San Diego y Río de Janeiro.

Pero yo no podía dedicarle tanto tiempo; tenía que resucitar mi carrera. Antes de convertirme en un MDLS a tiempo completo, o, como lo llamaban ahora los chicos, en un
GDLS
(gurú de la seducción), yo tenía una profesión. Me dedicaba a escribir. En algún lugar, en otra vida, todas las mañanas, al levantarme, me sentaba frente a mi escritorio y me ponía a teclear en el ordenador.

Ahora que había dejado de tener problemas con las mujeres, necesitaba poner en orden el resto de mi vida. Tanto
sargear
empezaba a afectarme al cerebro; además, se había convertido en una adicción. Recibir atención femenina se había convertido en la única razón por la que salía de casa, además de comer, claro está. En el proceso de deshumanizar al sexo opuesto, de alguna manera, también me había deshumanizado a mí mismo.

Así que le dije a Mystery que iba a frenar un poco. Por aquel entonces yo estaba saliendo con ocho chicas al mismo tiempo. Mi cuaderno de baile estaba completo. Tenía que bailar con Nadia y con Maya y con Mika y con Hea y con Carrie y con Hillary y con Susanna y con Jill; cada una de ellas con sus propias necesidades. Aunque, eso sí, no tenía ningún compromiso con ninguna. Todas sabían que salía con otras mujeres y lo más probable era que ellas también salieran con otros hombres; pero ni lo sabía ni me importaba. Lo único que importaba era que ellas venían cuando yo las llamaba y que, cuando ellas me llamaban, yo también acudía.

Lo que no le dije a Mystery es que ya no confiaba en él. No iba a volver a hacer planes y a comprar billetes de avión para que él tuviera otra crisis y volviera a dejarme colgado en el último momento. Además, yo no era una niñera. Como siempre les decía a las mujeres, la confianza es algo que hay que ganarse. Y Mystery tendría que recuperar la mía.

Como era de esperar, Mystery no tardó en encontrar dos entusiastas alas con los que reemplazarme: Tyler Durden y Papa. Desde que Mystery había salido del psiquiátrico, los dos estaban constantemente a su lado, su cerebro absorbiendo cada gramo de información.

Mystery me llamaba todos los días para informarme de sus progresos.

—Le he dado una lección de humildad a Tyler Durden —me dijo en una ocasión—. Al principio era un engreído, pero hemos resuelto el problema y ha aceptado el lugar que le corresponde como mi discípulo.

—No esperes que Tyler Durden te caiga bien cuando lo veas por primera vez —me dijo en otra ocasión—. Basta con que lo soportes. No para de racionalizarlo todo.

—Entonces, ¿por qué pasas tanto tiempo con él? —repuse.

—No lo sé. Él me llama y me dice que va a venir a pasar el fin de semana, y yo lo dejo venir. Es como una espina clavada en las entrañas que me obliga a salir de casa.

—¿Qué me aconsejas? —le dije yo—. ¿Crees que debo ofrecerle mi casa cuando venga a Los Ángeles con Papa?

—Tyler forma parte de la Comunidad, Style. Piensa en él como en un primo un poco pesado que se tira muchos pedos.

Una semana después, Papa y Tyler Durden llamaron a mi puerta.

Papa tenía buen aspecto. Llevaba una chaqueta de cuero, gafas de sol a modo de diadema y una camisa de vestir por fuera de los pantalones vaqueros. Lo acompañaba el ser humano más pálido que he visto en toda mi vida, con la única excepción de un albino. Un mechón de pelo rubio anaranjado salía disparado de su cráneo ovoide, como si fuera un troll de juguete. Levantaba la barbilla con una sonrisa que parecía de plástico, y tenía los rasgos faciales tan aplastados que parecían estar pegados contra su rostro por una media invisible. Aunque decía ser un ávido levantador de pesas, por su aspecto, desde luego nadie lo habría dicho. Aunque, técnicamente hablando, no era una persona pequeña, había algo débil en él.

Me saludó con un movimiento de la cabeza al tiempo que entraba en mi casa, pero no dijo ni una palabra y evitó mi mirada. No me fío de la gente que no me mira a los ojos. Aun así, decidí concederle el beneficio de la duda. Puede que estuviera nervioso, que quisiera causarme una buena impresión. En sus mensajes siempre hacía referencia a mis
técnicas
y a mis posts. Me admiraba. Todos me admiraban. Pero la mayoría lo hacían con humildad. Tyler Durden, en cambio, se comportaba con arrogancia cuando se sentía incómodo. A Bono, de U2, le pasa lo mismo.

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