El método (The game) (15 page)

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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

BOOK: El método (The game)
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Diez minutos y dos dólares después volvimos a ponernos en marcha, arrastrándonos a cincuenta y cinco kilómetros por hora para no correr más riesgos. A los pocos minutos volvieron a hacernos parar; al parecer, esta vez conducíamos
por debajo
del límite de velocidad. No sé dónde estábamos, pero, fuera donde fuese, tenía que ser el país más corrupto del mundo.

—El espectáculo durará noventa minutos. Empezará con un gran cuervo volando sobre el público, que se posará en el escenario y, ¡bum!, se convertirá en mí.

Cuando por fin llegamos a la frontera, dos soldados armados nos pidieron la documentación. Pero, cuando les enseñarnos nuestros visados moldavos, nos dijeron que ya no estábamos en Moldavia. Nos enseñaron un pasaporte local —un viejo documento soviético— y nos gritaron algo en ruso. Marko tradujo: querían que diésemos la vuelta y consiguiésemos los pertinentes visados locales en el control militar que habíamos atravesado tres sobornos antes.

—Llevaré botas de plataforma. Ya no llevaré trajes. Será todo muy gótico y muy chulo. Le contaré al público que, de niño, cuando jugaba en el ático de mi casa con mi hermano, ya soñaba con ser un gran mago. Y, entonces, retrocederé en el tiempo y me convertiré en ese niño.

Cuando Marko le dijo a uno de los soldados que no estábamos dispuestos a volver al puente, éste desenfundó su pistola y le apuntó al pecho. Después le preguntó si teníamos cigarrillos.

—¿Dónde estamos? —le preguntó Marko.

—Pridnestrovskaia —contestó el guardia con orgullo.

No os preocupéis si nunca habéis oído hablar de Pridnestrovskaia (o Trans-Dniéster); nosotros tampoco antes de ese momento. Pridnestrovskaia no está reconocido diplomáticamente como Estado independiente ni aparece en ningún mapa ni en ninguna guía. Pero cuando un soldado te apunta con una pistola, puedo aseguraros que Pridnestrovskaia es algo muy real.

—Haré un experimento científico, transportando a un técnico de laboratorio por Internet. Necesitaré un niño, un cuervo, a ti y a alguien que interprete el papel del técnico de laboratorio. Y también a un par de personas que hagan de guardias.

Marko le dio al soldado su paquete de Marlboro y ambos empezaron a discutir. El soldado no bajó la pistola en ningún momento. Tras un largo intercambio, Marko gritó algo y sacó las dos manos juntas por la ventanilla, como si estuviera retando al soldado a que lo esposara. Pero, en vez de hacerlo, el soldado se dio la vuelta y entró en la oficina. Le pregunté a Marko qué había dicho.

—Le he dicho que, si quiere, puede arrestarme, pero que no voy a volver al puente.

Las cosas se estaban poniendo feas.

La cabeza de Mystery apareció entre los dos asientos delanteros.

—Imaginaos esto —nos dijo—. Un póster en el que sólo se vean mis manos, con las uñas pintadas de negro y la palabra
Mystery
escrita debajo. Sería alucinante. Por primera vez desde que conocía a Mystery, perdí la paciencia con él.

—Tío, de verdad, éste no es el momento, joder. ¿Es que no ves dónde estamos?

—No me digas lo que tengo que hacer —se defendió él.

—Están a punto de meternos en la cárcel. Ahora mismo, tu espectáculo me importa una mierda. ¿Es que no puedes pensar en otra cosa que no seas tú mismo y tu puto espectáculo de magia?

—Si quieres pelea, te aseguro que la vas a tener —bramó él—. Cuando acabe contigo no te va a reconocer ni tu madre. Venga, sal del coche.

Mystery debía de medir casi treinta centímetros más que yo. Pelearme con él en un control fronterizo lleno de soldados armados era lo último que hubiera querido hacer en circunstancias normales. Y, aun así, estaba tan cabreado que estuve a punto de hacerlo. Mystery había sido una carga desde que habíamos salido de Belgrado. Puede que Marko tuviera razón: Mystery no era uno de los nuestros.

Respiré hondo y miré hacia adelante, intentando controlar mi ira. El tío era un narcisista sin remedio. Era como una flor que se abría con la atención —ya fuese positiva o negativa— y que se marchitaba cuando la ignorabas. La teoría de pavoneo de Mystery no servía sólo para atraer a las chicas; su verdadero
objetivo
consistía en llamar la atención. Incluso al pelearse conmigo, lo que intentaba era volver a ser el centro de atención, pues hacía varios cientos de kilómetros que no le hacíamos caso.

Y, aun así, al mirar por el espejo retrovisor y verlo hacer pucheros en el asiento de atrás con el sombrero sobre las orejas, sentí lástima por él.

—No quería gritarte —comenté.

—No me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Mi padre solía decirme lo que tenía que hacer. Odio a mi padre.

—Te aseguro que yo no soy tu padre —repuse.

—Gracias a Dios. Mi padre me arruinó la vida. Y también se la arruinó a mi madre.

Al levantarse el sombrero, vi las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, como si fueran lentillas, incapaces de derramarse.

—A veces me tumbaba en la cama y pensaba en distintas maneras de matarlo —siguió diciendo Mystery—. Y, cuando estaba muy deprimido, me imaginaba que iba a su dormitorio con una pala y que le destrozaba la cara a palazos antes de matarme también yo.

Se secó las lágrimas de los ojos con una de sus manos enguantadas y permaneció en silencio durante unos segundos.

—Cuando pienso en mi padre, pienso en violencia —continuó diciendo—.

Cuando era muy pequeño le vi darle de puñetazos en la cara a otro tipo. Cuando tuvimos que matar a nuestro perro, él salió al jardín con una escopeta y le voló la tapa de los sesos delante de mí.

El soldado salió de la oficina y le indicó a Marko que bajase del coche. Estuvieron hablando un rato y Marko le dio varios billetes.

Mientras esperábamos a ver si nuestro soborno de cien dólares —el equivalente a dos meses de sueldo en Pridnestrovskaia— funcionaba, Mystery siguió sincerándose conmigo. Me dijo que su padre era un emigrante alcohólico de origen alemán que abusaba verbal y físicamente tanto de él como de su madre. Su hermano, catorce años mayor que él, era gay. Y su madre se culpaba a sí misma por ello, pues lo había colmado de amor y atenciones para compensar los abusos de su marido. Así que, para compensar, con Mystery siempre se había mostrado fría y distante. Al cumplir los veintiún años sin haberse acostado con ninguna mujer, Mystery empezó a pensar que quizá él también fuese gay. Así que, durante un episodio depresivo, decidió dedicar su vida a encontrar el amor que nunca había recibido de sus padres; fue entonces cuando comenzó a forjar lo que acabaría convirtiéndose en el método Mystery.

Hicieron falta otros dos sobornos de importe equivalente para conseguir cruzar la frontera. Pero no bastaba con el dinero, ya que cada soborno iba acompañado de una hora y media de discusiones; puede que quisieran darnos más tiempo a Mystery y a mí para que nos conociéramos mejor.

Cuando por fin llegamos a Odessa le preguntamos por Pridnestrovskaia a la conserje del hotel. Ella nos explicó que el país era el resultado de una guerra civil en Moldavia, originada como consecuencia del levantamiento de antiguos miembros del partido comunista, oficiales de alto rango del ejército y boinas negras que ansiaban recuperar los gloriosos días de la Unión Soviética. Pridnestrovskaia era una tierra sin ley; el salvaje Oeste de Europa, una tierra que pocos extranjeros se atrevían a visitar.

Cuando Marko le contó lo que nos había pasado en la frontera, la conserje le dijo que no debería haberle dicho al soldado que lo arrestara.

—¿Porqué? —quiso saber Marko.

—Porque en Pridnestrovskaia no tienen cárceles.

—Entonces, ¿qué hacen con las personas a las que arrestan?

Ella dibujó una pistola con la mano, le apuntó y dijo:

—Bum.

Cuando volvimos a Belgrado, dando un rodeo de unos ochocientos kilómetros para evitar Pridnestrovskaia, el contestador de Marko estaba lleno de llamadas. Natalija habría dejado al menos una decena de mensajes. Mystery le devolvió la llamada, pero, en vez de su dulce chica de diecisiete años, le contestó la madre de ésta, maldiciéndolo por haberle lavado el cerebro a su hija.

Natalija siguió llamando a Marko incluso después de que Mystery y yo hubimos vuelto a Norteamérica, preguntándole una y otra vez cuándo iba a regresar a por ella. Hasta que, un día, Marko decidió que había llegado el momento de liberarla de su sufrimiento.

—Mystery es un mago —le dijo—. Y te ha hechizado. Busca a alguien que sepa cómo romper el hechizo y deja de llamarme.

Durante los primeros meses, Marko me mandaba mails casi a diario, pidiéndome la contraseña para entrar en el
Salón de Mystery
. Había probado la fruta prohibida y ahora quería más. Pero yo no se la di. Al principio pensé que no lo había hecho porque quería mantener mi nueva identidad al margen de mi pasado, pero lo cierto era que todavía me sentía avergonzado por lo que estaba haciendo y por el alto grado de implicación en mi nueva vida.

CAPÍTULO 11

Grupo MSN:
Salón de Mystery

Asunto: Un problema

Autor: Style

Tengo un problema con el que espero que podáis ayudarme.

Mystery y yo acabamos de volver de Belgrado, donde conocí a una chica preciosa e inteligente que probablemente se hubiera convertido en mi novia serbia de no ser por mi problema: no consigo cerrar con beso.

Por alguna razón, la transición al beso supone un inmenso desafío para mí. En cuanto veo abrirse la posibilidad, me empiezan a entrar las dudas. «¿Y si me rechaza?». «¿Y si arruino la reputación de la Comunidad?». «¿Y si sigue enamorada de su ex novio?». Entonces, una de dos, o acumulo tanta ansiedad que, cuando por fin lo intento, lo fastidio todo, o no hago nada y luego me torturo a mí mismo por no haber sabido aprovechar el momento.

¿Qué me pasa? ¡Estoy tan cerca de alcanzar el premio! Pero mi problema no me permite alcanzarlo.

Style

Grupo MSN:
Salón de Mystery

Asunto: Re: Un problema

Autor: Nightlight9 (1)

¿Y si me rechaza?, dices. ¿Y si te cae un meteorito encima?

Si aun viendo abrirse la posibilidad, como dices que ocurre, todavía no estás del todo seguro, usa la otra
regla de los tres segundos
. Tiene un ciento por ciento de efectividad. Cuando estés sentado a su lado, deja que se produzca un silencio. Mírala a los ojos sin decir nada. Si te sostiene la mirada durante tres segundos, es que quiere que la beses. El momento de tensión que experimentarás es uno de mis momentos favoritos: tensión sexual.

Nightlight9

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Asunto: Re: Un problema

Autor: Maddash (2)

Ésta es la
técnica
que uso yo:

  1. En la primera cita, consigo que sea ella quien venga a recogerme a mí, y sólo dejo que esté en casa unos minutos. Lo hago porque es mucho más fácil conseguir que una mujer te acompañe al apartamento al final de una cita cuando ya ha estado ahí sin que ocurriera nada.
  2. Al acabar la cita la invito a venir a casa y sirvo unas copas.
  3. Si dice algo sobre mi guitarra (siempre la dejo en un lugar visible), la cojo y le canto una canción.
  4. Jugamos con mi cachorro.
  5. Salimos a la terraza.
  6. Cuando volvemos a entrar le enseño el programa de música WinAmp que tengo en el ordenador. Mientras ella juega con las visualizaciones del WinAmp, le digo que se siente en mis rodillas y le doy un beso en la mejilla.
  7. Una de dos, o se vuelve y me besa en la boca o sigue jugando con el WinAmp. Si ocurre lo segundo, le enseño más cosas en el ordenador y la vuelvo a besar en la mejilla. Lo que quiere ella es que yo la dirija. Eso es lo que quieren casi todas las mujeres.
  8. El resto ya te lo puedes imaginar.

Maddash

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Asunto: Re: Un problema

Autor: Grimble

Una de mis
técnicas
preferidas de cierre es la del masaje. Una vez en mi casa, le digo a la chica que me duele la espalda de jugar al baloncesto y que necesito un buen masaje. Pero, durante el masaje, no paro de decirle lo que está haciendo mal. Hasta que, con aparente exasperación, insisto en enseñarle cómo se hace. Mientras le doy un masaje en la espalda, le digo que tiene mucha tensión acumulada en las piernas y que yo doy unos masajes de piernas alucinantes. Empiezo a masajear sus piernas a través de los pantalones, pero, al cabo de un rato, le digo que así no hay quien dé un buen masaje, y le pido que se los quite. Si muestras autoridad, ella hará lo que le dices.

Al principio, me limito a masajearle las piernas, pero, lentamente, voy subiendo hacia las nalgas. Cuando empieza a ponerse cachonda, la froto con las bragas puestas, hasta que e stá calada. Llegado ese momento, suelo bajarme los pantalones, ponerme un condón y follar sin darle un beso siquiera.

Es una
técnica
que no les recomiendo a los tímidos.

Grimble

Grupo MSN:
Salón de Mystery

Asunto: Re: Un problema

Autor: Mystery

¿Quieres saber cómo resuelvo yo ese problema? En mi caso no hace falta que me diga a mí mismo que no importa lo que piense la chica. Lo cierto es que no me importa. Cuando era más joven, me parecía un momento importantísimo, pero, ahora, me da igual; lo consiga o no, siempre lo intento.

Si no consigues desprenderte del miedo, entonces piensa: «¡Cambio de fase! Ya no soy Style. Ahora soy un cavernícola. Vamos a ver si le gusto o no. Y, si me odia, me importa una mierda».

Piensa en todas las chicas con las que no has cavernicoleado que hoy no forman parte de tu vida. ¿Qué importan esas chicas? ¿Para qué te vale que tengan un buen recuerdo de ti si están follando con otro? En algún momento tienes que intentarlo. Dile que saque la lengua y, cuando lo haga, chúpasela. Y, si te da una bofetada, no pasa nada. Así tendrás una buena historia que contar.

Antes Maddash ha dado un ejemplo de la importancia de usar
técnicas
de apoyo bien elegidas para desviar la atención de una chica, evitando así que se resista a tus avances sexuales. Maddash tiene toda la razón. Dile: «Mira esas marionetas tan monas». Y, mientras tanto, tócale la teta. Si ella se molesta, sencillamente señala hacia las marionetas y ríete. «Míralas. Mira qué graciosas son». Y vuelve a tocarle la teta.

Mystery

Grupo MSN:
Salón de Mystery

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