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Authors: Laura Gallego

Tags: #Aventuras, #Fantástico

El libro de los portales (74 page)

BOOK: El libro de los portales
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La última noche, cuando Tabit le habló de su accidentado regreso a la Academia, de cómo habían descubierto la identidad del Invisible y de la lucha que se produjo después, en la que habían muerto Yunek y Kelan, Yania no pudo evitar que las lágrimas afloraran a sus ojos.

Y cuando el pintor de portales calló, la muchacha permaneció largo tiempo en silencio, pensando.

Mientras tanto, Tabit daba las últimas pinceladas a su portal.

Estaba quedando espectacular. El diseño de Cali era hermoso sobre el papel, pero dibujado en un tamaño mayor por la mano experta de Tabit se convertía en una verdadera obra de arte. Yania observó, sobrecogida, cómo el maese completaba el ala izquierda del ave con un entramado de rizos y espirales.

—Muchas gracias por contarme esta historia, maese Tabit —dijo finalmente—. Yo… nunca pensé que mi hermano pudiera llegar a traicionaros, a pactar con un grupo de criminales para conseguir un portal… —se estremeció—. Y todo por mí…

—No es culpa tuya —la consoló Tabit—. Y lo cierto es que la Academia no se lo puso fácil a Yunek. Su error fue creer que no tenía alternativa. Pero ya ves que sí la había —añadió, mostrando con un amplio gesto de su mano el portal casi finalizado—. Perfectamente legal, aprobado por la Academia y con todas las bendiciones del Consejo.

—Eso es algo que no entiendo —comentó Yania, frunciendo el ceño—. Decís que la bodarita se está agotando, pero por fin aprobaron nuestro portal.

Tabit sonrió ampliamente.

—Se debe a que no todos los profesores de la Academia son viejos maeses encerrados en sus libros, sin el menor contacto con la realidad —dijo—. Aún quedan entre nosotros algunos con un gran sentido práctico. Por eso, desde el mismo momento en que se hizo patente la escasez de bodarita, y mientras otros maeses fingían que no sucedía nada o trazaban quiméricos planes de viajes al pasado, maese Kalsen, el profesor de Mineralogía, se dedicaba a organizar expediciones por toda Darusia. Obtuvo el apoyo de maese Nordil, un miembro del Consejo que, sin ser profesor de la Academia, ostenta también un importante cargo en el Consejo de la ciudad de Maradia… y es inmensamente rico. A maese Nordil le preocupaba sobremanera el hecho de que las minas se estuviesen quedando vacías, y financió generosamente las prospecciones de maese Kalsen.

—¿Y encontraron más bodarita? —preguntó Yania. Tabit asintió.

—Un gran yacimiento en la cadena montañosa que se alza al sur de Vanicia. Suficiente para que la Academia de los Portales pueda proseguir con su actividad al menos uno o dos siglos más. Y después… ya se verá.

Yania reflexionó.

—¿Y qué pasó con la bodarita azul? Si se me permite preguntar —añadió, azorada, temiendo haber sido demasiado indiscreta.

—Puedes preguntar. Bueno, si recuerdas la historia que te he contado sobre Tash, quizá te hayas fijado en que el túnel en el que se encontró la bodarita azul no era demasiado estable. Hubo nuevos derrumbamientos… con catastróficas consecuencias para los mineros. Uno de los que fallecieron aquellos días fue el padre de Tash —añadió con seriedad—. La galería quedó completamente bloqueada y hasta el día de hoy todos los intentos por despejarla han resultado inútiles, una pérdida de tiempo y de vidas. —Suspiró—. De modo que la Academia posee el secreto de los viajes en el tiempo, pero ya no dispone de materia prima. Sin bodarita azul, además, tampoco se pueden dibujar portales violetas que conduzcan a otros mundos. Se diría, de alguna manera, que todo ha vuelto a ser como antes. O no del todo —añadió, acariciando su zurrón—, porque ahora sabemos que es posible. Y que nuestro mundo no es el único que existe.

—¿Qué sucedió con Yiekele? —siguió preguntando Yania; había escuchado con verdadera pasión todo lo relativo a la exótica mujer de cuatro brazos y estaba deseando saber más cosas sobre ella.

Tabit rió.

—Bueno, los maeses consiguieron retenerla en la Academia… un par de semanas nada más. Al principio, ella se mostraba interesada en nuestra forma de dibujar portales. Nuestra pintura le parecía extraña, y no entendía para qué servían los medidores de coordenadas. Los profesores, por su parte, estaban fascinados con ella. Pero no tuvieron ocasión de aprender gran cosa, porque Yiekele se aburrió de nosotros y se marchó.

—¿Que se marchó?

—Simplemente entró en trance, pintó un portal y se fue por él. Y no hemos vuelto a verla desde entonces. Nunca llegaremos a saber a dónde fue, porque los dos portales que nos dejó en la Academia no han vuelto a activarse. Tampoco descubriremos nunca, me temo, el propósito del enorme portal que estaba dibujando en aquella caverna cuando la conocimos. Pero al menos tenemos dos de sus portales, el que dibujó en el desván para salvarnos de Kelan y el que pintó en el estudio de maese Belban, por el que desapareció y que, suponemos, conduce a su casa, dondequiera que esta se encuentre.

»Al principio hubo un gran debate con respecto a esos portales. Algunos maeses querían borrarlos para estudiar la sangre de Yiekele como posible sustituto de la pintura de bodarita. Otros decían que sus portales no solo eran una obra de arte, sino también lo único que nos quedaba de la visita de una criatura de otro mundo, un hecho que quizá no llegara a repetirse jamás. Afortunadamente, justo entonces maese Kalsen y su equipo descubrieron el nuevo yacimiento de bodarita y parece que los argumentos a favor de la conservación de los portales prevalecieron sobre los de aquellos que querían destruirlos.

»De modo que ya sabes: cuando entres en la Academia tendrás ocasión de estudiar los portales de Yiekele, porque los han introducido en el temario, con una nueva asignatura: Portales a Otros Mundos. Que, por cierto, imparto yo —añadió con cierta timidez.

Yania sonrió, adivinando lo orgulloso que se sentía Tabit por aquella circunstancia.

—Me encantará asistir a vuestras clases, maese Tabit —le aseguró; y lo decía de verdad—. ¿Maesa Caliandra también es profesora?

—No —respondió Tabit—. Ella vive en la Academia, porque… —se interrumpió, un tanto azorado—. Bueno, porque estamos casados —confesó por fin—, pero en realidad se dedica a otras cosas. Pinta portales, tanto artísticos como funcionales, y también está muy involucrada en los negocios de su padre.

—¿Y ella…? Oh, disculpad —se interrumpió Yania, avergonzada—. Estoy haciendo demasiadas preguntas, y no quería ser descortés.

—No —respondió Tabit, mirándola fijamente—. Puedes preguntar. Tienes todo el derecho a hacerlo. De hecho, tu hermano sentía algo especial por Caliandra. Es normal que sientas curiosidad.

—Pero él la traicionó —murmuró Yania—. Por mí.

—No te angusties por eso. Todos podemos tomar una mala decisión en algún momento de nuestras vidas. Y lamento mucho que se metiera en problemas a causa de ello. Ojalá hubiésemos podido salvarle. Porque él nos salvó a todos cuando detuvo a maesa Ashda en aquel desván.

Yania alzó la cabeza con curiosidad.

—¿Cómo fue eso?

Tabit se encogió de hombros.

—Resultó que las actividades de maesa Ashda bajo la máscara del Invisible iban más allá del contrabando de bodarita y el asesinato de aquellos que pudieran descubrir su identidad —explicó—. En realidad, estaba acumulando material para fundar una Academia clandestina en Rutvia.

—¿En Rutvia?

—¿Conoces la historia de las guerras rutvianas? Te sonará, al menos; Uskia está situada, precisamente, en plena frontera entre ambos países.

—Sé que en el pasado hubo guerras —respondió ella—, pero que hace ya mucho tiempo que hay paz con Rutvia.

—Eso es porque los rutvianos no conocen la ciencia de los portales. La última guerra rutviana terminó gracias a los maeses. Nuestro ejército conquistó la capital enemiga atravesando un portal; desde entonces, en Rutvia nos tienen miedo, pero también han intentado repetidas veces hacerse con el secreto de los portales. Y maesa Ashda estaba dispuesta a proporcionárselo… no por dinero, aunque no me cabe duda de que le pagarían generosamente… sino por venganza. Quería ver caer la Academia, y sin duda es lo que habría sucedido de haber podido llevar sus planes a término. Por no mencionar el hecho de que habría estallado una sangrienta guerra y, con ambos bandos en posesión del secreto de los portales, las consecuencias habrían sido funestas, el sistema de portales se habría derrumbado por completo y el mundo nunca habría vuelto a ser el mismo.

—Entonces… —se atrevió a preguntar Yania tras pensarlo unos instantes—, ¿qué sucedió finalmente con maesa Ashda? ¿La castigaron de la misma manera que a su padre por traicionar a la Academia, o sus delitos eran aún más graves?

—Posiblemente, y dada su relación con los espías rutvianos, el Consejo de Maradia la habría condenado a muerte. Sin embargo, ella no les dio ocasión. Permaneció en prisión hasta que se la llevaron a la Casa de Justicia, pero no llegó a entrar en la sala en la que se celebraría su juicio; logró burlar a los guardias que la custodiaban, echó a correr hacia la ventana y se arrojó a través de la cristalera. Nunca sabremos si simplemente trataba de escapar… o si buscaba la muerte para evitar una condena similar a la de su padre. El caso es que no sobrevivió a la caída.

Yania se estremeció de horror. Tabit la miró con gravedad.

—Ojalá en el futuro podamos compartir nuestra ciencia con otros países y extender la red de portales por todo el mundo —dijo—; a mí nada me gustaría más. Pero no de esa manera. Las relaciones entre Rutvia y Darusia deberían avanzar con la paz, la diplomacia y el entendimiento; no a través de espías, ladrones y contrabandistas que venden secretos de la Academia al mejor postor.

—Pero ¿por qué no nos dijeron nada de todo esto? —preguntó Yania, con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Por qué no nos hablaron de lo que Yunek había hecho?

Tabit sacudió la cabeza.

—Fueron momentos muy confusos para todos. La traición de maesa Ashda, la bodarita azul, la muerte de Kelan, la historia de maese Belban, la presencia de Yiekele… ¿cómo explicarlo todo? ¿Y quién nos habría creído? Maese Maltun se esforzó mucho por hacer que todo volviera a la normalidad lo antes posible. No solo por nosotros o por la Academia sino, sobre todo, por el resto de los estudiantes.

—¿Y maese Belban estuvo de acuerdo? ¿Qué hizo él cuando todo acabó? ¿Volvió a encerrarse en su estudio?

Tabit rió de buena gana.

—Intentó reincorporarse a la vida académica, pero no aguantó mucho. A menudo perdía la paciencia con los estudiantes; decía que no era capaz de soportar tanta ignorancia junta. En el fondo, lo que deseaba era seguir aprendiendo con Yiekele, así que, cuando ella entró en trance y dibujó un portal en la pared de su estudio… él la siguió.

—¿A través del portal? —se asombró Yania.

Tabit asintió.

—Se fue con ella, sí, sin tener ni la más remota idea de a dónde los conduciría aquel portal. No pudimos detenerlo, porque cuando Yiekele salió del trance no había nadie presente, a excepción de él. Se fue sin despedirse de nadie, dejando atrás una carta en la que explicaba lo que había hecho. Así que, en un solo día, la Academia perdió a uno de sus mejores investigadores y a la criatura más asombrosa que hemos conocido jamás.

—Pero quizá regresen algún día —comentó Yania, esperanzada.

—Quizá, sí —admitió Tabit con una sonrisa. Dio una última pincelada al portal y declaró—:Ya está terminado.

Yania se levantó de un salto, muy nerviosa.

—¿Ya? ¿De verdad?

Lo contempló, extasiada.

Era lo más hermoso que había visto jamás. Al natural era todavía más impresionante que el bosquejo de Cali. El ave representada en él alzaba las alas al cielo, y el fuego que crepitaba en la chimenea le arrancaba reflejos flamígeros, resaltando aún más su contorno.

Pero las dos circunferencias exteriores estaban vacías, y Yania lo notó.

—¿Qué es lo que falta ahí? —preguntó.

Tabit se estiró como un gato, satisfecho con la tarea realizada.

—Las coordenadas —respondió—. Mañana, con la luz del día, haré una segunda medición y las escribiré en el círculo interno. También pintaré las variables del portal gemelo que está en el Muro de los Portales de Maradia, y que llevo anotadas en mi cuaderno.

Yania se sorprendió de nuevo.

—¿Queréis decir que esta es la segunda vez que dibujáis este portal?

—Sí —asintió Tabit—. Por eso envié a alguien por delante para medir las coordenadas. Con esos datos pude pintar vuestro portal en Maradia, y debo decir que, por lo que sé, está llamando mucho la atención. —Sonrió—. Seguro que Cali está muy contenta.

Yania apenas podía contener su excitación.

—¿Eso significa que mañana mismo ya podría activarse?

—En cuanto escriba las coordenadas, sí. Pero también he de poner una contraseña. ¿Alguna sugerencia?

Yania no lo pensó.

—«Yunek» —dijo enseguida.

Tabit asintió.

—Esa será —respondió; comenzó a guardar sus útiles de trabajo, pero se detuvo y volvió a mirar a la chica para recordarle—: Esta ha sido la última noche de confidencias, Yania. Mañana regresaré a Maradia a través de tu portal, así que, si hay alguna otra cosa que quieras saber… puedes preguntarla ahora.

Ella reflexionó.

—¿Qué pasó con Rodak? —preguntó por fin—. ¿Se recuperó de su herida?

—Sí —dijo Tabit—, y ahora trabaja como guardián del portal del Gremio de Pescadores y Pescaderos de Serena. Es un buen guardián —añadió con una sonrisa—. Su madre y su abuelo están orgullosos de él. Así que, si algún día pasas por Serena, ya sabes dónde encontrarlo. No dudes en ir a verlo, se alegrará de conocerte; Yunek y él eran buenos amigos.

—¿Queréis decir que finalmente restauraron su portal?

—En efecto. Se descubrió que un grupo de belesianos había contratado al Invisible para borrarlo, y la justicia los obligó a pagar la restauración. Pero, como en la Academia nos habíamos quedado sin expertos en Restauración tras la muerte de Kelan y maesa Ashda… me ofrecí voluntario, y me lo aceptaron como proyecto final. Dado que yo tampoco sabía mucho sobre restauración de portales, pedí permiso para iniciar el proyecto desde el principio. Borramos el portal gemelo de la plaza de Maradia y les diseñé y dibujé uno nuevo… que es el que ahora guarda Rodak.

Yania parecía emocionada.

—Me gustaría verlo, maese Tabit —declaró—. Y conocer a Rodak. ¿Y Tash? ¿Qué fue de ella?

—Bueno, ya te he contado que su padre murió en la mina, ¿verdad? Por aquel entonces, ella vivía en Serena, en casa de Rodak. Encontró trabajo como pescadera en la lonja de Serena. Se le da bien, porque es lanzada y descarada, y además tiene mucha fuerza, así que a menudo ayuda también a acarrear las cestas de pescado. Pero, por lo que yo sé, aún no han conseguido convencerla para que vuelva a subirse a un barco.

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