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Authors: Greg Egan

El Instante Aleph (38 page)

BOOK: El Instante Aleph
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—Helen ya sabe demasiado sobre la TOE de Mosala y sobre la cosmología de la información —explicó Diecinueve—. Ampliar esos conocimientos podría resultar peligroso, así que ya no asiste a las sesiones en las que hablamos de los nuevos resultados. No hay por qué correr riesgos.

Lo asimilé en silencio. La obsesión por el secretismo de los CA iba mucho más allá del supuesto miedo al ridículo ante los medios de comunicación de Conroy, o de la necesidad de planear asesinatos sin que los vieran. Estaban totalmente convencidos de que sus ideas eran tan peligrosas como cualquier arma física.

Oía el rumor del océano que se movía tranquilamente a nuestro alrededor, pero las ventanas sólo reflejaban el interior. Mi imagen parecía la de otra persona: el pelo pegado de forma rara, los ojos hundidos... y una escena de fondo equivocada. Me imaginé el barco inmóvil en el mar en calma, y en él, el camarote, una diminuta isla de luz en la oscuridad. Intenté separar las muñecas para calcular la resistencia del polímero y la topología del nudo. No cedió ni se deslizó nada. Desde que me despertaron y subieron a cubierta me angustiaban el miedo, las ataduras y la ira, pero durante un momento sentí que recuperaba algo parecido a la clarividencia de la habitación del hospital. El mundo perdió toda pretensión de significado: sin consuelo, misterio ni amenaza.

Cinco, un masc italiano de mediana edad, acabó de trastear con los aparatos electrónicos. Se dirigió a mí tan cohibido como si lo estuviera iluminando con un foco de mil vatios y le hubiera puesto una cámara de mediados del siglo pasado en la cara.

—Éste es el último supuesto del superordenador según todo lo que Mosala ha publicado hasta la fecha —dijo—. Hemos evitado deliberadamente extrapolarlo a una TOE por razones obvias, pero es posible obtener una aproximación de los efectos que produciría la conclusión de su trabajo.

De repente se encendió la pantalla más grande del camarote; tenía unos cinco metros de anchura por tres de altura. La imagen que mostraba parecía una masa de hebras finas multicolores que se habían entretejido de forma elaborada. No había visto nada parecido en el congreso; aquello no era la espuma anárquica del vacío cuántico que se contorsionaba. Parecía más una bola compacta de tubo flexible y luminoso de neón, que hubieran ovillado Escher y Mandelbrot por turnos con un cuidado exquisito a lo largo de muchos siglos. Había simetrías dentro de las simetrías, nudos en los nudos y pautas y diseños que llamaban la atención, pero eran demasiado intrincados y enrevesados para seguirlos hasta ningún tipo de final.

—Eso no es el preespacio, ¿verdad? —dije.

—Por supuesto que no. —Cinco me miraba dubitativo, como si sospechara que mi ignorancia resultaría infranqueable—. Es un mapa muy burdo del espacio de la información en el instante en que la Piedra Angular potencial se convierte en Piedra Angular definitiva. Llamamos a esta configuración «Aleph» para abreviar. Imagina que es una foto del Big Bang explicativo —añadió con desgana al ver que no respondía, como si se viera forzado a rebajarse a hablar para niños.

—¿Éste es el punto de partida de todo? ¿La premisa para un universo entero?

—Sí. ¿De qué te sorprendes? El Big Bang físico y primordial es órdenes de magnitud más simple; se puede representar con sólo diez números. El Aleph contiene cien millones de veces más información. La idea de crear galaxias y ADN a partir de esto es mucho menos descabellada.

Eso era cuestión de opiniones.

—Pues si ése es el contenido del cerebro de Violet Mosala, no se parece a ninguna imagen cerebral que haya visto nunca.

—Espero que no —dijo Cinco con sequedad—. No es una imagen anatómica de un escáner ni un mapa neuronal funcional, ni siquiera una red simbólica cognitiva. Las neuronas de la Piedra Angular, por no hablar de su cerebro, «todavía» no existen. Esto es la información pura que precede, desde el punto de vista lógico, a la existencia de todos los objetos físicos. Los «conocimientos» y la «memoria» de la Piedra Angular vienen primero. El cerebro en el que se codifican va después.

Hizo un gesto en dirección a la pantalla y la bola de tubos estalló, enviando rizos brillantes hacia la oscuridad en todas direcciones.

—La Piedra Angular está, en último término, armada con una TOE y es consciente de su existencia y de un conjunto canónico de observaciones y resultados experimentales que deben ser justificados, independientemente de que sean suyos o de otra persona. Si le falta la densidad de la información o el esquema de organización necesarios para explicar su existencia de forma coherente, todo el suceso sería subcrítico: no implicaría ningún universo. Pero si se diera un Aleph con los datos suficientes, el proceso no se detendría hasta que se creara un cosmos físico completo.

»Desde luego, el proceso no "empieza" ni "acaba" en el sentido convencional de las palabras: no tiene lugar en el tiempo. La sucesión de imágenes de esta simulación sólo corresponde a incrementos de su extensión lógica, como los pasos de una demostración matemática, que añaden capas sucesivas de consecuencias a un conjunto inicial de premisas. La historia del universo está implícita en esas consecuencias, como... la secuencia de un asesinato que se reconstruye por deducción pura a partir de las pruebas de la escena del crimen.

Mientras hablaba los diseños que había visto en la superficie del «Aleph» se tejían una y otra vez en el «vacío de información» circundante. Era como mirar un tapiz deslumbrante que se creaba a cada segundo a partir del que había debajo, con las hebras bastante sueltas para que se pudieran estirar un poco más y un millón de manos invisibles volvieran a combinarlas. Mil variaciones sutiles hacían eco del canon original, pero también había temas nuevos y sorprendentes que parecían surgir de la nada. Islas fractales entretejidas de color rojo y blanco se alejaban y recombinaban, luchando por conquistarse entre sí, y acababan fundidas en un archipiélago de híbridos. Huracanes dentro de huracanes, violeta y oro, giraban y tensaban más los hilos; sus vórtices diminutos rodaban en sentido contrario y disolvían toda la jerarquía. Fragmentos irregulares de plata cristalina se difuminaban lentamente a través del caos y el orden, se infiltraban y entraban en interacción con todo.

—Es un tecnoporno precioso, pero ¿qué representa exactamente?

—Ésta es la edad de la Tierra —dijo Cinco después de dudar y, finalmente, condescender a nombrar unas pocas características—; está siendo afinada a un valor concreto, de acuerdo con diversas conclusiones geofísicas y biológicas que se han introducido. Éstas son las características del código genético, que se encaminan a dar lugar al conjunto definido de posibilidades del origen de la vida. Aquí, la regularidad subyacente en la química de los elementos...

—Y esperáis que Violet Mosala entre en una especie de trance y piense todas estas cosas justo después del momento de su apoteosis.

—¡No! —gritó—. Todo esto se deduce de forma lógica a partir de la información que posee la Piedra Angular en el Instante Aleph; no es una predicción del proceso de pensamiento de la Piedra Angular. ¿Crees que tiene que contar desde uno hasta un billón, en voz alta, para crear todos los números intermedios antes de que la aritmética pueda utilizarlos? No. El cero, el uno y la adición bastan para «presuponer» todos esos números y más. El universo no es diferente; sólo brota de una semilla distinta.

Me volví hacia los otros. Miraban la pantalla fascinados e inquietos, pero sin mostrar síntomas de nada que se pareciera al terror religioso. Podrían estar observando un modelo climático del efecto invernadero que se hubiera descontrolado o la simulación del impacto de un meteorito. El secreto había aislado a estas personas de cualquier refutación seria a sus ideas, pero todavía conservaban cierta semejanza con la racionalidad. No se habían inventado la supuesta necesidad de matar a Mosala a partir de la nada y, acto seguido, la antropocosmología para justificarse. Todos creían firmemente que la razón los había llevado a esta desagradable conclusión.

Y quizá la misma lógica implacable se podía utilizar para hacerlos cambiar de opinión. Era un profano del exterior, pero querían disponer de mi escrutinio para explicar sus acciones al mundo. Me habían llevado allí para que pudiera defender su caso ante la posteridad, pero si decidía entrar en su juego y lograba rebatirlos en s propio terreno, tal vez tuviera una pequeña oportunidad de hacerlos dudar hasta el punto de impedir que mataran a Mosala.

—De acuerdo —dije con precaución—. La consecuencia lógica es suficiente; la Piedra Angular no tiene que pensar hasta el último detalle microscópico. Pero aun así, ¿no tendrá que sentarse en algún momento a calcular, al menos, el alcance de su TOE y asegurarse de que no quedan cabos sueltos? Eso supondría el trabajo de toda una vida. Quizá la tarea de completar la TOE es sólo el primer paso en la tarea de convertirse en Piedra Angular. ¿Cómo se puede «conferir la existencia» a algo antes de que la Piedra Angular sepa que se ha explicado?

—Una Piedra Angular es inconcebible sin toda la historia y los conocimientos humanos previos —me interrumpió Cinco impaciente—. Y al igual que todos los antepasados o primos biológicos requieren su cuota de espacio que habitar y tiempo para observar, así como sus cuerpos, su comida, su aire y un trozo de tierra en el que asentarse, todos los intelectuales predecesores o contemporáneos requieren su explicación parcial del universo. Todo encaja en un mosaico que retrocede hasta el Big Bang. Si no fuera así, no estaríamos aquí.

»La labor de la Piedra Angular es ocupar el punto en el que todas las explicaciones convergen en una semilla bastante concisa para que una mente pueda aprehenderlas. No tiene que recapitular toda la ciencia y la historia para codificarlas.

Era inútil. No podía ganarlos en su terreno; llevaban años ponderando las objeciones obvias y convenciéndose de que las habían contestado. Si la corriente principal de CA, que compartía casi el mismo planteamiento, no había podido hacerlos cambiar de opinión, ¿qué esperanzas tenía yo?

—¿Y os sentís satisfechos con la creencia de que no sois más que actores secundarios que os habéis colado en el sueño de un teórico de las TOE? —dije intentando otro enfoque—. ¿Metidos en un complot que la salve de tener que inventar una manera de que la inteligencia evolucione a partir de un solo miembro de la especie?

—Utilizas términos contradictorios. —Cinco me miraba apenado—. El universo no es un sueño. La Piedra Angular no es el avatar de un dios informático que duerme en la realidad de un plano superior y amenaza con despertarse y olvidarnos. La Piedra Angular ancla el universo desde dentro. No hay otro lugar donde hacerlo.

»Un cosmos no puede tener unos cimientos más firmes que la explicación coherente de un observador. ¿Qué considerarías menos etéreo que eso? ¿Una TOE que es cierta... por ningún motivo en especial? ¿Qué seríamos nosotros entonces? ¿Un sueño del preespacio inanimado? ¿El producto de la imaginación del vacío? No, porque todo es exactamente lo que parece, da igual lo que haya debajo. Y sea quien sea la Piedra Angular, sigo vivo y consciente y —le dio una patada a la silla— el mundo que habito es sólido. Lo único que me preocupa es que siga así.

Me volví hacia los otros. Tres miraba al suelo, parecía molesto con todo este asunto innecesario de intentar justificarse ante el desagradecido mundo. Diecinueve y Veinte me observaban esperanzadas, como si pensaran que me daría cuenta en cualquier momento de la estupidez de mi resistencia a abrazar sus ideas.

¿Cómo podía discutir con aquella gente? Ya no distinguía qué era o no razonable. Eran las tres de la madrugada, estaba empapado, helado, cautivo y aislado, y ellos eran varios. Tenían de su parte la jerga iniciática, los ordenadores, los gráficos ingeniosos y la retórica condescendiente. Los antropocosmólogos poseían todas las armas de intimidación necesarias para, según Primera Cultura, ser una ciencia, tan buena o mala como el resto.

—Decidme un experimento que podáis hacer para discriminar toda esta cosmología de la información de una TOE que es «cierta por ningún motivo en especial».

—Aquí tienes un experimento —dijo Veinte tranquilamente—. Es una demostración empírica. Podemos dejar que Violet Mosala termine su trabajo sin molestarla. Y si tienes razón, no pasará nada. Diez mil millones de personas seguirán vivas después del dieciocho de abril; casi ninguna sabrá que se ha completado y presentado una Teoría del Todo.

—Sin embargo, si estás equivocado... —Cinco señaló la pantalla y el proceso se aceleró—. Como es lógico, el proceso debe retroceder hasta el Big Bang físico para establecer el valor de los diez parámetros de la Teoría Estándar del Campo Unificado y explicar toda la historia de la Piedra Angular. Por eso cuesta tanto calcular la simulación. Aunque, en tiempo real, las «consecuencias visibles» empezarán a los pocos segundos del Instante Aleph y, al menos localmente, sólo deberían durar unos minutos.

—¿Localmente? ¿Te refieres a Anarkia?

—Me refiero al Sistema Solar, que sólo duraría unos pocos minutos. —Mientras hablaba, un fragmento oscuro de la capa exterior del tapiz de la información empezó a crecer. El hilo de explicaciones se deshacía; a su alrededor los nudos que no eran tales se estaban desanudando. Tuve una sensación de
déjà vu
que me angustió y mareó; estaban representando delante de mí la metáfora descabellada que hice de las críticas de Wu a la lógica circular de Mosala como prueba acreditativa para una sentencia de muerte—. Conroy y la corriente principal dan por hecho que toda la cosmología de la información tiene que tener simetría temporal, que la misma física que haya antes del Instante Aleph se mantendrá después. Pero se equivocan. Después del Aleph, la TOE de Mosala empezaría a socavar toda la física que presuponía inicialmente. Pasaría por todo el proceso de crear un pasado, sólo para llegar a la conclusión de que no hay futuro.

La oscuridad de la pantalla se extendió con más rapidez, haciéndose eco de aquellas palabras.

—Eso no demuestra nada. Esta simulación no se ha comprobado, ¿verdad? Sólo estáis analizando un conjunto de ecuaciones de la teoría de la información y no es posible saber si describen la verdad.

—No hay forma de saberlo —dijo Cinco, dándome la razón—. Pero supón que pasa sin haberse probado.

—¿Por qué? —supliqué—. ¡Si Mosala es la Piedra Angular, no necesita nada de esto para explicar su existencia! —Tiré de las manos; quería señalar la pantalla—. ¡Su TOE no lo predice ni lo permite!

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