—¿Y como sabían que...? —Una idea se coló en la mente de Gharin que pronto fue ratificada.
—Fuimos nosotros quienes atacamos a los cabalgalobos —desveló ella—. Le vimos caer.
Los mestizos se miraron.
—¿Entonces...? ¿Aquellas Custodias…? —preguntó Gharin solo para confirmar sus sospechas.
—Solo un truco —continuó la semielfa—. Vestimos las viejas armaduras Shaärikk para alimentar la leyenda. Eso mantiene el miedo sobre nuestros bosques y evita que nadie husmee demasiado. El bosque se cree encantado. Si una patrulla del culto se interna demasiado la aniquilamos. De vez en cuando dejamos algún testigo para que se propague la voz. Eso nos protege.
Allwënn lanzó una mirada a su rubio compañero. En sus ojos parecía querer decir muchas cosas.
—Y luego nos seguisteis hasta la ciudad —sentenció el mestizo de enanos. La chica frunció el ceño, de hecho no sabía de qué hablaba.
—Tenemos prohibido llegar hasta las ruinas de la vieja capital. Nadie os siguió hasta allí, eso puedo jurarlo. ¿De qué estás hablando? —Allwënn creyó palidecer.
—Nada, nada. He debido... confundirme —dijo tratando de olvidar el asunto. De reojo pudo apreciar cómo Gharin le miraba en silencio.
Un garraspeo intencionado nos hizo saber que Rexor demandaba nuestra atención. Todos nos giramos hacia él.
—Disculpa todas las molestias, muchacho. ¿Estás bien? —Yo le confirme asintiendo con un gesto—. Toma asiento, por favor. Todo esto también te incumbe.
Todos volvieron a ocupar su lugar en aquella improvisada disertación. Yo acabé sentado junto a mis viejos amigos que aún seguían fascinados de volver a verme.
Habían cambiado. Habían cambiado notablemente. Todo este tiempo, todo este ritmo de vida, se había visto reflejado en su forma física. Sus cuerpos se habían definido y endurecido. Alex parecía más fuerte, más compacto y sólido. Aunque sólo fuesen los matices percibidos por alguien que llevaba mucho tiempo sin verles. Y ella había ganado en atractivo o a mi me lo pareció, pero no puedo negar que aquella chica había conquistado mi corazón mucho antes de escucharla cantar.
Sus miradas resultaban llenas de una experiencia distinta. Apenas si habían pasado un par de meses y ya presentaban las diferencias que este mundo y sus tragedias podían imprimir en una persona.
—¿Y… Falo? —Me preguntaría Alex en un susurro, apenas me incorporaba—. ¿También logró....? —Yo me apresuré apesadumbrado a negar con la cabeza, no quise darle falsas esperanzas. El gesto de mis compañeros fue demasiado explícito. Así es de cruel muchas veces la vida. Una vida mucho más al borde del abismo en estas tierras. El peligro resultaba siempre más evidente y cotidiano. Esa es la crueldad inherente a la existencia. La certeza de un final. Y Falo fue el primero en encontrarlo. El bosque se lo tragó para siempre. Él fue la primera víctima de mi historia.
Rexor continuó hablando pero yo sentía el peso de las miradas aún sobre mí, incluso la de aquellos dos semielfos pendencieros. Especialmente la de aquel rabioso enano. Aquella noche le di las gracias por haber intentado salvarme la vida en el puente, sobre las aguas. Le di las gracias por arriesgar su vida para tratar de salvar la mía. Y sé que nuevamente alcancé ese lugar vulnerable en su alma. Aunque soy más que consciente que ni siquiera mi regreso pudo devolverle la paz a su alma quebrantada. Sin lugar a dudas, a pesar de todo, mi reencuentro supo a resurrección.
—En aquel bosque encontraría algo más que al Cazador de Dragones —continuaba Rexor narrando su periplo—. Un chico. Un humano —añadió señalándome—. El primero en más de una década. Diva Gwydeneth quiso interrogarle y permitió que estuviese presente. Nunca se sabe qué tretas puede utilizar el Culto y había que estar prevenido. Pero lo que aquel extraño muchacho desveló bajo la hipnosis mágica a la que fue inducido me heló la sangre. Contó una historia que en otras circunstancias hubiera sonado a locura. Pero que encajaba a la perfección con aquello que yo había salido a buscar. Habló de varios compañeros. Imagino que sois vosotros —añadió mirando a los chicos. Yo le respondí con una afirmación de mi cabeza, aunque ignoraba haberle dado aquella información de manera consciente. Él sonrió—. Acordé con el Shar’Akkôlom una manera de sacarte de allí con el consentimiento de la Hermana Gwydeneth. Así es como llegasteis a Plasa, pero tu curiosidad trastocó los planes y apresuramos una manera de enmendar la situación. Así es también que tú, Forja, acabaras uniéndote a nosotros. No estaba en mis designios, pero parece ser que sí estaba en los hilos del Tapiz. Toda nuestra mentira pretendía protegeros y protegernos si algo volvía a salirse del plan trazado. Solo convenciendo a vuestra mente de que éramos otras personas, vuestra mente no nos delataría en un interrogatorio. El Shar’Akkôlom solo me siguió el juego. Lo hizo muy creíble y facilitó la mentira. Tened por seguro que el Culto tiene métodos muy persuasivos para arrancar una verdad de unos labios. Debéis perdonar todos, nuestro exceso de celo. Aquí es donde había quedado con el Venerable. Breddo Tomnail y su amable esposa Fabba son viejos conocidos también —añadió dirigiéndose esta vez al matrimonio mediano—. Su hospitalidad nos honra a todos. Esta comarca es lo bastante pequeña como para que el Culto tenga ningún interés en ella. Así que de momento es un lugar seguro. También el lugar donde todo comienza.
—¿Comenzar el qué?
—Comenzar el cambio, Gharin. Quizá... sólo quizá, las viejas profecías sean ciertas.
—¿Qué profecías?
—Las profecías implícitas en la Letanía, según Arckannoreth. Las que aseguraban que la Sombra volvería a alzarse durante toda una Era y que los dioses mandarían un Heraldo. Un Advenido. Un Enviado de sangre humana que devolvería el equilibrio al mundo. Quizá uno de estos muchachos. Todas las señales apuntan a ellos. Pero temo que nuestro enemigo ya lo sepa. Debemos protegerlos y debemos actuar rápido.
Claudia no podía dar crédito a lo que escuchaba. Asombrada, se levantó.
—¿Nosotros...? Nosotros pensábamos que alguien aquí podría decirnos cómo regresar a casa.
Ishmant nos aseguró que tal vez tú pudieras ayudarnos.
Rexor la miró con cierta condescendencia.
—Lo lamento, mi pequeña desconocida. Pues los papeles se invierten. Somos nosotros lo que esperamos, de algún modo ayuda por vuestra parte.
—¿Pero cómo?
—Eso, pequeña, me temo, es algo para lo que yo aún no tengo respuesta. Pero la tendré.
Yelm hería la tierra con sus lanzas ardientes bajo la mirada carmesí de su Discípulo. La tierra sedienta levantaba ondas de polvo abrasador, como ascuas en una hoguera. Los cuerpos estaban resecos. Su carne muerta, desecha por la mirada de los astros, parecía cuero envejecido. Ninguno de los jinetes desmontó.
Sorom bajó de su robusta cabalgadura embozando tras un turbante polvoriento su testa leonina. Todo a su alrededor estaba desposeído de vida. Yerto, como el desierto que pisaba, como los secos vegetales que lograban aflorar entre las rocas estériles. Muerto, como el vientre de una anciana.
Miró a su alrededor con impotencia, cubriendo sus ojos del viento inclemente, como un susurro melancólico del infierno, como el hálito que faltaba en los pechos de los cadáveres que sembraban el suelo.
Había sido una matanza...
Orcos, más de una docena, muertos a tajo a los pies de un campamento.
Apenas presentaron batalla. Su descomposición se había acelerado con las altas temperaturas. La arena y el calor habían servido de sudario a estas desgraciadas bestias.
El Buscador de Artefactos pateó con sus gruesas botas uno de los cuerpos que se balanceó en su rígida posición emitiendo un crujido acartonado y seco, como un títere viejo. Apenas había dudas.
El félido alzó la mirada a lontananza, hacia las desoladas vistas del páramo y luego las volvió hacia sus acompañantes. Media docena de jinetes muertos, Laäv-Aattanis, engendros de Neffando. Su pútrida naturaleza no les distanciaba demasiado de los cadáveres del suelo. Montaban aquellas carcasas gastadas, remedos de caballos, sombras equinas que emulaban estar vivas.
Vestían de púrpura...
Junto a ellos estaba ‘Rha, que ya no soportaba como antaño los rigores de las cabalgadas y que cada vez se parecía más a sus sombríos acompañantes.
El mal consume...
Todos le miraban desde sus atalayas cuadrúpedas con los ojos del abismo. Tales pupilas herían como el acero al rojo.
—Éste es el Epicentro —afirmó—. Él ha estado aquí...
—Las Profecías son ciertas —dijo el monje.
—No está solo...
—Debemos actuar deprisa.
[ 1 ]
Fragmento del 1er Enigma de Arckannoreth. Según la traducción de Heliocario el Turdo.
[ 2 ]
El vocablo original resulta ambiguo en la traducción pudiendo ser válida igualmente la opción «los Designados».
[ 3 ]
Los Silvänn son la raza de elfos más y mejor conocida. Responden a la imagen y a la mayoría de los estereotipos que los humanos tienen de ellos.
[ 4 ]
Uno de los muchos clanes de elfos Silvänn.
[ 5 ]
Es el sobrenombre de Asymm Ariom. Del Sÿr-Vallaqiano- Cazador de Reptiles (Dragones). También Asymm’Shar (Asymm, el Cazador)
[ 6 ]
Una de las múltiples órdenes de armas imperiales. Roderik Gilber Allen, Señor que fue de la Marca de Ulderburg, nos dejó un excelente volumen donde analizaba la historia, orígenes, escudos de armas, personajes relevantes y cometidos de todas las órdenes imperiales hasta su época, en su libro
De los Linajes del Imperio y sus Blasones
.
[ 7 ]
Vocablo Élfico Al-Vhasitä, Lengua Madre, que significa: «El Advenimiento».Utilizado por Arckannoreth en sus Enigmas. Tiene un doble sentido pues los Vhärs son los rangos más altos de la Guardia Arcana de Misal -El Caballero. Deidad de la Casa de la Custodia, Panteón Élfico del Orden Neutral-. El Vhärs-Ahelhà corresponde a un Ángel Exterminador. Hoy por hoy su significado no puede estar separado de un matiz profético.
[ 8 ]
Valhÿnnd- El Invierno, Señor del frío, Deidad de la Casa del Tiempo, Hoy en Panteón Humano; del Orden Neutral.
[ 9 ]
Para los habitantes de Mundo Conocido el sol Mayor es Yelm. El sol rojo corresponde a la deidad neutral de Minos y la Luna a la diosa de la oscuridad, Kallah. De hecho, para los hombres, la frontera que separa la deidad con el astro es insignificante y confusa. La expresión, por tanto, no sólo hace mención a las escasas horas de luz y calor en las asoladas tierras del Ycter Nevada. También a la legendaria pugna entre ambas deidades que según la tradición imperial mantuvieron para llegar a ser nombradas Dios de Dioses, y que se saldaría a favor de Yelm originando la famosa rivalidad y antipatía que ambas divinidades se profesan. Realmente la explicación es más algo más compleja.
[ 10 ]
Vertum, el blasfemo fue un engendro nacido de una sacerdotisa de Kallah llamada Repta. Versado en las artes prohibidas de la magia negra fue condenado y ejecutado junto a su cruel madre por ejercicio de la Nigromancia y alta traición en tiempos de Joël Vhaisty de’Rhuân, durante a VIIIª dinastía de emperadores. Dicen que su deformada cabeza, a la que la leyenda otorga gran poder, desapareció.
[ 11 ]
Frase hecha. «
Son preferibles ojos en la noche que espadas al amanecer»
. Se explica por sí misma. Son preferibles acciones sutiles y secretas que una respuesta contundente y pública.
[ 12 ]
La
bandera.
Pieza principal del juego del mismo nombre. Se trata de un popular juego de tablero de estrategia; muy apreciado entre las clases altas del imperio.
[ 13 ]
Neffary (esclavos de la voluntad) en sing Neffarah. Se autodenominan así en sentido extensivo la vasta feligresía de la Diosa Oscura, aunque esto es impreciso. En realidad, la sociedad neffary es un compendio de castas y clanes de guerreros creyentes en Kallah, de hondas y profundas creencias y grandes virtudes marciales. De hecho, ni siquiera pertenecen a la Iglesia ortodoxa de Kallah que conforma «el Culto» aunque este último haya usado en su beneficio su parafernalia de guerra y su leyenda.
[ 14 ]
El Rabbarnaka. Antiguo calendario enano hoy en desuso que no ha sido situado cronológicamente con exactitud en relación con otros calendarios mejor conocidos. Podríamos estar hablando sobre 4.000 años antes de la Escisión elfa.