En su hogar cualquiera puede ser líder de la manada. De hecho es vital que todos los humanos de la casa sean los líderes del grupo del perro: desde el niño más pequeño hasta el adulto de más edad. Hombres o mujeres. Todo el mundo ha de ceñirse al programa. Voy a muchos hogares en los que el perro respeta a una persona, pero no hace el menor caso al resto de la familia. Esto puede ser otra receta para el desastre. En mi familia yo soy el líder de la manada para los perros, pero también lo son mi esposa y mis dos hijos. Andre y Calvin pueden andar entre mi manada de perros en el Centro de Psicología Canina sin que los perros pestañeen. Los niños aprendieron liderazgo de grupo observándome, pero todo niño puede aprender a ejercer el liderazgo con un animal.
El liderazgo de grupo no depende del tamaño ni del peso ni del género ni de la edad. Incluso empapada, Jada Pinkett Smith puede pesar unos cincuenta kilos, pero podía llevar a la vez a cuatro rottweiler mejor que su marido. A Will Smith se le daban bien los perros, y éstos lo respetaban, pero Jada realmente dedicó el tiempo y energía necesarios para convertirse en una líder de grupo fuerte. Me ha acompañado a la playa y a las montañas, donde llevo a la manada a dar paseos sin correa.
Llevar de paseo a un perro —como lo demuestran los perros que viven con las personas sin hogar— es la mejor forma de establecer el liderazgo del grupo. Es una actividad primaria que crea y fortalece los lazos entre la líder de la manada y el seguidor. En un capítulo posterior entraré en más detalles acerca de cómo perfeccionar el paseo, pero por sencillo que parezca es una de las claves para crear la estabilidad en el cerebro de su perro.
En perros que han sido entrenados para una tarea específica la líder de la manada ni siquiera necesita ir al frente. En los equipos de trineos arrastrados por husky siberianos, aunque la líder humana del grupo va en la parte trasera del trineo, es ella quien dirige el trineo. Los perros que viven con personas discapacitadas —personas que van en silla de ruedas, invidentes, personas con necesidades especiales— a menudo han de asumir la dirección física en algunas situaciones. Pero la persona a la que están ayudando es siempre la que lleva el mando. Es precioso observar a un perro de ayuda que vive con una persona discapacitada. A menudo parecen tener entre ellos una especie de conexión sobrenatural: un sexto sentido. Existe tal armonía entre ellos que a menudo el perro puede percibir qué necesita esa persona antes de recibir una orden. Ésa es la clase de unión que los perros de una manada tienen entre ellos. Su comunicación no es verbal y surge de la seguridad que tienen dentro de la estructura del grupo.
Con una energía firme y tranquila, un liderazgo de grupo y una disciplina adecuados usted también podrá disfrutar de esta profunda conexión con su perro. Para lograrla, sin embargo, es importante ser consciente de las cosas que podría estar haciendo sin querer y que están contribuyendo a los problemas de su perro.
La mayoría de perras nacen equilibradas. Si después viven como en la naturaleza, en grupos estables, sus días transcurren en paz y felicidad. Si alguna perra de la manada se vuelve inestable, los demás miembros la obligan a abandonar el grupo. Parece duro, pero es el modo que tiene la naturaleza de asegurarse la supervivencia de la manada y la continuidad para las futuras generaciones.
Cuando los humanos adoptamos perras y las hacemos participar en nuestra vida y nuestros hogares, lo más normal es que prime en nosotros su bienestar. Intentamos darles lo que creemos que necesitan. El problema es que damos por hecho cosas que no se basan en lo que los canes necesitan, sino en lo que necesitamos nosotros, los humanos. Humanizando a los perros los dañamos psicológicamente.
Cuando humanizamos a las perras, creamos lo que yo llamo
dificultades
, que son muy parecidas a las que los psiquiatras tienen que solventar cuando tratan los problemas de sus pacientes. Esas «dificultades» son adaptaciones negativas en el enfrentamiento con el mundo. En los seres humanos son muy variadas: pueden ir desde el simple miedo a las arañas hasta los complejos desórdenes obsesivocompulsivos, pasando por el fetichismo de los pies. Para las perras, esas dificultades son mucho más simples, pero, al igual que en los humanos, las causa un desequilibrio.
En este capítulo quiero tratar las dificultades caninas más habituales que he de ayudar a corregir. Espero que aprenda no sólo a tratarlas una vez se han formado, sino lo que es más importante: a prevenirlas y evitar su formación.
Las agresiones son la razón más habitual por la que acuden a mí para que intervenga en un caso. A veces me consideran la «última oportunidad» de una perra antes de que la regalen e incluso la sacrifiquen. Pero las agresiones no son la dificultad, sino la
consecuencia
de una dificultad.
La agresión no es normal en una perra. Ni siquiera los lobos que viven en estado salvaje suelen ser agresivos hacia los de su misma especie, o hacia los humanos
[1]
, a menos que haya una razón clara, como, por ejemplo, una amenaza o hambre prolongada. La agresión llega a producirse cuando las dificultades no son tratadas, cuando la frustración no encuentra vía de escape. Desgraciadamente, la agresividad siempre se acentúa si no se ataja. La triste verdad es que, cuando me llaman para tratar a una perra agresiva, suelo encontrarme con un animal al que habría sido fácil evitarle ese problema. Podría haberse detenido esa escalada antes de que llegara a la situación problemática. Los propietarios de perras suelen buscar ayuda sólo cuando su perra muerde a alguien y de pronto se encuentran con una denuncia en las manos, a lo cual suelen decir cosas como «en casa es un encanto con los niños», o «sólo se pone así cuando oye el timbre». Sería deseable que cualquier persona propietaria de una perra se tomara más en serio los síntomas tempranos de un comportamiento agresivo, y que buscara ayuda profesional antes de que sus vecinos acabaran llevándolo ante los tribunales… o aún peor: antes de que alguien pudiese resultar herido.
Mientras que la agresión no es el estado natural de una perra, la dominancia sí lo es en algunas. Su perra puede ser un animal dominante y de gran energía. ¿Quiere eso decir que es probable que se muestre agresiva o peligrosa? No. Lo que sí significa es que usted estará obligado a interpretar para ella el papel de líder de la manada sereno y de confianza. Un líder lo es durante todo el día, todos los días de la semana. No importa lo cansado que se esté; no importa si lo que quiere en ese momento es concentrarse en el partido de la tele o en la revista que está leyendo: seguirá enviándole a su perra la misma sensación de liderazgo enérgico y sereno.
No hay que olvidar que perras dominantes, líderes de la manada, hay sólo unas pocas y están separadas entre sí. Al igual que en el mundo de los humanos hay sólo unas cuantas Oprah Winfrey y unos pocos Bill Gates, hay un número limitado de líderes natos en el mundo canino. Si a estos animales no se les ofrece una cantidad suficiente de desafíos tanto físicos como psicológicos, pueden llegar a ser, verdaderamente, animales muy peligrosos y problemáticos. A estas perras debemos proporcionarles, si queremos tenerlas con nosotros, la estimulación y los retos que necesitan.
En contra de lo que muchas personas creen, no existe lo que se denomina «razas dominantes». Pensémoslo: en una camada de perritos, uno de ellos se manifestará como el más dominante y crecerá para dirigir la manada. Los demás serán seguidores. Todos de la misma sangre. Todos de la misma camada. Hay razas enérgicas: pitbull, rottweiler, pastor alemán y mastín napolitano, pero depende del líder de la manada dirigir esa energía hacia objetivos saludables. Si su perra es un animal que pertenece a una de las razas enérgicas, deberá asegurarse de que es usted el líder de su manada.
En la vida salvaje el animal más dominante es el que llega a convertirse en líder. Como ya he dicho antes, los líderes nacen, no se hacen. Pero ¿y si le ocurre algo al líder? El número dos del grupo, puesto que corresponde muchas veces a la compañera femenina del macho líder, ocupará su lugar. En ese caso un macho que no pertenezca a la manada podría desafiarla para conseguir el liderazgo. Si ella cree que ese macho no es lo bastante fuerte, lo expulsará o lo matará. Pero si el aspirante es el más fuerte, la manada se rendirá a él inmediatamente, sin resistencia. La Madre Naturaleza «votará» por él, ya que su energía lo hace el candidato ideal. Pero una vez determinada la jerarquía los perros número dos y tres no se lo toman a pecho. Es decir, que no son ambiciosos del mismo modo que lo seríamos los humanos (el modo en que un vicepresidente está esperando su turno para ser presidente o que el ejecutivo júnior aguarda la oportunidad de hacerse cargo de la empresa). Los perros están programados instintivamente para aceptar que el animal más dominante dirija el grupo. Con que otro ejemplar demuestre ser más poderoso que ellos bastará para que lo acepten sin rechistar. Del mismo modo su perra no se lo tomará como algo personal si usted establece su dominancia. Es más: si pudiera hacerlo, incluso se lo agradecería.
Si su perra es un animal dominante, usted ha de establecer su dominancia desde el primer momento, reiterarla a menudo y de un modo convincente. Interprételo como si su perra hubiera entrado a formar parte de su vida para hacer de usted una persona más fuerte, más firme, más asertiva y serena. ¿Quién no podría beneficiarse de una energía serena y firme en su vida: en el trabajo, con la familia, incluso mientras espera en un atasco? En estos casos es mejor criar a la perra desde cachorro para que nos vea como su líder, pero se puede llegar a ser el líder de la manada ante una perra dominante en cualquier momento de su vida. Todo es cuestión de la energía que se sea capaz de proyectar. Se puede ser ciego, tener sólo una pierna, o un brazo, estar en silla de ruedas, pero, si su energía es más potente que la de un rottweiler de setenta kilos de peso, lo tendrá comiendo de su mano. Automáticamente. Yo no soy un hombre corpulento, pero en el Centro de Psicología Canina puedo manejar entre treinta y cuarenta perros a la vez. En ocasiones basta con una mirada para parar un comportamiento prohibido en una perra. No es cuestión de tamaño, sino de intensidad.
Cuando una persona es dueña de un animal de raza poderosa o posee una perra de carácter dominante, si su nivel de energía es menor que el de la perra, tendrá que trabajar consigo mismo desde un punto de vista psicológico. Pero es lo natural. Su perra no quiere ser su igual. Su mundo está formado por líderes y seguidores, y es usted, su dueño, quien debe elegir el papel que va a interpretar. Si no está dispuesto a hacerlo o no puede hacerlo, puede que ese animal no sea adecuado para usted. En un capítulo posterior hablaré de la agresión en zona roja, que es un asunto serio, ya que perros fuertes en zona roja han causado mordeduras graves e incluso la muerte. En la mayoría de casos se trata de animales dominantes cuyos propietarios no los han podido manejar. De modo que piense seriamente en la perra que convive con usted. Si no puede manejarla en toda ocasión y situación, mal asunto para usted, para la perra y para la sociedad.
Voy a proponerles el ejemplo de una clienta que permitió que una perra dominante perdiera el control hasta el punto de que su comportamiento agresivo entró en zona roja. Pongamos que esa clienta se llama Sue. Trabajé con Sue seis meses, durante los que intenté enseñarle cómo manejar a Tommy, un cruce de setter irlandés y pastor alemán. Desde el principio Sue lo había hecho todo mal con Tommy, que era un perro dominante por naturaleza. Empezó dejándole que saltara sobre ella. Luego el animal comenzó a intentar montarla y se quedaba inmóvil hasta que terminaba la monta. Tommy empezó a estar fuera de control: se mostraba altamente territorial, sobreprotegía a su ama y se comportaba claramente como el animal dominante de la casa. Era una relación verdaderamente enfermiza. Había mordido a varios niños del vecindario y atacó al cuidador de la piscina, hasta que se alertó al servicio de control de animales. Intenté enseñarle a Sue a dominar el arte del paseo, a proyectar serenidad y firmeza, pero fue incapaz de hacerlo. Tenía problemas psicológicos propios y, por la razón que fuera, era incapaz de seguir normas y de ser disciplinada. Por fin no me quedó otro remedio que decírselo: «He hecho todo lo que he podido para ayudarte, pero hemos llegado a un punto en el que lo único que se puede hacer para que Tommy pueda seguir viviendo con los humanos es buscarle otra casa».
Por supuesto Sue quedó destrozada, pero así salvó la vida de su perro. Y no sólo eso, sino que ahora Tommy trabaja para el Departamento de Policía de Los Ángeles en la búsqueda de supervivientes y está participando en una película de la DreamWorks. Por fin ha encontrado canales saludables en los que volcar toda su intensa energía. Se trataba, simplemente, de que el perro equivocado había encontrado a la persona equivocada, lo cual puede derivar en problemas serios.
Los humanos podemos exacerbar la agresividad de las perras de muchas maneras distintas, la primera de las cuales es dando rienda suelta a su instinto de dominación. Si no es usted el que marca la agenda de las cosas que hace con y para su perra, el líder de la manada será ella. Otro modo es jugando con el animal a «juegos de dominación» y permitiendo que quien gane sea ella. Aunque sea sólo en juegos de tira y afloja, si el animal se acostumbra a ganar siempre, puede interpretarlo como un signo de dominación sobre usted. Pelear con las perras, aunque sean sólo cachorros, puede sembrar la semilla de problemas de agresividad en la edad adulta. Si su perra empieza a comportarse de un modo posesivo o empieza a gruñir durante las peleas, podría estar creando un monstruo.
Gran parte de las agresiones están motivadas por el miedo, especialmente si hablamos de perras pequeñas con complejo de Napoleón. Cuando trabajé con el peluquero canino de San Diego, noté que las peores perras suelen ser las más pequeñas de tamaño. En muchos casos, la agresión inspirada por el miedo suele comenzar con un gruñido o enseñando los dientes. Si su perra muestra alguno de estos síntomas cuando la lleva al peluquero o cuando intenta sacarla de debajo de la mesa, ¡ha llegado el momento de pedir ayuda! Como todas las formas de agresión, la que está inspirada por el miedo siempre va en aumento. La perra aprende que puede mantener a la gente a distancia si le enseña los dientes, y pronto ese gesto se transforma en un mordisco. Lo bueno es que los animales que muerden por temor no suelen clavar los dientes, sino sólo marcar y retirarse. Su objetivo es conseguir que usted, o el agresor, se retire y lo deje en paz. Pero cualquier tipo de agresión puede acabar convirtiéndose en algo peor. Nuestra perra deja de ser una monada cuando gruñe o ataca. No es que sea esa «su personalidad», sino que es un animal desequilibrado que necesita ayuda.