Aun así, cuando se trata de emparejar a un humano con su perro perfecto, mi opinión es que encontrar una energía compatible es mucho más importante que la raza. A lo largo del presente libro hemos visto ejemplos de perros cuya energía desbordaba a la de sus propietarias. Jordan el bulldog es el primero que me viene a la memoria. Emily la pitbull es otro ejemplo. Si es usted una persona relajada y sosegada, un chino crestado enérgico que salta por todas partes sólo causaría agobio y dolores de cabeza tanto al perro como a usted. Si es usted una corredora a la que le gusta salir a correr con su perro, un bullbog aletargado y de patas cortas no sería su elección ideal.
Primero ha de ser honesta con su propio nivel de energía. Y tómese su tiempo para analizarlo. Si tiene la oportunidad, acérquese a ver al perro en cuestión un segundo día, a una hora distinta, para determinar si hay alguna variación en su comportamiento. Mucha gente no elige razas puras directamente en un criadero, sino que acude a las organizaciones de rescate o albergues para adoptar un perro perdido o abandonado. Puesto que la mayoría de animales que acuden a mi Centro de Psicología Canina tienen un historial de este tipo, aplaudo el altruismo de esos gestos, pero ocurre con demasiada frecuencia que una persona se «enamora» de un perro, o «siente lástima por él», y decide en ese momento adoptarlo, se lo lleva a casa sin pensar y termina pasando por el infierno que tantos de mis clientes han tenido que soportar. Esta situación es injusta para el perro porque en muchas ocasiones es devuelto al refugio, y los perros que tienen un historial de múltiples devoluciones corren un riesgo elevado de recibir la eutanasia. Por otro lado, suelen desarrollar mayores dificultades, cortesía de cada ser humano que los adopta para rechazarlos después, de modo que tomarse el tiempo necesario a la hora de elegir un perro es algo muy serio. Si puede permitírselo, hágase acompañar de un profesional cuando tome la decisión final. También puede pedir a esta persona que la ayude a la hora de introducir al animal en su hogar.
Cuando lleva un perro desde un criadero o desde un refugio a su nueva casa, recuerde que para él está usted simplemente transportándolo de una caseta a otra. Puede usted tener una mansión de seis millones de dólares con una finca de veinte hectáreas, catorce cuartos de baño, piscina, jacuzzi, casita de invitados y pista de tenis, pero para el perro sólo se tratará de una caseta más grande. Las paredes no son algo natural para ellos, aunque el arquitecto que las haya diseñado sea famoso. Por lo tanto, necesita usted crear la experiencia de la migración para el perro antes de llevarlo a su casa. Lo primero que ha de hacer nada más llegar es dar un paseo bien largo con él, al menos de una hora, por su barrio. Durante este paseo estarán ambos construyendo un lazo de confianza y estableciendo usted su posición como líder de la manada. Las reglas que regirán su relación se están estableciendo en esos primeros momentos. El animal también se familiarizará con el barrio. Está usted recreando lo que el animal sentiría si migrase a una zona nueva con su líder natural. Y, por supuesto, está usted agotando su energía para que esté mejor dispuesto a aceptar las normas cuando llegue a casa.
Tan importante como este primer paseo juntos es el hecho de entrar por primera vez en la casa. Sólo va a tener una oportunidad de causarle esta primera impresión. Si lo hace bien, se ahorrará un montón de dolores de cabeza. Si lo hace mal, tendrá que rehabilitar a su perro desde el primer día.
Asegúrese de entrar antes que él. Luego «invítelo» a pasar. No deje que su marido y sus hijos acudan en tropel a recibirlo con abrazos y cariñosas bienvenidas. Por duro que pueda parecerles, pídales que se queden donde están. Acérqueles al perro y deje que los olfatee. A estas alturas usted ya habrá hecho comprender a todo el mundo lo importante que es que proyecten una energía serena y firme, de modo que eso es todo lo que el animal va a percibir en la habitación, ¿verdad? Mucha gente cede a la tentación de dejar que el perro deambule por la casa y el jardín, deleitándose en verlo olfatear e investigar cada nueva habitación y cada objeto. Si se lo consiente, sobre todo si al hacerlo va usted detrás de él, le estará permitiendo que reclame toda la propiedad para él. Durante las dos primeras semanas debe ser usted quien le «dé permiso» para hacer todo. La primera noche indíquele una habitación y un lugar donde dormir, mejor su propia caseta o cesta. Suelo recomendar a las familias que contengan sus muestras de afecto durante un par de semanas, hasta que el perro haya comprendido las normas de la casa y se haya acostumbrado a su nueva manada. Para la mayoría este requerimiento es imposible de cumplir, y lo comprendo perfectamente. Una vez que el animal está tranquilo, en su caseta, y listo para irse a dormir, podrá compartir con él su afecto y comenzar a trabar su unión. Pero recuerde: no es el amor si no la energía de su liderazgo lo que conseguirá que su perro se sienta seguro en su casa.
Al día siguiente comience la que será la rutina regular de su perro. Un largo paseo a primera hora de la mañana, luego comida, después afecto y luego descanso. Vaya mostrándole una habitación cada día, siempre dejándole claro que es usted quien le da permiso para entrar en ella. Establezca desde un principio lo que queda prohibido para él y lo que es aceptable. No dude ni cambie las normas por mucho que él la mire con esos ojazos lastimeros. No olvide que su firmeza y su fuerza durante esta primera fase son regalos que está haciendo a su perro, tan importantes como la comida y el techo que comparte con él. Le está proporcionando el regalo de una camada sólida y de confianza, una camada en la que enseguida podrá relajarse y ser él mismo.
Las reglas que imponga para los perros de su casa dependen enteramente de usted, pero hay algunas normas generales que yo recomiendo que se sigan para mantener intacto su papel de líder.
— Despiértese cuando usted diga, no cuando diga su perro. Él no es su despertador. Si el perro duerme en su misma cama, enséñele a bajarse tranquilamente si se despierta antes que usted y necesita agua o estirar las patas. Luego tendrá que esperar tranquilamente a que usted se levante y comience la rutina diaria.
— Empiece el día con pocos contactos físicos o charla. El afecto se lo demostrará después del paseo. El paseo es el tiempo de unión entre usted y su perro. Si caminan, intente hacerlo durante al menos una hora diaria. Si le gusta correr, hágalo; si le gusta montar en bicicleta o patinar, hágalo también. En una situación ideal usted habrá elegido un perro que pueda practicar su actividad preferida y, si se trata de un deporte muy activo, podrá reducir su duración. Pero caminar a paso rápido es el mejor ejercicio tanto para el perro como para el humano, tanto a nivel físico como psicológico. Si le es totalmente imposible dedicar una hora al paseo, añada una mochila para que el trabajo sea más productivo para su perro o póngale en una cinta de correr durante media hora mientras usted se prepara para ir al trabajo.
— Dé de comer a su perro de un modo tranquilo y jamás le ofrezca comida si está dando saltos. Sólo recibirá alimento cuando esté sentado y tranquilo. Jamás recibirá comida como respuesta a un ladrido. En el Centro de Psicología Canina los perros más tranquilos y dulces son los primeros en comer. ¿Se imagina qué incentivo es su actitud para el resto de la manada?
— Su perro no debe pedirle nada mientras usted esté comiendo. Cuando el líder de la manada come, nadie lo interrumpe. Fije la distancia a la que su perro debe estar de la mesa de comer y no la varíe. No ceda ante las miradas suplicantes de su perro, ya que sus antepasados lobunos nunca competían con el líder de la manada por la comida y él tampoco debe hacerlo.
— Después del ejercicio y la comida llega la hora del afecto. Pídale a su animal que esté tranquilo y en posición sumisa y luego dele todo su amor hasta que se haga la hora de ir a trabajar. Haciendo todo esto está condicionando a su perro para que tenga una mañana bonita, equilibrada y satisfactoria cada día de la semana.
— Nunca dé gran importancia al momento de salir de su casa o de volver. Si debe dejar al perro todo el día, simule marcharse muchas veces antes de que verdaderamente lo haga. Asegúrese de que está en actitud serena y sumisa cada vez que usted entre o salga. Una vez que esté en la posición que usted desea, no hable, no lo toque, ni lo mire a los ojos antes de irse. Por difícil que le pueda resultar, actué con frialdad y no deje de proyectar su energía firme y serena. Si ha ejercitado debidamente al animal y no ha alimentado su miedo o su ansiedad, su reloj biológico le dirá que ha llegado el momento de descansar y estar relajado un rato. No permita que gima o aúlle cuando se marche. Puede que tenga que esperar un poco hasta que el perro esté totalmente tranquilo, pero sea paciente y asegúrese de que la rutina cala en él. No se preocupe: podrá volver a quererlo cuando regrese a casa.
— Una vez que haya vuelto, contenga su cariño cuanto pueda al verlo. No lo anime a sobreexcitarse. Cámbiese de ropa, tómese algo y vuelva a sacar al perro. Este paseo puede ser algo más corto (media hora), puesto que van a pasar la tarde juntos. Después del paseo vuelva a reforzar el hábito de la comida y después de la cena podrá permitir que su perro vuelva a ser su mejor amigo.
— La forma de dormir para un perro debe quedar clara y sin ambages. Un animal debe tener un lugar en el que dormir habitualmente y no debe ser a elección suya. Cuando su perro llegue por primera vez a su casa, póngalo invariablemente en su caseta o en su cesta durante la primera semana. De este modo lo acostumbrará a su nuevo entorno al tiempo que le estará imponiendo límites. Tras la primera semana reemplace la caseta por una almohada o una cesta. Aquél será ya su lugar de descanso. Si usted quiere que el perro duerma en su misma cama, bien. Para ellos es natural dormir con los miembros de su manada y es una forma intensa de crear lazos con el animal. Invite al perro a entrar en el dormitorio, métase en la cama unos minutos y luego invítelo a subir. Usted elegirá la parte de la cama en la que puede dormir el perro. Dulces sueños.
— Todos los integrantes de la casa tienen que ser líderes para su perro. Desde el bebé hasta los abuelos el perro necesita respetar a todo el mundo por el puesto más elevado que ocupa en la escalera de la dominación. Esto significa que cada habitante de la casa tiene que vivir con las mismas normas y límites. Hablen de ello y asegúrense de que todo el mundo respeta la ley. Recuerden que, si unas veces aplicamos las normas y otras no, crearemos un perro impredecible que es mucho más difícil de condicionar a largo plazo. De modo que su hijo de 10 años no puede pasarle golosinas a Max por debajo de la mesa si la norma no le permite pedir comida. No puede impedir que su perro salte por encima de los muebles cuando usted está en casa, pero sí permitirlo cuando el que está es su marido. Un liderazgo inconstante conduce a un perro desobediente.
— Dedicar semanalmente un tiempo para jugar con su perro es un modo estupendo de añadir ejercicio a la rutina diaria del paseo. (¡Aunque a estas alturas ya sabe usted que nunca puede constituir un sustituto para el paseo!) También es un modo de permitir que su perro exprese las necesidades especiales y capacidades de su raza. Pueden jugar a lanzar y recoger cosas, a nadar en la piscina, jugar con el Frisbee y a correr en una carrera de obstáculos… Lo que le guste a usted o a los talentos especiales de su perro. Asegúrese, eso sí, de que el animal haya dado uno de sus largos paseos antes de jugar (o lo que es lo mismo, no lo haga a primera hora de la mañana) y ponga un límite estricto al tiempo que dedicarán al juego. No deje que su perro la convenza de que se pasen tres horas jugando con la pelota de tenis cuando usted había dispuesto sólo una.
— No evite o posponga el baño de su perro sólo porque a él no le gusta. Seguramente al animal le importa un comino estar limpio o sucio, pero usted se merece tener un perro limpio. Hay muchas formas de convertir la hora del baño en una experiencia agradable para ambos. Primero permita que su perro conozca la bañera de un modo relajado y agradable antes de bañarlo. No olvide que en la naturaleza los perros no se bañan. Sólo entran en el agua o en un charco de barro para refrescarse cuando hace calor, a lo cual los empuja el instinto. Utilice ese instinto en su propio beneficio y someta al perro a un ejercicio intenso (un paseo rápido, una carrera, la cinta de correr o una sesión de patinaje) antes del baño. Que el agua esté templada. También puede asociar el baño con alguna golosina, pero no confíe en extremo en esa solución. Un perro cansado y relajado que ha sudado la camiseta es la mejor apuesta para un baño feliz.
— No permita que su perro se muestre posesivo con la comida o los juguetes. Asegúrese de que sepa que sus juguetes son antes suyos y de que está tranquilo y sumiso, o activo y sumiso antes de darle de comer, y que no gruñe cuando se acerca mientras come.
— No permita que ladre de modo descontrolado. Si su perro ladra en exceso, lo más probable es que se deba a la frustración física o psicológica. Es su forma de hacerle saber que necesita más actividad física y un líder más activo. Su perro está intentando decirle algo con sus ladridos. ¡Escúchelo!
El tema de perros y niños podría constituir todo un libro en sí mismo. Como persona que creció rodeada de animales y que ha criado a sus propios hijos entre una manada de perros, puedo dar testimonio de que el hecho de vivir con perros puede ser una de las experiencias más memorables y gratificantes en la vida de un niño. Los perros enseñan a los niños empatía; les enseñan responsabilidad y cuidados, a estar en sintonía con la Madre Naturaleza. Les enseñan equilibrio y amor incondicional. No puedo imaginarme haber criado a Andre y Calvin sin la alegría que los perros han puesto en sus vidas. Sin embargo, no debemos olvidar que, cuando tenemos un perro, estamos invitando a un depredador carnívoro a nuestra casa. Por unidos que estemos con los perros somos dos especies distintas, y es nuestra responsabilidad como padres y dueños de perros proteger a los miembros más preciados de nuestras familias, a nuestros hijos, y asegurarnos de que tanto ellos como nuestros perros saben coexistir con seguridad y felicidad.
Más de la mitad de mordeduras graves y decesos que ocurren en Estados Unidos las sufren niños de entre 5 a 9 años, pero los bebés son especialmente vulnerables. Mientras escribo este libro, el sur de California todavía se resiente de la trágica muerte de un recién nacido de Glendale, que el rottweiler de los abuelos arrancó de los brazos de la madre
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. En esos casos, invariablemente, los dueños no pueden creérselo. «Había sido siempre un perro tan cariñoso», dicen. Luego suele aparecer un vecino que dice haber visto señales de aviso que pasaron inadvertidas o fueron ignoradas.