El Cortejo de la Princesa Leia (33 page)

BOOK: El Cortejo de la Princesa Leia
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Augwynne contempló a Luke con gran atención durante unos momentos y después se volvió hacia las otras mujeres. Meneó la cabeza y rió fingiendo abatimiento.

—¡Bah! Tres hombres nuevos en la aldea, y sólo uno de ellos puede ser tomado como compañero... ¿E incluso ése sólo por los pelos? Estoy empezando a pensar que cada uno de los hombres que viven en las estrellas ha debido salvar a Leia por lo menos en una ocasión. Siempre he querido salir de este planeta, pero ahora... Bueno, me pregunto qué tal me iría en otros mundos. Dime, Hermana Leia, ¿es que la gente siempre está intentando matarte?

Isolder no pudo evitar captar el tono de incomodidad que impregnaba su voz. Casi le estaba suplicando a Leia que cambiara de tema.

—Bueno, los últimos años han resultado bastante duros para mí —admitió Leia.

—Quizá deberías sentarte alguna noche junto al fuego para contar tu historia... —dijo Augwynne—. Pero ahora he de tomar una decisión como gobernante. Entrego a este hombre llamado Isolder a la custodia de Teneniel Djo, para que lo conserve junto a ella como esposo.

—¿Qué? —exclamó Leia en voz tan alta que Isolder se sobresaltó.

Augwynne le habló al oído en un susurro apremiante, como si quisiera que no dijese nada más.

—Pertenece a Teneniel. Ella fue de cacería y le capturó, y está muy sola.

—¡Pero no puede tomarle como esclavo! —dijo Leia—. ¡No podéis hacer algo así!

Augwynne se encogió de hombros y movió una mano señalando a las mujeres que las rodeaban, como si estuviera ofreciendo una prueba.

—Por supuesto que podemos hacerlo. Cada mujer del consejo es propietaria de un hombre como mínimo.

—No temas —dijo Teneniel intentando calmar a Leia—. No seré demasiado dura con él.

—¡Luke, tienes que detenerlas! —le rogó Leia—. ¡No puedes permitir que hagan esto!

Luke meditó durante unos momentos y acabó encogiéndose de hombros.

—Eres la emisaria de la Nueva República, Leia —dijo—. Conoces la ley galáctica mejor que yo, así que encárgate de manejar este asunto.

Leia se quedó callada durante unos momentos y sus ojos fueron de Luke a Isolder. Isolder pensó a toda velocidad. La ley de la Nueva República dejaba muy claro que la administración normal de los asuntos en cualquier planeta correspondería al gobernador planetario, fuera quien fuese, o a los jefes de departamento regional en el caso de que no hubiera un gobernador planetario. En aquel caso, Augwynne era una gobernante regional y lo único que podía hacer la Nueva República era presentar una protesta formal.

—No estoy de acuerdo, y debo expresar mi protesta —dijo Leia—. ¡Protesto con la máxima energía!

—¿Qué significa eso? —preguntó Augwynne—. ¿Deseas enfrentarte en combate a Teneniel Djo para decidir a quién corresponde el derecho de propiedad?

Isolder se apresuró a menear la cabeza, y la mirada de Leia se encontró con la suya durante un momento.

—¿Qué clase de combate? —preguntó —. ¿Estamos hablando de una lucha a muerte?

—Tal vez —dijo Augwynne, y meneó la cabeza—. Quizá sería más prudente por tu parte que hicieras una oferta de compra...

Luke meneó la cabeza.

—No te preocupes, Leia —dijo—. Todo irá bien.

Leia guardó silencio durante unos momentos que se hicieron muy largos.

—Deseo comprar a este sirviente, Teneniel Djo —dijo por fin—. ¿Qué pides a cambio de él?

La mirada de Teneniel recorrió a la multitud, y entonces Isolder comprendió de repente que podía haber más de una mujer dispuesta a pujar por él.

—No está en venta..., todavía —dijo Teneniel.

Leia se volvió hacia Isolder.

—Lo siento —dijo.

Teneniel cogió a Isolder de la mano y alzó la mirada hacia él, y en sus ojos brillaba un extraño destello de color cobrizo que Isolder nunca había visto en Hapes. Isolder permitió que le cogiera la mano, y no se sintió incómodo. Solamente eso ya resultaba muy extraño. Todo su ser y todo lo que le habían enseñado le gritaba que debía luchar contra aquellas costumbres bárbaras, pero había un nivel de Isolder escondido a una gran profundidad que no temía a Teneniel y que, de hecho, confiaba totalmente en ella. Luke abrazó a Leia para consolarla, y Erredós se acercó lo suficiente para que Leia pudiera rozarle la ventanilla sensora con la mano.

—Bueno, ¿dónde están Han y Chewie? —preguntó Luke—. Suponía que estarían contigo.

—Deberían bajar pronto —respondió Leia—. Las hermanas trajeron el
Halcón
a primera hora de esta mañana. Han está inspeccionando los daños. El
Halcón
quedó bastante maltrecho durante el descenso hasta Dathomir, pero parece ser la única manera de salir de esta roca. ¿Qué hay de tu nave?

Cuando le preguntó por ella, Leia usó un tono en el que había una sombra de advertencia.

—Probablemente podríamos vender lo que queda de ella como chatarra —dijo Luke.

Isolder se dio cuenta de que el Jedi se había callado que su caza seguía estando intacta, y lo interpretó como una advertencia muda. La neblina había continuado subiendo por la montaña mientras hablaban, y ya flotaba a un brazo de distancia de sus cabezas como si fuera un techo celeste.

Isolder sintió que alguien le tocaba las nalgas y se volvió. Las brujas se habían acercado un poco más y ya las tenía en la espalda. Pensó que quizá estaban intentando echar un vistazo a Leia, pero de repente comprendió que no estaban intentando ver a Leia o Augwynne, sino estar lo más cerca posible de él. Una bruja bastante joven le dio unas palmaditas en la cadera.

—Me llamo Ooya —le susurró con apasionamiento—. Deja que te enseñe dónde duermo...

—Creo que será mejor que entremos para hablar —le dijo Leia a Teneniel, y agarró el brazo de la bruja con su mano izquierda. Después Leia agarró la mano de Isolder posesivamente con su otra mano, y tiró de él—. Vamos a buscar a Han —dijo mirando a las otras mujeres por encima de su hombro.

No llevaba más de dos días en el planeta y ya estaba empezando a imitar el lenguaje corporal de las brujas, copiando a la perfección su forma de mantener erguida la cabeza y su peculiar manera de andar. Isolder supuso que en cuanto hubiera pasado una semana Leia ya habría encajado en su clan tan bien como si hubiera nacido dentro de él. Era el tipo de truco increíblemente sutil que sólo un diplomático con mucho adiestramiento y experiencia podía llevar a cabo.

Entraron en la fortaleza, y aunque muchas de las brujas no les siguieron, algunas mujeres empezaron a chillar y lanzaron aquel prolongado ulular impregnado de deseo que ya habían oído antes. Isolder se dio cuenta de que su rostro estaba enrojeciendo.

Mientras cruzaban el umbral de la fortaleza Augwynne le rozó el brazo un momento, y el gesto hizo que tanto Isolder como Luke se detuvieran.

—Ve a visitar a tus amigos —le dijo a Luke—, pero vuelve para hablar conmigo en cuanto lo hayas hecho. Tu llegada aquí no es ningún accidente.

Leia les guió por un laberinto de pasadizos de piedra y les hizo subir seis tramos de escalones, después de lo cual fueron por un pasillo hasta llegar a una habitación enorme que casi parecía una caverna. El
Halcón
ocupaba casi todo el espacio. Isolder no pudo ver ninguna abertura de gran tamaño, y no entendió cómo se las habían arreglado para meter la nave en aquella sala.

Estudió las paredes durante un momento y vio que algunas de las piedras de gran tamaño del otro extremo estaban agrietadas. Eso quería decir que las brujas habían creado un agujero a través del muro de piedra, que habían hecho subir el
Halcón
en vertical doscientos metros por el aire, y que después habían recompuesto el muro en cuanto hubieron metido el
Halcón
en la sala ocultas por el manto de la neblina. Estaba claro que las brujas habían estado muy ocupadas. Dada la sencilla tecnología de la Edad de Hierro de aquel lugar, todas esas proezas parecían imposibles, y de repente Isolder comprendió que una parte de su mente no quería saber cómo se las habían ingeniado aquellas mujeres para hacer todo aquello.

El
Halcón
iluminaba la sala con un reflector, y las luces de navegación de la nave estaban apagadas. Han no hubiese podido activar tantos sistemas en el exterior sin tener que preocuparse por la posibilidad de que la nave fuese detectada desde alguna órbita, pero Isolder comprendió que el grosor de las paredes de roca ocultaría la firma electrónica del
Halcón.

Subieron por la rampa, entraron en el
Halcón
y encontraron a Han y Chewbacca en la cabina utilizando el ordenador de diagnóstico. Un androide de protocolo estaba hurgando en los circuitos quemados de los generadores principales.

—¡Han! —exclamó Luke apenas entraron en la cabina.

Pero Han no le devolvió su entusiástico saludo y se limitó a volverse nuevamente hacia su ordenador. Isolder comprendió que Han se sentía culpable, y que de momento no se sentía capaz de mirar a la cara a Luke.

—Bien, chico, así que nos has encontrado, ¿eh? Bueno, pensé que sólo era cuestión de tiempo... Las cosas se han puesto un poquito feas aquí. Oye, no habrás traído algunos repuestos por casualidad, ¿verdad?

—¿Qué está pasando, Han? —preguntó Luke. El wookie le dio una palmadita en el hombro y lanzó un gruñido de afecto—. No puedes secuestrar a Leia, llevarla a rastras por media galaxia y después decir «Hola», como si no hubiera ocurrido nada.

Han hizo girar el sillón del capitán hasta quedar de cara a Luke, alzó la mirada y le sonrió con una sonrisa tensa y controlada, como si la única opción que le quedaba aparte de sonreír fuera la de echarse a gritar.

—Bueno, verás, las cosas ocurrieron de esta manera: gané un planeta en una partida de cartas y quería echarle un vistazo. Mientras tanto, la mujer a la que amo había estado planeando largarse con otro hombre, así que la convencí para que hiciera un viajecito conmigo. Por desgracia, cuando llegamos aquí me encontré con los cielos llenos de naves de guerra que me derribaron porque nadie se había tomado la molestia de explicarme que el planeta estaba sometido a un interdicto que lo convertía en zona prohibida, y, después de estrellarnos, una pandilla de brujas decidió iniciar una guerra para averiguar quién va a quedarse con los restos de mi nave. Así pues, Luke, debo decirte que estoy teniendo una semana realmente horrorosa y ahora, como guinda del pastel, supongo que vas a soltarme un sermón, que me arrestarás o que me darás una paliza... Bien, ¿qué tal te está yendo la semana de momento?

—Más o menos igual que a ti —respondió Luke, y contempló el panel de control en silencio durante unos momentos—. ¿Qué le pasa a tu nave?

—Bueno —dijo Han—, nuestro generador de campo antiimpactos se quemó, la ventanilla del conjunto sensor está agrietada, a mi ordenador de navegación se le frieron los sesos, y el reactor principal perdió algo así como dos mil litros de líquido refrigerante debido a una fuga.

—He traído a Erredós —dijo Luke, aun sabiendo que eso no solucionaba todos los problemas—. Puede encargarse de la navegación.

Después se volvió hacia Isolder como pidiéndole que hablara. Isolder comprendió que no era el momento más adecuado para las reprimendas o las peleas a puñetazos. Lo que necesitaban en aquel momento era colaborar los unos con los otros, pero tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimir el impulso de incrustar su puño en la boca de Han Solo.

—Mi caza está en el planeta —dijo.

Teneniel le cogió la mano. Isolder no quería pregonarlo en un tono de voz demasiado alto, y miró hacia atrás. Ninguna de las brujas les había seguido al interior de la nave.

—¿Tienes una nave que funciona... aquí, en Dathomir? —preguntó Han—. ¿Cuántas personas pueden ir en ella?

Isolder reflexionó durante unos momentos antes de contestar. Si le decía que dos, ¿intentaría Han robar la nave y llevarse a Leia con él?

—Dos —dijo por fin.

Luke miró a Isolder con obvia curiosidad, y Han lanzó un suspiro de alivio.

—¡Quiero que tú y Leia os vayáis ahora mismo! —dijo—. Aquí hay un montón de personas que matarían por ese caza, ¡y créeme cuando te aseguro que es mejor que no llegues a conocerlas nunca!

—Isolder te está poniendo a prueba —le dijo Luke con despreocupación—. Su caza sólo tiene capacidad para una persona, y ya hemos tenido un encuentro con las Hermanas de la Noche.

La ira oscureció el rostro de Han y sus ojos adquirieron una mirada vacua de animal acosado.

—Ha pasado la prueba, general Solo —dijo Isolder.

—Estamos metidos en un lío muy serio —le advirtió Han—, así que en el futuro procura tratarme con un poco más de consideración.

A Isolder no le gustó nada el tono de voz que había empleado Han.

—Puedes considerarte afortunado de que esté siendo tan considerado —dijo—. Me encantaría machacarte la cara para hacerte pagar todo lo que has hecho aquí. De hecho, tendrás suerte si no acabo haciéndolo...

Luke estaba observando a Isolder con expresión calculadora.

—Adelante, inténtalo —dijo Han—. Suponiendo que creas que puedes manejarme, claro...

Isolder miró a Chewbacca. Los wookies eran verdaderos especialistas en su altamente peculiar variedad de combate cuerpo a cuerpo, y cuando un wookie desarmaba a un oponente no sólo le quitaba el arma, sino que también le dejaba sin los miembros que le hubiesen permitido volver a empuñarla. Si eso no bastaba para convencerte de que te rindieras, el wookie te arrancaba las piernas a continuación. Isolder quería tener la seguridad de que el wookie no tomaría parte en la pelea. Chewbacca se encogió de hombros y dijo algo en su lengua que sonó como un gimoteo.

—Eh, un momento —dijo Leia—. Ya tenemos bastantes problemas sin necesidad de que empecemos a pelear entre nosotros. Isolder, vine aquí con Han voluntariamente..., más o menos. Me pidió que le acompañara como amigo, y accedí a hacerlo.

Isolder la miró fijamente. No la creía, y no estaba muy seguro de qué estaba ocurriendo allí. Había visto los holovideos del supuesto secuestro, pero no podía llamar mentirosa a Leia.

—Bueno... Yo... —balbuceó sintiéndose muy incómodo—. Creo que le debo una disculpa, general Solo.

—Estupendo —dijo Han—. Bien, y ahora volvamos al trabajo... ¿Por qué no empiezas intentando dar con una manera de sacarnos de aquí?

—Hay una flota en camino —dijo Isolder—. Deberían llegar a Dathomir dentro de siete u ocho días.

—Cuando dices «flota», ¿de cuántas naves estás hablando? —preguntó Han.

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