El Cortejo de la Princesa Leia (36 page)

BOOK: El Cortejo de la Princesa Leia
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—Creo que tienes razón. No me gusta nada la idea de tener a todos esos destructores sobre nuestras cabezas... —Las posibilidades de que los sensores de las naves pudieran detectar los circuitos electrónicos de los androides eran bastante escasas, pero aun así era algo que podía llegar a ocurrir—. Vayamos a esas cavernas y escondámonos en ellas durante un rato —añadió Leia.

Menos de diez minutos después Teneniel ya les había hecho subir por una ladera y avanzar a través de la arboleda hasta que llegaron a un agujero medio oculto por una retorcida masa de tallos y lianas rojizas llenas de flores blancas que desprendían un olor acre. Teneniel bajó de su rancor y entró en la caverna.

—¿Barukka? —gritó—. ¿Barukka?

Pero nadie respondió a su llamada. Teneniel permaneció inmóvil durante un momento, obviamente nerviosa, y después cerró los ojos y empezó a canturrear.

—No puedo captar su presencia en ningún lugar de los alrededores —dijo cuando volvió a abrir los ojos.

—¿Cómo vamos a obtener información sobre la prisión si no damos con ella? —preguntó Cetrespeó—. ¡Examina la zona en busca de formas de vida, Erredós!

Erredós lanzó un silbido y empezó a mover el plato de su antena a lo largo del horizonte.

Teneniel metió la cabeza en la entrada de la caverna para echar un vistazo, entró en ella y salió unos instantes después.

—Hay unas cuantas ropas y algunos cacharros de cocina —dijo—. Parece como si se hubiera marchado hace varios días.

—Estupendo —dijo Han—. ¿Dónde puede haber ido?

—Quizá haya ido a cazar —sugirió Teneniel—, o tal vez se haya unido a las Hermanas de la Noche. Barukka está pasando por una época muy peligrosa... Ha renegado, y se supone que debe permanecer aquí, viviendo en soledad y examinando su pasado y su futuro; pero suele ocurrir que la soledad acabe resultando insoportable.

El cielo estaba empezando a oscurecerse, y el sol ya había iniciado su descenso hacia el horizonte.

—Acamparemos aquí —dijo Luke—. Es un buen sitio para esperarla.

Llevó a su rancor hacia la oscuridad, y Teneniel empezó a colocar piedras formando un semicírculo alrededor de la entrada de la caverna, aparentemente para dar a entender que se encontraba ocupada. Leia no estaba muy segura de a qué podía deberse, pero la mera idea de entrar allí ya le resultaba inquietante. Tenía la sensación de estar violando la intimidad de Barukka.

Isolder guió a su rancor hacia las sombras. Una vez dentro, las cavernas resultaron ser un resplandeciente país de las maravillas de estalactitas y estalagmitas con incrustaciones de granate en tonos de citrino pálido veteadas por ribetes de marfil y verde metálico. Parecía como si estuvieran rodeados de mares que salpicaban todo lo que había a su alrededor, y Leia comprendió por qué las brujas habían decidido ponerle de nombre Ríos de Piedra. El techo de la caverna quedaba a tal altura que los rancors habrían podido subirse los unos encima de los otros. El agua fluía por las oquedades en forma de un riachuelo de angosto cauce.

Teneniel sacó algunos troncos de un escondite que había junto a la entrada, y Han les prendió fuego con su desintegrador. Durante el día el grupo había permanecido discretamente alerta mientras avanzaba, y todos habían vigilado los alrededores para detectar cualquier posible partida de exploración enviada por las Hermanas de la Noche. Por fin podían hablar, pero Leia descubrió que estaba demasiado cansada.

Sin embargo, los rancors no parecían estar cansados. Se acurrucaron alrededor del fuego con sus impresionantes petos hechos de huesos y uniformes de las tropas de asalto, y se calentaron los nudillos acercándolos a las llamas mientras dejaban escapar gruñidos ahogados. Tosh habló con los más jóvenes gesticulando con sus garras, y la luz del fuego bailoteó sobre sus dientes y las placas de hueso cubiertas de verrugas de sus hombros.

Chewbacca se hizo un ovillo sobre una colchoneta y se durmió. Los androides fueron a la entrada de la caverna para que Erredós pudiera inspeccionar los alrededores con sus sensores. Han se fue a explorar el fondo de la caverna con una linterna. Luke y Teneniel hablaban en voz baja mientras la joven ponía unas cuantas nueces verdes de gran tamaño entre las ascuas para que se fueran asando dentro de sus cascara. Isolder había apoyado la espalda en un pilar rocoso cubierto por incrustaciones de granate, y estaba jugueteando con su desintegrador.

Los rancors dejaron escapar un suspiro quejumbroso, y Teneniel movió la cabeza señalando a Tosh.

—Está contando a sus hijos el primer encuentro entre sus antepasados y las brujas —explicó—. Dice que una hembra enferma se tropezó con una bruja que la curó, y que luego la bruja montó sobre la espalda de aquella hembra y aprendió a hablar la lengua de los rancors. Ir montada en la espalda de la hembra permitió que la bruja pudiera localizar la comida mucho mejor gracias a sus agudos ojos que ven bien incluso a la luz del día, y aquella hembra de rancor fue creciendo gracias a que se alimentaba mejor y acabó siendo enorme. Con el tiempo llegó a ser una madre de manada, y sus manadas prosperaban mientras que otras morían. Por aquel entonces los rancors no sabían fabricar armas tan buenas como las lanzas o las redes. No sabían cómo protegerse a sí mismos mediante las corazas. Tosh dice que las brujas les enseñaron cosas tan maravillosas que los rancors siempre deben querer a las brujas y servirlas, incluso cuando les pedimos cosas tan irrazonables como que nos lleven a través de las tierras salvajes o que se enfrenten con las Hermanas de la Noche.

Leia contempló a Teneniel con expresión pensativa, y comprendió que la joven debía haber percibido la curiosidad que le inspiraban los rancors.

—Creo que Tosh ama a tu gente —dijo Leia.

Teneniel asintió y alzó una mano para rascar la pata trasera de la hembra de rancor.

—Sí —dijo Teneniel—. Tosh está muy agradecida porque su manada es cada vez más grande, pero no hay ningún rancor al que le gusten las Hermanas de la Noche.

—Antes me explicaste que los rancors nunca servirían a las Hermanas de la Noche —dijo Luke—. ¿A qué se debe eso?

—Las Hermanas de la Noche los tratan muy mal, como si fueran meros esclavos, y los rancors siempre acaban huyendo de ellas.

—Encuentro muy interesante que tratéis a vuestros rancors como amigos, y que en cambio tratéis a los hombres como esclavos —dijo Isolder—. Tenéis una estructura de poder muy interesante con los hombres en el nivel más bajo, pero la verdad es que todo eso me parece bastante bárbaro.

—A menudo resulta mucho más fácil ver la barbarie en otras culturas que en la tuya —dijo Luke—. Las brujas han construido una jerarquía basada en el poder, al igual que hacen muchas culturas.

Isolder asintió.

—Por ejemplo, todo el concepto del gobierno basado en el derecho de nacimiento siempre me ha parecido francamente bárbaro —dijo Leia—. ¿No opinas lo mismo, Isolder?

—Es una afirmación bastante extraña viniendo de ti, princesa —dijo Isolder—. Procedes de una familia que se ha ido reproduciendo y adiestrando durante generaciones para mandar y dirigir a los demás. Creo que debes dirigir a los demás y que toda tu gente lo sabe, y me parece que es lo más justo y adecuado. Tu trono y tu título se han convertido en poco más que un honor simbólico, pero incluso así tu pueblo sigue pidiéndote que actúes como embajadora de Alderaan.

—¿Estás afirmando que no somos líderes por derecho de nacimiento, sino porque heredamos esas dotes y capacidades? —preguntó Leia con cierta consternación—. Me parece una teoría muy poco sólida.

—No, no lo es —afirmó Isolder—. Criamos animales para obtener inteligencia, belleza y velocidad. Entre los carnívoros sociales, quienes ejercen el liderazgo en el grupo suelen aparearse con quienes tienen más fuerza e inteligencia. El resultado es que normalmente su progenie «hereda» una posición dominante en su grupo, si es que quieres expresarlo de esa manera.

—Aunque admitiese que tienes razón en ese punto —dijo Leia—, la verdad es que todo esto no tiene ninguna relación con el comportamiento humano. Los humanos no son carnívoros sociales.

Isolder volvió la mirada hacia las sombras.

—Si conocieras un poco mejor a mi madre, creo que estarías totalmente de acuerdo conmigo en que sí lo son.

Leia se preguntó por qué habría dicho aquello.

—Bueno, no cabe duda de que muchos grupos de humanos se consideran carnívoros sociales —dijo Luke—. Basta con fijarse en un pelotón de pilotos, y no podrás evitar el ver algo muy parecido a esa actitud. Después están los señores de la guerra, naturalmente...

—Y las Hermanas de la Noche —dijo Teneniel.

—¡No puedo creer que no compartas mis puntos de vista en esta discusión, Luke! —exclamó Leia—. Eres la persona más amable y bondadosa que he conocido en toda mi vida.

—Lo único que estoy diciendo —replicó Luke sin alterarse y sin levantar la voz— es que Isolder quizá tenga razón por muy desagradable que eso pueda sonarnos a ti y a mí. Inteligencia, carisma, capacidad para tomar decisiones y actuar con firmeza... Es muy probable que todos esos rasgos tengan componentes genéticos, y mientras esos rasgos sigan transmitiéndose y reforzándose mediante la reproducción, el perpetuar un linaje de líderes quizá no sea tan mala idea después de todo.

—Pues yo creo que es una idea espantosa —dijo Leia—. Tú mismo lo has visto, Isolder. Has visto comerciantes de tu planeta que eran tan capaces de dirigir a los demás como tú.

Isolder titubeó unos momentos antes de responder.

—Sospecho que podrían ser buenos líderes y no cabe duda de que son líderes en el comercio, pero no estoy muy seguro de que se les deba permitir que dirijan gobiernos.

—¿Cómo puedes no estar seguro? —preguntó Leia.

—Nuestros líderes comerciales tienden a medirlo todo en términos de crecimiento, beneficios y resultados tangibles. He visto mundos dirigidos y controlados por comerciantes, y se preocupan muy poco por aquellas personas a las que ven como un lastre para la economía: los artistas, los sacerdotes, los enfermos... Creo que prefiero que esos líderes se ocupen de sus negocios.

—Te estás quejando de que entre los hombres de negocios predomina una actitud materialista, y sin embargo, hace unos momentos afirmaste que tu madre es una depredadora —dijo Luke—. ¿Qué diferencia hay entre ella y alguien que se mueve en el mundo de los negocios?

—Mi madre fue una buena líder para su época —dijo Isolder—. La República se estaba desmoronando. Necesitábamos a alguien brutal para que mantuviera alejado al Imperio, y cuando fuimos incapaces de seguir manteniéndoles a raya, necesitamos a alguien que fuese lo bastante fuerte para mantener unidos nuestros mundos impidiendo que cedieran a la presión del gobierno imperial. Mi madre fue la persona que necesitábamos en ambas ocasiones, pero sus tiempos ya han pasado. Ahora necesitamos una Reina Madre que sea lo bastante fuerte para mantener a raya a mis tías, pero que también sea lo bastante comprensiva y flexible para poder gobernar mediante la bondad.

Teneniel seguía rascando la pata de Tosh, y la enorme bestia se fue inclinando hacia ella buscando sus caricias.

—No afirmo haber comprendido todos vuestros argumentos —dijo de repente—, y sin embargo nos llamáis bárbaras porque las mujeres gobernamos este mundo y vosotros los hombres carecéis de poder en él. Pero si sois gobernados por una Reina Madre, ¿cómo podéis ser menos bárbaros que nosotras? Los hombres no tienen ningún poder ni en un mundo ni en otro. ¿Dónde está la diferencia entonces?

—En cierto sentido, yo ostento el poder máximo y definitivo —dijo Isolder—. Sólo soy un hombre, cierto, pero soy quien elige a la próxima Reina Madre.

Leia apretó los dientes. Era el mismo argumento totalmente estúpido que se les ocurría a las personas oprimidas en cualquier sociedad. De una manera o de otra, esas personas se acababan consolando a sí mismas diciéndose que ejercían un cierto grado de control a pesar de que lo dejaran en manos de otras personas. Discutir con gente que estaba tan inmersa en su propia cultura solía resultar imposible.

Pero Leia comprendió que había otra cosa que la enfurecía, y era el hecho de que daba la casualidad de que reunía todos los requisitos enunciados por Isolder para ser la Reina Madre perfecta. Isolder afirmaba amarla, y era uno de los hombres más atractivos que había visto en toda su vida; pero quizá fuese una de aquellas personas que sólo se permitían enamorarse cuando encontraban a quien reunía las cualidades necesarias. Si ése era el caso, entonces Leia no estaba muy segura de cuáles eran sus sentimientos al respecto.

Quizá Teneniel tuviera la respuesta adecuada. La joven se limitó a mirar a Isolder y se echó a reír.

—Yo escogeré a la próxima Reina Madre —dijo con voz burlona, imitando sorprendentemente bien el acento de Isolder—. ¡Tengo todo el poder! —Le lanzó una sonrisa llena de malicia por encima del hombro mientras seguía rascando al rancor, y volvió a reír—. ¡Ah, qué tonto eres!

Y de repente Han empezó a gritar y a disparar su desintegrador en el fondo de la caverna. Luke se levantó de un salto y cogió su espada de luz.

—¡Hay un monstruo en la laguna! —gritó Han mientras corría hacia la hoguera con el desintegrador todavía humeando en su mano—. ¡Es grande y verde, y tiene tentáculos! Ha intentado devorarme...

—Oh, sí —dijo Teneniel—. Me había olvidado de ella.

—¿Quieres decir que sabías que había un monstruo ahí, y que no me hablaste de él? —gritó Han.

—Las hermanas del clan la pusieron allí hace varios años —dijo Teneniel—. Pensamos que cuando fuese lo bastante grande sería un auténtico banquete para los rancors.

Teneniel dio unas palmaditas en el flanco de Tosh y le susurró algo al oído. La hembra de rancor la contempló sin moverse durante unos momentos con una luz salvaje ardiendo en sus ojos. Después lanzó un rugido, y el pequeño rebaño de rancors echó a correr hacía la laguna. Los humanos se acercaron un poco más a la hoguera y empezaron a comer nueces asadas.

El calor de las llamas resultaba muy agradable, y siguieron hablando en voz baja durante unos minutos hasta que el último rayo de sol se hubo desvanecido, y la caverna se volvió más oscura y pareció encogerse a su alrededor. Leia se sintió bastante a gusto durante un rato, pero de repente el corazón le empezó a latir a toda velocidad y notó una terrible sensación de ahogo y asfixia. Se puso en pie y miró hacia atrás. Había una mujer vestida de negro con un gran báculo en la mano inmóvil en la entrada de la caverna.

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